Repensando las variedades de capitalismo desde la periferia latinoamericana
Víctor Ramiro Fernández
Instituto de Investigaciones de Humanidades
y Ciencias Sociales del Litoral (IHuCSo),
UNL-CONICET (Argentina)
Matthias Ebenau
Centro de Formación Sindical de Bad Orb (Alemania)
Alcides Bazza
Instituto de Investigaciones de Humanidades
y Ciencias Sociales del Litoral (IHuCSo),
UNL-CONICET (Argentina)
Introducción
El objetivo central de este artículo es la reconsideración del modo predominante en que es concebida actualmente la diversidad capitalista por la literatura institucionalista mainstream
de los “capitalismos comparativos” (CC). Esta literatura resalta la significancia de la división entre centros y periferias como un eje fundamental de diferenciación que es previo a la constitución de variedades individuales, pero que permanece descuidado o severamente subestimado por la mayoría de los enfoques en esta literatura. Para ello, se basa en las contribuciones de diferentes corrientes de la economía política crítica, incluyendo las perspectivas regulacionistas en las fases capitalistas, el pensamiento dependentista latinoamericano, y la teoría del sistema mundo (TSM). Al mismo tiempo, busca incorporar la noción de que la diferenciación fundamental centro-periferia es permanentemente modificada y asociada con dinámicas locales específicas, que constituyen los “núcleos racionales” (Jessop, 2015) de investigación de los enfoques del CC centrado en las instituciones. Por lo tanto, el marco conceptual que se desarrolla aquí busca simultáneamente: por un lado, analizar la reproducción estructural, desigual y jerárquica del capitalismo y su diferenciación entre centros y periferias; y, por otro lado, resaltar aquéllos elementos de las variantes periféricas del capitalismo que explican sus especificidades y divergencias.
Con este objetivo, el artículo introduce elementos conceptuales novedosos para la investigación sobre la diversidad capitalista, en particular, lo que denominamos como “núcleo de acumulación” (NA) (Fajnzylber, 1983) y “núcleo de implicación estatal” (NIE) (Chibber, 2003 y 2009; Evans, 1998; Kohli, 2004 y 2009). La relevancia teórica y las extensas discusiones sobre las diferencias entre el desarrollo tardío del Este Asiático (EA) y el menor éxito de los países de América Latina (AL) constituyen un importante punto empírico de referencia para este trabajo. Así se busca demostrar que la noción de los núcleos puede guiar un entendimiento de por qué las trayectorias –de los procesos de acumulación y de las particulares formas de implicación estatal– de esas regiones mundiales tienen divergencias tan marcadas. En otras palabras, por qué las elites económicas y políticas del Este Asiático (Amsdem, 2001; Johnson, 1982) han podido desarrollar repuestas a su condición periférica que les permitió saltar a un cambio estructural mientras que los países latinoamericanos permanecieron en sus posiciones originales (Fernández, Lauxmann, y Trevignani, 2013).
No obstante, el trabajo insiste en la necesidad de ubicar estos instrumentos dentro de un marco analítico que no incurra en los confines
mainstream
del CC (Hall y Soskice, 2001), y se aparte de los análisis caracterizados por su nacionalismo metodológico. Por lo tanto, se propone estudiar estos núcleos como resultados inestables y cambiantes debido a su relación dialéctica y conflictiva con redes políticas y económicas globales, que caracterizan la actual fase del capitalismo.
Para abordar lo expuesto, este artículo se estructura en cinco secciones. En la primera, se presentan los enfoques que desarrollan la investigación y principales debates sobre el CC y su diseminación global, en particular referencia a la periferia latinoamericana. La segunda sección provee los elementos teóricos que contribuyen a nuestra reconsideración de la diversidad capitalista, en particular, la diferenciación fundamental del capitalismo global en economías centrales y periféricas, y sus respectivas variaciones temporales. A continuación, la tercera sección introduce los conceptos aludidos anteriormente: NA y NIE.
La cuarta sección recupera los argumentos teóricos desarrollados en las secciones anteriores para discutir las causas que explican las trayectorias espaciales desigualdades de las economías del Este Asiático y América Latina para salir de su posición periférica. Así se hace especial énfasis en las diferentes capacidades de actores claves en esas macro-regiones para impulsar cambios estructurales. Finalmente, el artículo cierra con unas breves conclusiones finales.
2.
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Los enfoques convencionales de los CC y su diseminación global |
La literatura contemporánea de los CC se relaciona centralmente con el estudio de las variaciones institucionales entre diferentes “variedades” o “modelos” de capitalismo concebidos territorialmente (normalmente nacionales) y sus desiguales performances a largo plazo en términos de desarrollo económico y social. El emblemático enfoque de “Variedades de Capitalismo” (VC) desarrollado por Peter Hall y David Soskice (2001), con su característica distinción entre “economías liberales” y “coordinadas” de mercado (ELM/ECM), fue el que dirigió la predominante presencia de los CC en círculos académicos y políticos, contribuyendo decisivamente también a su diseminación global a través de los años recientes (Coates, 2015). Este cuerpo teórico ha llegado especialmente a América Latina mediante el trabajo de Ben Ross (Schneider, 2009 y 2013; Schneider y Soskice, 2009). Aplicando la “visión relacional de las firmas” –propia del modelo de Hall y Soskice– a la región, el mencionado autor buscó caracterizar las variedades capitalistas, y observó al conjunto de las economías latinoamericanas como un ejemplo de tipo defectuoso, al que denominó como “Economías Jerárquicas de Mercado” en razón del dominio ejercido en ellas por los grupos empresarios locales y las corporaciones trasnacionales extranjeras.
Las contribuciones intelectuales que el enfoque de VC ha realizado para la comprensión de la diversidad capitalista y su significancia política ha sido reconocida por muchos de sus críticos (ver, por ejemplo, Coates, 2015). No obstante, la aparición en escena de las VC ha desencadenado largos debates que han expuesto numerosos defectos y omisiones inherentes al enfoque, y se extienden a muchos aspectos de la agenda de investigación global inspirada por el mismo (para una visión general de estos debates, ver Bruff, Ebenau y May, 2015). Las razones por las cuales estos problemas se presentan, su relevancia empírica, y sus consecuencias político-intelectuales han tenido un extenso tratamiento (especialmente en el contexto latinoamericano, ver Boschi, 2011; Ebenau, 2012; Fernández y Alfaro, 2011; Fishwick, 2014), y este trabajo no pretende repetir estos argumentos. Más bien, en línea con David Coates (2015:24), “es tiempo de buscar nuevas direcciones” para el desarrollo de perspectivas alternativas de los modelos capitalistas que vayan más allá de los resultados provenientes de las perspectivas convencionales, tomando para ello los mejores enfoques –centrados en las instituciones– críticos y combinándolos con la teoría del materialismo crítico.
En lo que sigue, solo se reafirman cuatro líneas críticas fundamentales a las VC que son relevantes para su re-conceptualización:
a)
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La primera de ellas se relaciona con la tendencia de las VC a reificar tipos ideales para analizar las diversidades capitalistas (ELM, EMC, etc.). Esto, como han señalado muchos críticos, conduce a una serie de deficiencias y omisiones analíticas, incluida la indebida indiferencia hacia los aspectos de diferenciación no considerados como parte de estos tipos y la subestimación del grado de diversidad capitalista realmente existente (ver, por ejemplo, Boyer, 2005; Hay, 2005). |
b)
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La segunda línea de crítica se refiere a la conformación de un enfoque analítico que otorga prioridad a la estabilidad (institucional) sobre el cambio, y que subestima el alcance y la complejidad de los procesos históricos y contemporáneos de transformación político-económica, que se desarrollan en América Latina y en otros lugares (ver, por ejemplo, Hay, 2005; Lane y Wood, 2009). |
c)
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Los argumentos dentro de la tercera línea crítica señalan que el enfoque de VC (como la mayoría de las investigaciones institucionalistas del CC) aplica un modelo analítico monoescalar, cerrado y sub-complejo al construir sus variedades ideales típicas. Ello es producto de un nacionalismo teórico y metodológico que no tiene en cuenta el equilibrio y la interrelación permanentemente cambiante de las diferentes escalas y la redefinición contemporánea de la lógica funcional de la escala nacional (ver, por ejemplo, Brenner, 2003; Peck y Theodore, 2007). |
d)
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Finalmente, la cuarta línea aborda el escaso tratamiento dado a los actores no empresariales. Desde el principio, se ha señalado la subestimación del Estado o incluso su dilución analítica como “solo otra institución” (Schmidt, 2007). Esta crítica también fue recogida por académicos latinoamericanos en la tradición (neo)desarrollista (véase, por ejemplo, Boschi 2011). Más recientemente, la ausencia virtual de cualquier tratamiento serio de la mano de obra organizada también ha sido criticada como una omisión (ver, por ejemplo, Fishwick, 2014). |
Lo que vincula estos puntos y los destaca para el propósito de este artículo es un factor que se ha discutido con menos frecuencia en debates críticos en el campo del CC, ello es que la lógica de difusión global de estos enfoques mantuvo, en detrimento considerable, la lógica espacial habitual de emergencia y transferencia del centro a la periferia. Esto significa que, implícita o explícitamente, las características y las trayectorias de las variedades capitalistas en los centros se universalizan y se utilizan indebidamente como marcos de referencia para las periferias (Tilley, 2015). Esta es la causa última del desempeño analítico insatisfactorio y las cuestionables implicaciones políticas de la extensión de las VC y enfoques similares, cuando se trata de entender el capitalismo en la periferia (documentado en muchas de las contribuciones críticas citadas anteriormente).
3.
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La variedad pretérita: reconceptualizando la diversidad capitalista y el cambio entre centro y periferia |
Las deficiencias y omisiones descriptas en la sección previa son centrales para reconceptualizar la forma en que se piensa a las variedades de capitalismo. Por ello, es necesario un redefinido entendimiento de la diversidad capitalista en al menos tres cuestiones: primero, la incorporación de las diferencias/variaciones y similitudes entre las variantes territorialmente distintas del capitalismo, incluida, en particular, su naturaleza contradictoria y propensa a las crisis; segundo, a través de la reconceptualización de las diversas variantes regionales del capitalismo, integradas y estructuralmente acopladas en el marco del mercado mundial; y tercero, al colocar los procesos de cambio político-económico (institucional y de otro tipo) en su contexto apropiado, como procesos íntimamente relacionados con cambios transformadores más amplios en los centros capitalistas y su relación con la periferia. Analizamos brevemente cada uno de estos puntos a continuación.
En el primer aspecto, la lógica histórica de cualquier modelo de capitalismo es que se basa en una relación social contradictoria entre el capital y el trabajo humano. Al mismo tiempo, los capitales individuales se encuentran en una relación de competencia permanente en diferentes mercados tendencialmente globales. Estas relaciones conflictivas y tensas entre capital y trabajo, por un lado, y entre capitales diferentes, por el otro, pueden considerarse las “contradicciones fundantes” del capitalismo (Marx, 1989; con respecto a la aplicación de este conocimiento a la investigación de CC, ver Jessop, 2015), que a su vez están en el corazón de su propensión estructural a la crisis. La primera de ellas proporciona la base para el surgimiento de las clases sociales, donde los capitalistas pueden acceder a los beneficios de la acumulación en detrimento de las masas (trabajo). La segunda conduce, en el largo plazo, a una dinámica dual de concentración y centralización, y, por lo tanto, al desplazamiento de capitales individuales, cuestión que está asociada con dislocaciones económicas y sociales (Sweezy, 1981).
Las lógicas contradictorias antes mencionadas, inherentes a cualquier modelo de capitalismo, forman parte de un sistema de acumulación global espacialmente diferenciado.
Por lo tanto, la multiplicidad de configuraciones político-económicas localmente específicas y sus expresiones institucionales, que son las variedades individuales del capitalismo, se analizarán teniendo en cuenta la diferenciación histórica y analítica anterior –y más fundamental– del sistema capitalista mundial, es decir, su división en estructuras centro-periferia. Esta división analítica fue representada en América Latina, en particular, a través del trabajo de los primeros estructuralistas y dependentistas (Cardoso y Faletto, 1979; Furtado, 1979; Marini, 1973; Prebisch, 1949), y fue sistematizada –de manera más reconocida– por Immanuel Wallerstein (1974).
Según los teóricos del sistema mundial, las nociones gemelas del centro y la periferia se refieren al posicionamiento específico de las economías espaciales en las cadenas globales de producción y distribución. A lo largo de la historia, ha surgido un patrón en el que los nodos estratégicos de estas cadenas son controlados de forma bastante consistente por capitalistas enraizados en algunos espacios que, por lo tanto, se convierten en centros. Esto va en detrimento de los capitalistas enraizados en los espacios semiperiféricos, periféricos o intermedios, que están relegados a realizar operaciones menos beneficiosas. Este patrón tiende a ser extremadamente duradero, lo que significa que los cambios profundos en el posicionamiento de una u otra economía espacial son históricamente excepcionales (Wallerstein y Hopkins, 1977; ver también Arrighi y Drangel, 1986). La consiguiente contradicción entre formaciones centrales y periféricas podría denominarse la “contradicción sistémica global”. Las variedades capitalistas específicas deben, en parte, ser entendidas como relacionadas con las espacialidades y temporalidades específicas del sistema mundial dominante.
Con respecto al aspecto de la temporalidad, es clave comprender que los procesos de cambio en variedades individuales de capitalismo siempre necesitan ser analizados con referencia a las diferentes etapas históricas que el sistema capitalista ha experimentado como un todo. En cada una de las etapas principales, los cambios que afectan los patrones dominantes de la acumulación de capital y la regulación de los procesos de acumulación en las economías centrales han ejercido una influencia condicionante en el posicionamiento político y económico de los países periféricos (para profundizar sobre la noción y evolución de las etapas capitalistas, ver McDonough, 2015). En términos generales, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se han identificado dos etapas históricas mundiales principales bajo el dominio capitalista. Estas son importantes para contextualizar el argumento empírico que se sigue más adelante en este artículo.
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Después de la Segunda Guerra Mundial, se estableció un nuevo modo de desarrollo bajo la égida de la Pax Americana: el “capitalismo organizado” (Kotz, 2002). Las décadas inmediatas de la posguerra se caracterizan, en muchos aspectos, como la “edad de oro” del capitalismo en las economías centrales (Boyer, 1984). Sin embargo, lo que no se materializó a lo largo de estas décadas fueron las alteraciones estructurales de la dialéctica centro-periferia, como lo demuestra el fracaso de las estrategias de industrialización de sustitución de importaciones (ISI) que se desarrollaron en la región entre los años 1940 y 1970 (Di Filippo y Jadue, 1976). Por el contrario, los cuellos de botella en el proceso de industrialización y las estrategias para superarlos con la ayuda de empresas trasnacionales extranjeras, adoptadas por muchos de los gobiernos de la época, condujeron al desarrollo de una matriz productiva donde estos actores externos controlaban las tecnologías clave sin estar apenas vinculados a las empresas locales. |
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Hacia mediados de la década de 1970, el capitalismo organizado finalmente entró en una crisis terminal (ampliamente interpretada como una crisis de rentabilidad, ver Gordon, Weisskopf y Bowles, 1987). El prolongado período de crisis y transición condujo a un fortalecimiento de ciertos segmentos de capital productivo y —crecientemente— financiero. Estos llegaron a posiciones que les permitieron orquestar y aprovechar las alteraciones en las dimensiones espaciales y temporales de los procesos de acumulación y así superar las limitaciones impuestas por las estructuras institucionales que sustentaban el orden anterior (Jessop, 2005). El resultado fue la aparición de lo que podría llamarse “capitalismo globalizado”. En esta nueva fase, una característica clave fue el fortalecimiento de las redes de producción global (Lu-Lin y Gereffi, 1994). En consecuencia, los actores políticos y económicos nacionales de los espacios periféricos fueron colocados en escenarios muy controvertidos de intereses, acciones y acuerdos escalares a través de los que persiguen sus estrategias (Harvey, 2003). |
Por lo tanto, esta reconceptualización de la diversidad capitalista, efectuada con la introducción de los mencionados elementos teóricos, indica una orientación diferente para el abordaje del CC, que se aparta de los enfoques convencionales (VC y similares). Para ser más concreto: el enfoque analítico aquí sugerido incorpora el reconocimiento de una variedad pretérita, a saber, la del centro y la periferia. Esta variedad, a su vez, se modifica con el tiempo como resultado de cambios en los modos predominantes de acumulación y regulación, y la forma en que los espacios centrales y (semi) periféricos se interconectan. A los fines de observar de manera gráfica y condensada las proposiciones teóricas desarrolladas, ver la figura 1.
Así, las nociones de NA y NIE se introducen para concretar las consideraciones previas, más bien abstractas, y hacerlas operativas para esfuerzos concretos de investigación. El primero de estos conceptos se refiere a las formas específicas en que los procesos de acumulación se constituyen en una economía espacial dada, mientras que el segundo aborda las características específicas del estado y las formas en que se involucra en el primero.
A continuación, desarrollaremos estos conceptos y, posteriormente, demostraremos su relevancia como instrumentos novedosos para analizar uno de los principales debates sobre el desarrollo de las últimas décadas: la comparación de las trayectorias de desarrollo del Este Asiático y América Latina. Estas nociones y la re-conceptualización subyacente de la diversidad capitalista permite comprender por qué, en la primera región, un grupo pequeño y selecto de países —entre las variedades periféricas— pudo insertarse exitosamente en las redes económicas y políticas globales, de una manera que le permitió cambiar su posicionamiento macro-estructural en el sistema mundial.
4.
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NA y NIE: conceptos para explicar las trayectorias diferenciadas de variedades de capitalismo |
Los conceptos de NA y NIE se deben entender como conceptos intermedios, centrados en el análisis estilizado de las configuraciones institucionales de economías políticas específicas y las relaciones de clase transnacionales subyacentes, consistentes con la comprensión más abstracta de la diversidad capitalista desarrollada anteriormente (para profundizar más sobre conceptos intermedios, ver Mavroudeas, 2012). Estos, por lo tanto, nos permiten avanzar hacia un análisis más concreto de cómo las variedades particulares del capitalismo evolucionan en el contexto de las relaciones generales centro-periferia. La forma en que se constituyen ambos tipos de núcleos depende, como se verá a continuación, de lo que llamamos estructuras de viabilidades internas y permisividades externas. En este sentido, ambos núcleos están constitutivamente interrelacionados. Esto no quiere decir que exista un condicionamiento total de un núcleo sobre el otro, sino que sus propiedades respectivas se influyen permanentemente y pueden entrar en sinergias virtuosas o negativas. Esta relación dialéctica y sus cambios a través de procesos históricos específicos condicionan la evolución de variedades específicas del capitalismo.
Conceptualmente hablando, el NA está configurado por cuatro variables relevantes. Cada una de estas variables, como particular aspecto a destacar, trasciende la división interna/externa, y va más allá del nacionalismo metodológico propio del enfoque de VC (y otros enfoques de CC dominantes).
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La primera de estas variables es el origen y control de los capitales que dominan el ciclo de industrialización, y la integración del capital transnacional en el proceso de acumulación nacional. En este sentido, es importante considerar si los complejos de actividades económicas asociados con altos grados de generación y retención de valor son controlados por actores principalmente enraizados en la misma economía espacial, o bien, por actores externos. Por lo tanto, podemos hablar de NA endógeno
o exógeno
. |
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La segunda variable, que está estrechamente relacionada con la primera, se refiere a la constitución y el control del sistema financiero
. En este sentido, un mayor grado de endogeneidad
de los circuitos financieros locales otorga a los Estados una mayor capacidad para dirigirlos. Por el contrario, los sistemas financieros altamente exógenos y dominados por extranjeros pueden ejercer una influencia condicionante sobre el Estado. |
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La tercera variable se refiere a la forma dominante de reproducción del capital
. Aquí, es particularmente importante distinguir entre los procesos dinámicos
de generación de valor agregado, a través de procesos de aprendizaje e innovación, y los estáticos
, normalmente basados en cuasi rentas derivadas de la capitalización de las ventajas naturales. |
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La cuarta variable, por último, es el nivel de articulación entre el capital financiero y productivo
. Esta variable sobre-determina las otras tres: en términos típico-ideales, cuando el capital financiero es en gran parte auto-reproducido y está débilmente integrado con el sistema productivo, las posibilidades de desarrollar tipos de NA más endógenos y dinámicos son limitadas, porque los recursos para financiar el aprendizaje colectivo e innovador de las actividades son escasos. Una estrecha interrelación entre el capital productivo y financiero, bajo la preeminencia del primero, es más conducente a un desarrollo con mayor endogeneidad y dinamismo. |
Los diferentes tipos de NA tienen consecuencias tanto para las estructuras socioeconómicas internas de cualquier economía espacial dada como para su inserción externa en el mercado mundial. Un NA endógeno y dinámico conducirá normalmente a una matriz productiva más compleja y homogénea, que, a su vez, favorecerá una distribución del ingreso relativamente más igualitaria. Una NA exógeno y rentista, a su vez, se asociará tendencialmente con estructuras productivas heterogéneas y desarticuladas, con importantes desiguales sociales. Un NA endógeno y dinámico también estará estrechamente relacionado con una inserción global a través de las “vías altas” de las RPG, es decir, aquellos segmentos donde se concentran las actividades económicas más atractivas, mientras que una NA exógeno y rentista con una inserción subalterna en los segmentos de valor agregado más bajo.
El NA de cualquier economía espacial específica está, como se indicó anteriormente, estrechamente entrelazados con el NIE prevaleciente. El Estado juega un papel muy importante en la configuración de las particularidades de los respectivos NA. El NIE se define sobre la base de las siguientes cuatro amplias variables:
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La primera es la calidad de la estructura organizacional
, relacionada con la base conceptual y operativa, así como con los patrones de reclutamiento del personal burocrático. En términos típico-ideales, podemos distinguir dos tipos de configuraciones: por un lado, aquellas en las que la perspectiva conceptual de la burocracia está orientada hacia estrategias de desarrollo endógeno y competitivo, acompañada por procesos de selección meritocráticos. Por otro lado, aquellas configuraciones en las que la burocracia estatal y su personal se centran principalmente en responder a las demandas de los actores externos e internos. |
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La segunda variable que define el NIE es la existencia (o no) de instancias nodales que articulan y dan cohesión
a las estructuras y acciones de la burocracia estatal y sus aparatos, creando así la posibilidad de dirigir genuinamente los procesos de acumulación e industrialización. Cuando tales nodos están ausentes en las estructuras estatales, prevalece la fragmentación de las mismas. |
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La tercera variable consiste en la existencia (o no) de control estatal o capacidad de dirección en relación con el financiamiento de estrategias de producción e industrialización
, de las cuales dependerá la capacidad del Estado para subordinar el capital financiero a sus estrategias. |
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Finalmente, una cuarta variable es la presencia (o ausencia) de instancias que le permiten al Estado ejercer control y/o una fuerte influencia tanto en el capital como en el trabajo organizado, así como en otras organizaciones de la sociedad civil. En las sociedades pluralistas, estas suelen tomar la forma de coaliciones sociopolíticas que prestan apoyo a las estrategias estatales de intervención con respecto al NA. |
Entendemos que el desarrollo de capacidades por parte de las variedades específicas de la (semi) periferia capitalista para responder con éxito a su condición periférica —o no— dependerá en un grado importante de las características de sus NA y NIE, así como sus interrelaciones. En nuestra próxima sección, intentamos ilustrar este argumento en términos empíricos, con respecto a una comparación de las trayectorias macro-regionales diferenciales entre el Este Asiático y América Latina.
5.
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Reconsiderado el desarrollo del Este Asiático y América Latina |
Al abordar las experiencias del EA y AL en una perspectiva comparada, para analizar desde el interior de la periferia el papel de los mencionados núcleos en la explicación alternativa de las variedades de capitalismo, se abren tres interrogantes que trataremos de abordar secuencialmente:
a.
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¿Cómo intervienen esos núcleos, sus propiedades e interrelaciones, en el desarrollo de las diferentes trayectorias nacionales sobre los que se conformaron esos escenarios macro-regionales del EA y AL? |
b.
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¿Cuáles son las condiciones externas e internas que actuaron viabilizando u obstaculizando la formación de esos núcleos y sus relaciones en los escenarios del capitalismo organizado? |
c.
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¿Cómo ha incidido la especificidad de esos núcleos en las repuestas nacionales y macro-regionales en la fase globalizada del capitalismo y cuál ha sido la sostenibilidad de esas respuestas? |
La introducción de los núcleos como conceptos analíticos permite que, no obstante, las especificidades de las trayectorias nacionales que forman el sur global, puedan reconocerse aquellas regularidades que han permitido selectivamente a un grupo de países del EA abandonar la condición periférica. La existencia de regularidades en sus trayectorias nacionales responde a un conjunto de elementos contextuales, internos y externos, que viabilizan la presencia e interrelación de los núcleos.
El dinámico proceso de desarrollo productivo llevado adelante por los países del EA –centralmente, a partir de las experiencias de Japón, Corea y Taiwán–, estuvo centrado en la articulación de un proceso de industrialización local por sustitución de importaciones con una inserción externa dinámica (Gereffi, 1989).
Desde la posguerra en el caso de Japón, y con posterioridad a la década del sesenta en los casos de Corea y Taiwán, tuvo lugar un proceso de (re)construcción de los actores capitalistas locales, basado en una protección condicionada al desarrollo de determinados performances productivos y de una específica inserción externa. Ello implicaba pasar desde las fases sustitutivas más simples a las complejas a partir de un proceso constante de aprendizaje e innovación que viabilizó la extensión de los encadenamientos productivos y alcanzó los segmentos más dinámicos –de más alta valorización–. De ello resultó un NA a la vez endógeno y dinámico que permitió cubrir dos aspectos esenciales del desarrollo (Prebisch, 1949): por un lado, un progresivo y poderoso posicionamiento de los actores capitalistas locales en las funciones de más alta valorización dentro de las cadenas globales (Donner, 2009; Blyde, 2014); por otro lado, un desarrollo más complejo e internamente articulado de las estructuras productivas que combinó aumentos en la productividad, los ingresos y el nivel de empleo. Ese NA favoreció estructuras sociales con un carácter más integrativo, bajos niveles de informalidad laboral, menor desigualdad de ingresos, etc. respecto a otras partes de la periferia (Jomo, 2006; Lu-Lin y Gereffi, 1994).
La posibilidad de obtener combinadamente estas propiedades en el NA por parte de los tres países que formaron la plataforma de integración macro-regional encuentra como elemento clave la presencia de NIE que estableció condiciones estrictas al capital externo y direccionó estratégicamente a los actores económicos en general (Kohli, 2004). Este tipo de NIE implicaba la capacidad no solo de brindar protección a ciertos actores económicos, sino también de disciplinarlos para evitar que esta protección adoptara un carácter que habría ido en contra de los intentos de generar procesos de innovación y aprendizaje colectivo (Chibber, 2003; Woo-Cumings, 1999). A través de procesos nacionales específicos, los Estados en cuestión desarrollaron estructuras coherentes y burocráticamente calificadas con agencias centralizadas para formular estrategias de acumulación (Chibber, 2003; Johnson, 1982; Kohli, 2004) que permitieron a las autoridades estatales ejercer influencia sobre las empresas mediante el control directo del sector financiero y su capacidad de dirigir el capital financiero hacia el sector productivo (Baek, 2005; Woo-Cumings, 1999; Zysman, 1983).
En América Latina, en cambio, ambos tipos de núcleos y sus formas de interacción desarrollaron características abrumadoramente diferentes. En términos generales, el tipo de NA que prevaleció en la región tiene una base altamente concentrada y exógena e incluye una fuerte tendencia a obtener cuasi rentas, derivadas de ventajas en recursos naturales, en lugar de generar procesos de aprendizaje colectivo (Schuldt y Acosta, 2006).
La constitución histórica de los sectores capitalistas locales, fuertemente concentrada, asociada a ventajas comparativas estáticas –basadas en los recursos naturales–, adversa al riesgo y ajena a la innovación, no sufrió modificaciones sustanciales durante el período ISI, sino que llegó a formar su base social limitante. Por lo tanto, la mayoría de las estrategias ISI nacionales perseguidas hasta la década de 1970 en algún momento cayeron en una especie de “proteccionismo frívolo”, favoreciendo tanto a empresas locales como extranjeras, pero no al desarrollo de estructuras productivas innovadoras (Fajnzylber, 1983; Levy-Orlik, 2009). Los intentos de enfrentar los problemas resultantes al avanzar hacia las fases más complejas de la sustitución de importaciones a través de la promoción de la afluencia de capital transnacional tendieron a intensificar aún más la problemática de la heterogeneidad socioproductiva, sin contribuir de manera significativa al avance del dinamismo o la complejidad de los procesos de acumulación local (Amsden, 2001 y 2007; Sunkel, 1970).
Por lo tanto, el tipo de NA que tomó forma en toda la región de América Latina carecía del dinamismo y de la fuerte base endógena que se podía encontrar en el Este de Asia. Si bien tenía una base débil para el aprendizaje y la innovación, se volvió cada vez más transnacionalizada en términos de los principales actores y sectores. En cuanto a los resultados, estos NA se caracterizaron por una mayor debilidad relativa en la generación y el control local sobre el excedente de producción, imponiendo fuertes limitaciones tanto en los intentos políticos de redistribución como en una potencial expansión de la base de acumulación. Externamente, carecían de la capacidad para sostener una inserción exitosa de actores productivos locales en actividades de alto valor.
Estas características y dinámicas del tipo de NA predominante en América Latina fomentaron el surgimiento de un tipo de NIE con propiedades en gran parte opuestas a las encontradas en el Este Asiático. Con la excepción parcial de Brasil, no hubo trayectorias nacionales en las que el Estado fuera realmente capaz de dirigir el desarrollo económico. Más bien, durante la época de la posguerra, los estados latinoamericanos se convirtieron, mayormente, en conjuntos de instituciones que fueron “capturados” progresivamente por intereses corporativos, tanto locales como extranjeros (Faletto, 1989; Portantiero, 1989). Además, se les encargó la necesidad de atender las demandas redistributivas asociadas con la activación cíclica de los sectores populares (O’Donnell, 2011). Como resultado, los Estados latinoamericanos generalmente constituyeron estructuras organizacionales altamente fragmentadas (Castellani, 2002), incapaces de construir agencias centralizadas que den coherencia necesaria para disciplinar a los actores del capital y dar al proceso de acumulación una orientación estratégica hacia el dinamismo y la endogeneidad. Todo esto vino acompañado de grados débiles de control sobre el sistema financiero, escasamente desarrollado.
En consecuencia, los núcleos que prevalecieron en América Latina quedaron atrapados en una especie de sinergia negativa, en la que el NIE carecía de la capacidad de dirigir al NA, mientras que el segundo –y sus protagonistas– se condujeron a inhibir el desarrollo de las capacidades políticas e institucionales necesarias del primero.
Mientras que el análisis, hasta este punto, es hasta cierto punto compatible con los enfoques convencionales de CC, incluso al ir más allá de su horizonte conceptual, nuestra inspiración en la teoría de la dependencia y el marco inspirado por la TSM, nos instan a ampliar aún más nuestra visión. Tal visión expandida nos permite apreciar cómo las divergencias en la configuración de los núcleos en el Este Asiático y América Latina fueron en buena parte el resultado de diferencias en lo que podríamos llamar las estructuras circundantes de permisividades externas y viabilidades internas (Beeson, 2003; Jaguaribe, 1979).
Con respecto a las permisividades externas, los principales países de la región del Este Asiático formaron parte de una estrategia geopolítica liderada por los EEUU orientada a fortalecerlos como aliados dentro de la región (Castells, 1996; Chibber, 2003 y 2009; Evans, 1998; Glassman, 2011). Es decir que se beneficiaran de una estructura particular de permisividades geopolíticas. Esto implicó, entre otras cosas, la promoción de sus núcleos productivos a través de la ISI y la apertura del vasto mercado norteamericano para avanzar sucesivamente desde la industrialización sustitutiva hacia una industrialización liderada por las exportaciones.
En relación con la viabilidad interna, un factor importante fue que las clases capitalistas locales se habían visto severamente debilitadas por la guerra, algo que las hizo mucho más proclives a colaborar con el estado para beneficiarse del acceso al mercado estadounidense y aceptar, a su vez, sus intervenciones disciplinarias (Chibber, 2003 y 2009). Esta debilidad coyuntural se vio aún más exacerbada por los efectos de las reformas agrarias (Kay, 2007) que habían precedido, en los países en cuestión, los procesos de industrialización. Además de tener importantes efectos redistributivos, impidieron la formación de sectores capitalistas concentrados y orientados a la renta que podrían haber bloqueado la intervención estatal y la acción disciplinaria (Castells, 1996; Davies, 2004; Kay, 2007). La mano de obra, por su parte, estaba, por un lado, relativamente bien calificada, pero, por otro, solo estaba débilmente organizada y, por lo tanto, en gran parte sometida a las estrategias económicas impuestas por el Estado y el capital (Deyo, 1987).
En términos del NIE, la tradición Meiji en el caso de Japón, y el linaje colonial en los casos de Corea y Taiwán, respectivamente (Kohli, 2004), así como sus configuraciones particulares de élite (Vu, 2007), facilitaron la constitución de aparatos estatales más capaces que otros para dirigir los procesos de desarrollo económico en la dirección deseada a través de una mezcla de construcción de consenso y acción disciplinaria con respecto al capital (Amsden, 1989).
En la región de América Latina, a su vez, prevaleció un escenario claramente diferente de viabilidades y permisividades. Con respecto a la estructura de las viabilidades internas, el alcance limitado de la reforma agraria (Kay, 2007) dejó intacto el poder concentrado de los capitalistas locales. Esto vino combinado con el poder igualmente concentrado de los actores transnacionales, cada vez más presente desde la década de 1950 en adelante. Al mismo tiempo, los trabajadores de toda la región estaban bastante bien organizados, y las convulsiones sociales cíclicas obligaron al Estado a internalizar sus demandas redistributivas (O’Donnell, 1973). Por lo tanto, ambos grupos de actores llegaron a desarrollar una influencia condicionante sobre los aparatos estatales en la región, lo que llevó a la conformación de una matriz fragmentaria de organización estatal, que depende de las prácticas tradicionales, a menudo patrimonialistas (Acemoglu y Robinson, 2012).
La inviabilidad de constituir un NA endógeno y dinámico o un NIE con las capacidades de dirección necesarias fue reforzada por una estructura de permisividad externa que era mucho menos favorable que en el caso de los países del Este Asiático. Esto se debió tanto a la impenetrabilidad al mercado norteamericano de productos latinoamericanos como a la hostilidad, en línea con la de las oligarquías locales, hacia los proyectos políticos de “industrialización nacional” que podrían haber alterado la naturaleza subordinada de la integración económica internacional de la región (Fiori, 2014).
Pasemos finalmente a analizar los giros más recientes de los acontecimientos, asociados con la crisis del capitalismo organizado y el cambio hacia el capitalismo globalizado que condujo, a partir de la década de 1970, a un cambio cualitativo tanto en los procesos de acumulación como en los modos de intervención estatal. Deben abordarse dos variaciones clave en las trayectorias nacionales y regionales dentro de la periferia para proporcionar una respuesta a esta pregunta:
1.
|
La forma en que los núcleos se consolidaron durante la fase del capitalismo organizado, como aspecto que contribuye a brindar respuestas sobre las diferentes reacciones que las dos macro-regiones experimentaron frente a los cambios que acabamos de describir. |
2.
|
La cuestión de la (in)sostenibilidad de los núcleos, sus características e interrelaciones a lo largo de estos procesos. |
Respecto a la primera de estas dimensiones, en el caso latinoamericano, los múltiples procesos de reestructuración capitalista global impactaron notablemente y contribuyeron al agotamiento económico de las estrategias de ISI, marcando limitaciones crecientes en los Estados de la región para sostenerlas. Los procesos de acumulación en la región entraron en un estancamiento prolongado que se extendió hasta la década de 1980. Con la resultante crisis de la deuda y el Consenso de Washington, esas facciones de capital –tanto financieras como productivas– que ocupaban posiciones privilegiadas en las cadenas de producción global pasaron a la ofensiva, debilitando así drásticamente las estructuras regulatorias nacionales que habían apuntalado la sustitución de importaciones (Ocampo, 2011). La desregulación de la cuenta de capital (French-Davis, 2005) y la penetración extranjera del sistema financiero, a su vez, eliminaron un instrumento fundamental del NIE para dirigir al NA (Soto, 2013). Como resultado de lo anterior, el carácter exógeno predominante del NA y su falta de dinamismo se profundizaron aún más (Cimoli, 2005).
Vista en su conjunto, la respuesta de América Latina a las condiciones cambiantes fue un apego subalterno –y desfavorable– a las redes globales, debido al debilitamiento descrito de las tendencias compensatorias del NIE y la continuidad del carácter exógeno y escasamente dinámico de los NA. En consecuencia, se produjo una reducción en las tasas de crecimiento y una desindustrialización prematura de la región (Arceo, 2005). En un nivel más estructural del desarrollo económico, la heterogeneidad socioproductiva predominante se agudizó, lo que llevó a la conformación de sociedades cada vez más informales, desiguales y dualizadas en toda la región (Portes y Hoffman, 2003).
En contraste con lo que ocurrió en América Latina, la constitución de los núcleos, así como su interacción virtuosa, confirió a los Estados de la región del Este Asiático una capacidad mucho más alta para responder a la incursión de las redes globales. La defensa estatal de la endogeneidad y el dinamismo de los NA no solo facilitó la inserción externa de actores productivos locales en partes de las cadenas productivas globales donde se realizan operaciones con mayor valor agregado (Blyde, 2014), sino que también ayudó a mantener una mayor homogeneidad e igualdad social, como aspectos que caracterizaron a la región por mucho tiempo (Jomo, 2001).
Sin embargo, como se indicó en nuestras consideraciones teóricas anteriores, la variedad capitalista dentro de la periferia, y las trayectorias nacionales y regionales diferenciadas en ella, no pueden analizarse suponiendo una relación unidireccional entre los núcleos localizados y las redes globales. Más bien, debemos tener en cuenta las interacciones bidireccionales, cambiantes y, a menudo, conflictivas que existen entre ellas y que generan constantemente cambios en las estructuras de permisividad y viabilidad, que eventualmente compensan la estabilidad de los núcleos existentes, virtuosos o no. Por lo tanto, los modelos del capitalismo del Este Asiático finalmente tuvieron que enfrentar procesos de crisis y una reestructuración profunda.
Desde finales de los años ochenta en adelante, se produjo una crisis financiera y estanflación prolongada en Japón, mientras que en 1997 tuvo lugar un colapso económico masivo en el Este de Asia, lo que afectó drásticamente a las economías del “tigre”. La gestación de estas crisis, así como los cambios políticos que se derivaron de ellas, fueron fuertemente influenciados por presiones políticas hacia el desmantelamiento del NIE desarrollista existente, algo que ocurrió gradualmente en Japón (Estevez-Abe, 2008; Schoppa, 2006) y más bruscamente en otros países, como Corea (Crotty y Lee, 2005). Los agentes de estas presiones eran facciones de capital transnacionalizadas y organizaciones financieras internacionales, en otras palabras, los actores principales de las redes económicas y políticas globales. De hecho, un cambio estructural, comparado con periodos anteriores, fue la aparición en este escenario de facciones de capital fuertemente globalizadas y cada vez más financierizadas que buscaban consolidar y aumentar su control sobre los segmentos cruciales de los procesos de acumulación. Particularmente, presionaron por la desregulación financiera, poniendo en tela de juicio uno de los pilares del desarrollismo del este de Asia, a saber, la dependencia del capital –y, por lo tanto, su inclinación a aceptar– a la intromisión del Estado en sus asuntos (Chang y Evans, 2005; Crotty y Lee, 2001 y 2002; Evans, 1998).
Las presiones resultantes se vieron reforzadas por diversos factores externos. Uno de ellos fue un notorio cambio en la estructura de permisividad para el desarrollo económico del Este de Asia, debido al final de la Guerra Fría y el giro proteccionista y expansionista asociado a la política económica exterior de EEUU (Gowan, 1999; Ji, 2013). En resumen, el contexto de permisividad y viabilidad de la posguerra se transformó en uno en el que influyeron cada vez más las fuertes influencias transnacionales, a medida que los mecanismos que habían sostenido procesos de desarrollo económico fuertemente dirigidos se desmantelaron cada vez más (Crotty y Lee, 2005; Jomo, 2006). Sin duda, este desmantelamiento no fue automático ni abarcaba todo. Por el contrario, coexistió durante mucho tiempo con un papel aún proactivo del Estado (Yeung, 2000).
Aun así, las facciones de capital transnacionales y cada vez más financieras impusieron al funcionamiento de las economías del Este Asiático una nueva lógica, distinta a la que prevalecía durante períodos anteriores, especialmente por su corto plazo, asociada con la mayor movilidad del capital (Epstein et al., 2013;
Lapavitsas, 2013
). Por lo tanto, la relación anterior entre el capital y el Estado se redefinió cada vez más. Esta redefinición fue impulsada por las instituciones financieras internacionales, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI), que abogó enérgicamente por la retirada del Estado de la esfera económica (Lee, 1999; Rosenberger, 1997). Significativamente, esta narración también se desarrolló y propagó desde los propios aparatos estatales (Crotty y Lee, 2001; Thurbon, 2003).
La penetración del capital transnacional, a través de redes económicas y políticas globales, impactó en ambos tipos de núcleos en el este de Asia. Con respecto al primero, dicha penetración afectó el dinamismo, así como la endogeneidad de los procesos de acumulación: el dinamismo fue restringido por el debilitamiento del “capital paciente” que había apuntalado los procesos de aprendizaje colectivo; la endogeneidad, por su parte, se vio amenazada por la creciente transnacionalización del sistema financiero y la orientación cada vez más exógena de los grupos capitalistas locales. Estos cambios cualitativos en los NA de la región se vieron facilitados por –y contribuyeron a– el debilitamiento de la capacidad del NIE para dar forma a los procesos de acumulación (Henderson, 2011). De manera algo paradójica, los Estados intervinieron activamente para restringir su propio papel, limitando su autonomía y ajustando sus modos de funcionamiento al corto plazo con el que actuaban las facciones de capitales transnacionales (Chang y Evans, 2005; Crotty y Lee, 2002; Kiely, 1998).
El proceso recién analizado demostró que cuando se analiza la variedad capitalista en la periferia, incluso los elementos virtuosos de los núcleos y su interrelación son generalmente inestables, sujetos a las propias lógicas contradictorias del capitalismo descritas anteriormente. Las trayectorias nacionales pueden subordinarse a las redes económicas y políticas globales y a los actores que ocupan posiciones dominantes dentro de ellas.
Sin embargo, esos efectos asociados a las relaciones de sub-alternidad que los actores trasnacionales controlantes de las redes –económicas y políticas– globales pueden generar a nivel de las trayectorias nacionales, promueven reacciones sociales e institucionales capaces de reformular en dirección contraria la propiedad y relación de los núcleos. Sin embargo, como lo muestran las reacciones desarrollistas latinoamericanas recientes, ello puede formar parte de los desafíos y no de una realidad inevitable.
Conclusiones
Como debería haber quedado claro en el transcurso de este artículo, perspectivas como la TSM y los enfoques de la dependencia permiten una interpretación contextualizadora convincente de la variedad capitalista y sus performances diferenciales, a partir del significado de una variedad anterior que, en general, se ignora en los enfoques dominantes de CC. En contraste, colocar el foco de atención en las variaciones temporales dentro de la periferia y, particularmente, en las trayectorias de implicación del Estado constituye un aspecto crucial para evitar los riesgos funcionalistas y estructuralistas que acompañan a estas macro-teorías (Skocpol, 1982).
Para ello, hemos propuesto dos conceptos analíticos claves para poner en práctica dicho enfoque teórico, a saber, el NA y el NIE. Ambos emergen, en sus diferentes formas, como resultado de la articulación local entre capital y trabajo, la influencia del capital externo, y las habilidades de los actores estatales para ordenar y dirigir las relaciones resultantes. Son particularmente relevantes cuando buscamos comprender la lucha desigual por el control de las RPG y las capacidades divergentes de los Estados para controlar, dirigir y disciplinar el capital. El análisis de diferentes experiencias históricas –incluso cuando se observa de una forma regionalmente agregada (Este Asiático vs. América Latina) – ha mostrado cómo estos conceptos pueden ayudar a dilucidar tanto las características institucionales y estructurales virtuosas como las problemáticas de la variedad capitalista.
Además, hemos argumentado que las trayectorias nacionales y las especificidades del NA y del NIE localizados solo pueden entenderse sobre la base de una consideración de su relación dialéctica con la dinámica global, operando a través de redes y actores transnacionales económicos e institucionales. La fuerza endógena del NA y las capacidades de conducción política asociadas con los NIE –particularmente en contextos periféricos– siempre serán desafiadas por actores transnacionales. Por lo tanto, al analizar las trayectorias diferenciales en relación con estos núcleos, es obligatorio tener en cuenta tanto las racionalidades económicas como las geopolíticas (Desai, 2013) que las influyen desde el exterior. Por ejemplo, la dimensión geopolítica ha sido señalada como una variable crucial que permitió –bajo el contexto de la Guerra Fría en el Este Asiático– o inhibió –en el giro neoliberal de América Latina– que los actores estatales actúen de cierta manera para alterar sus respectivas trayectorias nacionales (Fiori, 2014; Glassman, 2011).
Por lo tanto, no debemos considerar la relación entre los núcleos de acumulación y de implicación estatal nacionales, por un lado, y las redes globales, por otro, de manera unidireccional y/o estática. Curiosamente, este último punto ha demostrado su relevancia en los últimos años con respecto a la experiencia del Este de Asia, que a lo largo de este artículo ha servido como un contraste positivo con los defectos encontrados en toda la región latinoamericana, con respecto a sus al NA y NIE predominantes. Recientemente, ha habido un claro retroceso en la configuración endógena de los NA en muchos países del EA (particularmente en Corea del Sur), como resultado de fuertes presiones desreguladoras y la pérdida de control estatal sobre el sector financiero, así como la pérdida gradual del poder de disciplina Estatal frente a los grupos empresariales nacionales que se han vuelto cada vez más transnacionalizados –y menos dependientes de la dirección y el apoyo del Estado–. En este sentido, el control de las redes políticas globales ejercido por las instituciones financieras internacionales ha sido un factor clave (Crotty y Lee, 2005; Evans, 1998; Ji, 2013).
En resumen: es central, para dar nueva legitimidad a la investigación de CC, resaltar que el capitalismo es un sistema caracterizado por diferentes contradicciones, entre ellas, la proveniente de la relación centro-periferia. Dentro de este marco, como hemos visto, los espacios periféricos no solo están sujetos a cambios de época entre las diferentes fases de desarrollo del capitalismo mundial, con sus respectivas consecuencias para los procesos de acumulación y regulación, sino que también desarrollan trayectorias diferenciadas, nacionales y regionales. Lo que está en juego en nuestra perspectiva reconceptualizada de los diferentes modelos de capitalismo son las condiciones estructurales e institucionales que deben mantenerse para que estas trayectorias sean virtuosas en el sentido de permitir que los espacios en cuestión transformen su posición periférica en la economía global.
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