IMAGEN
La moda es imagen. Esta afirmación, hecha en el siglo en que la pasión por la imagen se ha convertido en transmisora de cultura e información, en creadora de sensibilidades y en soporte de un nuevo lenguaje, señala el carácter de instrumento que es la moda en la elaboración de estas imágenes que acaban configurando los sistemas de relación y prestigio social. El cine, la publicidad, la fotografía y las revistas, en tanto que medios convencionales de difusión de imágenes, han encontrado en los sistemas de moda del siglo XX un aliado insustituible. Y si la moda no puede prescindir de la imagen para existir, lo que se ha visto es una progresiva tendencia a que la imagen que triunfa, y acaba dando la vuelta al mundo, se inscriba también en el mundo de la moda. Esta alianza entre moda e imagen ha ido estrechándose. Hasta los años treinta, por ejemplo, en que las técnicas del cine, de la publicidad y de la edición de la prensa de modas alcanzan un mayor desarrollo, la moda es sólo un elemento secundario. La experiencia de los años treinta es, precisamente, la de la eficacia que en la difusión de mensajes (estéticos, pero también de estilo de vida y de estímulo al consumo), adquiere esa convergencia entre cine, publicidad y revistas. La moda se une enseguida a esta alianza, y ahí está la colaboración de la alta costura en películas y campañas publicitarias como parte importante de la puesta en escena que facilita la fascinación por la imagen y el auge de la cultura del espectáculo.
El gran salto en la profundización de las relaciones entre la moda y los demás creadores de imagen se da cuando, con la aparición de la industria de la confección y el prêt-à-porter, entre los años cincuenta y sesenta, aparece la necesidad de difusión masiva de la moda. Ello configura una segunda mitad del siglo en el que la moda del vestido, que aún había conservado ciertas características nacionales, se internacionaliza definitivamente y converge en unas imágenes más homogéneas, de ambición planetaria. El sistema se completa con la puesta a punto, por parte de la moda, de una serie de elementos para la personalización de la imagen. Es decir, la progresiva homogeneidad del gusto se compensa con la posibilidad de un mayor pluralismo en la oferta de estilos (o de look, como dirían los expertos). El carácter de espectáculo ligado a la imagen tiene, por otro lado, en la moda uno de sus más afinados instrumentos tanto a nivel colectivo como individual. En el progresivo culto a la imagen que caracteriza al siglo la moda ha encontrado, finalmente, su más idóneo caldo de cultivo.
IMPERIO
Línea de vestido femenino que recoge el busto y no marca la cintura, característica de principios del siglo XIX, que ha servido de fuente de inspiración en numerosas ocasiones para vestidos femeninos del siglo XX.
IMPERMEABLE
Prenda hecha de tejido tratado para resistir el agua que se utiliza para protegerse de la lluvia. El nombre genérico de impermeable se utiliza en ocasiones para designar gabardinas y chubasqueros, prendas ambas características del siglo XX. El reto de fabricar una prenda que repeliera el agua se materializa al principio del siglo XIX: en 1822, Charles Macintosh idea una «tela de caucho» consistente en dos trozos de tela pegados con caucho diluido en nafta. Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando se enceró e impermeabilizó la tela de algodón ( barbour) y se impermeabilizó el hilo que daría lugar a la gabardina (
Burberry). Los avances tecnológicos del siglo XX han permitido una gran ligereza en las prendas impermeabilizadas en la que se han empleado también plásticos diversos, si bien la gabardina y el chubasquero han permanecido como clásicos. Los deportes y la indumentaria militar marcaron directamente la elaboración de impermeables que se incorporaron a principios de siglo al vestuario masculino civil y a partir de los años treinta a la indumentaria femenina de ciudad (
gabardina, chubasquero).
IRENE
(Brookings, Dakota del Sur, 1901-Los Ángeles, 1962) Diseñadora estadounidense, cuyo verdadero nombre es Irene Lentz, que fue directora de moda de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer desde 1942 hasta 1949. Diseñó también para Paramount, RKO, Columbia y United Artists. Desde su primera tienda de diseño en el campus de la Universidad de California del Sur tuvo como clientas a las actrices mexicanas Lupe Vélez y Dolores del Río. Creó el vestuario de Doris Day en Un grito en la niebla (1960) y desde su firma, Irene Inc., produjo dos líneas de prêt-à-porter que se vendieron en una cadena de almacenes norteamericanos.
IRIBE
(Angulema, 1883-París, 1935) ilustrador, diseñador, estilista, bon vivant y donjuán, Paul Iribarnegaray fue una figura importante de los círculos artísticos de París. En 1908 ilustró el libro Les robes de Paul Poiret, una suntuosa y limitada edición acerca de los vestidos orientalistas del modisto. Su estilo, que fue copiado e inspiró a otros muchos dibujantes, es una de las claves del art déco. La revista que él fundó, ilustró y dirigió, Le Témoin, nacida en 1906 y reeditada con gran éxito en 1930, desarrolló esa influencia. Hizo también diseño de telas para la firma Bianchinni-Ferrier; en 1919 comenzó a colaborar con Cecil B. de Mille en Hollywood, en el diseño de los decorados y los vestuarios de la primera versión de Los diez mandamientos (1923). Posteriormente mantuvo un apasionado idilio con Coco Chanel.
IRIE, Sueo
(Osaka, 1946) Diseñador japonés afincado en París, renovador de la utilización de la lycra para faldas y pantalones ajustados, que introdujo en 1985. Graduado de moda en Osaka, llegó a París, donde comenzó a trabajar con Kenzo como asistente. Se independizó en 1980 y presentó su primera colección propia, que tuvo gran éxito entre los redactores de las revistas de moda por su simplicidad y talante fresco y deportivo. Éste es su estilo, al que permanece fiel y desde el que guía a quienes influyen en la moda, ya que siempre ha rehusado ampliar su negocio, que abarca dos tiendas y un taller en París de los que se ocupa personalmente. Fue uno de los primeros creadores que utilizaron las zapatillas deportivas como complemento de la ropa de ciudad, pero su gran éxito, que marcó la moda de la calle a finales de los años ochenta, fueron los pantalones de lycra ajustados y las faldas cortas y ajustadas también en tela elástica. Su trabajo artesanal no le impide mantener buenos precios para sus modelos, que destacan por su colorido ácido y desenfadado.
ITALIA
A lo largo del siglo XX la moda italiana ha tenido unas características y un estilo peculiares que han influido con fuerza en las corrientes de la moda internacional tanto femenina como masculina. Cuatro puntos son sobresalientes en esta trayectoria:
La fuerza de la artesanía del cuero aplicada al calzado y a los complementos Desde principios del siglo el diseño, los acabados y las innovaciones de zapateros y guarnicioneros marcan un sistema propio de trabajo que cristaliza en un importante puñado de nombres como Gucci, Ferragamo, Fendi o Roberta di Camerino. Innovaciones como el bolso en bandolera en los años treinta, los zapatos con suela de plataforma en los cuarenta, la introducción de los mocasines para hombres y mujeres en los cincuenta, la utilización del cuero para chaquetas y abrigos, el diseño de bolsos de otros materiales como el terciopelo y la lona o los paraguas de colores y con empuñaduras gruesas de madera en los años setenta son algunos ejemplos.
La revolución del género de punto en los años cincuenta y sesenta A partir de una industria textil consolidada, la Italia de la segunda posguerra vio aflorar una interesante generación de ingenieros textiles que facilitaron la eclosión de nombres como Emilio Pucci. Gracias a la imaginación de este hombre polifacético, el género de punto, estampado en colores atrevidos y adaptable a toda clase de formas, comenzará su época dorada. Desde ese momento, las industrias italianas en punto de seda, lana, algodón o fibras sintéticas y artificiales han conocido un incesante desarrollo, hasta convertirse en uno de los más importantes productores mundiales. Pucci abrió un camino que han continuado un enjambre de interesantes creadores y cuyo nombre mágico, desde los años setenta, es el de Missoni.
El estilo innovador de los grandes nombres de la moda La alta costura italiana ha influido en la moda internacional a partir de modistos como Elsa Schiaparelli, instalada en París en los años treinta,
Capucci e Irene
Galitzine en los años cincuenta y sesenta,
Valentino en los sesenta y setenta, Giorgio
Armani en los setenta y ochenta y Gianni
Versace en los ochenta. A estos nombres hay que añadir el del español Mariano
Fortuny, que trabajó siempre desde Italia hasta su muerte en 1949; el de Pierre
Cardin, nacido en Venecia y afincado en París, y el de Gianfranco
Ferré, director de la firma Dior desde finales de los ochenta. La imaginación y el atrevimiento de Schiaparelli, los pijamas de vestir de Galitzine, las formas extravagantes de Capucci, la exquisitez de Valentino, la revolución vestimentaria introducida en el traje femenino por Armani o el estilo barroco y colorista de Versace han sido hitos importantes que han marcado la moda mundial y han creado estilos de vestir universales. Junto a estos grandes nombres hay en Italia, a partir de los años sesenta, un enjambre de diseñadores de moda en serie que abren importantes parcelas a la imaginación, el juego y la funcionalidad. Básicamente
Fiorucci con sus tejanos y sus prendas informales marca la línea juvenil en los años setenta, papel que adopta en la década de los ochenta
Moschino y su iconoclastia vestimentaria.
La fuerza comercial de las nuevas organizaciones de moda La revolución juvenil de la moda y los nuevos sistemas comerciales aparecidos durante los años setenta tiene en Italia un nombre ejemplar en la organización Benetton. Surgido de la nada, el imperio Benetton creó un tipo de moda asequible y consiguió distribuirla y promocionarla por todo el mundo en un tiempo récord. El sistema Benetton ha sido una de las aportaciones italianas a la industria de moda de este siglo.
IVY LEAGUE
(«Liga de la hiedra») Conjunto de prestigiosas universidades de la costa Este de EE.UU. (entre ellas, Harvard, Princeton y Yale). Ha dado nombre a un estilo de vestir refinado y exquisito, inspirado en la indumentaria de los colegios británicos; vestimenta informal difundida a partir de los años setenta y ochenta por diseñadores como Ralph Lauren. El estilo Ivy League para ellos consiste en traje de franela gris, camisa blanca y corbata estrecha a rayas, abrigo de pelo de camello beige y zapatos Oxford. Las chicas visten con una falda escocesa o de tweed, blazer y suéter de cachemir; el collar de perlas y los mocasines completan el conjunto.