Mirad que han dicho que ha llegado nuestro señor Quetzalcóatl.
Motecuhzoma a sus mensajeros, 1519
La manera e maña que se sabrá dar para conquistar e poner en paz estas partes.
Instrucciones de Cortés a sus procuradores, julio de 1519
Los acontecimientos de la historia de México y de la actuación de Cortés, que van desde el inicio de la expedición a México en octubre de 1518, la conquista de la ciudad de México-Tenochtitlán, la organización de la Nueva España y la expedición a las Hibueras, hasta el regreso en septiembre de 1526, fueron narrados por el propio conquistador en las cinco Cartas de relación.* Por ello, los capítulos siguientes analizarán el contenido de dichas cartas a la luz de otras versiones complementarias o divergentes acerca de los hechos que narran.
Siguiendo la pauta inmediata de las cartas en que Cristóbal Colón y otros navegantes informaban de sus descubrimientos y exploraciones, y acaso teniendo en mente la Guerra de las Galias, de Julio César,1 Hernán Cortés dirigió al emperador Carlos V estas cinco extensas cartas, llamadas por él mismo de “relación”. Su propósito inicial fue el de justificar su alzamiento e infidencia; a partir de la segunda carta, dejar constancia histórica ante su monarca y la posteridad de la magnitud de la empresa, y al fin, de sus fracasos y adversidades.
Los dos años juveniles pasados en la Universidad de Salamanca dieron a Cortés cierta familiaridad con nociones culturales y jurídicas, y algún conocimiento del latín. Además, Bernal Díaz dice que, cuando la ocasión era propicia, Cortés sabía responder con versos del Romancero y aun improvisar por “buenas consonantes” porque era “algo poeta”.2 Sus primeros trabajos tuvieron siempre relación con escritos legales. A los dieciocho años aprendió en Valladolid el oficio de escribano. En la isla Española se ocupó en la escribanía del ayuntamiento de Azua, y ya en Cuba, fue junto con Andrés de Duero secretario de Diego Velázquez y luego alcalde en Santiago. De todas maneras, así tuviese una formación cultural mediana y prácticas en la escritura y en los procedimientos curialescos, las letras no eran su vocación. Llegó a acumular, no obstante, un volumen considerable de escritos —cartas de relación, ordenanzas, instrucciones, memoriales, cuentas, alegatos jurídicos y un copioso epistolario— por el imperio de sus muchas y excepcionales acciones, que lo movieron a dejar testimonio de ellas, a consignar las hazañas de que fue motor y a procurar grabar su fama; o bien porque tuvo necesidad de disponer, instruir, legislar y alegar sin fin para tratar de defender la honra, lo que consideró suyo y el señorío cabal que siempre se le rehusaron.
A lo largo de los casi ocho años que transcurrieron del principio de la expedición a México, en octubre de 1518, al regreso de las Hibueras, en septiembre de 1526, entre los 33 y los 41 años de su edad, Hernán Cortés, un extremeño medio hidalgo y hasta entonces oscuro que buscaba fortuna en las Indias, dirigió a su monarca el primer testimonio de una de las conquistas más prodigiosas de que había tenido noticia el mundo.
La primera de las cinco Cartas de relación fue escrita en la Villa Rica de la Vera Cruz en julio de 1519, y se extravió o destruyó o no fue escrita. Se la remplaza con la llamada Carta del cabildo, del mismo puerto recién fundado, en la que sin duda intervino o escribió del todo Cortés, y está fechada el 10 de julio de 1519. La segunda, de las más extensas e interesantes, es del 30 de octubre de 1520, en Segura de la Frontera o Tepeaca, Puebla, y llevaba un plano de la ciudad de México atribuido a Cortés. La tercera, la de mayor extensión, está fechada el 15 de mayo de 1522, en Coyoacán. La cuarta es del 15 de octubre de 1524, en México-Tenochtitlán, y la quinta del 3 de septiembre de 1526, también en México-Tenochtitlán. Al principio de esta última dice Cortés que el 23 de octubre de 1525 envió desde Trujillo, Honduras, otra carta de relación, también perdida, como la primera.
Cortés escribió sus cinco Cartas de relación separando con nitidez cada una de las etapas de su empresa. La primera describe los descubrimientos previos en tierras de México, la organización de su expedición y la exploración e incidentes en las costas de Yucatán y en lugares del Golfo de México hasta la fundación de Veracruz, además del alegato para la justificación de su infidencia. La segunda refiere la destrucción de las naves y el viaje desde la costa hasta la ciudad de Tenochtitlán, cuyo esplendor y el de la corte de Motecuhzoma describe con admiración, y concluye poco después de la derrota de la Noche Triste. La tercera relata la preparación de la reconquista, el machacamiento de los pueblos en torno a los lagos, el asedio, destrucción y conquista de la capital del imperio azteca, y las conquistas posteriores en la bautizada Nueva España. La cuarta da cuenta de la organización y crecimiento de la nueva provincia española. Y la quinta narra la desastrosa expedición a Honduras y, a su regreso a México, los intentos de Cortés por restablecer el orden y recuperar el poder.
La Primera relación o Carta del cabildo, de 1519. Manuscrito de Viena.
La segunda Carta de relación, Sevilla, 1522.
La tercera Carta de relación, Sevilla, 1523.
Estas cartas fueron escritas —con excepción de la primera y la segunda, entre las que sólo transcurre un año y cuatro meses— con intervalos aproximados de dos años: 1519, 1520, 1522, 1524 y 1526. Su extensión es irregular. En cuartillas, la primera ocupa 46, la segunda 130, la tercera 134, la cuarta 61 y la quinta 131. Un total de 502 cuartillas con alrededor de 170 mil palabras. Forman, pues, un volumen de moderada extensión, mucho más breve que el de las dos historias principales de la conquista, de Francisco López de Gómara, y de Bernal Díaz del Castillo, que las seguirán.
Las cartas están escritas en un relato continuo, apenas separado caprichosamente en párrafos de cuando en cuando. Pero dada su extensión y el cúmulo de acontecimientos que narran, su lectura, y sobre todo su consulta, requieren los resúmenes, apostillas y notas suficientes que en la edición que prepara el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM llevarán por primera vez. Por otra parte, Cortés tenía pésimo oído para registrar los nombres indígenas, que él transcribía por primera vez, antes de que se fueran adoptando las denominaciones convencionales. El hecho es que al lector poco avezado le será difícil reconocer a Xicochimalco, hoy Xico, cuando Cortés escribe Sienchimalen; a Ixhuacan en Ceynaca; a Cholula en Churultecal, y a Huejotzingo en Guasincango o Guasucingo, lo cual requiere también aclaraciones.
Versión latina de la segunda y la tercera Cartas de relación. Núremberg, 1524.
Una vez que se hizo el propósito de narrar periódicamente los acontecimientos de su empresa, Cortés debió hacer algunos apuntes y sumarios previos, y consultar a sus allegados para aclarar su memoria. Que pasó varias noches enteras escribiendo contaba Diego de Coria, su paje de cámara, refiriéndose a los días en que preparó, en julio de 1519, la serie de documentos justificativos de su infidencia.3 Y hacia la mitad de la quinta Carta de relación apunta Cortés: “miré ciertas memorias que yo tenía”.
A pesar de su práctica personal en escribanías y de que su letra es clara y suelta, Cortés debió dictar sus cartas, guiado por sus apuntes, a los escribanos y secretarios que lo acompañaban: quizás a Francisco Fernández, escribano real, según López de Gómara,4 o a Pedro Hernández, sevillano, “secretario que fue de Cortés” y que “murió en poder de indios”, según Bernal Díaz.5
De cualquier manera, las Cartas de relación muestran un dominio y un designio claro de las materias que contienen. Su autor conoce el desenlace feliz o desastrado de cada etapa y sabe narrar sus pasos previos con eficaz gradación dramática, como si los viviera de nuevo, haciendo partícipe al lector de la propia expectación de los conquistadores. Tenía un sentido especial para la elección de los hechos más importantes y sabía prescindir sin titubeos de lo circunstancial, sobre todo si se compara su relato con el de Bernal Díaz, tan lleno de curiosos pormenores y divertidas anécdotas. Faltábale o renunció a esta sal narrativa, pues en su prosa gana la sobriedad a costa de cierta sequedad a veces esquemática.
La cuarta Carta de relación, Toledo, l525.
No cuenta, pues, todo lo que ocurrió, según lo sabemos por otros testimonios, sino lo que le parece más significativo o que conviene a su propósito. Pero en ocasiones omite hechos importantes, por olvido, como la llegada de los franciscanos en 1524, o quizá deliberadamente, como la muerte de su primera mujer, Catalina Xuárez Marcaida.
El indio informa, Marina traduce, Cortés dicta y el escribiente escribe. En Diego Muñoz Camargo, Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala, Manuscrito de Glasgow, 27.
Que Cortés estaba consciente de que sus Cartas de relación estaban destinadas no sólo al emperador y a su Consejo de Indias sino que eran documentos públicos, destinados a la posteridad, y que habrían de imprimirse, lo muestran las cuatro cartas reservadas que escribió para acompañar la tercera, cuarta y quinta cartas, dos para esta última. En ellas trataba asuntos que consideraba no debían hacerse públicos y cuestiones de tipo personal.
El hecho de que la impresión de sus Cartas de relación haya sido prohibida desde 1527, y que las primeras ediciones de la segunda, tercera y cuarta hayan sido quemadas en plazas públicas de Sevilla, Toledo, Granada y en otros lugares, ya mencionados,6 debió de afligirlo. Sin embargo, no se empeñó realmente en que se levantara la prohibición. Su agente ante la Corte, Francisco Núñez, dice que hizo revocar la cédula, aunque lo único que logró fue que se ordenara a Pánfilo de Narváez, promotor de la prohibición, que devolviera la cédula original.7 La quemazón explica la extrema rareza de las ediciones españolas originales. Y la prohibición y su inercia subsistieron hasta mediados del siglo XVIII, en que las cartas volvieron a imprimirse y a buscarse en los archivos.
La escritura de Cortés. Carta a Diego de Guinea, 1540. El párrafo final es autógrafo.
En el manuscrito del siglo XVI, de la Biblioteca Nacional de Viena, que contiene las cinco Cartas de relación conocidas —más otros documentos—, antes de la primera o Carta del cabildo hay un preámbulo que parece destinado al conjunto de las cartas.8 El autor de esta compilación y de este preliminar pudo ser Juan de Sámano, secretario del Consejo de Indias; y la compilación pudo hacerse hacia fines de 1527 o principios de 1528, como propone Charles Gibson.9
La parte principal de este preámbulo ofrece los antecedentes necesarios para la comprensión del contenido de la primera Carta del cabildo y un resumen de algunos de los hechos ocurridos hasta entonces. Es curiosa la explicación que aquí se da del nombre de Yucatán. Los españoles preguntaban a los indios por el nombre de la tierra y éstos contestaban: yucatán, yucatán, que en maya quiere decir “no entiendo, no entiendo”. Diego López Cogolludo recoge también esta versión, entre otras.10 Lucas Alamán, en cambio, propone otra interpretación: los naturales decían: uy u tan, “oyes cómo habla”, que suena como Yucatán.11 Sus habitantes llamaban a su tierra Mayapan o Mayab.
En su parte narrativa, la Carta del cabildo comienza por relatar las exploraciones previas en tierras mexicanas, de Hernández de Córdoba en 1517 y de Grijalva en 1518 —ya expuestas en el capítulo IV—, y a continuación narra los principales acontecimientos ocurridos entre la salida de Cuba de la expedición de Cortés, entre el 12 y el 18 de febrero de 1519,12 y la llegada a Cozumel, hacia el 27 del mismo febrero, hasta la salida de Veracruz al interior del país, a principios de agosto siguiente.
Esta narración es en verdad escueta. Limítase a la llegada a la isla de Cozumel, que encuentran deshabitada, y a las gestiones que Cortés hace con los caciques para que regresen los pobladores; las noticias que tienen de los náufragos españoles que existían cautivos en tierras de Yucatán, cuyo rescate era uno de los encargos que habían recibido de Diego Velázquez; el recado que Cortés les envía con unos indios, la espera y la aparición de Gerónimo de Aguilar, quien cuenta brevemente su historia y se convierte en el nuevo intérprete de Cortés, del maya al español, más confiable que los indios Melchorejo y Julianillo, para comunicarse con los mayas [pp. 13-14].
La expedición continúa costeando y llega al río Tabasco, bautizado río Grijalva. Los indios de esta región, que ya habían combatido con éxito a los españoles, les exigen que salgan de su tierra y los amenazan de guerra. Conforme a los usos de la época y a las instrucciones que llevaba, Cortés les hace por tres veces el requerimiento formal para que se sometan, y no habiéndolo acatado, tiene varios encuentros con ellos hasta que finalmente los vence, en la batalla de Centla, en que los españoles se sirven por primera vez con éxito de sus caballos. Quedan supuestamente amigos tabasqueños y españoles [pp. 15-16].
El siguiente episodio registrado es ya la llegada a San Juan de Ulúa, la noche del Jueves Santo, 21 de abril de 1519; aparecen los enviados de Motecuhzoma, cuyos nombres no se mencionan, se inicia el intercambio de regalos y el emperador mexica les hace llegar “las primeras joyas de oro” y otros presentes que enviarán al emperador español. En fin, se consigna la fundación de la Rica Villa de la Vera Cruz, como se le nombra las primeras veces, y la designación de su primer cabildo [pp. 19-21].13
A estas sumarias noticias de los hechos sigue la argumentación jurídica, para intentar justificar la desobediencia —que se analizará adelante—, y cierra la carta un esbozo muy interesante de la geografía y etnología de la tierra, de lo que hasta entonces se había visto o imaginado: las características del territorio, la naturaleza y las grandes cordilleras y ríos, la creencia de que abundaba el oro, tanto como en las legendarias minas de las que “se dice haber llevado Salomón el oro para el templo” [p. 23]; la gente, los vestidos, la comida, las casas, los templos, los ritos de autopenitencia, los sacrificios, la sodomía. Y la primera idea providencialista: Dios ha permitido que se descubran estas partes en nombre de los reyes de España para atraer a “estas gentes tan bárbaras” a la fe cristiana [p. 25].
Gracias a cronistas testimoniales, como Andrés de Tapia y Bernal Díaz del Castillo, y a las noticias recogidas por Francisco López de Gómara y otros historiadores, conocemos muchos incidentes, mayores y menores, así como la aparición de personajes en esta primera etapa de la conquista, que no aparecen en la Carta del cabildo o que allí se mencionan escuetamente, y que serán importantes en el anecdotario de la conquista y apoyo para los poemas épicos del ciclo cortesiano.
Hazaña de Morla: En la primera noche de navegación entre Cuba y Cozumel hubo gran tormenta y el navío de que era capitán Francisco de Morla perdió el gobernalle o timón. A la mañana siguiente el mar estaba más tranquilo y vieron el timón flotando cerca. “Morla se echó a la mar atado de una soga, y a nado tomó el timón, y lo subieron y asentaron en su lugar como había de estar”, cuenta López de Gómara.14
Reprensión de Alvarado: Al llegar a Cozumel, Pedro de Alvarado se adelantó con su nave. Al arribar Cortés se enteró de que Alvarado había entrado en un pueblo de indios y les había tomado gallinas, ornamentos de los templos y a dos indios y una india. Cortés lo reprendió gravemente diciéndole “que no se habían de apaciguar las tierras de aquella manera, tomándoles a los nativos su hacienda”, y le mandó volver el oro y demás, libertó a los indios y le mandó pagar por lo comido. Esta primera acción civilizadora granjeó a Cortés la confianza de los indios. Y aquí, comenta Bernal Díaz, “comenzó Cortés a mandar muy de hecho”.15
La lebrela: El episodio de la lebrela olvidada y encontrada en Yucatán ya ha sido recordado a propósito de los perros en la conquista (cap. V).
Encuentro de Gerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero: El encuentro del náufrago Gerónimo de Aguilar, rescatado después de ocho años de cautiverio, así como la historia de su compañero Gonzalo Guerrero, quien decidió seguir entre los indios por amor a su mujer y a sus tres hijos, los primeros mestizos mexicanos, ha sido narrado con pormenores curiosos por Bernal Díaz, Andrés de Tapia, López de Gómara y Antonio de Herrera.16
El tiburón y los tocinos: En las costas de Yucatán pescaron un gran tiburón y al destazarlo le encontraron dentro diez tocinos enteros, que para desalarse estaban colgados alrededor de los navíos, de donde los había robado el voraz pez, junto con un plato de estaño, tres zapatos viejos y un queso, que también le encontraron dentro. Lo cuentan Tapia y López de Gómara.17
El Señor Santiago: En la reñida batalla de Centla contra los tabasqueños, primera que sostienen los soldados de la expedición de Cortés, Tapia18 contó que había visto un jinete en un “caballo rucio picado” que aparecía y desaparecía haciendo mucho daño a los indios; yendo un poco más lejos, López de Gómara19 escribió que los soldados habían creído “que era el apóstol Santiago, patrón de España” quien luchaba con ellos. Bernal Díaz, con un rasgo de fino humor, comentó al respecto:
pudiera ser que los que dice Gómara fueran los gloriosos Apóstoles Señor Santiago o Señor San Pedro, y yo, como pecador, no fuese digno de verlos. Lo que yo entonces vi y conocí fue a Francisco de Morla en un caballo castaño, que venía juntamente con Cortés.20
Doña Marina: En la Carta del cabildo nada se dice de la aparición de doña Marina y en las demás Cartas de relación no se la menciona por su nombre sino hasta la quinta carta. Mucho escribirán sobre ella los cronistas e historiadores.
Dibujo de Miguel Covarrubias.
Hechas las paces con los de Tabasco después de la batalla de Centla, los caciques traen regalos a Cortés: algunas joyas, comida y “veinte mujeres de las que ellos tienen por esclavas, para que moliesen pan”, es decir, para que les hagan tortillas, cuenta Tapia.21 Esto debió de ocurrir hacia el 15 de abril de 1519. López de Gómara, que probablemente siguió la Relación de Andrés de Tapia, repite lo mismo y añade, sin duda instruido al respecto por Cortés, que con aquel presente, los tabasqueños “pensaban hacerles gran servicio, como los veían sin mujeres, y porque cada día es menester moler y cocer el pan de maíz en que se ocupan mucho tiempo las mujeres”.22
Las veinte indias fueron bautizadas y a Malinali o Malintzin le pusieron por nombre Marina. Cortés las repartió “entre ciertos caballeros” y a esta Marina, luego apodada Malinche, “como era de buen parecer, entrometida y desenvuelta”, la dio a Hernández Portocarrero.23
La revelación de la personalidad de doña Marina ocurre pocos días después, ya en San Juan de Ulúa. Cuando llegan los enviados de Motecuhzoma a hablar con Cortés, el intérprete Gerónimo de Aguilar ya no es útil como tal puesto que los mexicas hablan otra lengua, el náhuatl. Andrés de Tapia refiere que vieron que una de las indias obsequiadas en Tabasco “les habló, por manera que sabe dos lenguas”;24 y López de Gómara añade que Cortés, entonces, “la tomó aparte con Aguilar y le prometió más que libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, pues los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria”.25
Así pudo establecerse aquel doble puente inicial de traductores entre los españoles y los indígenas de habla náhuatl: Marina traducía del náhuatl al maya y Aguilar del maya al español. Pronto Marina aprendió el español y pudo traducirle directamente a Cortés. Ella será el agente que le permitirá la comunicación con el mundo indígena, y más que eso, una mujer de claro talento que, aunado luego a su amor por Cortés, sería una de las claves que hicieron posible la conquista de México.
Marina debió de contar entonces alrededor de quince años. La historia de su vida anterior, con cierto sabor de cuento oriental o del Antiguo Testamento, la contó Bernal Díaz, quien la llamaba “tan excelente mujer y buena lengua”:
Que su padre y madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenía otros pueblos sujetos a él, obra de ocho leguas de la villa de Guazacualco; y murió el padre, quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo, y hubieron un hijo, y según pareció, queríanlo bien al hijo que habían habido; acordaron entre el padre y la madre de darle el cacicazgo después de sus días, y porque en ello no hubiera estorbo, dieron de noche a la niña doña Marina a unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama de que se había muerto. Y en aquella sazón murió una hija de una india esclava suya y publicaron que era la heredera; por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés. Y conocí a su madre y a su hermano de madre…26
López de Gómara, la otra fuente importante respecto a los orígenes de la Malinche, la hace, en cambio, originaria de “hacia Xalisco, de un lugar llamado Viluta”, y dice que “siendo muchacha la habían hurtado ciertos mercaderes en tiempos de guerra, y traído a vender a la feria de Xicalanco”;27 y no entregada por su madre y padrastro, como cuenta Bernal Díaz.
Acerca del lugar de nacimiento de doña Marina algunos historiadores siguen la versión de Painala, cerca de Coatzacoalcos, que da Bernal Díaz, y otros la de Viluta, en Xalisco, propuesta por López de Gómara, y otros señalan nuevos orígenes. García Icazbalceta recogió la mayor parte de estas versiones.28
En principio, Carlos María de Bustamante29 corrigió la ortografía de Viluta, escribió Uiluta y añadió que el lugar se llamaba “Huilotlan, que quiere decir, lugar de tórtolas” o “junto a las tórtolas”. García Icazbalceta supone que debe tratarse de “Jilotlán, en el partido de Zapotlán el Grande, distrito de Sayula”. Herrera también se inclina por esta versión jalisciense: “su tierra era hacia Xalisco, al poniente de México”;30 la que repiten Las Casas,31 Landa32, Muñoz Camargo33 y Torquemada.34 El historiador jalisciense De la Mota Padilla dice que abraza la opinión de Herrera, “como que redunda en glorias de la Galicia”.35 Y recientemente Gabriel Agraz García de Alba ha escrito un alegato documentado a favor de este origen de doña Marina.36
Pero hay otros pareceres. Alva Ixtlilxóchitl dice que Marina venía de “Huilotlan en la provincia de Xalatzinco”,37 y líneas adelante añade este disparate: “Marina andando el tiempo se casó con Aguilar”, el otro intérprete; lo cual ya había escrito (c. 1590) Muñoz Camargo, en un párrafo lleno de incongruencias, en el que afirma que coincidieron los cautiverios de Gerónimo de Aguilar y de Malinali en Yucatán y que ambos se casaron y aprendieron la lengua de los mayas.38
Volviendo al origen de Marina propuesto por Alva Ixtlilxóchitl, Huilotlan u Olutla es un pueblo cercano a Coatzacoalcos, según Gerhard,39 lo cual se acerca al origen señalado por Bernal Díaz. Fernández de Oviedo dice sólo que era de México.40 Sahagún y sus informantes indígenas dicen que Marina era “vecina del pueblo de Tectipac que está a la orilla del Mar del Norte”41 Y Clavigero, señalando que es inverosímil que doña Marina hubiera venido a dar a Tabasco desde el remoto Xalisco, se inclina por la versión del origen en Painala, propuesto por Bernal Díaz, y añade que su nombre indio era Tenepal.42
En fin, García Icazbalceta, en apoyo a la noticia que da Bustamante de que “en Acayucan decían que la patria de doña Marina era Xaltipan, en aquella provincia, y aun enseñaban su casa”,43 transcribe este curioso informe que le envió su amigo el doctor C.H. Berendt:
Todavía subsiste esta tradición en aquella costa. Hay un cerrito en la salida del pueblo de Xaltipan, que lleva el nombre de Malinche. Por lo fisico y lo moral de las indias de Xaltipan, bien podría la Malinche ser de allá. Son nombradas por su belleza, y la fama las distingue por su ligereza, en medio de la inmoralidad general del Istmo. Un extranjero se dirigió a una indita, en la calle de Minatitlán, con una pregunta que mal interpretada le valió esta respuesta: “No soy de Xaltipan, señor”.44
En la región veracruzana de Jáltipan y Sayula de Alemán se baila aún la Danza de la Malinche entre el 14 y el 17 de mayo. Aunque entre los personajes aparecen dos Malinches, el tema principal de la danza y de sus diálogos no es su historia sino la conquista de México por Cortés.
¿Qué concluir de esta nutrida serie de versiones, repeticiones y confusiones? En primer lugar, que doña Marina o la Malinche ha sido y es un personaje muy importante en la conquista de México, y que antes que discutir su actuación, para enaltecerla o condenarla por haber colaborado con los españoles, comenzó a disputarse por su origen. En cuanto a éste, me parece que los numerosos seguidores de López de Gómara (Viluta, Xalisco), lo son sólo de su autoridad o del entusiasmo regionalista. Como decía Clavigero, no es creíble el traslado de una niña esclava desde tierras de Jalisco hasta la región de Coatzacoalcos. La transformación del Viluta del texto original en el Jilotlán de los Dolores jalisciense es forzada; en cambio, en el Huilotlan u Olutla, cercano a Coatzacoalcos, es posible. Y estas últimas fueron las tierras que Cortés asignó a doña Marina.
El 26 de julio de 1519 Hernández Portocarrero, el capitán a quien Cortés había dado a doña Marina, partió junto con Montejo como procurador a España. Desde entonces, ella fue la lengua y el amor de Cortés, y la serena fortaleza que sabía infundir ánimos cuando a todos les faltaban y ayudar en las acciones más duras de la conquista. Así lo reconocerá Bernal Díaz, gran admirador suyo:
Digamos cómo doña Marina, con ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía, que con oír cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes con ají, y habernos visto cercados en las batallas pasadas, y que ahora todos estábamos heridos y dolientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer.45
A fines de 1522, justo cuando había llegado a Coyoacán Catalina Xuárez, primera mujer de Cortés, doña Marina dio al conquistador su primer hijo varón, que se llamó Martín como su abuelo español. En los años siguientes poco se sabe de ella, pero vuelve a aparecer cuando Cortés, en 1524, la lleva como lengua a la expedición de las Hibueras. Apenas iniciado el viaje, cerca de Orizaba, probablemente en Ostoticpac, Cortés decide casarla con Juan Jaramillo, “estando borracho”, dice con malignidad López de Gómara.46 Si muchos censuran a Cortés por este acto abusivo, ella sabe acomodarlo en su ánimo. Cuando, prosiguiendo el viaje a las Hibueras llegan a Coatzacoalcos, entre los caciques que reúne Cortés aparecen la madre y los medios hermanos de Marina. Se atemorizan al verla, pensando que tomaría venganza por haberla vendido a los mercaderes de Xicalango, pero ella los tranquiliza, les hace regalos y les dice que ahora tiene la suerte de “ser cristiana y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo”.47
Cortés tomó a su cargo la educación de su hijo Martín, a quien años más tarde hará legitimar, y se ocupó del bienestar de doña Marina. Cuando casó con Jaramillo les dio por dote los pueblos de Olutla y Jáltipan, cercanos a Coatzacoalcos. En la ciudad de México tenían una casa en la calle de Medinas.48
Con Jaramillo, doña Marina tuvo una hija, llamada María, nacida en 1526 en el navío en que regresaban de las Hibueras. Doña Marina murió joven aún en 1527.49
Jaramillo había sido buen soldado en la conquista y capitán de uno de los bergantines. En el primer ayuntamiento registrado en la ciudad de México fue uno de los regidores, aunque allí figure con el nombre de Alonso que también usaba; en 1526 fue alcalde ordinario, cargo que volvió a ocupar en 1539, y en 1540 alcalde de mesta. En 1530 dio una muestra de su nobleza. Recibió el alto honor de sacar el pendón en la fiesta de San Hipólito, que se había instituido en 1528 para conmemorar el triunfo español sobre Tenochtitlán. Y aunque ya para entonces había muerto doña Marina, “quizá por respeto a la raza de su mujer —comenta Guillermo Porras Muñoz— don Juan prefirió ausentarse de la capital, dejando incumplido el encargo”. El cabildo consideró aquello un desacato y determinó que nunca más recibiera tal honor.50
Versiones españolas e indígenas de los primeros contactos entre Motecuhzoma y Cortés: Para los españoles, los mensajeros de Motecuhzoma fueron sólo representantes de un señor poderoso y atemorizado que esperaba convencerlos de que se fueran enviándoles obsequios cada vez más valiosos. Para los cronistas indígenas, la presencia de los extranjeros fue algo terrible y sagrado que no sabían cómo conjurar.
El relato de la Carta del cabildo es muy breve. Desde la misma noche de la llegada a San Juan de Ulúa aparecen los enviados del señor de México-Tenochtitlán con los que cambian saludos y regalos. Los españoles les hablan de su rey y les dicen que deben ser vasallos de tan poderoso señor. Hacia el 24 de abril los indios entregan a Cortés un gran presente de “preciosas joyas de oro” [p. 19].
López de Gómara dedica tres capítulos de su Conquista de México51 a estos primeros contactos. Consigna los nombres de los caciques indígenas representantes de Motecuhzoma, Teudilli y Quintalvor,52 que él toma por uno solo, y refiere los “rescates” que los españoles hacían con los indios, quienes recibían baratijas a cambio de oro, hasta que Cortés los prohibió; la abundancia de comidas que los indios traían para la expedición, y los presentes cada vez más ricos que les envía Motecuhzoma. Los primeros contactos se habían hecho por señas, sin traductor, hasta que se descubre que Marina sabe el náhuatl y se establece, con Aguilar, el enlace de traductores ya mencionado. Entonces, Cortés puede enviar mensajes a Motecuhzoma, diciéndole que venía de parte de un gran emperador “señor de la mayor parte del mundo”. Para mostrar su poderío, los soldados españoles hacen una escaramuza con sus caballos y disparan sus armas pesadas, que aterrorizan a los indios, lo que informan a su señor.
Bienvenida de Motecuhzoma a Cortés en el Códice de Viena, f. 45 r.
Sin imaginar la grave importancia que tenía para los mexicas, López de Gómara escribe: “y de las naos decían que venía el dios Quezalcóuatl con sus templos a cuestas; que era dios del aire que se había ido, y le esperaban”.
Refiere en seguida una exhibición de codicia. Cortés pregunta al enviado si Motecuhzoma tenía oro, dícele que sí, y añade: “envíeme, dice, de ello, que tenemos yo y mis compañeros mal de corazón, enfermedad que sana con ello”. Y cuenta con admiración que las mensajerías indias llegaban en un día y una noche, de Veracruz a la ciudad de México (422 km), y que llevaban pinturas de los caballos, armas, soldados y naves.
Después de más visitas de los enviados indios, cuando había pasado una semana de la llegada a Veracruz, Motecuhzoma envió su respuesta: el mayor presente de joyas, oro, plumería, mantas y ropajes, cuyo valor estima López de Gómara en 20 000 ducados. Al mismo tiempo, y como si el señor de México ya sospechara que aquel capitán ávido de oro y que tenía armas terribles pudiera no ser la deidad esperada, el mensaje que enviaba a Cortés, lleno de circunloquios a la manera indígena, le decía que todo le daría pero que no podrían encontrarse y que se fueran.53 Ya hacia el mes de mayo, Teudilli repite a Cortés el mensaje de Motecuhzoma y se va “con todos sus indios e indias que servían y proveían el real”.54
La versión de Bernal Díaz de estos primeros encuentros55 añade algunas precisiones: desde el principio Cortés se sirvió de las dos lenguas, Aguilar y Marina; describe los regalos que Cortés envió a Motecuhzoma en correspondencia a los tesoros: una silla de caderas, dos sartas de cuentas y una gorra carmesí con una medalla de oro de san Jorge; cuenta la historia del casco medio dorado que Tendile —como él lo llama— encuentra semejante al que se ponía al dios Huychilobos, Cortés se lo da y pide se lo devuelvan lleno de oro. Bernal Díaz llama a los dos enviados Tendile y Pitalpitoque. El otro disparatado nombre, que él escribe Quintalbor, lo reserva para un sosia de Cortés, indio, “que en el rostro y facciones y cuerpo se parecía al capitán Cortés, y adrede le envió el gran Montezuma”. Con notable memoria, describe las piezas sobresalientes del gran presente de Motecuhzoma: “la rueda de hechura de sol de oro muy fino, que sería tamaña como una rueda de carreta… que valía[…] sobre diez mil pesos”, en primer lugar, y otros objetos con figuras de animales, “muy prima labor y muy al natural”; y dice que volvió el casco enviado “lleno de oro en granos chicos, como le sacan de las minas, que valía tres mil pesos”. Y cargas de ropa de algodón y plumajes. Confirma el mensaje de Motecuhzoma: que no habrá encuentro con Cortés. En fin, con el realismo que lo distingue, recuerda el segundo presente que envió Cortés para corresponder el tesoro recibido: “de la pobreza que traíamos… una copa de vidrio de Florencia… tres camisas de holanda y otras cosas”.56
La versión de lo que estos encuentros iniciales significaban para los mexicas la conocemos, principalmente, por el relato de la conquista que fray Bernardino de Sahagún hizo escribir a sus informantes indígenas, y que consignó, en náhuatl y en español, en el libro XII de su Historia general de las cosas de Nueva España. Los mexicas habían tenido contacto con la expedición de Juan de Grijalva, que tocó Veracruz en 1518, y estaban en espera de su regreso. Cuando los vigías enviaron noticias de que se acercaban navíos semejantes, Motecuhzoma despachó luego a cinco principales para el recibimiento de Quetzalcóatl, largamente esperado, quien debía regresar por el oriente, por donde se había ido, y para que le ofreciesen como presente sus insignias divinas.57 El señor de México-Tenochtitlán indicó a sus enviados lo que deberían hacer ante la deidad que volvía:
Mirad que me han dicho que ha llegado nuestro señor Quetzalcóatl. Id y recibidle, y oíd lo que os dijere con mucha diligencia. Mirad que no se os olvide nada de lo que os dijere. Veis aquí esas joyas que le presentéis de mi parte, que son todos los atavíos sacerdotales que a él le convienen.58
El relato enumera a continuación dichos atavíos, joyas muy ricas y vistosas, además de su significación religiosa, que Seler ha interpretado.59 Llegados los mensajeros frente a Cortés, pocos días después de su arribo a Veracruz, lo saludaron como a un dios “y luego sacaron los ornamentos que llevaban y se los pusieron al capitán don Hernando Cortés ataviándolo con ellos”. Ignorando el significado de aquella ceremonia, que más tarde conocerá y aprovechará, Cortés preguntó con rudeza a los enviados: “¿hay otra cosa más que esto?” Respondiéronle que no, y luego les dijo que había tenido noticia de que los mexicanos eran valientes y grandes luchadores, y les dio espadas y rodelas para que probasen con los españoles quién vencería. Los mexicas se excusaron: Motecuhzoma sólo les envió a saludarlo y entregarle el presente. Los dejó despedirse y volvieron a toda prisa a informar a su señor.60
Cempoala y el Cacique Gordo: Entre los hechos no mencionados en la Carta del cabildo, otro de los importantes es el de la relación y alianza que Cortés llegó a establecer con los totonacas.
En los médanos cercanos a Veracruz los soldados de Cortés vieron a unos hombres de catadura diversa a los mexicas que traían y llevaban mensajes de Motecuhzoma y a los numerosos indígenas que les había enviado para que les sirvieran. Eran más altos de cuerpo y tenían grandes horadaciones en narices, labios y orejas, de los que pendían “sortijones de oro con muchas turquesas”. Marina averiguó que eran totonacas, de la región norte de Veracruz; que eran tributarios sujetos por fuerza a Motecuhzoma y que la cabeza de su señorío era Cempoala. Cortés quedó muy alegre “de hallar en aquella tierra unos señores enemigos de otros y con guerra, para poder efectuar mejor su propósito y pensamientos”.61
Después de la creación del cabildo de Veracruz, que dio nuevos poderes a Cortés, y del traslado del puerto a Quiahuiztlan, a principios de junio de 1519, una parte de la expedición, con su nuevo capitán general y justicia mayor, viajó a Cempoala, adonde los había invitado su señor. Aquélla sería la primera ciudad indígena que veían los españoles. López de Gómara, recogiendo los recuerdos de su informante Cortés, dice que era “toda de jardines y frescura y muy buenas huertas de regadío” —como lo sigue siendo—, que los hombres y mujeres los recibían con regalos, alegre semblante y con regocijo y fiesta, y unos soldados vinieron a decir a Cortés “que habían visto un patio de una gran casa chapado todo de plata”, el cual sólo era de “yeso de espejuelo y muy bien bruñido”. Los cempoaltecas los alojaron cómodamente y al día siguiente se visitaron Cortés y el cacique que era “muy gordo y pesado”, precisa Bernal Díaz.62 En ésta y sus posteriores entrevistas, Cortés logra establecer una firme alianza con los totonacas y su cacique.
Con alguna resistencia de los indios, el capitán hizo que se derrocasen de sus cúes y se quemaran los ídolos; por medio de las lenguas los instruyó en la nueva fe, hizo aderezar un altar con una cruz y una imagen de Nuestra Señora y encargó su cuidado a un soldado viejo, Juan de Torres, cordobés, al que dejó por ermitaño. Para sellar la amistad con los españoles y para que tuvieran generación, el Cacique Gordo les entregó ocho indias, todas hijas de caciques, vestidas y enjoyadas ricamente. A Cortés le asignó a su propia sobrina, que bautizada se llamará Catalina, como la madre del conquistador. Bernal Díaz comenta con sorna que “era muy fea” y que “él la recibió con buen semblante”. En cambio, a la “muy hermosa para ser india”, llamada Francisca, la dio Cortés a Portocarrero,63 a quien distinguía con lo mejor, pues antes le había dado en Tabasco a Marina.
Con el apoyo de Cortés, el Cacique Gordo se libra del vasallaje a Motecuhzoma, y Cortés gana uno de sus aliados indígenas, a los que luego se unirán los tlaxcaltecas.
Astucias de Cortés: Con los mensajeros de Motecuhzoma, que van y vienen de la ciudad de México a la costa veracruzana con mapas y retratos de los conquistadores, con presentes cada vez más ricos y con súplicas o amenazas para que los españoles dejen el territorio, Cortés alterna recursos para atemorizar o aplacar al señor de Tenochtitlán.
Mientras se encontraba en Cempoala llegan cinco recaudadores mexicas para recoger los tributos que debían entregar los totonacas. Cortés los hace apresar y, por la noche, hace que suelten a dos de ellos y los lleven a su aposento. Finge ser ajeno a su apresamiento, les hace dar de comer y les pide que, ya libres, digan a Motecuhzoma que los españoles son sus amigos y que pronto liberaría de los totonacas a los otros recaudadores mexicas.
Al mismo tiempo, con los totonacas finge enojo por haber dejado huir a los dos y dice que él guardará a los otros en sus navíos, sólo para dejarlos también en libertad más tarde. Motecuhzoma queda muy reconocido por esta acción de Cortés y, con mensajeros de alto rango, le envía nuevos presentes de oro y mantas.64
Poco después, el Cacique Gordo pidió ayuda a Cortés contra los de Cingapacinga —acaso Tizapancingo, un pueblo desaparecido—, que les hacían destrozos, asaltos y malos tratamientos. Cortés aceptó el encargo y, tras de pensar en ello, refiere Bernal Díaz que dijo:
“…He pensado que, para que crean que uno de nosotros basta para desbaratar a aquellos indios guerreros que dicen que están en el pueblo de la fortaleza, sus enemigos, enviemos a Heredia el Viejo”, que era vizcaíno y tenía mala catadura en la cara, y la barba grande y la cara medio acuchillada, y un ojo tuerto, y cojo de una pierna, y era escopetero; al cual le mandó llamar y le dijo: “Id con estos caciques hasta el río (que estaba de allí un cuarto de legua) y cuando allá llegáredes, haced que os paráis a beber y lavar las manos, y tirad un tiro con vuestra escopeta, que yo os enviaré a llamar, que esto hago porque crean que somos dioses, o de aquel nombre y reputación que nos tienen puesto, y como vos sois mal agestado, creerán que sois ídolo.”
Y el Heredia lo hizo según y de la manera que le fue mandado, porque era hombre bien entendido y avisado, que había sido soldado en Italia.
Prosigue el cuento diciendo que al Cacique Gordo y sus súbditos, que aguardaban el socorro, les dijo Cortés: “Allá envío con vosotros ese mi hermano para que mate y eche todos los culúas de ese pueblo, y me traiga presos a los que no se quisieren ir.”
En fin, refiere Bernal Díaz que:
los caciques enviaron a dar mandado a otros pueblos cómo llevaban a un teúl para matar a los mexicanos que estaban en Cingapacinga. Y esto pongo aquí por cosa de risa, porque vean las mañas que tenía Cortés.65
Cuando Cortés inició la pacificación de pueblos de la misma región totonaca, los soldados partidarios de Velázquez recordaron a Cortés su ofrecimiento de que quienes no quisiesen seguir en la conquista tendrían licencia, transporte y víveres para volver a Cuba. Cortés reconoció su promesa y dispuso que se les diera lo necesario para el viaje. Uno de los soldados que viajarían, Morón, vendió su buen caballo overo a Juan Ruano. Pero al mismo tiempo, los alcaldes y regidores de la Villa Rica requirieron a Cortés que no diese licencia a nadie para salir de la tierra y que a los que tal pidiesen se les tuviese por traidores que merecían la pena de muerte. Y Cortés, que había fingido dar el permiso, luego lo revocó. Comenta Bernal Díaz: “se quedaron burlados y aun avergonzados, y Morón su caballo vendido, y Juan Ruano, que lo hubo, no se lo quiso volver”.66
Engaños y astucias como éstos, aprovechando la credulidad de los indios o contra sus propios soldados inconformes, son de los que suelen hacer el prestigio de los caudillos, como lo muestra la admiración que por tales hechos sentía el soldado cronista.
El Cacique Gordo de Cempoala. Dibujo de Miguel Covarrubias.
1519 |
|
11/18 de febrero |
Sale de la isla de Cuba la expedición de Cortés |
Ca. 27 de febrero |
Llega la expedición a Cozumel. |
22 de marzo |
Llega al río Grijalva en Tabasco. |
25 de marzo |
Batalla de Centla. |
15 de abril |
Cortés recibe a la Malinche en Tabasco. |
21 de abril |
Llegada a Veracruz-Ulúa. |
22 de abril |
Fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, en Chalchicuecan, junto al actual puerto. |
Ca. 24 de abril |
Comienzan a llegar los mensajeros de Motecuhzoma con regalos. |
15/25 de mayo |
Creación del cabildo de la Villa Rica de la Vera Cruz, que nombra a Cortés capitán general y justicia mayor. |
1/3 de junio |
Viaje a Cempoala. Segunda fundación de Veracruz en Quiahuiztlan, en el lugar llamado Bernal, cerca del río Pánuco. |
18 de junio |
Regreso a Cempoala. Cortés recibe el gran presente de joyas, oro, plumajes y ropas de Motecuhzoma. |
1° de julio |
Llega de Cuba la nave de Juan de Saucedo con noticias. |
10 de julio |
Redacción de cartas, memoriales e instrucciones. |
26 de julio |
Salen los procuradores Hernández Portocarrero y Montejo a Castilla con cartas y presentes para Carlos V. |
*Las citas de las Cartas de relación van entre corchetes y se refieren a la siguiente edición: Hernán Cortés, Cartas y documentos, Introducción de Mario Hernández Sánchez-Barba, Biblioteca Porrúa, 2, Editorial Porrúa, México, 1963. Los pasajes más importantes o dudosos han sido cotejados con el texto del Manuscrito de Viena.
1 El paralelismo y las coincidencias entre las personalidades y las obras de César y Cortés han sido estudiados con notable competencia por Manuel Alcalá, en César y Cortés, Sociedad de Estudios Cortesianos, 4, Editorial Jus, México, 1950.
2 Bernal Díaz, cap. CLVII.
3 Cervantes de Salazar, Crónica, lib. III, cap. XI.
4 López de Gómara, cap. XXX.
5 Bernal Díaz, cap. CCV.
6 En capítulo II, nota 22.
7 Véase el inciso III del Memorial del licenciado Francisco Núñez acerca de los pleitos y negocios de Hernán Cortés de 1522 a 1543, del 7 de abril de 1546: en sección VII de Documentos.
8 “porque en este libro están agregadas y juntas todas o la mayor parte de las escrituras y relaciones de lo que al señor don Hernando Cortés, gobernador y capitán general de la Nueva España, ha sucedido en la conquista de aquellas tierras”, dice casi al principio este preámbulo.
9 Charles Gibson, “Introduction”, Cartas de relación de la conquista de la Nueva España escritas por Hernán Cortés al emperador Carlos V y otros documentos relativos a la conquista, años de 1519-1527, Codex Vindobonensis S. N. 1600, Akademische Druck-U, Verlagsanstalt, Graz, Austria, 1960, p. XIV.— Véase sugestión de Woodrow Borah, expuesta en el capítulo XXV y nota 20.
10 Diego López Cogolludo, Historia de Yucatán, lib. II, cap. I.
11 Lucas Alamán, “Adiciones y rectificaciones”, Disertaciones sobre la historia de la República Megicana, Editorial Jus, t. I, p. 53.— Según el Diccionario maya Cordemex debe escribirse y pronunciarse u’y u t’an.
12 El preámbulo de las Cartas de relación dice 12 de febrero; López de Gómara, cap. X, anota 18 de febrero.
13 En cuanto al nombre de Rica Villa o Villa Rica de la Vera Cruz, dice Bernal Díaz que se le llamó así porque “desembarcamos el Viernes Santo de la Cruz”, aunque lo de Vera Cruz podría ser también una alusión a las cruces mayas que les preocupaban y para señalar que allí se honraba a la verdadera; y rica, por lo que había dicho Hernández Portocarrero a Cortés “de las tierras ricas”, al llegar a ese lugar (cap. XXVI).
La Carta del cabildo no menciona a los integrantes de este primer ayuntamiento mexicano, que Bernal Díaz (cap. XLII) registra: Hernán Cortés quedó como justicia mayor; Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo —éste “porque no estaba muy bien con Cortés” y para atraérselo— como alcaldes ordinarios; a los regidores no los nombra; Pedro de Alvarado, “capitán general para las entradas”; Cristóbal de Olid, maestre de campo; Juan Gutiérrez de Escalante, alguacil mayor; Gonzalo Mejía, tesorero; Alonso de Ávila, contador; “un fulano Corral, alférez”; Ochoa, vizcaíno, alguacil del real, y un Alonso Romero.
En la Escritura convenida entre el regimiento de la Villa Rica de la Vera Cruz y Hernando Cortés..., del 5 de agosto de 1519 (en sección I de Documentos), se mencionan como regidores a Cristóbal de Olid, Bernardino Vázquez de Tapia y Gonzalo de Sandoval, y para esta fecha los alcaldes eran Alonso Dávila y Alonso de Grado, para sustituir a los primeros que habían sido nombrados procuradores.
14 López de Gómara, cap. X.— Bernal Díaz, cap. XXV.
15 Bernal Díaz, ibid.
16 Bernal Díaz, caps. XXVII y XXIX.— Andrés de Tapia, ed. BEU, pp. 48-49.— López de Gómara, caps. XI y XII.— Herrera, década IIa, lib. IV, caps. VII y VIII.—Véase nota 1 a las Declaraciones de Gerónimo de Aguilar en el juicio de residencia, Documentos, sección IV.
17 Tapia, ed. BEU, p. 50.— López de Gómara, cap. XVI.
18 Tapia, p. 53.
19 López de Gómara, cap. XX.
20 Bernal Díaz, cap. XXXIV.
21 Tapia, p. 53.
22 López de Gómara, cap. XXI.
23 Bernal Díaz, cap. XXXVI.
24 Tapia, p. 54.
25 López de Gómara, cap. XXVI.
26 Bernal Díaz, cap. XXXVII. El pueblo de Painala desapareció.
27 López de Gómara, ibid.
28 México en 1554. Tres diálogos latinos que Francisco Cervantes de Salazar escribió e imprimió en México en dicho año. Los reimprime, con traduccción castellana y notas, Joaquín García Icazbalceta…, México, Antigua Librería de Andrade y Morales, 1875, nota 37, pp. 176 y 178.— Hubert Howe Bancroft, History of Mexico, vol. 1, 1516-1521, San Francisco, 1883, cap. VIII, n. 5, pp. 118-119, repite las fuentes señaladas por don Joaquín agregando algunas. Aquí se añaden otras.
29 Edición de López de Gómara, México, 1826, 2 vols., t. 1, p. 41.
30 Herrera, década IIa, lib. IV, cap. IV.
31 Las Casas, Historia de las Indias, lib. III, cap. CXXI.
32 Fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, cap. IV.
33 Diego Muñoz Camargo, Historia de Tlaxcala, lib. II, cap.II.
34 Fray Juan de Torquemada, Monarquía indiana, lib. IV, cap. 16.
35 Matías López de la Mota Padilla, Historia del reino de la Nueva Galicia… escrita en 1742, cap. XLII.
36 Gabriel Agraz Garda de Alba, Doña Marina, Malintzin o “La Malinche” nació en el antiguo reino de Xalisco, edición del autor, México, 1984.
37 Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, “Historia de la nación chichimeca”, Obras históricas, ed. E. O’Gorman, cap. LXXIX.
38 Muñoz Camargo, ibid.
39 Peter Gerhard, A Guide to the Historical Geography of New Spain, Cambridge University Press, Cambridge, 1972, p. 140.
40 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, lib. XXXIII, cap. I.
41 Sahagún, lib. XII, cap. IX.— Según Gerhard, op. cit., p. 73, Tectipac o Titicapa es un antiguo pueblo oaxaqueño cercano a la capital de ese estado.— En una “Información de los servicios de doña Marina”, que se hizo en 1542, años después de su muerte hacia 1527, uno de los testigos, Diego de Valadés, dijo que había oído decir que Cortés dio a doña Marina Oluta u Olutla y Tetiquipaque, en Coatzacoalcos, porque era nativa del primer pueblo: CDIAO, t. XLI, pp. 177-277, citado por H. R. Wagner, The Rise of Fernando Cortés, cap. V, p. 69.
42 Francisco Javier Clavigero, Historia antigua de México, lib. VIII, cap. V y nota 5.
43 Bustamante, Teoamoxtli, carta 1a, p. 16.— Edición de López de Gómara hecha por Bustamente, t. I, p. 41, nota.
44 García Icazbalceta, op. cit., p. 178 y nota 2.— La misma tradición la había recogido durante su viaje de 1859-1860 Charles Étienne Brasseur de Bourbourg en su Voyage sur l’isthme de Tehuantepec, dans l’État de Chiapas et de la République de Guatemala, París, 1861, como sigue:
“De todos estos villorrios, el más célebre es el de Jaltipan, donde la tradición, viva aún entre los indios, hace nacer a Marina, primero esclava y luego amante de Cortés, a quien ella prestó tan grandes servicios al comienzo de la conquista”.
(Traducción de Elsa Ramírez Castañeda en el vol. 14 de la colección SEP-80, Fondo de Cultura Económica, México, 1981, p. 61.)
Brasseur añade (p. 67) que la comuna de Jaltipan reclamaba en aquellos años de su visita la isla de Tacamichapa, en el río Coatzacoalcos, por haber pertenecido a doña Marina.
45 Bernal Díaz, cap. LXVI.
46 López de Gómara, cap. CLXXV.
47 Bernal Díaz, cap. XXXVII.
48 García Icazbalceta, op. cit., p. 180.
49 Mariano G. Somonte, Doña Marina, “La Malinche”, México, 1969, pp. 140-141.
50 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 1982, p. 326.
Para una visión general del personaje véanse, además del libro de Somonte antes citado, el de Federico Gómez de Orozco, Doña Marina, la dama de la conquista, Vidas Mexicanas 2, Ediciones Xóchitl, México, 1942; y el de Felipe González Ruiz, Doña Marina (la india que amó a Hernán Cortés), Colección Lyke, Madrid, 1944.
51 López de Gómara, caps. XXV-XXVII.
52 Entre las muchas variantes que dan los cronistas de los nombres de estos representantes, acaso el más adecuado, para el primero, sea Teutlille, y para el segundo, Pitalpitoc o Cuitlalpitoc.
53 López de Gómara, cap. XXVII.
54 Ibid., cap. XXIX
55 Bernal Díaz, caps. XXXVIII y XXXIX.
56 Ibid, cap. XXXIX.
57 Sahagún, lib. XII, cap. III.
58 Ibid., lib. XII, cap. IV.
59 Eduard Seler, en sus Comentarios al “Códice Borgia” (1904), cap. 2, ha realizado una notable interpretación de los atavíos enviados a Cortés en la que precisa que Motecuhzoma “le mandó cuatro trajes distintos, los aderezos de las deidades regentes de los cuatro puntos cardinales fundidas en la persona de Quetzalcóatl”.
60 Sahagún, lib. XII, caps. V y VI.
61 López de Gómara, cap. XXVIII.
62 López de Gómara, caps. XXXII y XXXIII.— Bernal Díaz, cap. XLV.
63 Bernal Díaz, caps. LI y LII.
64 Ibid., caps. XLVII y XLVIII.
65 Ibid., cap. XLIX.
66 Ibid., cap. L.