cap13

Cuando Olivia llegó al hospital, Dylan ya había sido diagnosticado. Aunque sufrió un golpe muy fuerte en la cabeza y le harían estudios para descartar daños severos, urgía que le operaran la pierna, que tenía doble fractura, al igual que dos costillas, por eso sentía que no podía respirar. Continuaba sedado, debían prepararlo inmediatamente para entrar a quirófano.

Olivia fue directamente con el médico a cargo y firmó los documentos como responsable de Dylan. Vi cómo se dejó caer sobre una silla y puso la cabeza entre sus manos, mirando hacia el suelo. Comenzó a llorar, estaba totalmente descompuesta; jamás me imaginé verla en ese estado, pero era lógico, Dylan era su hijo, lo único que tenía.

Despacio, me senté a su lado, no sabía cómo consolarla o si ella esperaba que lo hiciera. Pasaron unos minutos hasta que se calmó un poco, pero estaba en silencio. Quería que supiera que estaba con ella para apoyarla, yo también quería a Dylan y lamentaba mucho esa situación.

—¿Te sientes mejor? —pregunté bajando la voz, lo más amable que pude—. ¿Quieres un té? Olivia, ninguna esperaba que esto sucediera, un accidente así…

—Fue mi culpa, Ana. Yo le hice esto a mi hijo —interrumpió. Su voz era muy baja, por eso me costó trabajo comprender sus palabras.

—No entiendo, esto fue un accidente.

—No, Ana. Los planos estaban mal.

—¿Cómo? Olivia, no comprendo de qué estás hablando.

—Ana, esto no sucedió así nada más, mi hijo sabía colocar piezas a la perfección. Ana, yo… Quería que las piezas se rompieran, ese sería motivo suficiente para dejarte fuera de la galería.

Ahora entendía lo que me había dicho Sebastian sobre la reacción de Olivia en la oficina. ¿Ella esperaba que el accidente lo sufriera yo? Todo eso me daba vueltas en la cabeza. Me levanté de mi lugar junto a ella, no podía creer que me estuviera diciendo esto. Lloraba por la situación en la que veía a su hijo, pero Olivia no era tan perversa como para hacer eso sin que ahora le causara un enorme remordimiento. Me sentí mal por ella, había lastimado involuntariamente a Dylan, pero también tuve miedo de que pudiera tener la sangre fría para provocar un accidente en el que a mí me pudo ir mucho peor que a él.

También salieron lágrimas de mis ojos, estoy segura de que ahora eran de coraje. Yo admiraba mucho a Olivia a pesar de nuestras recientes diferencias provocadas por sus celos, y esto me hacía sentir muy mal.

—Ana, créeme que solo pretendía que las piezas se rompieran —dijo Olivia, como leyéndome el pensamiento—. De ninguna manera te hubiera hecho daño. Le hice daño a mi propio hijo, y no tienes idea de lo mal que me siento.

Rompió a llorar una vez más. Lo único que pude hacer en ese momento fue dejar de lado mi miedo y mi coraje y abrazarla. Una parte del corazón de ambas también estaba roto.

pleca

Cuando Dylan salió de la operación, el médico se acercó a nosotras para decirnos que se estaba recuperando y acababan de llevarlo a una habitación. Todo había estado bien, le colocaron una placa metálica en la pierna fracturada y las lesiones en las costillas no eran graves pero sí delicadas, por lo que habían tenido que inmovilizar el área para que los huesos pudieran soldar lo mejor posible.

—¿Puedo pasar a verlo? —preguntó Olivia, desesperada por entrar a la recámara.

—Adelante —dijo el doctor—. Pero se encuentra sedado, tardará unas horas en despertar.

Olivia se puso de pie, ya se dirigía al piso donde estaba la habitación, pero volteó a verme:

—Ana, ven conmigo.

Dylan descansaba, una enfermera le estaba suministrando el medicamento y anotaba en un registro la hora y la dosis, así como sus signos vitales. Nos dijo que estaba bien, la operación había sido un éxito y nos recomendaba dejarlo descansar hasta donde fuera posible, pero quedarnos cerca por si despertaba algo confundido. Después de que salió, Olivia se acercó a su hijo y acarició una de sus manos. Él dormía profundamente. Jamás me imaginé estar en una situación así, mucho menos con Olivia, pero mi vida últimamente había dado tantos giros inesperados que no parecía mía.

—Yo no quería hacer esto, Ana —dijo Olivia, mirando a Dylan—. Dañar a mi hijo fue lo que provoqué por mis celos. Dylan es lo único que tengo, lo amo más que a mi vida, y mi única intención era no tenerte cerca de él en la galería. Esto fue mucho más lejos de lo que imaginé.

—Él va a estar bien. Al final, no pasó a más —dije, porque fue lo primero que se me ocurrió. No quería que se sintiera culpable, aunque tampoco podía olvidar el torbellino de emociones que me invadía.

Las dos estábamos en silencio, pero a mí me urgía saber algo:

—Olivia, ¿por qué tienes una fotografía de mi madre? —pregunté sin rodeos y con voz firme.

—Ana, creo que lo más justo es que te hable de eso. —Tomó aliento y comenzó—: Conocí a Isabel hace muchos años, ella era más joven que tú, vino a Nueva York y estudiábamos juntas. Nos hicimos muy amigas, Isabel era una persona increíble, tan hermosa y talentosa. Cuando te vi por primera vez me recordaste mucho a ella, pero por tu apellido, Lee, no le di importancia. Supuse que ella te había hablado de la galería y había intentado establecer un vínculo a través de ti. —Después de una pequeña pausa, continuó—: ¿Cómo está Isabel? Debe saber que estás trabajando en mi galería.

Me sorprendió la respuesta de Olivia. Aunque tenía sentido que ellas dos se hubieran conocido, su pregunta me dejaba ver que no había vuelto a saber de mi madre después de que estudiaran juntas, hacía más de veinte años.

—Mi mamá falleció hace muchos años, yo aún era una niña —contesté, y vi el gesto confundido de Olivia—. Ella y mi papá murieron en un accidente de auto del cual yo me salvé. Los tres íbamos en carretera, había sucedido algo terrible cerca de nosotros, una familia fue secuestrada. La hija de ellos logró escapar y huir, y justo en el momento en que nosotros atravesábamos ese camino, la niña estaba por cruzar la carretera; mi papá no pudo controlar el ve­hícu­lo y chocamos a un pie del camino. Ellos murieron y yo solo sufrí algunos golpes —se me quebró la voz y tuve que detenerme un segundo—. Pasé algún tiempo al cuidado de la policía y una casa hogar hasta que encontraron a mi tía abuela Susan, que fue quien se hizo cargo de mí. Con ella nunca me faltó nada, me quiere mucho y siempre me apoyó para lograr mis sueños, uno de esos era venir a Nueva York, y otro fue entrar a trabajar contigo. Ese accidente no solo me arrebató a mis padres y me quitó la posibilidad de tener una madre que estuviera conmigo en el camino de las artes, sino que me unió a dos personas más con quienes, sin saber, tejí una historia desde ese momento.

Mientras le contaba la historia de mi vida, no pude contener el llanto. Hablar de mis padres era algo que me quebraba por completo, no importaba el tiempo que hubiera transcurrido. Olivia estaba confundida, iba a preguntar algo más cuando le dije:

—Quería entrar a trabajar contigo porque mi tía conservaba una foto de mi madre en la puerta de la galería, no tenía dudas de que ese fuera el lugar porque en la parte posterior venían con su letra “F•24” y el año en el que se la tomó. Nunca supe si ella había expuesto contigo, tampoco quería preguntar para que no pensaras que estaba ahí por algo que no fueran mis méritos. Estar en la galería fue mi sueño durante mucho tiempo.

—Nunca me lo imaginé, Ana. Supe que Isabel era tu madre porque pedí tu archivo completo y en uno de tus documentos estaba el nombre de tus padres. La fotografía de Isabel ha estado en mi archivero desde hace años, necesitaba verla una vez más para confirmar que eras su hija. —Olivia hizo una pequeña pausa, vi cómo rodaron un par de lágrimas por sus mejillas y después continuó hablando—. Fuimos muy buenas amigas y mi cariño se transformó en algo más, me enamoré de ella, pero Isabel no correspondía a ese sentimiento. Fue un golpe muy duro para mí saber que había conocido a alguien, a tu padre, y que era la persona a quien ella amaba. Tus padres se hicieron novios y planearon terminar la escuela en París. Al poco tiempo conocí a David, mi esposo, y me embaracé de Dylan casi de inmediato. No me despedí de tu madre, estaba muy molesta, ofendida, y ese resentimiento duró demasiados años.

Lo que Olivia me contaba me dejaba sin palabras. Jamás me hubiera pasado por la cabeza que ellas dos se conocieran, incluso que hubieran sido amigas, y mucho menos podía imaginar los sentimientos de Olivia. En parte también me conmovía, porque aunque sabía que mi mamá había sido una mujer muy hermosa y contaba con el aprecio de muchas personas debido a su carácter, con este secreto revelado también confirmaba que detrás de Olivia, una mujer en apariencia fuerte que no se deja vulnerar, hay otra que puede tener sentimientos muy nobles. Una escultura escondida en la piedra más difícil de pulir.

—Olivia, ¿tú y ella alguna vez…?

—No. Nunca. Estaba enamorada de ella pero nunca me correspondió, sus sentimientos hacia mí eran muy claros. Años después, cuando quedé a cargo de la galería, tu madre vino a Nueva York pero no quise atenderla. Insistió el tiempo que estuvo en la ciudad y siempre me negué, estaba molesta con ella. Supongo que durante ese viaje se tomó la foto que dices. A pesar de que ya sabía que eras hija de Isabel, mis celos crecieron cuando Dylan me dijo que estaban juntos. No quería que lo de ustedes terminara mal y él sufriera como yo alguna vez, en mi mente veía la historia repetirse una vez más.

—Entiendo todo lo que me dices, pero yo no voy a quitarte a nadie —dije con voz firme—. Si piensas que lo mejor es que me aleje de Dylan, está bien, puedo hacerlo aunque los dos nos queramos, pero no sería justo para él, tampoco para mí.

—No quiero que te alejes, Ana. Quiero que permanezcas en la vida de mi hijo, eso es lo que él quiere, y yo haría cualquier cosa por verlo feliz.

Olivia me abrazó. Era la primera vez que lo hacía por iniciativa propia. No supe cómo reaccionar, era demasiado en muy poco tiempo, pero correspondí a su abrazo. Por un momento me sentí conectada con mi madre a través de ella. Olivia la había conocido en los años que, según mi tía, fueron los más felices, los de sus estudios en Nueva York.

—Por favor, regresa a la galería. Lamento mucho este incidente y… toda esta situación. Tu madre estaría tan orgullosa de ver lo que has hecho. Yo me siento plena con tu trabajo, aunque nunca te lo haya dicho. Eres irremplazable.