Durante la larga historia de las artes marciales, parece que la mayoría de los artistas marciales, tanto instructores como alumnos, tienen por naturaleza el instinto de dejarse guiar y de imitar. Puede deberse en parte a su propia naturaleza humana y en parte, también, a las pautas que los estilos establecen (por eso es raro encontrar en nuestros tiempos a un maestro instructor que sea fresco y original). Desde la fundación de los institutos, de las academias, de las escuelas, de los kwoon y de sus instructores estilísticos, se repite la necesidad de alguien que «señale el Camino».
Cada practicante pertenece a un estilo que asegura poseer la verdad, excluyendo a todos los demás. Estos estilos se convierten en institutos que tienen sus respectivas explicaciones del Camino y que diseccionan y aíslan la armonía de la firmeza y de la suavidad, estableciendo las formas rítmicas como enciclopedia de sus técnicas particulares.
Es por esto que todos los objetivos separados de los medios son una ilusión, y hacerse es la negación de ser. La verdad que se con vierte en ley o en fe, por un error repetido a lo largo de los siglos, pone obstáculos en el camino del conocimiento. El método, que por su esencia misma es ignorancia, encierra la «verdad» dentro de un círculo vicioso. Para romper estos círculos viciosos, no busquemos el conocimiento, sino descubramos la causa de la ignorancia.
Fuente: Artículo manuscrito de Bruce Lee, sin fecha. Papeles de Bruce Lee.