CAPITULO 15: ECUADOR.
—¿Dónde vamos? —pregunto a Liam que estaba leyendo un periódico.
—Vamos a Ecuador, Oana
—¿Enserio? ¿A qué parte? —Sonrío emocionada.
—A Santa Elena. Me encantan sus playas —contesta con una sonrisa pícara—. También las chicas en bikini —puntualiza ya riendo completamente.
«¡¡Hombres!!» pienso poniendo los ojos en blanco
—¿Podemos ir a montañita? Quiero hacerme allí un tatuaje.
—¿Enserio? —pregunta sorprendido Liam.
—Sí, quiero hacerme algo significativo ¿Podemos?
—Sí —Sonríe mirándome.
—También me gustaría ir a la Iglesia de la compañía de Jesús en Quito.
—Y de paso aprovechamos y vamos a la iglesia de San Francisco y de la Plaza —señala añadiendo más planes.
—Sí, y a la Iglesia de Santo Domingo.
—El panecillo1 —recalca Liam.
—Al teleférico.
—Donde quieras. Luego, si te apetece, vamos para la amazonia y terminamos en las islas Galápagos. Es nuestra «Luna de Miel» podemos hacer casi cualquier cosa que queramos —Aclara con una enorme sonrisa en su cara.
—Me parece genial —Aplaudo sonriendo como si fuera una niña de cinco años a la que le acaban de dar su regalo—. Me encantan sus leyendas. Si mal no recuerdo, hay una sobre un hombre que hizo un pacto con el diablo.
—Sí. La leyenda del indio de Catuña —me confirma Liam como si nada.
—Sí, esa misma —digo cogiendo mi móvil y buscando información sobre dicha leyenda en el buscador—. Aquí está. —Le enseño el móvil y empiezo a leer lo que la leyenda dice—. Catuña tenía una labor que había sido asignada por los franciscanos de la zona; construir una Iglesia en Quito. Este aceptó, y puso como plazo seis meses, y a cambio recibiría una gran suma de dinero.
»Aunque parecía una hazaña casi imposible que lograra terminar la iglesia en seis meses, el indio Catuña, reunió a un equipo de indígenas y puso todo su empeño en terminarla. Sin embargo, la edificación no avanzaba tal y como él esperaba. Fue entonces, en esos momentos de angustia para Catuña, cuando se presentó ante él el mismísimo Lucifer y le dijo : «¡Catuña! Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir este atrio incompleto antes de que aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma». Catuña aceptó el trato, pero solamente con una condición; que se terminara lo más rápido posible y que fueran colocadas absolutamente todas las piedras. Sin más todo el ejército de Lucifer y el propio Lucifer, se pusieron a trabajar sin descanso. Fue entonces cuando Catuña se vio desesperado, pues veía que, al final tendría que pagar con su alma, tal y como le había dicho.
»Cuando llegó el momento de saldar la deuda, pues la iglesia había sido terminada antes del amanecer, Catuña, con voz tímida pero se paró ante Lucifer: «¡Un momento! El trato ha sido incumplido. Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no ha sido así. Mira, falta una piedra» dijo señalando una de las rocas. Él mismo, durante la madrugada, y ante la desesperación de verse sobrepasado y saber que tenía un alto precio que pagar, había quitado una de las rocas escondiéndola sigilosamente. Lucifer, asombrado, vio cómo un simple mortal había sido capaz de engañarlo de la manera más simple. Así fue como Catuña, salvó su alma, y el diablo, sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin llevarse la preciada alma de Catuña.
—Sí, es una leyenda que muy poca gente sabe —dice Liam con una sonrisa.
—Es porque somos de otro país Liam. Ni siquiera nosotros mismos nos sabemos todos los mitos y leyendas de nuestro país, como para conocer los del resto del mundo —puntualizo.
—Tienes razón. Pero es que no me negarás que es muy aburrido aprenderse todos esos mitos y leyendas. No sé, me parece que es perder un poco el tiempo.
—Aguafiestas —digo riéndome y poniendo los ojos en blanco.
El resto del viaje es tranquilo, más bien trece largas y tranquilas horas de viaje. Después de todos estos días de ajetreo, no está mal tener tiempo incluso para aburrirte.
***
—Señores Grey, por favor abróchense sus cinturones, en breves instantes vamos a proceder a la maniobra de aterrizaje —dice la voz del comandante.
—Gracias por todo —dice Liam a una de las azafatas cuando ya nos disponemos a salir.
—De nada señor Grey. Que tengan una buena luna de miel —Sonríe.
En la pista nos estaba esperando una camioneta para seguir nuestro viaje.
—Sube. Todavía nos queda una hora más —dice Liam abriéndome la puerta.
Al volante estaba Leonardo, nuestro chófer y también el encargado de acompañarnos a todas las excursiones que quisiéramos.
—Llegamos —informa Liam sacándome de mis pensamientos.
—Gracias —digo al chófer cuando ya hemos bajado. Liam me da la mano, y juntos nos dirigimos hacia la entrada del hotel.
—Bienvenidos al hotel Luna —dice la recepcionista con una enorme sonrisa.
—Gracias —contestamos al unísono.
—Mi turno termina a las tres de la tarde. Estoy a tu servicio cuando quieras guapo —susurra coqueta la recepcionista cuando le da las llaves de la suite nupcial y le guiña un ojo a Liam.
«Será Zorra…»