CAPÍTULO CINCO

valeria se emborracha , habla mal de su familia, de sus padres, de sus tías y de sus hermanas. La crítica de arte, con tres tragos encima, llora, gime y pierde la cabeza. Salazar se siente atraído por el personaje. La desnuda, le hace un amor inconcluso y antes de cualquier orgasmo ambos se quedan dormidos. Salazar sueña con la infanta Margarita que también es Valeria Fidalgo. Pero es Velázquez quien retira el rostro de su lienzo y dice: “El asesino está dentro de la casa”. Salazar despierta. Valeria todavía duerme. Salazar abandona el lugar, sin despedirse.

El Correo viernes 9 de febrero de 1996

 

crónica roja

 

La diferencia entre guau-guau y grr-grr

La sección judicial de El Correo reproduce fragmentos de los interrogatorios llevados a cabo con el fin de esclarecer el asesinato del senador Santiago Eljach y el de su distinguida esposa.

Preguntado, el sospechoso respondió:

—¿Su nombre?

—Eliécer Miranda.

—¿Desde cuándo trabaja aquí?

—Desde hace quince años.

—¿Se quedó dormido la noche del crimen?

—No, señor... En siete años que llevo trabajando nunca me he quedado dormido. Ni siquiera duermo en las mañanas. Sólo hago la siesta en las tardes.

—¿Escuchó algo raro, distinto, la noche del crimen?

—No, señor. Ni yo ni los perros. Hay cuatro perros por toda la casa. Son unas fieras, usted debe haberlos visto. Ladran cuando una persona pasa por la calle o cuando alguien se acerca a la verja. Pero dejan de ladrar de inmediato. Verá usted, yo sé cuándo ladran de verdad.

—¿Quiere decir que anoche los perros ladraron y que usted no se acercó a ver a quiénes ladraban?

—No, señor. Yo sólo estoy diciendo que sé cuándo le ladran a alguien que pasa por la verja. Vea, el ladrido no es el mismo. Apenas hacen guau, guau, como por cumplir el oficio. Pero si ven que la cosa es seria entonces ladran con más fuerza. No solo hacen guau, sino grrr, ¿si me entiende?

—¿Pero en la noche del crimen hicieron guau, guau, como usted dice, o grrr, grrr?

—No, solamente ladraron cuando escucharon la pólvora del carnaval. Pero la pólvora se oía demasiado lejos. Ese ladrido es distinto, fíjese. No es el guau, guau común ni el grrrr; es un ladrido de alboroto. Los perros saben que algo pasa pero sienten que a sus amos no les interesa. Es como si ellos quisieran que alguien les explicara.

—Maldita sea... Le estoy preguntando si los perros ladraron en la noche del crimen, si usted notó algo extraño. No me interesa su teoría sobre el ladrido de los animales.

—No son tan animales. Lo único que yo puedo decirle es que los perros sí ladraron pero no porque notaran algo extraño. Quiero decirle otra cosa, señor: nadie pudo entrar aquí en la noche del crimen. De eso estoy seguro.

—¿Y entonces quién mató a los señores Eljach?

—Eso sí no se lo puedo responder. Pero una cosa es cierta: nadie entró a esta casa... Los perros lo habrían agarrado.

—¿Quiere eso decir que el asesino estaba aquí adentro?

—Usted sabe que ninguno de nosotros pudo hacer una cosa de esas. Imagínese, matar a un señor tan bueno y tan respetable. Algo pasó, pero, eso sí, capitán, nadie entró.

—No esté muy seguro de eso. Alguien entró y asesinó al senador. Es probable que alguien le haya abierto la puerta y haya espantado a los perros. Pudo ser usted. En ese caso sería cómplice de asesinato.

—Usted sabe que eso es imposible.

—Puede retirarse. Tal vez lo necesite después. No puede salir de la casa, mientras concluyo el asunto. ¿Has grabado la declaración, Mantilla?