Los brevísimos e indispensables agradecimientos
A Leonardo Tenorio; como siempre, tiene que aparecer en primer lugar por su contagioso coraje para dar con la verdad histórica, objetivo al que se acercará, pero que nunca alcanzará, porque el dinamismo de la Historia arroja cotidianamente nuevas pruebas y evidencias, elementos que enriquecen el acervo del investigador. Si tuviéramos en nuestro país mil Leos, México tendría otro rostro y nuestros paisanos no padecerían tantas confusiones desde que no entienden el pasado y, por lo tanto, tampoco el presente.
No puedo ni debo ocultar la enorme alegría y satisfacción por haber trabajado al lado de María de los Ángeles Magdaleno, mi maestra, nuestra maestra, una talentosa y poderosa historiadora que arrojó voluminosas cubetadas de luz sobre estas páginas, en particular sobre el movimiento estudiantil de 1968, respecto al cual posee una información enciclopédica y objetiva indispensable para la construcción metódica y vertebrada de las páginas referidas al gobierno de Díaz Ordaz. Juan Velázquez, mi querido amigo, abogado imaginativo, contribuyó con gran espíritu de justicia a deslindar responsabilidades acerca del mismo 1968, de la misma manera en que Carlos Mendoza con su Conexión Americana arrojó muchas pistas para entender la participación de la CIA en dicho conflicto “estudiantil”.
Incluyo también a Eduardo Dozal, joven ávido de conocimientos y sensible investigador, combativo y convincente. También a los responsables del archivo general del estado de Yucatán, que en todo momento hicieron su mejor esfuerzo por enriquecer esta investigación.
Gracias a Carmen Izaguirre por su infinita paciencia en los trabajos mecanográficos tan arduos y a veces tan desesperantes porque los novelistas nunca terminamos de escribir.
Imposible, verdaderamente imposible me resulta no incluir en este feliz recuento la presencia orientadora de mi hija Claudia, Co, la psicóloga, la doctorcita, quien me explicó la Teoría del Primer Objeto o la simbiosis entre madre e hijo y me acercó a las tesis modernas relativas a la secreción de la oxitocina que hablan del apego entre madre e hijo y después entre hombre y mujer, el único camino que me permitió entender las relaciones amorosas entre Melchor Ocampo y su mujer.
¡Ah!, y claro, ¿cómo no darle las gracias a Beatriz?, siempre a Beatriz, quien careció de la más elemental piedad a la hora de opinar sobre este volumen de Arrebatos, en el que empeñó buena parte de su talento y de su tiempo para lograr el mejor resultado en esta narración.