Este artículo expresa mi visión de la industria del cine y las creencias auténticas y personales del actor y del ser humano que soy. Por encima de todo, tengo que asumir la responsabilidad de mí mismo y hacerlo todo de manera correcta. El guión debe ser correcto, el director debe ser el correcto, yo debo dedicar el tiempo necesario a preparar el papel. Después viene la cuestión del dinero.
Y bien, para los empresarios del cine (y debo decir que el cine es un emparejamiento de arte y negocio), el actor no es un ser humano, sino un producto, un bien. Pero tú, como ser humano, tienes derecho a ser el mejor producto que ha existido jamás, y a trabajar tanto que los empresarios tengan que hacerte caso. Tienes contigo mismo la obligación de hacerte el mejor producto posible en tus propios términos. No el más famoso ni el de mayor éxito, sino el mayor calidad. Una vez conseguido esto, todo lo demás llega por añadidura.
Eso que llaman «una gran estrella» no tiene por qué ser necesariamente un actor o actriz de calidad. Lo malo, de hecho, es que hay demasiadas personas que quieren ser estrellas en vez de actores. «Ser una estrella» es una etiqueta, un término que denota ingenuidad. Es propia del que gusta que le endulcen los oídos con lo que quiere oír y que es capaz de creerse que los seguidores de estrellas seguirán ahí cuando esta se convierta de pronto en un producto sin valor, en un bien invendible.
Fuente: Artículo personal de Bruce Lee titulado «Otro actor expresa su opinión», Hong Kong, hacia 1973. Papeles de Bruce Lee.