Celebrar

Después de mis hijos, de mi familia, mis amigos son lo más importante que tengo. Tengo muchos, muchísimos, de distintos momentos, con los que comparto muchas cosas.

Tengo amigos desde la escuela primaria, desde la infancia, los que me vieron crecer, los que me veían cocinar sin saber que me iba a dedicar a la cocina. Tengo amigos desde hace cuarenta años y amigos de antes de ayer.

Para mí son mucho más que gente con la que me divierto, a la que extraño y me gusta celebrar. Son un soporte anímico, espiritual, laboral. Son una clave en mi vida.

Tengo amigos de todos los rubros: cocineros, como Tommy Perlberger, uno de mis grandes compañeros de cocina y viajes. Con él y con otros, como Coletta, Pablo Massey, hemos compartido trips culinarios, cenas, veladas en casas. Hay otros amigos con los que no cocino ni hablo de comida, no comparto la profesión pero aun así tenemos cosas en común.

Soy muy sociable, tengo una vida agitada en Buenos Aires y cuando viajo. Por suerte en casi todas las ciudades a las que viajo me encuentro con gente que quiero mucho.

Me gusta recibir gente en casa, homenajearlos, agasajarlos. Compartir, charlar, estar juntos. Cocinar tiene mucho que ver con eso. Un cocinero no cocina para sí mismo: cocina para los otros. La amistad es un gran motor en mi vida, invierto tiempo en mis amigos y en hacer nuevos amigos. No tengo un círculo cerrado: se va ampliando, cada vez se hace más grande, más variado.

Disfruto mucho, además, conectando gente entre sí. Amigos, conocidos. Tengo una especie de intuición para juntar gente. Y me resulta grato ver cuando esos momentos de intuición resultan útiles, cuando llegan a buen puerto.