JACQUARD
Tipo de dibujo de trama de tejido en ondas que se hace con una máquina de tejer específica como la creada por Joseph-Marie Jacquard a mediados del siglo XIX. Aunque inicialmente se usó para telas de brocados y damascos, en el siglo XX este tipo de tramas complicadas resultaron mucho más comunes y se hicieron en todo tipo de materias.
JAEGER
Firma inglesa de moda especializada desde su creación en 1884 en una ropa que ayudaba a mejorar la salud, utilizando fibras naturales como la lana y el pelo de los animales en lugar del algodón o el lino. La tienda fue proveedora de estas ropas saludables hasta que en 1920 las adaptó a las líneas de la moda de cada época, pero siempre dentro de un estilo clásico y británico.
JAMES, Charles
(Sandhurst, 1906-Nueva York, 1978) Modisto angloamericano afincado finalmente en Nueva York, de decisiva influencia en la moda más exquisita de los años cuarenta y cincuenta, así como uno de los artífices del prestigio neoyorquino en el mundo de la moda. Considerado en su momento como un genio por Poiret y por Balenciaga, quien señaló que James era «el mejor y el único modisto del mundo», fue también reconocido por Christian Dior como el inspirador de su new look.
Su padre, oficial del ejército inglés, y su madre, norteamericana, le acostumbraron a viajar de un lado a otro del Atlántico y éste fue su sino hasta que en 1940 se instaló definitivamente en Nueva York. Conocido como «el modisto itinerante», comenzó en 1928 en Nueva York haciendo sombreros; en 1929 se instaló en Londres, en 1933 volvió a Estados Unidos; en 1934 abrió casa en París, pero en 1937 vivió en Londres y presentó su primera colección en París. En 1940 creó la firma Charles James, lnc. en asociación con Elizabeth Arden hasta que en 1945 acabaron su colaboración. En 1947 volvió a presentar colecciones en París y Londres, si bien estaba instalado en Nueva York. En 1958 se retiró y pasó la década de los sesenta dando clases de diseño y documentando su obra con verdadera obsesión por no haber sido lo suficientemente reconocido. Halston, que había sido su asistente, intentó ayudarle a volver al mundo de la moda, pero el carácter inestable y neurótico de James condujo a una irreversible ruptura. Pasó los últimos años de su vida en un hotel de Nueva York, enfermo y convertido en un drogodependiente, hasta que murió sin ningún amigo.
Su genio innovador se manifiesta en sus magníficos vestidos de noche-escultura y en sus trajes sastres de corte hecho con precisión matemática. Creó, por ejemplo, un patrón/base con módulos intercambiables que producían infinitas variedades de vestidos y que él comparaba con la estructura básica de un automóvil y producía con la convicción de fabricar obras de arte y piezas de museo. Vistió a las mujeres más elegantes e importantes de su época, entre las que estuvieron Diana Vreeland, la esposa de Randolph Hearst, o incluso modistas como Elsa Schiaparelli (que pagaba sus cuentas) o Coco Chanel (que no las pagaba). Su genio creativo compensó su desastrosa organización: era el único modisto a quien sus clientes soportaban que un modelo exclusivo fuera copiado para otra cliente o su entrega se retrasara incluso años.
JAPÓN, prêt-à-porter
Los primeros japoneses interesados por el sistema de la moda occidental no llegaron a París hasta principios de los años sesenta, siguiendo el ritmo de evolución de su país tras la Segunda Guerra Mundial. Algunos de estos japoneses, como Chie Koike, que después fundaría el Bunka College of Fashion de Tokio, participaron en los cursos de la Cámara Sindical de la Costura Francesa y en otras academias de dibujo como el Cours Berçot y comenzaron, como Kenzo Takada, a incorporarse a algunos equipos de la moda francesa especialmente abiertos, como el de Pierre Cardin.
El propio Kenzo, junto con Hanae Mori e Issey
Miyake, se instalarían por su cuenta y comenzarían a triunfar en el difícil París de los años setenta. Fueron la primera generación de japoneses que irrumpieron con fuerza en el mundo de la moda planetaria con un estilo radicalmente diferente a lo que había conocido hasta el momento la moda occidental. Innovadores en los colores, en las materias y, sobre todo, en la filosofía que mueve su moda, basada más en el refinamiento y la creación funcional que en el sistema de cambio periódico de la moda occidental, esta primera generación de japoneses inició en una línea de trabajo que sería plenamente reconocida en la década de los ochenta tras cierto enfrentamiento con algunos de sus colegas franceses.
Rei Kawakubo, diseñadora de la firma Cornme des Garçons, Kansai Yamamoto, Yohji
Yamamoto y Sueo
Irie son los nombres que se añaden a los tres anteriores y refuerzan la tendencia rupturista y renovadora que mantuvieron los diseñadores japoneses en los años ochenta, muy alejada de las tendencias generales de la moda occidental. La simplicidad, la funcionalidad, la innovación textil, el colorido, la asimetría y una forma envolvente de entender la ropa femenina dan lugar a un juego de superposiciones y de conjugación de prendas que sería plenamente reconocido en todo el mundo durante la década de los noventa, una vez acabada la pasión barroca del estilo nuevo rico de la moda europea. Diseñadores con personalidad propia, que no siguen la tradición occidental, los japoneses han anticipado la posibilidad del confort que debe garantizar la moda en el siglo XX y entendieron antes que nadie la necesidad de la investigación textil.
Paralelamente a este fenómeno de los japoneses instalados en París que harían que los ojos del mundo se posaran en ellos, en Tokio, Osaka y las principales ciudades del Japón comienza una verdadera locura por el diseño de moda que conoce la máxima expansión en los ochenta y los noventa. Nada menos que 10.000 graduados en moda salen anualmente de las escuelas japonesas, para nutrir un negocio como el del prêt-à-porter que en 1983 alcanzó en Japón los 30.000 millones de dólares. Otros nombres como los de Kei Mori, Yoshie Inaba, Isao Kaneko o Yukiko Hanai se abren paso desde esas ciudades japonesas sin tener ya que desplazarse a París para darse a conocer, aunque sus respectivos diseños y negocios quedan circunscritos al mercado japonés.
JEANS
Vaqueros.
JERSEY
Tejido de punto hecho a mano o industrialmente con cierto grado de elasticidad, en lana, seda, algodón o materiales sintéticos. En España da nombre genérico a las prendas hechas de género de punto y específico a una chaqueta abierta con botones delante. El origen de la palabra se refiere, seguramente, a la isla inglesa de Jersey y a la prenda así llamada que lucían los marineros. Otra palabra americana equivalente y reconocida universalmente es sweater o
suéter, que viene del verbo to sweat, «sudar».
Hay infinitas variedades de jerséis, según el grosor del hilo en el que están hechos, si están o no tejidos a mano, la ocasión para ser llevados, la forma, y si son utilizados por hombres o mujeres. Sin embargo, puede hablarse de unas formas básicas en torno a las cuales se crean todas las variaciones tanto para hombres como para mujeres o niños:
El chaleco o jersey sin mangas, sea o no abierto delante, y con o sin botones.
El jersey es un producto típico de la moda del siglo XX y una prenda básica de abrigo y de adorno. Su forma proviene de las chaquetas militares y de las indumentarias tradicionales de pescadores y marineros. Recibe también ciertas influencias de prendas interiores de abrigo hechas en lana y que, a principios del siglo, eran recomendadas para la salud. Se empieza a utilizar en Inglaterra como prenda deportiva durante los años diez, pero es durante los años veinte cuando Coco Chanel y con ella
Patou y otros creadores lo convierten en algo habitual también para la ropa de calle femenina.
Schiaparelli añade fantasía y sofisticación al punto de los jerséis y los convierte en indumentaria de vestir.
La chaqueta o cárdigan de punto abierta por delante con botones y mangas, de largos diversos, con o sin cuello, con o sin bolsillos. La versión femenina de este modelo se llamó rebeca en España, por el título de la película, durante muchos años.
El jersey de cuello cerrado, tipo camiseta, con
mangas, sin
botones y de diversos grosores. Hoy puede decirse que ésta es la forma de la pieza superior del
chándal. Otros tipos de cuellos (cisne, en V) completan la amplia gama del jersey que se pasa por la cabeza.
El polo, caracterizado por un tipo de cuello camisero abotonado con dos o tres botones ( polo).
JIPIJAPA
Cantón de Ecuador donde se hacen los sombreros homónimos de la fibra del bombonaje ( panamá).
JODHPUR
Pantalón de montar ajustado en la pantorrilla y más ancho entre la cadera y la rodilla, que lleva una pieza de refuerzo por la parte interior de la pierna. Su nombre viene de un estado de la India, de donde es originaria esta prenda, que pusieron en circulación los ingleses para montar a caballo acompañada de botas altas de cuero y chaqueta entallada negra. La moda de final de los años sesenta que redescubre el glamour de Oriente sofistica esta prenda y la introduce en círculos vanguardistas. El jodhpur reaparece a principios de los noventa hecho en tejido elástico como alternativa al pantalón legging y se populariza como prenda de moda en el invierno de 1993-1994.
JONES, Stephen
(West Kirby, 1957) Diseñador británico de sombreros y otros complementos, entre cuyos clientes se encuentran desde la princesa de Gales hasta la modelo Grace Jones y los músicos de Duran Duran. Empezó a trabajar en 1979, sobre todo para gentes de la música pop como Boy George. A mediados de los ochenta diseñó sombreros para Zandra Rhodes, Jean-Paul
Gaultier o Thierry Mugler. Sus sombreros pueden ser extremadamente sofisticados o clásicos, pero siempre un prodigio de síntesis entre la artesanía y el arte.
JOURDAN, Charles
Firma de zapatos francesa fundada en 1920 por el zapatero belga del mismo nombre y cuya influencia fue decisiva tras la Segunda Guerra Mundial, durante la década de los cuarenta, los cincuenta y los sesenta. En 1959 diseñó una completa colección de zapatos para Christian Dior, entre los que destaca el modelo Maxime, un zapato de salón de tacón medio y fino con un lazo en la puntera; en 1963 la firma produjo 650.000 pares de zapatos al año. Más adelante fabricará también otros complementos y la firma conocerá una expansión mundial. En 1980 un grupo suizo, el Portland Cement Werke, compró la compañía. Tras una trayectoria descendente, en 1992 el grupo asiático Dickson Concepts explota su licencia.
JÓVENES
El siglo XX podría ser recordado como aquel extraño momento histórico en el que ser joven fue menos incómodo que en épocas anteriores. Para la historia del traje la juventud no existió como grupo social definido y diferenciado por una indumentaria propia hasta los años veinte de este siglo. Hasta ese momento los jóvenes pasaban de la indumentaria infantil a la indumentaria adulta, que resultaba más bien complicada, rígida y aburrida.
Los años veinte Durante los años veinte los jóvenes aparecen como fuerza emergente e innovadora. Son ellos los que practican deportes, entienden los nuevos inventos y sueñan con viajes a países lejanos que las nuevas comunicaciones pronto pondrán a su disposición. Las mujeres jóvenes quieren empezar a trabajar, el ocio se enriquece con la fascinación del cine y las nuevas músicas como el jazz y bailes como el charlestón. La economía crece, es un momento de relativa prosperidad, el arte es rupturista y las ideas bullen. Los jóvenes urbanos, aunque son una minoría, irrumpen con fuerza en la escena social arropados con un traje que rompe con todo lo anterior. Ellos llevan trajes cruzados con pantalones anchos, calzan zapatos ingleses con cordones y hacen deporte con prendas impensables como el pantalón del golf, la camisa de tenis o el bañador de punto. Ellas han conseguido acortar la falda por encima de la rodilla, se depilan las piernas y se pintan las uñas, han olvidado el corsé y la cintura y llevan el pelo corto como los chicos. La moda, la indumentaria, ha recogido una vez más el espíritu de la época. Ciertamente fueron modistos de alta costura quienes iniciaron el cambio, pero Coco Chanel es joven y pone de moda los jerséis, el bronceado y las joyas falsas. Por primera vez los jóvenes encuentran una indumentaria que encaja con ellos, ése es el hecho insólito. Los jóvenes, a partir de ese momento, intentarán introducirse en la moda. Pero los años treinta, los cuarenta y los cincuenta tienen ideas más convencionales. Se hace más deporte, aparecen los teddy boys con sus zamarras de cuero negro, empieza el rock and roll y reina Elvis
Presley mientras Brigitte
Bardot lanza el biquini, pero vuelven los corsés en los cincuenta y, pese a los síntomas de los cincuenta, la formalidad vestimentaria más absoluta inaugura la década de los sesenta.
Los años sesenta Esta formalidad dura poco tiempo. La revolución juvenil de los sesenta es todo un cambio que el vestido muestra con precisión. Las jóvenes se ponen minifalda, enseñan las piernas o las ocultan con apretados pantalones vaqueros, mientras ellos, los chicos, llevan el pelo largo, chaquetas de colores y adornos en el cuello. Ellas y ellos intercambian prendas y colores, nace la moda unisex, el estilo hippy, el mao y el estilo guerrillero, llevable por unos y por otras. La invasión de esta generación demográficamente muy importante subvierte todos los esquemas. Es la era del pop, donde lo que impera es lo popular, lo informal, lo cómodo, la ropa democrática. La alta
costura entra en crisis de liderazgo porque quienes mandan son los jóvenes: su gusto es la ley y hasta la reina de Inglaterra acorta sus faldas. La nueva industria de la confección descubre al fin que los jóvenes son un mercado importantísimo y trata de hacer suyo el nuevo filón.
A partir de ese momento todo son consecuencias. El valor de lo joven, del gusto marcado por los jóvenes, es lo que prima hasta finales del siglo. Todos, incluso los más conspicuos adultos, quieren ser jóvenes. La entrada de los teenagers en el mundo de la moda marca la segunda mitad del siglo. Sus prendas más emblemáticas, las que han definido finalmente su aportación al siglo son: los pantalones vaqueros, la minifalda, la camiseta de algodón, el anorak y el calzado deportivo.
JOYAS
A lo largo del siglo XX el uso de joyas como complemento de la moda y la apariencia ha sufrido una importante transformación. En líneas generales, sin perder su carácter simbólico como punto de referencia del estatus social, el papel que desempeñaban las joyas como adorno básico femenino se ha democratizado por la generalización de la bisutería y la proliferación de adornos de artesanía semipreciosos y hechos en materiales novísimos como el cristal o el plástico. El auge de lo falso ha sido una de las principales características del siglo, que ha transformado la joyería auténtica en un método de inversión más que en adorno. Al igual que toda la moda, el siglo XX ha permitido, con las joyas de imitación, que el adorno más exclusivo estuviera al alcance de muchos más que en épocas históricas anteriores.
Esta diversificación de lo que se ha entendido como joya ha permitido que este adorno no sólo haya seguido los estilos de las principales corrientes artísticas del siglo, sino también los vaivenes de la moda. Así pueden detectarse una serie de movimientos claves.
Evolución Entre 1900 y 1920, se continúa con la tendencia art nouveau, especialmente centrada en el movimiento Arts & Crafts de Londres y en el modernismo de Barcelona; se comienzan a utilizar materiales semipreciosos como los ópalos, el marfil, la malaquita y diversas clases de piedras duras. Este tipo de joyería se aplica también a las botonaduras y a toda clase de adornos. En 1909 empieza a utilizarse también la baquelita. Por las mismas fechas, además de una incipiente pasión orientalista, se inician algunos experimentos de joyas cubistas. El descubrimiento en 1922 de la tumba de Tutankamón en Egipto impulsó una verdadera moda de adornos, no siempre «auténticos», de estilo egipcio que utilizan profusamente las turquesas y el lapislázuli. Los años veinte conforman, sobre todo, una etapa de experimentación tanto en el diseño geométrico de nuevos adornos como en la utilización de materiales nuevos como el celuloide. El cine, por otro lado, lanza la posibilidad de los vestidos joya, absolutamente cubiertos de piedras falsas o de perlas sintéticas.
Durante los años treinta tanto Elsa Schiaparelli como Coco
Chanel ponen definitivamente de moda lo que entonces se llamó «joyería ilusión», hecha de cristales de colores (procedentes sobre todo de Checoslovaquia) y que daba la sensación de que las mujeres iban cubiertas con una constelación de diamantes, rubíes o esmeraldas. Esto permite a muchas más mujeres lucir estos preciados adornos. La famosa bisutería lanzada por Chanel, con falsas cadenas de oro y cuentas de cristal, fue elaborada por el conde Étienne de Beaumont. En esta misma época el joyero parisino Cartier experimenta y comienza a poner de moda la montura de platino (que había empezado a trabajarse a principios de siglo) como soporte del anillo «solitario» que caracterizaría al anillo de compromiso del siglo XX. Comienzan también a verse joyas abstractas realizadas en plástico y diversos materiales sintéticos. La «joyería de pasta» tendría un esplendoroso reinado durante los años cuarenta y los cincuenta, época en la que los grandes joyeros del siglo como Cartier, Harry Winston, Boucheron, Tiffany’s, Van Cleef & Arpels o Bulgari vuelven a poner de moda las joyas auténticas, de diseño clásico y naturalista, como complemento idóneo del new look de Christian Dior. Esta vuelta a las joyas auténticas será inmediatamente copiado en bisutería de lujo por firmas como la norteamericana Trifari, cuyos diamantes falsos fueron legendarios y lanzaron la moda de que quien tenía un buen solitario se lo hacía copiar en falso para lucirlo a todas horas, mientras el auténtico se guardaba en la caja del banco.
A lo largo de los años sesenta y setenta la experimentación futurista del estilo Courrèges provoca una invasión de joyas de plástico transparente y materiales nuevos como la melamina combinadas con plata o aluminio. Son especialmente significativos los vestidos y los complementos creados por Paco Rabanne, como novedad que convive con una vuelta al estilo de bisutería Chanel de los años treinta. La posterior tendencia hippy y la nueva fascinación por lo artesano y lo oriental permiten toda clase de innovaciones en adornos que utilizan, por primera vez, el cuero y la piel junto con la cerámica, la madera y elementos naturales. Esta tendencia hippy es, al igual que ocurre con la ropa, básicamente unisex: los jóvenes, algo impensable en otras épocas, lucen collares y adornos rústicos sin mayor problema. Paralelamente nuevos joyeros jóvenes en Italia y en España experimentan con formas muy simples y materiales nobles como la plata y el oro creando un estilo «funcional» de joyas llevables. Este movimiento es introducido en Estados Unidos por la italiana afincada en Barcelona Elsa Peretti, a quien apoya el modisto Halston. Durante los años ochenta, la moda barroca del estilo nuevo rico impone joyas espectaculares y falsas a todas las horas del día y en combinación con cualquier prenda, incluidos los chándales, las cazadoras y los vaqueros. Un virtuoso de este estilo es el italiano Moschino, quien incorpora a sus prendas no sólo los elementos ya clásicos sino toda clase de utensilios de la vida cotidiana como llaves, juguetes o clavos. Esta tendencia será seguida también por los hombres jóvenes que, por primera vez, lucirán pendientes o collares, además de grandes anillos, brazaletes o cinturones-joya. A esta época corresponde también el auge del pin (botón o insignia que se aplica sobre la ropa, aunque fundamentalmente en las solapas) como elemento decorativo, lo que supone la definitiva democratización del papel que se adjudicó a la joyería en el siglo XX. A lo largo del siglo XX las mujeres utilizaron todos estos elementos de joyería como adornos básicos: collares, pendientes, anillos, broches, pulseras. Las agujas del sombrero se llevaron solamente hasta los años cincuenta y las diademas quedaron de uso exclusivo para las grandes galas y la realeza. A partir de los años treinta el reloj se incorpora como adorno de joyería. Tendencia que coexistía con los muy baratos relojes japoneses y suizos a partir de la década de los setenta.
Por su parte, los hombres lucieron escuetas piezas de joyería auténtica o falsa como agujas de corbata, gemelos y botonaduras. Los relojes de chaleco o de muñeca pueden ser asimismo convertidos en joyas, siempre discretas, desde principios del siglo. En los años cincuenta se pusieron de moda unas cadenas de oro al cuello y como pulsera para los hombres, pero su uso fue minoritario.