Esta es, en esencia, la historia de un hombre que busca su liberación, que quiere volver a su sentido original de la libertad. El protagonista, a diferencia del «pistolero más rápido del Oeste», no pretende afinar sus herramientas para destruir a su antagonista; su patada lateral, su puñetazo de revés, su patada de gancho, etc., van dirigidas más bien y principalmente hacia él mismo.
El enemigo surge a causa del yo. Cuando no se agitan en tu mente los signos (o los movimientos del pensamiento), no se producen en ella conflictos de oposición; y cuando no hay conflictos (en los que uno intenta «quedar por encima» del otro), hablamos de «ni yo ni enemigo». En el mejor de los casos, las «herramientas» representan así la fuerza de la acción directa intuitiva o instintiva, que, a diferencia del intelecto, no se divide bloqueando su propio camino. Sigue adelante sin mirar al frente ni a los lados.
El problema esencial del artista marcial es lo que se llama «el bloqueo psíquico». Es lo que le sucede cuando se encuentra librando un combate a muerte contra su rival, y su mente se apega a los pensamientos o a cualquier objeto que se encuentra. A diferencia del flujo de la mente en la vida cotidiana, la mente se le «bloquea». Es incapaz de fluir de un objeto a otro sin adherirse o atascarse. En ese momento, el artista marcial deja de ser dueño de sí mismo y sus herramientas ya no se expresan en su esencia. Lo que tiene en la mente lo está ocupando y no tiene tiempo para nada más. ¡Pero si intenta eliminar el pensamiento que tiene en la mente, será para rellenarlo con otra cosa!
En último instancia, debemos estar «libres de propósito». Estar «libres de propósito» no significa una simple ausencia de cosas en la que prevalece una nada vacua. El objetivo es no quedarse atascado en los procesos de pensamiento. El espíritu es informe por naturaleza, y no deben atascarse en él los «objetos». Cuando se atasca algo allí, nuestra energía psíquica pierde su equilibrio; su actividad natural se agarrota y ya no fluye con la corriente. Cuando la energía está desnivelada, hay demasiada en un sentido y falta energía en el otro. Cuando hay demasiada, rebosa y no se puede controlar; cuando hay carencia de energía, no está lo bastante alimentada y se consume. En cualquiera de los dos casos es incapaz de afrontar las situaciones de cambio constante.
En último extremo, debemos estar «libres de propósito». Estar «libres de propósito» no significa una simple ausencia de cosas en la que prevalece una nada vacua. El objetivo es no quedarse atascado en los procesos de pensamiento. El espíritu es informe por naturaleza, y no deben atascarse en él los «objetos».
Pero cuando prevalece un estado de «ausencia de propósito» (que es también un estado de fluidez, de vacuidad mental, o simplemente la mente cotidiana), el espíritu no alberga nada en sí, ni tampoco está desnivelado en ningún sentido; trasciende tanto el sujeto como el objeto; responde con vacuidad mental a los cambios del entorno y no deja huellas. Como dijo Chuang Tzu: «El hombre perfecto usa su mente como un espejo: no se aferra a nada, pero no rechaza nada; recibe, pero no guarda». Como el agua que llena un estanque y que siempre está dispuesta a volver a salir, el espíritu puede aplicar su poder inagotable porque es libre, y está abierto a todo porque está vacío.
Fuente: Notas manuscritas de Bruce Lee con el título de «El tema», para La flauta silenciosa (El círculo de hierro), mayo de 1970. Papeles de Bruce Lee.