Lo más importante que debemos recordar y entender es que la conciencia, per se —por sí misma y de suyo—, puede ser curativa. Con una conciencia plena eres justamente consciente de la autorregulación orgánica y puedes dejar que el organismo tome el mando sin entrometerte, sin interrumpirlo. Podemos confiar en la sabiduría del organismo. Contrasta con esto toda la patología de la automanipulación, del control del entorno, etcétera, que interfiere con este autocontrol sutil del organismo.
Con una conciencia plena eres justamente consciente de la autorregulación orgánica y puedes dejar que el organismo tome el mando sin entrometerte, sin interrumpirlo. Podemos confiar en la sabiduría del organismo.
Solemos adornar esta manipulación de nosotros mismos atribuyéndole el título de «consciencia», que no es más que una fantasía, una proyección sobre los padres. Dicen que el camino al infierno está empedrado con buenas intenciones, y toda intención de cambio idealista tendrá el resultado opuesto, como los buenos propósitos de Año Nuevo, la desesperación de intentar ser diferentes, las tentativas de controlarse a uno mismo, etc.
Si estamos dispuestos a permanecer en el centro de nuestro mundo y no tener el centro en nuestro ordenador ni en ninguna otra parte, si nos quedamos en el centro de verdad, entonces seremos ambivalentes, podremos ver los dos polos de cualquier hecho. Veremos que no puede existir la luz sin la ausencia de luz. Si existe una semejanza total, ya no somos capaces de ser conscientes. Si hubiera siempre luz, dejaríamos de percibir la luz. Debemos tener el ritmo de la luz y de la oscuridad.
Si estamos dispuestos a permanecer en el centro de nuestro mundo y no tener el centro en nuestro ordenador ni en ninguna otra parte, si nos quedamos en el centro de verdad, entonces seremos ambivalentes, podremos ver los dos polos de cualquier hecho.
Fuente: Notas manuscritas de Bruce Lee tituladas «Autorregulación y regulación externa», en Notas misceláneas. Papeles de Bruce Lee.