19
Nos quedan tres días antes de volver a Guayaquil. Les propongo que, en la noche, dos de ustedes ofrezcan un relato partiendo de la historia de Frau Troffea.
¡Bacán! Yo ya sé lo que pasó, dijo Pepe.
Me encanta la historia. Sea inventada o real.
¡Que no es inventada! Ah, y como les dije antes hay dos opciones. Terminarla. O sea, contar qué pasó con Frau Troffea. O inventar una teoría que explique por qué inició ella aquel brote.
Vale. ¡Me encanta!, dijo Begoña.
Yo no voy a inventar nada, habló Martín desinflándose, pero los chicos siguieron.
Me han dado ganas de poner mi cd de música trance. Lo tengo arriba. Los hemos invitado algunas veces a esas fiestas y no han querido venir.
No sé, José María, a mí la verdad me causa un poquito de miedo toda esa gente bailando en trance, con LSD o quién sabe qué sustancias hasta el tope.
Qué aburridos.
Ja, ja, ja. No se preocupe-pe-pe, primo, que yo-yo-yo-yo convenceré a Esthercita para ir a la próxima-ma-mama.
Pues yo traje éxtasis.
¿Qué?
Ja, ja, ja. Begoña siempre viene preparada.
Yo me apunto, dijo Diana.
Esperen un poco, pero no es que vamos a tomar todos esa movida.
Si no quieres nadie te va a obligar, Martín.
Mientras sus amigos regresaban al departamento, Martín cubrió con arena la ceniza de la fogata. Las olas empezaron a escucharse con mayor fuerza: subía la marea y el agua iba dejando ondas salpicadas de espuma cada vez más cerca de sus pies. Tomó sus sandalias y miró hacia atrás: el Barco Hundido rugió por dentro como si sus tuberías oxidadas hubieran decidido expulsar vapor de pronto, como si un órgano aún más viejo lo habitara. Como si una bestia inverosímil, llena de huesos, acabara de incorporarse gracias a las sacudidas de ese mar. Se aproximó lo que más pudo caminando sobre el manto de rocas frente a él. El chico miraba la estructura oxidada del barco. Las zonas corroídas de la estructura lucían como fauces. Pensó en el último día de la tierra. Y en el único barco. Amanecía. Buscó el sol pero aún no había nada ahí. Se alejó del barco hablando en voz muy baja. Y dijo: No tengo miedo. Pero es que yo no soy así. Debe haber otra forma.