Mediante la perseverancia

 

Así como en la persuasión y en como dar el buen ejemplo, la perseverancia se encuentra, entre los agentes más activos de la influencia. Es una facultad nacida en los hombres que están conscientes de su poder, hombres que, por virtud de su fe en su propio mérito, llegan a lograr cosas apoyados en esa confianza que da origen a todos los éxitos notables y a todos los logros productivos.

La perseverancia es el triunfo de la fuerza de voluntad por sobre la debilidad de voluntad; es el resultado de un profundo estudio de las causas determinantes, combinación de las cuales está destinada a terminar de manera exitosa; es, en pocas palabras, el lento pero seguro avance hacia un objetivo que va asumiendo una silueta más definida a medida que nos acercamos a él.

Pocas personas nacen con cucharas de plata en sus bocas, pero todo el mundo puede apuntar a conquistar una fortuna mediante una serie de esfuerzos continuos y racionales.

El hombre que desea saltar treinta codos1 con un solo salto podría pasar toda su vida haciendo intentos ridículos, pero si desea ir incrementando los pasos que lo llevarán hasta esa altura, lo obtendrá, tarde o temprano, de acuerdo a la destreza, la agilidad y la perseverancia que demuestre.

El suelo sobre los que damos pasos en esta vida, es cierto, están frecuentemente hechos de piedras temblorosas. Hay espacios entre ellas que hacen que uno se maree, ya que son tan inseguras que es difícil mantenerse de pie sobre ellas.

Este es el punto en el que aquellos que poseen la virtud de la perseverancia se distinguen: mediante su voluntad inquebrantable pueden protegerse ante cualquier peligro; hacen equilibrio sobre las piedras inestables casi en puntas de pie, y avanzan dando el siguiente paso. Si se ven hipnotizados por las nauseabundas profundidades que se muestran debajo de ellos, rápidamente levantan su cabeza y prosiguen hacia delante, manteniendo los ojos fijos en su estrella, y se cuidan de posibles resbalones asegurándose de que cada pie está asegurado antes de dar el siguiente paso.

“Por cuanto la perseverancia es la madre de muchos dones, de ella nace la prudencia, que va de la mano con la aplicación y la paciencia. Es increíble hasta qué punto el hombre está dotado de paciencia para una prueba en contra de las trampas del destino. La esperanza y la alegría son dos argumentos innegables en la mayoría de las circunstancias, pocas tareas pueden resistir su influencia combinada.”

“Se dice que el gran erudito Yuan-Shi, afectado por el carácter agrio de su esposa, que estaba celosa de su conocimiento, no podía encontrar manera de trabajar en su casa, ya que esta arpía iba tan lejos como para tirar sus manuscritos y quemar las hojas de papel vitela en las cuales él escribía sus pensamientos.”

“Por este motivo resolvió que, cuando estuviera en su casa, dividiría su tiempo entre la jardinería y la contemplación o pensar. Pero desde el momento en el que se subió al palanquín que lo llevaba diariamente desde su casa en las afueras hasta la ciudad donde trabajaba, se recuperó de su inactividad forzosa. De esta manera produjo, después de unos meses, un trabajo de gran valor, el cual fue universalmente comentado y admirado.”

“Las noticias de ello llegaron a oídos de su esposa, que le preguntó muy sorprendida cómo había encontrado tiempo para escribir, considerando que además de ser profesor no estaba involucrado en ninguna otra ocupación intelectual.”

“Yuan-Shi era un alma simple; así que le contó cómo había logrado reconciliar su trabajo con la falta de razón de ella. Su mujer se vio tan afectada por esa prueba de que él no deseaba molestarla, y tan impresionada por la voluntad calma e indomable de su esposo, que desde ese día en adelante dejó de prohibirle trabajar en cosas que le dieran distinción, y esto salvó definitivamente la relación.”

Nuestra civilización moderna se jacta de tener muchos ejemplos de aplicación asidua: el doctor Good tradujo “Lucréce” mientras visitaba a sus pacientes; tenía en su carruaje todos los materiales necesarios para la traducción del libro, y de esa manera aprovechaba los minutos que pasaban entre cada visita médica.

El doctor Darwin hizo lo mismo; escribía sus notas mientras hacía sus rondas de chequeo médico, y al regresar a su casa simplemente debía clasificarlas.

Uno también podría mencionar a un hombre llamado White, que era empleado en una oficina legal, y que aprendió griego en los viajes que tenían lugar desde la oficina hacia su casa. Conocemos el caso de Aguesseau, que utilizaba el tiempo que ocurría entre el anuncio de las comidas y cuando los trabajadores tomaban sus lugares en las mesas, para escribir un libro excelente, el cual sonrientemente presentó a su esposa como una lección práctica de metódica y perseverancia.

La historia es rica en anécdotas similares, y ello prueba indudablemente aquel dicho de Bossuet: “Un poco basta para cada día, si a cada día se le da un poco.”

¿Reconocemos cual sería la producción obtenida a partir de una hora inutilizada del día, en la cual simplemente desechamos gotas de nuestra vida, las cuales son tragadas por los pozos de la eternidad?

“Aquel” dijo el Shogun, “que corte alguna rama de un árbol todos los días, terminará por abrirse un camino a través del bosque más denso en cuestión de tiempo.”

Y añade tranquilamente:

“Pero no debería pensar en volver hacia atrás, ya que las ramas crecen otra vez y se encontraría con que su camino fue cerrado.”

Eso quiere decir que la perseverancia nunca debe disminuir en su intensidad; la vuelta atrás no está permitida para aquellos que expandan el camino para que lo sigan sus discípulos, y no podemos dejar de repetir que:

Es mediante el poder del esfuerzo personal y la aplicación que las más brillantes y sólidas reputaciones son formadas.

“La experiencia” dice G. A. Mann, “nos dice que debemos ser, para tener éxito, sistemáticos en todo lo que hagamos y también cultivar la perseverancia; si no poseemos esas dos cualidades deberíamos desarrollarlas, y eso se logra mediante el pensamiento constante en ellas y la contemplación de las ideas que representan.”

“¡Persevera entonces! ¿Con qué fin, preguntas? Simplemente porque perseverando es como formas tu voluntad y además tienes la oportunidad de cumplir con tus objetivos.”

“¿Perseverar como un bruto? No necesariamente. Es necesario que para continuar lo que hayas empezado tu voluntad, tu inteligencia y tus sentidos estén siempre en alerta.”

“Es la actividad incesante sobre ti mismo la recompensa por tu esfuerzo. El camino que elijas tomar tal vez no te lleve hacia donde deseabas dirigirte, pero probablemente te llevará hacia un lugar mejor. Y a causa de tu caminata te convertirás en un mejor caminante, y esto será debido al impulso que necesitaste para ser capaz de mantener tu objetivo en mente, y eso es tener éxito. La voluntad sin perseverancia y sin metódica no podría existir.”

La perseverancia admite una combinación de cualidades activas y de virtudes que podrían ser llamadas pasivas, ya que no requieren ningún esfuerzo aparente. Sin embargo, ellas son más extraordinarias de lo que uno podría creer, ya que no siempre están presentes en las mentes débiles.

Éstos últimos únicamente con dificultad pueden concentrarse en una tarea que requiera de poca atención; son esclavos de la inestabilidad de sus impresiones; los comienzos, aunque complicados, siempre los hayan llenos de entusiasmo, pero pronto ese fervor se enfría, y si el éxito no se presenta ante ellos rápidamente, no tardarán en rendirse con el proyecto y dedicarse a otro que crean que podrá tener una finalización agradable.

La acción incesante también puede ser reconocida como una de las virtudes anteriormente mencionadas, pasiva de hecho pero indispensable, y de la cual tan solo hemos hablado. La práctica de doblegar la voluntad de uno sirviendo a un propósito es a veces un talento de alto orden, ya que es una de las mejores maneras de ganar la simpatía de aquellos que están hablando con nosotros.

“Odio” dijo Yoritomo, “a esa clase de personas que dejan que sus pensamientos vaguen ciegamente en vez de buscar obtener beneficios de lo que escuchan. Nada es más desconcertante que sentir que la atención de alguien a quien le estás hablando está a la deriva entre sus propios pensamientos mientras estás intentando convencerlo con tus propias palabras.”

“Esta falta de atención es siempre lo que denota una voluntad vacilante en una persona, que no puede ni obligarse a sí misma a seguir una idea mediante la concentración de sus poderes mentales o de la evaluación de los varios aspectos que se presentan ante ella.”

“Cuando se está lidiando con empleados o subordinados, esa frívola falta de atención puede llegar a pasar como un gesto de desprecio; además, es algo inversamente proporcional a la influencia que podemos llegar a ejercer sobre ellos.”

“¿Qué deberíamos pensar acerca de un jerarca que viene a ser consultado por un pobre hombre, y que en vez de escucharlo amablemente se ocupa a sí mismo como si estuviera solo, dándole órdenes a sus sirvientes y dejando que los músicos sigan tocando?”

“El desafortunado hombre se iría de la casa del señor con una mala impresión, y si alguna otra vez necesitara ayuda o consejo, se encargaría él mismo de manejar la situación en vez de presentarse nuevamente ante el hombre que lo trató con tal desdén anteriormente.”

“La influencia sobre los demás se adquiere especialmente mediante la perseverancia de la voluntad y la concentración del pensamiento, cuyas ondulaciones proyectadas alrededor nuestro se dirigen hacia las mentes de aquellos a los que deseamos impresionar.”

Y, entrando una vez más en el dominio de la psicología, el Shogun nos habla acerca de este fascinante misterio del contagio de pensamiento, que de acuerdo con él es una causa principal de la influencia, y no puede fallar si es producto de la perseverancia de la determinación:

“No hay duda,” dijo, “de que el pensamiento es un factor contagioso de la influencia, sea buena o mala.”

“¿Quién no ha tenido la oportunidad de verificar esto con el caso del miedo?”

“Si dentro de un grupo compuesto por las personas más valientes que se puedan encontrar, tomados de manera individual, uno es atacado por el miedo y puede expresarlo de manera vigorosa, tendrá éxito a la hora de contagiar este sentimiento de malestar y desasosiego a todos los demás, tal vez en distintos grados.”

“Hay pocos guerreros valientes que en medio de una situación concerniente a los misterios del mundo del más allá no sienten ni el más mínimo escalofrío, que ni un escenario de matanza al por mayor, junto con el hecho de ser consciente de los más graves peligros, podrían haberle provocado.”

“Este fenómeno, causado por la irradiación del pensamiento, es una prueba innegable de la influencia que éste puede ejercer, ya que no es solo posible penetrar en las mentes que son tocadas por las ondulaciones de nuestros propios pensamientos, sino que los pensamientos de otros, estimulados por los nuestros, vuelven hacia nosotros en las mismas ondulaciones que salen de nuestros cerebros.”

“Por eso es que vemos frecuentemente que aquel que deseaba expandir el miedo a su alrededor siente el mismo miedo al recibir las mismas ondas de pensamiento que ha producido en su audiencia.”

“Pasa lo mismo con la risa. Hay muy pocos que puedan resistirse a la infección de un arranque de risa; incluso para aquellos que están menos inclinados a sentirlo, el disfrute de la risa es infecciosa en gran medida; siendo algo primero involuntario, mecánico, pronto se convierte en algo natural, de tal manera que cuando el momento se termina, la expresión más simple puede asumir en la imaginación un carácter tan cómico que la risa aumenta hasta el punto de no ser capaz de pronunciar tal expresión sin sentir un arranque nuevo de carcajada.”

“¿Pero qué sucede si al día siguiente deseamos relatar el incidente?”

“No estando ya sometidos a la influencia atractiva del pensamiento de otros, ya no recibiendo las ondulaciones de sus mentes que anteriormente nos habían llegado, nuestro estado mental es tan distinto que percibimos el vacío (a veces deberíamos decir la estupidez) de lo que nos había causado tanta gracia en su momento. Ya no nos reímos de ello y es imposible que entretengamos a otros con eso.”

“Por otra parte, si el relator – ya sea a propósito o de manera espontánea – comienza a reírse él mismo al recordar lo que está a punto de relatar, sería raro que frente a tal alegría, si es genuina, los demás presentes en la situación no comiencen a reírse. Primero reirán por contagio, y después por necesidad, porque el regocijo y la alegría son lo que predomina en el pensamiento.”

“Lo que acabamos de decir acerca del asunto del miedo o el de la risa se aplica para todo lo demás.”

“Con perseverancia tendrás éxito a la hora de conseguir efectivamente penetrar las mentes de tus oyentes con tus pensamientos, los cuales atraerán pensamientos similares, y sus ondulaciones volviendo hacia ti incrementarán tu convicción, dándote más poder para esparcir a tu alrededor.”

Es desde este punto de vista que el Shogun se propuso oponerse a la emisión de pensamientos malvados:

“Es” dijo, “un arma que siempre se vuelve en contra del hombre que haya hecho uso de ella.”

“¿Qué podemos esperar de aquellos cuyas mentes germinamos con maldad y un deseo por actuar de acuerdo a ella? Tan pronto como ellos mismos comienzan a creerse capaces de hacerlo es en contra nuestra que buscarán expresarse primero que nada, y lo harán incluso involuntariamente, al devolvernos nuestro pensamiento magnificado y desfigurado, para que debamos enfrentarlo sin siquiera reconocerlo.”

“Puedes darte cuenta de por qué la perseverancia debería ser utilizada únicamente para obtener el bien, y tan pronto como pensemos que nos hemos asociado con él, será nuestro deber el inculcar sus principios en aquellos que, viviendo alrededor nuestro, están sujetos a nuestra influencia.”

“Pero no debemos limitar nuestros esfuerzos a esto; debemos apuntar más lejos y más alto; no será suficiente con iniciarlos en las cosas buenas, también debemos inspirarlos para cultivarlas, y para conseguir ese fin tendremos que estimular su deseo para desarrollar la perseverancia, que es lo que hace posibles las tareas más difíciles y nos da un poder ilimitado.”

“Como si fuera algún instrumento de acero, la gota de agua perfora la roca, se abre paso a través de la piedra más dura y, sin disminuir sus esfuerzos, prosigue con su tarea, la cual el instrumento de acero podría haber comenzado de manera más exitosa tal vez, pero el rompimiento o el desgaste de la herramienta termina por interrumpir su trabajo forzosamente. Sin embargo, este trabajo es completado por la eterna gota de agua, que lo consigue mediante su tenacidad y la perseverancia de su accionar.”

“Por lo tanto, no busques forzar a las mentes de movimiento lento; rodéalas, penétralas con tu perseverancia y su influencia, a veces misteriosa pero siempre segura, que se disipará en ondulaciones benéficas, cuya acción creará poder.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 


1 Aproximadamente 13,5 metros.