Cómo evitar las enfermedades contagiosas

 

 

 

 

Hace muchos años, un actor de televisión, que no ocultaba su homosexualidad, le preguntó a un joven bastante guapo al que abiertamente intentaba seducir: «¿Y tú vas con mujeres? ¿No sabes que producen cáncer?». La gracia se cuenta todavía en los pasillos de los estudios de televisión, pero ahora ya no es momento para bromear. Leo que el profesor Matré ha revelado que el contacto heterosexual provoca cáncer. Ya era hora. Aún diré más, el contacto heterosexual provoca la muerte tout court, hasta los niños saben que sirve para la procreación y cuanta más gente nace, más gente muere.

Con escaso sentido democrático, la psicosis del sida amenazaba con limitar solo las actividades de los homosexuales. Ahora limitaremos también las actividades heterosexuales y de nuevo todos seremos iguales. Vivíamos demasiado despreocupados y la reaparición de la peste sirve para darnos una conciencia más severa de nuestros derechos y deberes.

Quisiera subrayar, con todo, que el problema mismo del sida es más serio de lo que creemos, y no atañe solo a los homosexuales. No querría difundir excesivo alarmismo, pero me permito señalar otros grupos de alto riesgo.

 

 

Profesionales

 

No frecuentar teatros de vanguardia en Nueva York: es notorio que, por razones fonéticas, los actores anglosajones escupen muchísimo, basta con mirarlos de perfil a contraluz, y que los pequeños teatros experimentales ponen al espectador en contacto directo con las salpicaduras del actor. De ser diputado, no mantener relaciones con mafiosos, para no verse en la situación de tener que besarle la mano al padrino. Desaconsejada la afiliación a otros grupos mafiosos, como la Camorra napolitana, a causa del rito con la sangre. Quien intente una carrera política a través del Opus deberá evitar, con todo, la comunión, que transmite gérmenes de boca en boca a través de las yemas del celebrante, por no hablar de los riesgos de la confesión auricular.

 

 

Ciudadanos de a pie y obreros

 

Con alto índice de riesgo encontramos a los beneficiarios del seguro con dientes cariados, porque es peligroso el contacto con el dentista que nos pone en la boca las manos que han tocado otras bocas. Bañarse en el mar contaminado por petroleros aumenta el riesgo de contagio, porque el mineral oleoso transporta partículas de saliva de otra gente que se lo ha tragado y escupido previamente. Los que consumen más de ochenta Gauloises al día tocan con los dedos, que han tocado otras cosas, la parte superior del cigarrillo, y los gérmenes entran en las vías respiratorias. Evitar el paro, porque uno se pasa el día comiéndose las uñas. Llevar cuidado de no ser secuestrados por pastores sardos o por terroristas: los secuestradores usan normalmente la misma capucha para más de un secuestrado. No viajar en tren en el tramo Florencia-Bolonia, ya que la explosión debida a actos terroristas difunde con extrema rapidez detritos orgánicos, y en esos momentos de confusión es difícil protegerse. Evitar encontrarse en zonas atacadas por cabezas nucleares: ante la visión del hongo atómico tiende uno a llevarse las manos a la boca (¡sin habérselas lavado!), murmurando «¡Dios mío!».

Están, además, en situación de alto riesgo los moribundos que besan el crucifijo; los condenados a muerte (allá donde la cuchilla de la guillotina no haya sido oportunamente desinfectada antes de usarla); los niños de orfanatos y hospicios, a los que la monja mala obliga a lamer el suelo, después de haberlos atado al camastro por un pie.

 

 

Tercer Mundo

 

Amenazadísimos los pieles rojas: el paso del calumet de boca en boca ha provocado, como es bien sabido, la extinción de la nación india. Los que proceden de Oriente Próximo y los afganos están expuestos al lametazo de camello, y véase la alta tasa de mortalidad en Irán y en Irak. Un desaparecido corre enormes riesgos cuando el torturador se ceba con él escupiéndole en la cara. Camboyanos y habitantes de campos libaneses deberían evitar el baño de sangre, desaconsejado por nueve médicos de cada diez (el décimo, más tolerante, es el doctor Mengele).

Los negros sudafricanos están expuestos a infecciones cuando el blanco los mira con desprecio y hace un ruido con la boca que escupe saliva. Los prisioneros políticos de cualquier color deben evitar cuidadosamente que el policía les dé un revés en los dientes después de haber tocado las encías de otro detenido. Las poblaciones afectadas por carestía endémica deben abstenerse, para calmar los espasmos del hambre, de deglutir con frecuencia, puesto que la saliva entra en contacto con los miasmas del ambiente y va a infectar las vías intestinales.

De esta campaña de educación sanitaria deberían ocuparse las autoridades y la prensa, en vez de crear escándalos sobre otros problemas cuya solución podría aplazarse razonablemente hasta una fecha previamente determinada.

 

(1985)