Introducción
E l propósito de este libro es ofrecerte, amigo lector, una selección de las mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial. Aunque pueda parecer que durante ese trágico periodo de la historia del siglo xx no hubo lugar para situaciones humorísticas, la realidad es que los hombres que participaron en ella tuvieron reacciones llenas de sentido del humor. El mejor ejemplo es el del primer ministro británico, Winston Churchill, que supo mantener viva la fina ironía británica incluso en las situaciones más dramáticas, mientras visitaba las ciudades arrasadas por las bombas alemanas, por ejemplo.
Así pues, estoy convencido de que te resultará apasionante conocer estas cien anécdotas; unas te sorprenderán, mientras que otras te causarán admiración o una simple sonrisa, sin descartar que alguna te provoque una carcajada. Son historias que narran hechos asombrosos, en los que se dan la mano el humor, la épica, la astucia o el valor, para dejar testimonio de un tiempo en el que había que luchar a diario para salvar la propia vida.
El ingenio y la imaginación tuvieron un papel destacado durante el conflicto. En este libro podrás conocer las extravagantes ideas que se plantearon para poder combatir al enemigo con armas tan originales como ineficaces. No obstante, también surgieron proyectos geniales que lograron su objetivo, como, por ejemplo, encomendar a un cadáver la misión de engañar a Hitler o la ocultación mediante sencillos trucos de ilusionismo de, ni más ni menos, ¡el canal de Suez!
Con todo ello he elaborado este explosivo (nunca mejor dicho) cóctel en el que caben todo tipo de ingredientes, desde el misterio que encerraban los inodoros de Viena hasta el truco de Stalin para mantenerse sobrio, pasando por la propuesta de pintar la Casa Blanca de negro o atacar los puertos alemanes con icebergs, sin olvidar el caramelo que salvó la vida a un soldado o lo peligroso que es mezclar los tanques y el champán…
En estas páginas aparecen también muchos personajes que destacaron en sus respectivos campos artísticos y que se vieron inmersos, de una u otra forma, en la espiral de la guerra. Así pues, podremos encontrar al escritor Ernest Hemingway, al fotógrafo Robert Capa o a los directores de cine John Huston y Howard Hughes, además de a grandes actores como Lee Marvin y James Stewart. Todos ellos participaron en la contienda, aportando su granito de arena a la victoria de la causa aliada.
Además de este centenar de anécdotas al que hace referencia el título de la obra, he decidido incluir en el libro varios hechos que no tienen ese carácter, pero que creo que también pueden despertar tu interés. Al final de este volumen te encontrarás con un apéndice en el que recojo varias coincidencias asombrosas que se dieron durante la guerra. Aquí comprobarás cómo saltaron en pedazos las leyes de la probabilidad y la estadística debido al aluvión de acontecimientos que se produjeron en aquellos turbulentos años. El ejemplo más famoso fue el de la aparición, por pura casualidad, de todos los nombres en clave del desembarco de Normandía en el crucigrama del Daily Telegraph, poco antes del Día-D.
En otro apéndice, incluyo un conjunto de datos interesantes que podrían ser catalogados como récords, aunque quizás este dinámico término propio del mundo del deporte no sea el más apropiado cuando hablamos de sucesos bélicos. Esta recopilación de victorias aéreas, datos técnicos sobre armas o buques y medallas obtenidas en combate puede ofrecer un modesto interés para el gran público, pero creo que complementa los capítulos anteriores, más centrados en el aspecto humano del conflicto, y estoy seguro de que habrá quien lo deguste con fruición.
Quiero aprovechar estas líneas para dejar constancia de unas consideraciones que pueden ayudar a comprender mejor el contenido. Durante la redacción de este libro, me he encontrado con varias versiones, algunas de ellas contradictorias, de buena parte de los hechos que aquí relato. Tras consultar todas las fuentes a mi alcance, he optado por reflejar la versión que cuenta con una mayor verosimilitud, pero en ocasiones es muy difícil discernir el verdadero desarrollo de un acontecimiento histórico entre las diferentes descripciones que se hacen de él a lo largo del tiempo.
Tal circunstancia se agrava en el resbaladizo terreno de las anécdotas, ya que, como bien sabes, en ocasiones se atribuye un mismo episodio o una misma frase a personajes distintos o se exagera alguna actuación para acentuar la imagen que se tiene de ese individuo. De todos modos, asumo las consecuencias de afrontar ese riesgo, por lo que cabe la posibilidad de que encuentres en otro libro una versión no coincidente con la que figura aquí.
Otra advertencia que quiero hacerte es que no me he circunscrito al título de este libro y que (si me permites la expresión) por el mismo precio te ofrezco muchas más de cien anécdotas. Pese a que en el primer momento esa era mi intención, he comprobado que era imposible relatar solo ese centenar. Como si se tratase de una cesta de cerezas, al intentar extraer cada una de estas historias me he encontrado con que unas estaban ligadas con otras. Por tanto, decidí agrupar algunas de ellas formando un conjunto de anécdotas que hiciese mucho más entendible el escenario en el que tuvieron lugar, aunque figurando como una unidad.
Una última consideración: quería confeccionar una obra atractiva para un amplio espectro de lectores, tanto para los que son grandes conocedores de la Segunda Guerra Mundial como para los que se acercan por primera vez al tema. Por eso he preferido no dar prácticamente ningún dato por supuesto y he intentado orientar así al lector profano, mediante explicaciones sencillas y notas a pie de página, además de incluir referencias cinematográficas, que pueden ayudar a ilustrar y visualizar los hechos relatados.
No hay que olvidar que, para la inmensa mayoría de las personas, las fuentes de conocimiento sobre aquellos acontecimientos no son densos libros de historia ni artículos de revistas especializadas, sino las representaciones que Hollywood ha ido plasmando en el celuloide y los documentales emitidos por televisión. Lejos de suponer esto un obstáculo, y haciendo de la necesidad virtud, he querido acrecentar el interés de las distintas narraciones apelando a la memoria cinematográfica del lector, recuperando esas imágenes que pueden ayudar a identificarse con los hechos y, por lo tanto, hacer aún más atractiva la lectura de este libro.
Soy consciente de que esto puede suponer una incomodidad para el público más conocedor del tema, que considere que no es necesario ese esfuerzo de divulgación; entiendo que puede suponer casi un agravio explicar quién era Heinrich Himmler o Joseph Goebbels, pero estoy seguro de que obtendré su comprensión. Del mismo modo, he querido resarcir a este tipo de lectores exigentes con el relato de anécdotas difíciles de encontrar en los libros de historia y que seguramente desconocen, o que guardan de forma dispersa en su biblioteca personal y que desean tener reunidas en un solo volumen. Mi objetivo es que unos y otros disfruten con este libro, sin importar su nivel de conocimiento sobre la Segunda Guerra Mundial; aunque el reto no es sencillo, espero haber salido airoso de la prueba.
No obstante, a pesar del carácter ameno de esta obra, hemos de tener muy presente la tragedia humana que constituía el negro telón de fondo de esos episodios. Algunas de estas anécdotas están ligadas, de una u otra forma, a la muerte de seres humanos, lo que lleva a plantear si realmente tiene sentido una obra como la que ahora tienes en tus manos.
No es una cuestión sencilla de resolver y seguro que existirán tantos argumentos a favor como en contra. Se puede correr el peligro de banalizar el fenómeno de la guerra e, incluso, llegar a hacerla engañosamente atractiva, pero estoy convencido de que cualquiera que lea este libro comprobará que eso no es así. Creo que la cuestión no ha de ser si es pertinente una obra como esta, sino decidir si hay que renunciar a conocer unos hechos extraordinariamente originales por el hecho de estar encuadrados en un conflicto bélico.
Además, considero que acercarse al fenómeno de la guerra desde una vertiente humorística, pese a ser una opción arriesgada, puede servir para dejar al descubierto el carácter intrínsecamente absurdo de ella; ya en el siglo XVII , el científico y filósofo francés Blaise Pascal se preguntaba: «¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del río y porque su príncipe tenga una querella contra el mío, aunque yo no la tenga con él?».
Hoy en día, ya entrados en el siglo XXI , esa pregunta sigue estando de plena actualidad. Afortunadamente, el empleo de la fuerza no es una opción que cuente con el apoyo de la sociedad en las naciones desarrolladas, al contrario de lo que sucedió en las dos últimas guerras mundiales. Por lo tanto, no creo que esté fuera de lugar un libro como este, en el que tienen la palabra no solo los grandes dirigentes que decidieron, de manera irresponsable, enviar a la muerte a millones de personas, sino también esos seres anónimos que se vieron obligados a coger las armas, dejando atrás a sus familias, para enfrentarse a otros hombres en una sangrienta lucha.
Estas páginas quieren ser también un pequeño homenaje a todas las víctimas de aquella contienda, especialmente a los españoles que se vieron involucrados en ella, voluntaria o involuntariamente, y que dejaron su sangre esparcida en la mayoría de los frentes de combate (desde Leningrado a París, pasando por Filipinas o Guadalcanal) y, sobre todo, en los campos de concentración nazis. Aunque no han obtenido el reconocimiento histórico que sin duda merecen, esta obra pretende dejar constancia de su lucha por unos ideales que defendieron hasta el final.
Por último, debo decir que he confeccionado este libro para que, obviamente, se lea siguiendo el orden establecido. Pero, teniendo en cuenta que el tren de vida actual nos obliga en ocasiones a tomar y retomar un libro innumerables veces, ya sea en un transporte público o poco antes de dormir, sin poder leer más de diez minutos en cada ocasión, he tenido en cuenta la posibilidad de que se practique una «lectura creativa»; así pues, amigo lector, te invito a disfrutar de estas cien historias en el orden que desees, saltándote algunas, releyendo otras, explorando en las notas a pie de página o descubriendo las conexiones entre los distintos episodios. Tengo la impresión de que este modo de lectura, libre de ataduras, puede ser incluso más gratificante que la forma tradicional.
Sin más preámbulos, espero que todos estos relatos sean de tu agrado y que, al menos, te hagan pasar un buen rato. Al fin y al cabo, esa es la única pretensión de este libro; si lo consigo, me daré por satisfecho.
Barcelona, marzo de 2004