12.
Muchas veces, y muchas más, fueron Elvira y su madre a Capitanía General de Valencia para buscar el nombre de su padre en las listas. Y en todas las ocasiones regresaron sin haberlo encontrado. Pero Elvira sueña que no ha muerto. Fantasea aún con que un día volverá. Ha de regresar para reñirle cuando cante Ojos verdes. Y ella le ayudará a ponerse los leguis que venían en su maleta. Los ceñirá con cuidado, para no mancharlos con el betún de los zapatos, que brillarán como nunca en los pies de su padre.
Después de más de tres años, aún fantasea.
Dejaste mis brazos cuando amanecía...
Las mujeres regresan mansamente del taller de costura, en fila, en silencio y en orden. Reme y Mercedes se acercan a la cama de Elvira.
... y en mi boca un gusto a menta y canela...
Tomasa interrumpe la melodía que tararea para la chiquilla pelirroja que no va a morir.
—Ha vuelto a dormirse. Ha dormido un buen rato y creo que ahora se está despertando.
—Bendito sea Dios.
Se le ha escapado a Reme, ese Bendito sea Dios. Se le ha escapado al ver la tranquilidad del sueño de Elvira. Se le ha escapado delante de Tomasa, que huye siempre de semejantes expresiones.
—Sea por siempre Bendito y Alabado.
Contesta Mercedes, y Tomasa se levanta sin mirarlas y se retira al rincón donde tendió los paños higiénicos que lavó ayer por la tarde. Comprueba que están húmedos aún y que han quedado algunas manchas. Y maldice en voz baja:
—Maldita sea mi estampa.
Maldice porque se ha puesto de mal humor. Y porque ya no tiene edad para menstruar, y durante el último año se le retrasa todos los meses. Pero viene. Viene cada mes con más hemorragia y sólo tiene tres paños, y en invierno tardan demasiado en secar.
—Maldita sea. Maldita sea la madre que la parió.
Lo ha dicho entre dientes. Pero Mercedes lo ha oído. Lo ha dicho mirando a Mercedes. Y la guardiana se acerca a ella:
—¿Qué ha dicho?
—He dicho maldita sea.
—¿Y qué más?
—Nada más.
—La he oído decir algo más.
La mujer que lleva el pelo cardado y un moño con forma de plátano se impacienta. Hace apenas dos semanas que trabaja como funcionaria de prisiones, y es la primera vez que se enfrenta a un conflicto. La he oído decir algo más, repite alzando la voz.
Tomasa guarda silencio. Se cubre el pecho con la toca de lana y al tiempo que cruza los brazos, y sin apenas mover los pies, carga el peso de su cuerpo sobre la cadera derecha echándose levemente hacia atrás. Conoce la inexperiencia de Mercedes. Sabe que quiere hacerse la simpática, la buena. Pero no lo es. La tiene frente a sí, y está nerviosa. Parece que le palpita una vena en la sien. Mercedes es débil, por eso necesita esconderse de las otras funcionarias para hablar con las internas en voz baja. Y por eso se acerca a ellas, porque es débil, y pretende ser buena. A Tomasa no va a engañarla. Tomasa sabe perfectamente de qué lado está.
—La he oído decir algo más, ¿qué más?
Mercedes insiste en preguntar. Y Tomasa insiste en su silencio. No es su intención medirse con ella. Pero se mide. No es su intención retarla. Pero la reta. La mira fijamente y levanta la barbilla.
Desde una distancia prudente, la chivata observa con una sonrisa en los labios. Mercedes la ve sonreír, contiene la respiración y traga saliva. Vuelve a tragar. Y grita:
—¡Conteste!
Ya todas las mujeres que ocupan el pasillo de la galería la están mirando. La impotencia crece en la rabia de Mercedes. Sí, le palpita una vena en la sien. Grita aún más:
—¡Conteste!
A Tomasa le gustaría contestar que maldice a la putísima madre que la parió. Pero no lo hace. Porque el silencio es lo que más les duele, mantiene la boca cerrada y la misma posición, asentando su firmeza en la cadera y en sus brazos cruzados.
En quince días no se puede aprender un oficio, pero Mercedes ha de reaccionar si no quiere que la chivata la acuse ante sus superioras de falta de autoridad, y que las internas descubran que no sabe qué hacer. Ha de reaccionar, eso es lo único que sabe. Tomasa también lo sabe. Achina los ojos. Y espera.
La bofetada resuena en la galería.
Las mujeres que mantenían la mirada fija en Mercedes bajan la vista.
Elvira acaba de despertar. Aunque aún no puede abrir los ojos.