XVII. TÍTULO Y MERCEDES REALES, PERO NO EL PODER

En aquellas [tierras] que yo en su real nombre he conquistado y puesto debajo de su imperial cetro, porque será vestirme de la pieza que hilé y tejí.

HERNÁN CORTÉS

MUERTE DE GONZALO DE SANDOVAL Y VIAJE POR ESPAÑA

En el pequeño puerto de Palos, donde desembarcó la comitiva de Cortés, el capitán Gonzalo de Sandoval enfermó gravemente. Mientras sus criados iban al monasterio cercano de la Rábida a informar a Cortés, el cordonero de jarcias que alojaba a Sandoval, aprovechándose de la debilidad del capitán doliente, le hurtó las trece barras de oro que eran su fortuna y huyó a Portugal. Sandoval recibió la visita de su jefe y amigo, a quien dejó como albacea, murió y lo sepultaron en el Monasterio de Nuestra Señora de la Rábida.

Gonzalo de Sandoval fue uno de los capitanes más eficaces y fieles de Cortés, quien solía llamarlo “hijo Sandoval”. Ambos venían de Medellín y Sandoval era muy joven cuando pasó a las Indias. Bernal Díaz del Castillo estuvo junto a él en muchas de las batallas de la conquista, le tenía gran afecto e hizo de él y de su caballo un buen retrato:

No era hombre que sabía letras, sino a las buenas llanas, ni era codicioso de haber oro, sino solamente tener fama y hacer como buen capitán esforzado, y en las guerras que tuvimos en la Nueva España siempre tenía cuenta en mirar por los soldados que le parecían a él y lo hacían como varones, y los favorecía y ayudaba; no era hombre que traía ricos vestidos, sino muy llanamente; tuvo el mejor caballo y de mejor carrera, y revuelto a una mano y a otra, que decían que no se habia visto mejor en Castilla ni en estas tierras, y era castaño y una estrella en la frente y un pie izquierdo calzado, decíase Motilla.1

Durante su estancia en el Monasterio de la Rábida, Cortés se encontró con Francisco Pizarro, su pariente, extremeño como él y amigo de la época de la isla Española. “Fue cosa notable — comenta Herrera— ver juntos a estos dos hombres, que eran mirados como capitanes de los más notables del mundo en aquel tiempo, aunque el uno acababa sus hechos más sustanciales y el otro los comenzaba”.2

Uno de los biógrafos de Cortés, Carlos Pereyra, ve en este encuentro de dos paisanos y conquistadores un hecho legendario, pues aquellos capitanes se encontraron “bajo el mismo techo en que hablaron Colón y fray Juan Pérez”.3

Cortés mandó informar de su llegada y de la muerte de Sandoval al rey, que se encontraba en Toledo, al presidente del Consejo de Indias, a sus amigos y protectores el duque de Béjar y el conde de Aguilar y a otros caballeros. El rey dispuso que le hiciesen honores las ciudades y villas por donde pasase, y el duque de Medina Sidonia lo recibió en Sevilla y le proporcionó buenos caballos para su viaje.

No existen narraciones directas y detalladas de este viaje, salvo las muy escuetas que da López de Gómara y las un poco más amplias pero insuficientes que ofrece Bernal Díaz, ni uno ni otro testigos. Pero con base en sus informaciones pueden presumirse otros hechos. La comitiva de Cortés debió ser de entre 50 y 80 personas: capitanes, señores indios e indios cirqueros y raros, auxiliares y servidores, y los que aceptaron la invitación abierta que hizo; más los animales, plantas, productos valiosos, joyas, papeles, etcétera, que se transportaron en dos naves. Cortés tuvo que alquilar numerosas bestias y carromatos para llevar por aquellos malos caminos y alimentar su comitiva, que al parecer no dispersó. Con todos ellos viajó, pues, de Palos y del cercano Monasterio de la Rábida a Sevilla. Aquí pasó dos días con el duque de Medina Sidonia, y en adelante él y algunos de sus acompañantes principales cambiaron las cabalgaduras alquiladas por los buenos caballos que prestó el duque. De Sevilla, en varias escalas, siguieron al Monasterio de Guadalupe. Pero como en el camino queda Medellín, es natural que se detuviera Cortés en su pueblo para ver a su madre, rezar ante la tumba de su padre, saludar a antiguos amigos y recoger papeles y bienes que don Martín le guardaba, ya que fue su primer procurador en España.

EN EL MONASTERIO DE GUADALUPE:
DEVOCIÓN, COQUETERÍA Y EXVOTO

La escala en el Monasterio de Guadalupe la refiere Bernal Díaz con ciertos pormenores. La pequeña imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, ennegrecida por el tiempo e ilustrada con piadosas leyendas, fue desde el siglo XIV de las mayores devociones de España, y en especial de Extremadura. Era, pues, natural que Cortés la compartiera, y él tenía, además, una acción de gracias especial que cumplir. Dice Bernal Díaz que Cortés hizo allí su novena y, entre rezo y rezo, tuvo la ventura de encontrar a doña María de Mendoza, mujer del poderoso secretario de Carlos V y comendador mayor de León, don Francisco de los Cobos. Doña María traía también su comitiva y en ella “una doncella su hermana, que era muy hermosa”. Aunque para entonces ya estaban convenidas las bodas de Cortés con doña Juana de Zúñiga, por negociaciones hechas por su padre con el duque de Béjar y el conde de Aguilar, el conquistador viajero coqueteó alegremente con la doncella doña Francisca. Su estilo eran los regalos abrumadores:

comenzó a hacer grandes presentes de muchas joyas de oro, de diversidad de hechuras, a todas aquellas señoras, y después de las joyas dio penachos de plumas verdes llenos de argentería y de oro y perlas, y en todo lo que dio fue muy aventajado a la señora doña María de Mendoza y a la señora su hermana; y después que hubo hecho aquellos ricos presentes, dio para sí sola a la señora doncella ciertos tejuelos de oro muy fino para que se hiciese joyas; y tras esto mandó dar mucho liquidámbar y bálsamo para que se sahumasen, y mandó a los indios maestros de jugar el palo con los pies que delante de aquellas señoras les hiciesen fiesta y trajesen el palo de un pie a otro, que fue cosa de que se contentaron y aun se admiraron de verlo; y además de todo esto, supo Cortés que de la litera en que había venido la señora doncella se le mancó una acémila, y secretamente mandó comprar dos muy buenas y que las entregasen a los mayordomos que traían cargo de su servicio; y aguardó en aquella villa de Guadalupe hasta que partiesen para la corte, que en aquella sazón estaba en Toledo, y fueles acompañando y sirviendo y haciendo banquetes y fiestas, y tan gran servidor se mostró, que lo sabía muy bien hacer y representar, que la señora doña María de Mendoza le movió casamiento con la señora su hermana.4

Tantas fiestas y regalos para nada, pues el dispendioso galán ya estaba bien comprometido. Bernal Díaz supone que de haberse llevado adelante estas bodas con la doncella Mendoza que entusiasmaba a Cortés, éste hubiese alcanzado la gobernación que no tuvo. Y añade el cronista con cierta ingenuidad que los favores que recibió Cortés del rey se debieron a la carta de elogios para el conquistador que doña María escribiera a su marido De los Cobos.

Además de la devoción y el juego de coquetería y halagos interesados, Cortés había ido a Guadalupe con otro propósito: ofrecer a la Virgen un exvoto en agradecimiento a un favor recibido. En la descripción más antigua existente, de 1597, de las preseas que tenía el camarín de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, dice fray Gabriel de Talavera:

Está también un escorpión de oro, engaste de otro verdadero que encierra. Ofreciolo Fernando Cortés, marqués del Valle, honra, valor y lustre de nuestra España. Dio ocasión a esta dádiva el milagro famoso, que en su defensa obró Nuestra Señora: habiéndolo mordido un escorpión y derramado tanto veneno por su cuerpo que le puso en peligro de perder la vida, puesto en este estrecho, volvió los ojos a Nuestra Señora suplicándole le acudiera en tanta necesidad. Fue Su Majestad servida de oír su petición no permitiendo pasara adelante el daño. El famoso capitán, agradecidísimo de la merced, vino de lo más remoto de las Indias a esta santa casa, año de mil y quinientos veintiocho, y trujo este escorpión de oro y el que le había mordido dentro. En este engaste y pieza de mucho valor y de maravilloso artificio en que los indios se aventajaron.5

En un inventario posterior, de 1743, se describe el exvoto como de oro, con mosaicos verdes, azules y amarillos, con 43 esmeraldas y 4 perlas, y se repite que la joya es hueca y tiene dentro el escorpión que mordió a Cortés;6 y en otro inventario se añade un dibujo de la joya.

Federico Gómez de Orozco, el primero en llamar la atención sobre este exvoto, refiere que en algún viejo documento leyó: “que yendo Cortés cierto día a visitar sus campos de moreras ubicados en Yautepec (actual estado de Morelos), fue picado por un alacrán, de los muchos muy ponzoñosos que hay en la Tierra Caliente”.7

Ahora bien, el exvoto de Cortés no se encuentra ya entre las joyas que guarda el Monasterio de Guadalupe. Y en cambio, en el museo del Instituto de Valencia de don Juan, de Madrid, se conserva una joya que se supone la cortesiana. Por las fotografías de la pieza existente, comparándolas con el dibujo hecho en el siglo XVIII, puede deducirse que, aunque tienen alguna semejanza, la joya de Madrid no es la de manufactura indígena que llevó Cortés a Guadalupe, sino más bien una joya europea, como lo supone Manuel Toussaint.8

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El exvoto de Cortés, según el dibujo del inventario de alhajas de la Virgen de Guadalupe en Extremadura, España.

PRIMERA ENTREVISTA CON
CARLOS V

Del Monasterio de Guadalupe, Cortés y su comitiva se dirigieron a Toledo para la primera entrevista con Carlos V, uno de los momentos culminantes en la vida del conquistador. Cuenta Bernal Díaz que los grandes señores amigos de Cortés refirieron a éste que el rey había dicho “que tenía deseos de ver y conocer su persona, que tantos buenos servicios le ha hecho y de quien tantos males le han informado que hacía con mañas y astucias”. Y era verdad lo uno y lo otro. Sigue contando el cronista que el rey le mandó señalar posada y que el día que lo recibió, fue acompañado por el almirante de Castilla, el duque de Béjar y el comendador mayor de León, como sus intercesores; y que después de arrodillarse, el rey le mandó levantarse, y en seguida, Cortés le expuso sus servicios y conquistas, el viaje a Honduras y lo acaecido mientras tanto en México, y que en fin le presentó un memorial donde le narraba “todas las cosas muy por extenso como pasaron”.9

Esta noticia del memorial presentado en la primera entrevista es incierta. El memorial de Hernán Cortés que se conoce es el que, días más tarde de esta entrevista, dirigió al rey desde Madrid, fechado el 25 de julio de 1528, que se comentará adelante.

Aunque Herrera dice que el emperador “holgó de ver los hombres, los animales, la diversidad de cosas que traía de los indios, y a todos daba gusto y satisfacción”,10 más bien pudo ocurrir que el atareado Carlos V, que en aquellos días andaba preocupado por su primer ataque de gota y por el desafío que le había lanzado al rey de Francia, Francisco I, y que éste había aceptado, sólo dedicara unos minutos a ver las exhibiciones indianas preparadas por Cortés y que luego encargara al secretario De los Cobos que se ocupara de darles destino a los presentes recibidos.

“Adoleció Cortés”, cuenta Bernal Díaz; lo cual pudieron causar la emoción de la entrevista real, de la que pendía su destino, y las pesadas comidas españolas, cuyo hábito había perdido. Y añade el cronista que “llegó a estar tan al cabo que creyeron que se muriera”. Sus amigos poderosos lo informaron al rey y le pidieron “que pues Cortés tan grandes servicios le ha hecho, que le fuese a visitar antes de su muerte a su posada”. El rey, muy acompañado de nobleza fue a visitarlo, “que fue muy gran favor, y por tal se tuvo en la corte”. Cortés no murió, sino que sanó pronto y comenzó a sentirse “privado de Su Majestad”. Y en la misa de un domingo, cuando ya el rey estaba en la iglesia acompañado de los nobles y los altos funcionarios sentados en sus asientos, llegó Cortés:

tarde a misa, sobre cosa pensada, y pasó delante de algunos de aquellos ilustrísimos señores, con su falda de luto alzada, y se fue a sentar cerca del conde de Nasao, que estaba su asiento más cercano al emperador; y de que así lo vieron pasar delante de aquellos señores de salva, murmuraron de su gran presunción y osadía y tuviéronlo por desacato.11

Los nobles que le eran adictos defendieron su comportamiento. Pero así fuera el mayor conquistador, aquél había sido un acto de jactanciosa malacrianza, que debió hacer parar mientes al rey y a los miembros del Consejo de Indias en la urgencia de jalar las riendas a hombre tan ensoberbecido.

LOS AVISOS DEL MEMORIAL DE 1528

Carlos V pidió a Cortés durante su entrevista que le precisara cuáles eran sus pretensiones de mercedes y le diera sus opiniones acerca de ciertos puntos importantes para el gobierno de la Nueva Esparía: la política que debía seguirse con la población indígena, la manera de realizar la “conquista espiritual” de esa población, y cómo aumentar las rentas reales. Tales peticiones y opiniones las manifestó en su memorial de 1528.12

Cortés, que había conocido directamente lo ocurrido en la isla Española y en Cuba, con la aniquilación de la población nativa, por la brutalidad de la explotación de que la hicieron víctima los españoles, aconseja como punto principal y base de todos los demás, “la conservación y perpetuación de los naturales” de la Nueva España, gracias al buen trato. No lo mueven razones de justicia y humanitarismo, como a fray Bartolomé de las Casas, sino motivos de orden práctico: “faltando estos [los indios], todo lo demás que se quisiese proveer sería sin cimiento”. Y añade otra observación muy aguda, originada por un sabio consejo que le diera Motecuhzoma, y que muestra lo bien que entendió la psicología de los indígenas: además de bien tratados, “conservados en sus pueblos y orden que tenían antes en el regimiento de ellos”. Así lo había hecho Cortés.

La segunda de sus recomendaciones se refiere a la necesidad de que la evangelización la realicen “pastores de la Iglesia, que sean tales”, y que su doctrina no sea sólo de palabras sino de ejemplo, para evitar las suspicacias de los naturales frente a predicadores “profanos en hábitos y obras”.

Respecto a la manera de acrecentar las rentas reales, Cortés vuelve a una vieja idea suya: los repartimientos de tierras deben darse a los españoles “como cosa propia”, a fin de que planten las granjerías más provechosas y con ello se aumenten las rentas reales. Y sugiere otras posibilidades: que se paguen alcabalas por lo que se vende o compra; o bien, que quienes reciben pueblos paguen por ellos una contribución determinada; y que se considere qué es más provechoso para las rentas reales: que los pueblos principales estén asignados al rey —lo que el opinante considera que ha sido la causa de que esos pueblos estén mal tratados y hayan decaído— o bien, que se repartan a particulares y produzcan buenos tributos.

Ramón Iglesia observó con perspicacia que en Cortés encuentra “dos ideas básicas que informan toda su política: conseguir a toda costa la conservación de los indios y lograr el arraigo de los españoles en las tierras nuevas”.13

LA MERCED REAL DE 23 000 VASALLOS

Como Cortés había sido el primer repartidor y administrador de la tierra, había ocupado o se había otorgado a sí mismo en encomienda, o bien había comprado a los indios, varios pueblos y regiones de la Nueva España. Para afirmar su posesión de estas tierras y sus vasallos, se propuso obtener del rey mercedes en recompensa de sus servicios a la Corona. Ésta fue una larga negociación que iría a tener, posteriormente, muchos ajustes y problemas.

El primer esbozo que hace Cortés de las tierras que solicitará del rey como merced, lo comunica a su padre, Martín Cortés, en la carta que le escribe desde México el 26 de septiembre de 1526, sin duda para que dicha lista la transmitiera a la Corona. Ya en España, en el memorial de peticiones que redacta en Madrid el 25 de junio de 1528, después de su entrevista con el rey, da una nueva lista de los pueblos que quiere, con modificaciones y adiciones respecto a la primera. Finalmente, un año más tarde, el rey firma en Barcelona, el 6 de julio de 1529, la merced de 23 000 vasallos en la que aparece la lista de pueblos que otorga a Hernán Cortés,14 el más importante de los dones que recibe, al lado del título de marqués. En esta última lista, preparada por los miembros del Consejo de Indias, que tenían una noción muy vaga de los pueblos de Nueva España, los nombres aparecen a menudo enrevesados. En el cuadro siguiente, modernizando las denominaciones, se dan sus correspondencias, a veces aproximadas, y se altera el orden original de la segunda y la tercera columnas para poder registrar su continuidad:

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Aunque el número de pueblos de las tres listas tiene una variación moderada (23, 20 y 22), los pueblos mismos sí cambian mucho. Entre la primera y la segunda listas hay 15 coincidencias; entre la segunda y la tercera, 11 coincidencias; y entre las tres sólo siete. Es posible que, además del memorial de 1528, Cortés haya entregado al Consejo de Indias otra lista alternativa de pueblos que desearía recibir, lo cual podría explicar los 11 pueblos que se le conceden y que no había solicitado en el memorial conocido.

En la asignación de pueblos que se dan a Cortés puede advertirse la intención de cambiarle cabeceras importantes como Tezcoco, Chalco, Otumba y Huejotzingo, por pueblos menores lejanos de la ciudad de México. Sin embargo, se le mantuvo Coyoacán, que incluía Tacubaya y otros pueblos, junto a la capital. En términos generales, las regiones en que se concentraron los pueblos señalados a Cortés son las de Cuernavaca, las Cuatro Villas en Oaxaca, el istmo de Tehuantepec, Coyoacán, Tuxtla y Cotaxtla (Veracruz), Charo-Matalcingo (en Michoacán) y el valle de Toluca.

Además de los tres documentos relacionados con la merced real, existe una Instrucción secreta, del 5 de abril de 1528, enviada por el rey a la primera Audiencia de la Nueva España, que llegará ocho meses más tarde, en la que se señalan los pueblos que deben asignarse a la Corona.15 Debió elaborarla el Consejo de Indias con base en informes enviados por el entonces gobernador Estrada, y de los que pudo dar el contador Albornoz, quien se encontraba en Castilla por aquel tiempo. La lista de estas “cabeceras que Su Majestad mandó poner en su real corona” es la siguiente:

    La gran ciudad de Tenustitlan-México

    Tezcoco y su tierra

    Tamazula, donde hay minas de plata, con su tierra

    Zacatula y su tierra

    Cempoala y su tierra

 * Tehuantepec

    Tututepec

    Tlaxcala y su tierra

    Huicicila, en Michoacán, que es cabecera de provincia,

        con su tierra

    Acapulco y su tierra, donde se hacen los navíos del sur

 * En la provincia de Oaxaca, Cuilapan, que es la cabecera,

        con su tierra, donde están las buenas minas de oro

    Soconusco

    Guatemala

    Todos los puertos de mar

    Los lugares de españoles que están poblados y se poblaren.

Como puede advertirse, dos de estos lugares, Tehuantepec y Cuilapan, en Oaxaca, que por esta instrucción se reservaban para la Corona, se concedieron a Cortés en la merced de julio de 1529. Sobre todo la concesión de Oaxaca, en la que además Antequera se volverá ciudad de españoles, con cédula real desde el 25 de abril de 1532, será causa de múltiples fricciones con la primera y la segunda Audiencias. Los integrantes de esta última parecen no haber conocido esta Instrucción secreta, pues tuvieron que llegar, por su propio discernimiento, a las mismas conclusiones. El oidor Salmerón sugería a Carlos V en 1531 que las mercedes de pueblos concedidos a Cortés se juntaran “todo a un lado, y no tan sembrado por toda la tierra” y que cediera lo de Oaxaca.16 Y por su parte, el presidente de la Audiencia, don Sebastián Ramírez de Fuenleal, en un Parecer de 1532, enumeraba cuidadosamente los pueblos y provincias de Nueva España “que deben quedar en Vuestra Majestad ahora y para siempre”, entre los cuales incluía muchos de los concedidos a Cortés y a otros conquistadores y pobladores. Esta lista de Ramírez de Fuenleal coincide en lo principal con los pueblos enumerados en la Instrucción secreta de 1528, añade otros, sobre todo de producción minera, y tiene la falla de olvidar los puertos.17

La cédula de merced de Carlos V, después de enumerar los 22 pueblos citados, dice que se le dan a Cortés “veintitrés mil vasallos y jurisdicción civil y criminal” sobre ellos. ¿Eran vasallos sólo las cabezas de familia que pagaban tributo o todos los habitantes de los pueblos? Cortés afirmaba que debían ser exclusivamente los primeros y la segunda Audiencia creía que tenían que ser todos los últimos. Esta discusión y la muy difícil cuenta de los vasallos van a ser cuestiones muy debatidas años adelante.

Además de esta merced mayor, Cortés obtiene en 1529 dos más que se refieren a tierras: la de los peñoles de Xico y Tepeapulco, en la laguna de México, para que cace y se recree, y otra más de enormes extensiones urbanas, los terrenos que se encuentran entre las calzadas de Chapultepec y de Tacuba, desde los límites de la ciudad hasta este último pueblo; las Casas Nuevas, asiento actual del Palacio Nacional, y las Casas Viejas, entre la Plaza Mayor y las calles de San Francisco, Tacuba y la actual Isabel la Católica, donde vivía don Hernán.18

HONORES Y CONCESIONES, PERO NO EL PODER

Además de estas cédulas de mercedes territoriales, Cortés recibió también en Barcelona, y en la misma fecha del 6 de julio de 1529, dos cédulas importantes más, la que le concedía el título de marqués del Valle de Oaxaca y la que lo nombraba de nuevo capitán general de la Nueva España, incluyendo las provincias de la Mar del Sur.19

El título nobiliario de marqués se reservaba a los señores de una gran tierra y se daba como remuneración de servicios notables a la Corona. Dentro de la escala de la nobleza y después de los príncipes o sucesores reales, era el segundo en importancia (duque, marqués, conde, vizconde y barón). Después de Cortés, sólo se daría el título de marqués, de la Conquista o de Charcas, a Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. Era, pues, el título más alto al que podía aspirarse por las acciones personales y no por la sangre. Además de las concesiones que solía implicar, era sobre todo un rango social, una preeminencia.

Probablemente Cortés mismo, con intenciones de dominio territorial, sugirió el nombre de Valle de Oaxaca. Pero ocurrió que de todas las mercedes de tierras que recibió, la de Oaxaca fue la más disputada y controvertida. Oaxaca fue para él motivo de pleitos, y la ciudad misma, Antequera, acabó por perderla, aunque conservara las llamadas Cuatro Villas, que llegaron a pagarle importantes tributos, sobre todo a los descendientes del mayorazgo. Por ello, y para abreviar, Hernán Cortés fue, a partir de 1529, el marqués del Valle.

Por estos mismos días obtuvo licencia real para fundar un mayorazgo. No formalizará su constitución sino hasta principios de 1535, en Colima20 cuando su hijo Martín, el sucesor, tenía ya tres años y Cortés emprendía un viaje peligroso a lo que hoy es Baja California.

La cédula que lo nombraba capitán general de la Nueva España y de la Mar del Sur fue el único nombramiento político que obtuvo. Este cargo comenzó por dárselo, o hacer que se lo diera el primer ayuntamiento de Veracruz, al iniciarse la conquista de México en 1519; en 1522 Carlos V le concedió su primer reconocimiento nombrándolo gobernador, capitán general y justicia mayor; y en 1526 el juez Ponce de León, que vino a México a tomarle residencia, le quitó la gobernación, y meses más tarde, en el mismo año, Marcos de Aguilar lo obligó a renunciar al cargo de capitán general. Cortés sabía bien que el mando militar carece de toda autonomía cuando tiene sobre él una autoridad superior, gobernador o Audiencia con poderes ejecutivos. Por ello, insistió más allá de la discreción en recibir el cargo de gobernador. Aunque para entonces existía en México una Audiencia, él esperaba que pudiera limitarse, como después ocurrió cuando hubo virrey, a ser el tribunal judicial.

En un documento previo a esta cédula, Carlos V escribió a Cortés, desde Zaragoza —adonde Cortés había seguido a la Corte—, el 1° de abril de 1529, una carta en respuesta a otra del conquistador, que no se ha encontrado, en la cual debía pedirle expresamente la gobernación; y el rey le dice con toda claridad:

En lo de la gobernación… que yo holgara que se pudiese buenamente hacer, pero no conviene, por muchos respetos; y porque veáis que tengo toda la voluntad para haceros merced, he por bien que entre tanto que viene la residencia y se va, llevéis título de nuestro capitán general de toda la Nueva España y provincias y costas del Mar del Sur.21

La residencia vino pero nunca se fue, y Cortés no volvió a ser gobernador de Nueva España. Explicando los motivos reales, López de Gómara comentó:

Pidió la gobernación de México y no se la dio, porque no piense ningún conquistador que se le debe; que así lo hizo el rey don Fernando con Cristóbal Colón, que descubrió las Indias, y con Gonzalo Hernández de Córdoba, Gran Capitán, que conquistó Nápoles.22

OTRAS GESTIONES, NEGOCIACIONES Y AMISTADES

Aunque se le negaba, y con razón, el poder, Hernán Cortés aprovechó aquel corto verano de buenas relaciones con la Corona para obtener otras cédulas que ponían orden, cuando menos en los papeles, en cuestiones pendientes e importantes para él: para que la primera Audiencia respetara sus propiedades en la Nueva España durante su ausencia, lo que no se cumplió; para que se le pagaran los gastos de la expedición de rescate a las Molucas, pago que los herederos continuaban litigando en el siglo XVIII; para que se le devolvieran 8 000 pesos que le enviaban y destinaba para su viaje en España; para que se le devolviera la multa de 12 000 pesos que le impuso la primera Audiencia por haber jugado, lo cual debió cumplir la segunda Audiencia; y para que esta nueva Audiencia le hiciera justicia en sus causas.23

Después de haber despachado, a fines de 1527, la armada al mando de Saavedra Cerón que iba a las Molucas a socorrer la armada extraviada de García de Loaisa, Cortés continuaba con el propósito de explorar la costa del Pacífico, que al norte del hoy estado de Sinaloa seguía siendo desconocida. Con tal designio, negoció y se le concedió, a fines de 1529, una capitulación y una provisión en las que se establecía que, en sus exploraciones, debería respetar las tierras ya concedidas a gobernadores, es decir, las de la provincia de la Nueva Galicia concedidas a Nuño de Guzmán; que los gastos serían por cuenta de Cortés; que disfrutaría de una doceava parte de las tierras descubiertas; que recibiría el título de gobernador de dichas tierras, y que podría nombrar en ellas justicias.24 Estas exploraciones en la costa occidental de México serían la empresa principal a que se dedicaría Cortés en los años que siguieron a su regreso.

Durante esta estancia en España, Cortés hizo una singular amistad, sobre la cual ha llamado la atención J. H. Elliott, con Juan Dantisco, embajador polaco ante la corte imperial. Y este embajador, amigo de Copérnico y centro de un amplio círculo de humanistas que incluía a Erasmo y a Juan de Valdés, celebró su amistad y admiración por el conquistador en un poema latino que escribió después de que Cortés volvió a Nueva España. “El gran Cortés —escribió el poeta Dantisco— está lejos, el hombre que descubrió todos esos inmensos reinos del Nuevo Mundo. Él gobierna más allá del Ecuador, hasta la estrella del Capricornio, y aunque esté muy lejos no me olvida”.25

REGALOS AL PAPA Y BULAS

Mientras que Cortés seguía a la Corte de Carlos V a Zaragoza, hacia el mes de abril envió a Roma a uno de sus soldados, que era hidalgo, Juan de Rada (o de Herrada, como escribe Bernal Díaz), ante el papa Clemente VII. Llevaba “un rico presente de piedras ricas y joyas de oro, y dos indios maestros de jugar el palo con los pies”, un memorial de lo que había hecho Cortés en la Nueva España y ciertas peticiones. Según Bernal Díaz, único relator de estos hechos, el papa y sus cardenales se holgaron mucho de ver la habilidad de los indios, Su Santidad elogió los grandes servicios que Cortés y sus soldados hicieron a Dios, al emperador Carlos V y a la cristiandad, y envió a sus soldados bulas e indulgencias. Rada y sus acompañantes estuvieron diez días en Roma y el papa hizo al soldado conde palatino, le dio ciertos ducados y una recomendación para le lo hiciesen capitán y le diesen indios en encomienda.26

El memorial que envió Cortés al papa acaso se guarde en el Archivo Vaticano, y no se conocen las bulas para librar de sus pecados a los soldados de la conquista. En cambio, se conocen las dos bulas que Clemente VII envió a Cortés, ambas firmadas en Roma, el 16 de abril de 1529.27 Por la primera de ellas, el papa legitima a tres de los hijos bastardos de Hernán Cortés: a Martín Cortés, el hijo que tuvo con doña Marina o la Malinche; a Luis de Altamirano, el hijo que tuvo con la española Antonia o Elvira Hermosillo; y a Catalina Pizarro, hija de Leonor Pizarro, residente en Cuba, quien luego casó con Juan de Salcedo. Su padre tuvo por esta Catalina, que se llamaba como su madre y que debió ser su primogénita, especial predilección.

La segunda de las bulas tiene dos partes, la que concede a Cortés el patronato del Hospital de la Concepción o de Jesús, que el conquistador construía en la ciudad de México, y al que siempre dio especial atención. Esta primera parte no presentó problemas. En cambio, en la segunda el papa autorizó a Cortés a recibir los diezmos y primicias de las tierras que le pertenecían, los cuales se aplicarían a la construcción de iglesias y hospitales. La Corona prohibió a Cortés el uso de esta exención, ya que se oponía a lo convenido con la Santa Sede en el Real Patronato.28

Sorprende que no se le haya ocurrido a Cortés viajar él mismo a Roma, con sus informes, regalos e indios. Sus Cartas de relación habían sido traducidas al latín y al italiano y él debió ser un personaje admirado. Su presencia en la corte pontificia hubiera sido muy sonada, aunque es posible que sus negocios ante la corte española no le permitieran ausentarse. Por otra parte, pudo desaconsejar el viaje la inmediata llegada de Carlos V, a quien el papa ceñiría en Bolonia, el 22 de febrero de 1530, la corona de hierro de Lombardía, y dos días más tarde la corona de emperador.

Cortés aprovechó su estancia en España para hacer varias gestiones relacionadas con la iglesia novohispana. Según Antonio de Herrera, negoció para el obispo de México, fray Juan de Zumárraga, merced de los diezmos eclesiásticos a partir del 12 de diciembre de 1527 y hasta que se declarasen los límites de su obispado, para ayuda de sus obras. Gestionó también ayudas para la construcción de monasterios franciscanos y para la enseñanza de los niños indios, así como ornamentos, harina y vino para consagrar; autorización para fundar en México un monasterio de monjas franciscanas destinado a indias principales, como los que ya existían en Tezcoco y Huejotzingo; envío de mujeres beatas, de las Órdenes de San Francisco y San Agustín, para que fundasen monasterios, y la promesa de que se enviarían más frailes para que no aflojase la conversión.29

El emperador dispuso que a los indios que había llevado Cortés, así como a otros que estaban en España, se les vistiese y diesen algunos regalos. Y encargó a fray Antonio de Ciudad Rodrigo los acompañase de vuelta a sus tierras y que les comprasen imágenes y cosas de devoción.30 Con este fraile viajaban a la Nueva España fray Bernardino de Sahagún, quien iría a ser investigador eminente de la cultura del México antiguo y, durante el viaje, estos indios le dieron sus primeras lecciones de náhuatl.

LA BODA CON DOÑA JUANA DE ZÚÑIGA

Hernán Cortés tenía en 1529 44 años, llevaba siete de viudo de doña Catalina Xuárez, “tenía mucha fama y hacienda” y aún no tenía hijos legítimos a quienes heredar. Después del escarceo con la doncella doña Francisca de Mendoza, formalizó su compromiso con doña Juana Ramírez de Arellano de Zúñiga. Éste era un matrimonio de conveniencia social y económica. Lo habían negociado, en nombre del ahora marqués del Valle, su padre Martín Cortés y el duque de Béjar, don Arellano de Zúñiga. Doña Juana era sobrina del duque e hija del conde de Aguilar, don Carlos Ramírez de Arellano; y según López de Gómara, quien debió conocerla, era “hermosa mujer”.31 Lo único que sabemos de ella, además, es que Cortés le dio como regalo de bodas las famosas esmeraldas, en cuya descripción y ponderación se extiende el capellán de Cortés e historiador:

Traía Cortés cinco esmeraldas, entre otras que hubo de los indios, finísimas, y que las estimaban en cien mil ducados. La una era labrada como rosa, la otra como corneta, y otra un pece con los ojos de oro, obra de indios maravillosa; otra era como campanilla, con una rica perla por badajo, y guarnecida de oro, con “Bendito quien te crió” por letra; la otra era una tacica con el pie de oro, y con cuatro cadenicas para tenerla, asidas en una perla larga por botón; tenía el bebedero de oro, y por letrero Inter natos mulierum non surrexit major [“Entre los nacidos de mujer no ha existido uno mayor”, San Mateo, XI, 2]. Por esta sola pieza, que era la mejor, le daban unos genoveses, en la Rábida, cuarenta mil ducados, para revender al Gran Turco; pero no las diera él entonces por ningún precio, aunque después las perdiese en Argel cuando fue allá el emperador.32

Como murmuración, que luego suprimió, añadía López de Gómara que la emperatriz Isabel, cuando supo de las esmeraldas, quería verlas y tenerlas, diciendo que las pagaría el emperador; y Cortés se excusó afirmando que ya las había dado a doña Juana. Lo cual, añadido a ingratitudes con otros grandes señores, resfrió sus negocios en la corte.

De estos meses cortesanos se refiere el encuentro que tuvo Cortés con un don Pedro de la Cueva, “hombre feroz y severo”, mayordomo del rey. Después de la más reciente andanada de acusaciones contra el conquistador, hechas por Pánfilo de Narváez, Carlos V había decidido enviar a don Pedro para que, si los males que se decían eran verdad, le cortase la cabeza. El chubasco pasó y don Pedro de la Cueva conoció a Cortés, honrado y ennoblecido, y ambos reían mucho de aquel proyecto y decíale éste: “A luengas vías luengas mentiras”.33

¿Cuándo y dónde casó Cortés? En una de las muy interesantes cartas que escribió el conquistador Diego de Ordaz a su sobrino Francisco Verdugo, desde Toledo, el 2 de abril de 1529, le cuenta:

El gobernador y nuevo marqués del Valle partió desta corte el segundo día de Pascua Florida, que se contaron 29 de marzo. Vase a Béjar a casarse, y de allí a ver a su madre, y a Sevilla a se embarcar.

Así pues, después de haber estado en Zaragoza con el rey, en el curso de abril debió ser la boda, en tierras salmantinas y en la villa de Béjar del duque de ese nombre, que había sido promotor principal del matrimonio. En julio, Cortés siguió a Carlos V a Barcelona, donde recibió las cédulas de honores y mercedes, y se despidió del emperador, que embarcó el día 29 para Italia. En otra carta, del 23 de agosto de 1529, Ordaz dice que Cortés estuvo con su mujer en Mérida, no lejos de Medellín, su pueblo natal, donde recibió noticias de lo que pasaba en Nueva España. Por otra parte, la reina Juana había ordenado que se concedieran honores y facilidades a la pareja en su viaje por Béjar y por Sevilla.34

¿Cómo era doña Juana y cómo fueron sus relaciones con Cortés? De ella sólo se conserva, por ahora, un fragmento de la carta que envió a su marido en 1536, cuando tardaba demasiado en volver de su expedición a California, en palabras que muestran que lo entendía y que tenía buen estilo:

y escribió muy afectuosamente al marqués, su marido —cuenta Bernal Díaz—, con palabras y ruegos que luego se volviese a México, a su estado y marquesado, y que mirase los hijos e hijas que tenía, y dejase de porfiar más con la fortuna y se contentase con los heroicos hechos y fama que en todas partes hay de su persona.35

Acerca de doña Juana, ya viuda, encuentro un par de indicios. Cuando en 1549 el escribano Francisco Díaz fue a Cuernavaca con el objeto de hacer el inventario de los bienes de Cortés, solicitado por los herederos y autorizado por el rey, la marquesa doña Juana, a quien no parecieron agradarle estos actos testamentarios promovidos por su hijo Martín, heredero del marquesado, no se dignó hablar con el escribano, ni permitió el paso a sus aposentos en la parte superior de la casa, ni consintió que entrasen en el inventario sus joyas y ropas personales. Doña Juana se limitó a comisionar a su camarera, Lucía de Paz —que debió ser pariente de Cortés— para que guiase al escribano y le mostrase las pertenencias del difunto marqués del Valle.36

Otro rasgo de la “imperiosa y arrogante” doña Juana aparece, años más tarde, en un juicio seguido contra ella en 1550. La marquesa daba un trato humillante a su hijastra Catalina Pizarro y, con la complicidad del apoderado y albacea testamentario, el licenciado Juan Altamirano, forzó a la muchacha a firmar documentos por los que cedía sus propiedades cercanas a Cuernavaca y, también contra su voluntad, y con la ayuda del duque de Medina Sidonia, Catalina fue internada en el convento dominico de la Madre de Dios, en Sanlúcar de Barrameda, donde, como las heroínas de las Crónicas italianas de Stendhal, debió pasar el resto de su triste vida. Consta que allí estaba en 1565.37

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Estatua orante de doña Juana de Zúñiga. Diego de Pesquera, 1575. Antecapilla de la Casa de Pilatos, Sevilla. Cortesía de Antonio Sánchez González, director del Archivo Ducal de Medinaceli.

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Estatua orante de doña Juana Cortés, hija del conquistador. Diego de Pesquera, 1575. Antecapilla de la Casa de Pilatos, Sevilla. Cortesía de Antonio Sánchez González, director del Archivo Ducal de Medinaceli.

En fin, de doña Juana de Zúñiga existe una estatua orante, junto a otra de su hija Juana Cortés.38 La figura está tan cubierta por un gran manto que sólo deja descubierta la cara y parte de las manos. La estatua, obra de Diego de Pesquera y de pobre factura artística, está hecha en 1575, cuando doña Juana ya era anciana, por lo que su representación debe ser convencional: nariz recta y altiva, grandes ojos saltones, boca pequeña y tensa, mentón prominente y largas manos sin joyas.

De Cortés para su segunda mujer no se ha encontrado carta alguna que permita adivinar sus relaciones y sentimientos. Lo único que se conoce es un fragmento de recado, escrito hacia 1535 cuando Cortés se encontraba en Zacatula, que sólo muestra un pique irónico para Pedro de Alvarado:

Señora: mucho os encargo toméis cuidado de que sea curado mi halcón el Alvarado, que sabéis mucho quiero, por lo que a vos lo encomiendo.39

Y una alusión en la última carta que escribe Cortés a Carlos V en 1544:

porque he sesenta años y anda en cinco que salí de mi casa, y no tengo más de un hijo varón que me suceda, y aunque tengo la mujer moza para poder tener más, mi edad no sufre esperar mucho.40

Es posible que las relaciones de don Hernán y doña Juana no hayan sido joviales. Ella debió ser arrogante, envanecida por sus noblezas, y pudo sentirse frustrada por vivir en la aldea de indios que entonces era Cuernavaca, alejada de todo trato social. Cortés, por su parte, estaba todo el tiempo atareado en sus expediciones marítimas o en cacerías, irritado por centenares de litigios y conflictos, habituado a disponer de un harén privado —aunque parecen haberlo tranquilizado el matrimonio y las murmuraciones—, y en 1540 se fue a España para no volver. Pero tuvieron seis hijos, aunque los dos primeros murieron niños.

La frialdad de las relaciones de Cortés con su mujer se transparenta en su Testamento. Don Hernán dispuso (cláusula XX) que se le devolviera la dote de 10 000 ducados que recibió de ella, pero nada más; aunque sí la nombra albacea en México, junto con el obispo fray Juan de Zumárraga, fray Domingo de Betanzos y el licenciado Juan Altamirano (cláusula LXIV).

LOS ONCE HIJOS Y EL POSIBLE

Cortés había tenido antes de su segundo matrimonio cinco hijos, dos con mujeres españolas y tres con indígenas.

La primogénita parece haber sido Catalina Pizarro —que llevaba el mismo nombre que la madre de Cortés—, nacida hacia 1514 o 1515 en Santiago de Cuba o más tarde en Nueva España, y su madre fue Leonor Pizarro, residente en la isla y acaso pariente de Cortés,41 quien en México casaría con Juan de Salcedo. Cortés dedicó las cláusulas XXV a XXXII de su Testamento a proteger a esta Catalina, por quien sentía especial cariño y a la que haría legitimar en 1529. A pesar de ello, Catalina tuvo un destino amargo, como antes se ha narrado, pues fue despojada de sus bienes y, contra su voluntad, recluida en un convento.

Martín Cortés, primer hijo varón y primero de este nombre —el del padre de Cortés—, nació hacia 1522 probablemente en Coyoacán. Su madre fue Malintzin, bautizada como Marina y llamada la Malinche, lengua india, aliada y amor de Cortés. Doña Marina casó en 1524 con Juan Jaramillo, cerca de Orizaba y al principio de la expedición a las Hibueras, con quien tuvo una hija, María. Doña Marina murió poco después, en 1527, quizá en una de las pestes de viruela. Su padre se ocupó de la educación de Martín y, según decía, no lo quería menos que al otro Martín. En 1529 obtuvo su legitimación del papa Clemente VII, en unión de sus medios hermanos Luis de Altamirano y Catalina Pizarro. Recibió el hábito de Santiago. Casó con Bernaldina de Porras y tuvieron un hijo al que llamaron Fernando, como el abuelo ilustre. Junto con el otro Martín, el segundo marqués del Valle, se vio envuelto en la conjuración de 1565. En el proceso que se le siguió fue atormentado y luego desterrado a España. Participó en una de las guerras contra los moros. Murió hacia el fin del siglo.42

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Escudo de armas de Hernán Cortés, marqués del Valle de Oaxaca, y su firma, 6 de junio de 1529.

Luis Cortés —o Altamirano, como se le llama en la bula papal— nació hacia 1525 y fue hijo de la española Antonia o Elvira Hermosillo, y también fue legitimado. Su padre lo llevó a España en el viaje de 1540. Recibió la Orden de Calatrava. Casó con doña Guiomar Vázquez de Escobar, sobrina de Bernardino Vázquez de Tapia, conquistador enemigo de Cortés, lo que pudo ser la razón de que lo desheredara su padre en el codicilio añadido a su Testamento pocas horas antes de morir.43

Leonor Cortés y Moctezuma nació hacia 1527 en la ciudad de México y fue hija de Tecuichpo o Ichcaxóchitl (Flor de algodón), que cristianizada se llamó doña Isabel Moctezuma (1509-1550), hija preferida de Motecuhzoma II, señor de México. Entre los matrimonios de Isabel con Alonso de Grado y con Pedro Gallego, nació Leonor, después de que Cortés llevó a su madre a vivir en su casa. Doña Isabel casaría después con Juan Cano. Leonor casó con el vizcaíno Juan de Tolosa, “el rico”, uno de los conquistadores de Zacatecas.44

María. De ella sólo se sabe que fue hija de “una princesa azteca”, acaso la prima de doña Ana, otra pariente de Motecuhzoma, de quien el malqueriente de Cortés, Vázquez de Tapia, dijo en el juicio de residencia que estaba “preñada del mismo don Fernando”. Bernal Díaz añade que “nació contrahecha”.45

¿Y aquel Amadorcico, el niño que Cortés encargó con tanto empeño a su mayordomo Santa Cruz en 1528, antes de salir para España? Pudo ser el más pequeño de sus hijos naturales, y acaso murió antes de que dictara su Testamento, ya que no lo menciona.46

Con su segunda esposa, doña Juana de Zúñiga, el marqués del Valle tuvo seis hijos. Los dos primeros murieron poco después de nacer: Luis, en 1530, en Tezcoco, y Catalina, en 1531, en Cuernavaca. Al final de la carta que escribió Cortés a su pariente y procurador el licenciado Núñez, a mediados de 1532, desde Cuernavaca, le decía: “El hijo e hija que Dios nos había dado, se murieron. Ahora está preñada” (doña Juana).47 El tercer hijo sería Martín.

Martín Cortés, el sucesor y futuro segundo marqués del Valle, nació en Cuernavaca en 1532. Fue a España con su padre en 1540 y entró al servicio de Carlos V y luego de Felipe II. Casó con su prima y sobrina Ana Ramírez de Arellano, con quien tuvo a Fernando —otro Fernando—, que sería el tercer marqués del Valle. Estuvo junto a su padre en su muerte. Volvió a México en 1562. Fue muy celebrado por los hijos de los conquistadores y llevó una vida de boato y ostentación. Se le tuvo por jefe de la supuesta conjuración de 1565 para “alzarse con la tierra”. Sus amigos, los hermanos Alonso y Gil González de Ávila, fueron declarados culpables y decapitados en la Plaza Mayor de la ciudad de México, la noche del 3 de agosto de 1566, acontecimiento al que dedicó una sentida “Relación fúnebre” el poeta Luis de Sandoval Zapata. Don Martín, ya segundo marqués del Valle, fue aprehendido poco antes, todos sus bienes secuestrados y finalmente fue trasladado a España, en 1567, para ser juzgado. El Consejo de Indias encontró culpable a este don Martín y a su medio hermano Luis y los condenó a destierro, multas y secuestro de bienes, penas que sólo en 1574 fueron levantadas, menos las multas. Don Martín nunca volvió a México. Enviudó y volvió a casar con Magdalena Manrique de Guzmán, con quien no tuvo descendencia. Murió don Martín Cortés en Madrid el 13 de agosto de 1589, aniversario de la toma de México por su padre.

Las tres hijas menores de don Hernán y doña Juana, María, Catalina y Juana, debieron nacer en Cuernavaca entre 1533 y 1536. En la cláusula XXI del Testamento, Cortés encarga que se cumpla lo concertado con el marqués de Astorga para el matrimonio de su hijo Álvar Pérez Osorio con María Cortés. La desconcertación de este matrimonio fue la causa, según Bernal Díaz,48 de la última enfermedad y muerte de Cortés, por “tanto enojo” que tuvo. Conway hace notar, con razón, que en el codicilio que añadió a su Testamento el mismo día de su muerte, Cortés encargó a Martín, el hijo sucesor, que en todo se cumplan “los capítulos de casamientos” concertados con el marqués de Astorga, a quien además nombra uno de los tutores de sus hijos. Por otra parte, María Cortés sólo llegó a España a principios de 1548, ya muerto su padre, y entonces debe haber ocurrido el rompimiento. María casó más tarde con Luis de Quiñones, quinto conde de Luna.49

Catalina Cortés murió soltera en Sevilla, después de la muerte de su padre.

Juana Cortés, la hija menor, casó en 1564 con don Fernando Enríquez de Ribera (1527-1594), segundo duque de Alcalá de los Gazules, tercer marqués de Tarifa, etcétera, propietario del palacio denominado Casa de Pilatos, en Sevilla, asiento actual del Archivo Ducal de Medinaceli. Ello explica que en esta Casa de Pilatos se encuentren dos estatuas orantes, hechas en 1575 por el escultor Diego de Pesquera, una de doña Juana de Zúñiga, la marquesa viuda de Cortés, antes descrita, y otra de su hija doña Juana Cortés, ésta con un libro en las manos.50

Es curioso advertir cómo en los nombres de los once hijos, naturales y de matrimonio, hay repeticiones de un grupo a otro y aun reposición de los muertos. Hay dos Martines, como el padre de Cortés; tres Catalinas, como la madre; dos Marías, como la abuela paterna, y una Juana, como la marquesa. Hay dos Luises y una Leonor, sin antecedentes. Y ningún Hernán, que sólo reaparecerá en dos nietos Fernandos.

Ninguno de los hijos de Cortés fue religioso, cosa rara en la época.

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Árbol genealógico de Hernán Cortés.

LOS DOCE O TRECE PRIMOS

Cortés no tuvo hermanos pero sí numerosos primos y primas, es de suponerse que algunos más o menos lejanos. Como entonces se elegían los apellidos al gusto entre los de la ascendencia, es difícil precisar la cercanía de su parentesco. Muchos de ellos vinieron a Nueva España después de la conquista de México, y desempeñaron razonablemente los cargos que recibieron, con la excepción de un abusivo. Varios perecieron en sus empresas y los que vivieron quedaron ricos.

He aquí un primer intento de nómina alfabética de los primos con sus hechos más notorios:

Fray Diego Altamirano, franciscano. Va por Cortés a las Hibueras y después viaja a España con encargos del conquistador.

Juana Altamirano y Pizarro, de Medellín. Casó con el licenciado Juan Altamirano, abogado y administrador de los bienes de Cortés.

Juan o Alonso de Ávalos, hermano de Hernando de Saavedra. Ambos reciben en encomienda los pueblos jaliscienses de la llamada Provincia de Ávalos. Juan va a las Hibueras y muere en un naufragio al regreso de esa expedición.

Diego Becerra de Mendoza, “pariente”, hidalgo de Mérida, capitán de la expedición de octubre de 1533 a las costas del Pacífico. Es asesinado por el piloto Fortún Jiménez.

Francisco de las Casas, de Trujillo. Viene de España a traer a Cortés la cédula de gobernador. Primer alcalde mayor de la ciudad de México en 1524. Enviado a las Hibueras a hacer justicia en la infidelidad de Cristóbal de Olid, al que decapita. En enero de 1526 Cortés lo nombra justicia mayor, gobernador y capitán general interino de Nueva España, cargos que no llega a ocupar. Al volver a la ciudad de México, el factor Salazar y el veedor Chirinos lo apresan y envían a España. Más adelante tiene litigios con Cortés, quien le perdona deudas.

Francisco Cortés de San Buenaventura, capitán en la expedición a Colima y regiones vecinas de 1524, hace una buena Relación de esa visita.

Diego Hurtado de Mendoza. En enero de 1524 es enviado a explorar la costa atlántica centroamericana en busca del estrecho. Más tarde, alguacil mayor en Trujillo, Honduras. En mayo de 1532 va como capitán de una armada a explorar las costas del Mar del Sur en la Nueva España, al norte de la Nueva Galicia. Los soldados de un navío se le amotinan y vuelven. La nave en que va Hurtado de Mendoza desaparece.

Licenciado Francisco Núñez, medio hermano de Rodrigo y Pedro de Paz. Representante muy eficiente de Cortés en Castilla, desde 1522 hasta 1546, en que muere Núñez. En unas declaraciones de Cortés de abril de 1546 dice:

quel dicho licenciado Núñez es hijo de una mujer que hubo su agüelo deste declarante en una fulana de Paz, e que no era hija de su agüela deste declarante, e que sabe ques hijo de un Francisco Núñez, escribano que era en Salamanca.

Nicolás Palacios Rubios, al que se le muere un caballo en el Petén-Itzá, en la expedición a las Hibueras. Camarero mayor de Cortés en 1527 y encargado de hacer los pagos durante la preparación de la armada que fue a las Molucas.51

Rodrigo de Paz, junto con Francisco de las Casas, viene de España en 1523 a traer a Cortés su cédula de gobernador. Alguacil mayor, regidor del ayuntamiento y mayordomo al que Cortés encarga la custodia de sus bienes en la ciudad de México durante la expedición a las Hibueras. Para que denunciara dónde se guardaban los tesoros, lo atormentan y ahorcan Salazar y Chirinos.

Pedro de Paz, hermano de Rodrigo. Intenta matar al contador Albornoz.

Lucía de Paz, camarera de la marquesa doña Juana. Puede ser hermana de los anteriores.

Álvaro de Saavedra Cerón, marino infortunado y valeroso al que confía Cortés la expedición a las Molucas de 1527, para auxiliar la armada de García de Loaisa. Logra encontrar al capitán De la Torre, superviviente de esa armada en la isla de Tidore, y le da importante auxilio. Muere en una travesía, al intentar el regreso, el 19 de octubre de 1529.

Otro Álvaro de Saavedra, probablemente hijo del anterior, va también en esa expedición a las Molucas, como veedor. Se ignora su destino.

Hernando de Saavedra, hermano de Juan de Ávalos. Cuida las minas de plata de Tamazula. Cortés lo deja como lugarteniente en Trujillo, Honduras, en 1525.

CRONOLOGÍA (TENTATIVA) DE ESTA ETAPA

1526

 

   

20 de junio

Carlos V ordena a Cortés que prepare una armada para auxiliar en las Molucas las de García de Loaisa y Caboto.

   

27 de junio

En su último acto como gobernante, Cortés hace donación de tierras a las hijas de Motecuhzoma.

   

3 de septiembre

Marcos de Aguilar obliga a Cortés a renunciar a los cargos de capitán general y repartidor de los indios.

   

25 de septiembre

Envía a España joyas de oro indígenas.

   

26 de septiembre

Comunica a su padre el primer esbozo de los pueblos de Nueva España que solicitará al rey.

   

1527

 

   

1° de marzo

Muere Marcos de Aguilar, gobernador y justicia mayor.

   

Marzo-agosto

Gonzalo de Sandoval y Alonso de Estrada sustituyen a Aguilar en el gobierno de Nueva España.

   

28 de mayo

Instrucciones de Cortés a Álvaro de Saavedra Cerón para el viaje a las Molucas con el fin de auxiliar la armada de García de Loaisa.

   

22 de agosto

Alonso de Estrada gobierna solo la Nueva España.

   

Ca. septiembre-octubre

Enemistad de Estrada contra Cortés, al que destierra de la ciudad de México. Cortés se va a Coyoacán y luego a Tezcoco y Tlaxcala.

   

19 de octubre

Llega el primer obispo de Tlaxcala, fray Julián Garcés, y poco después trata de restablecer la amistad entre Estrada y Cortés.

   

31 de octubre

Salen de Zihuatanejo hacia las Molucas tres naves al mando de Saavedra Cerón.

   

1528

 

   

5 de abril

Carlos V envía instrucciones a Cortés para que viaje a España. En la misma fecha, el rey firma instrucciones para que la Audiencia haga juicio de residencia a Cortés.

   

Mediados de abril

Cortés sale de Veracruz a España.

   

Fines de mayo

Llega al puerto de Palos. Sigue a La Rábida, Sevilla, Medellín, Monasterio de Guadalupe y Toledo.

   

Julio

Primera entrevista con el emperador Carlos V en Toledo.

   

25 de julio

Dirige al rey, desde Madrid, un memorial de peticiones.

   

9 de diciembre

Estrada termina sus funciones como gobernador de Nueva España. Comienza a gobernar la primera Audiencia, con Nuño de Guzmán como presidente y los licenciados Juan Ortiz de Matienzo y Diego Delgadillo como oidores. Dos oidores más, Alonso de Parada y Francisco Maldonado, mueren poco después de su llegada. Con los oidores, que llegan a la ciudad hacia el 6 de diciembre, viene el obispo electo fray Juan de Zumárraga, nombrado además Protector de los Indios.

   

1529

 

   

Enero

Se inician en la ciudad de México los interrogatorios de los testigos contrarios a Cortés en el juicio de residencia.

   

Abril

Cortés viaja a Zaragoza con Carlos V.

   

16 de abril

Envía a Roma, ante el papa Clemente VII, a Juan de Rada, con memorial, regalos y exhibiciones de indios. Obtiene en esta fecha bulas legitimando a tres de sus hijos y concediéndole el patronato del Hospital de la Concepción o de Jesús y los diezmos de sus tierras.

   

Abril

Casa en Béjar con doña Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar y sobrina del duque de Béjar.

   

Julio

Viaja a Barcelona para despedir a Carlos V.

   

6 de julio

Recibe del rey las cédulas de mercedes y honores: merced de 23 000 vasallos en 22 pueblos, título de marqués del Valle de Oaxaca y nuevo nombramiento como capitán general de la Nueva España y del Mar del Sur.

   

27 de julio

Recibe merced de tierras en la ciudad de México y alrededores.

   

Misma fecha

Licencia para fundar un mayorazgo, que Cortés no utilizará hasta el 9 de enero de 1535.

   

30 de julio

Francisco de Terrazas, su mayordomo, le escribe desde México informándole que los oidores de la primera Audiencia persiguen a sus amigos y criados y le han quitado cuanto tenía en la Nueva España.

   

27 de octubre

Capitulación de la reina con Cortés para descubrimientos en el Mar del Sur.

1 Bernal Díaz, cap. CCVI.

2 Herrera, década IVª, lib. IV, cap. I.

3 Carlos Pereyra, Hernán Cortés, M. Aguilar, Editor, Madrid, 1931, Tercera parte, “El marqués del Valle”, p. 391.

4 Bernal Díaz, cap. CXCV.

5 Fray Gabriel de Talavera, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe, Toledo, 1597, f. 178: citado por Federico Gómez de Orozco, “¿El exvoto de don Hernando Cortés?”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, México, 1942, núm. 8, pp. 51-54, ref. pp. 51-52.

6 Fray Francisco de San Joseph, Historia universal de Nuestra Señora de Guadalupe, Madrid, 1743, cap. LXXI, f. 143, núm. 11: citado en ibid., p. 52.

7 Gómez de Orozco, ibid.

8 Manuel Toussaint, “El criterio artístico de Hernán Cortés”, Estudios Americanos, Madrid, 1948, vol. 1, núm. 1, p. 91.— El supuesto exvoto de Cortés que guarda el Instituto de Valencia de don Juan (Fortuny 43, Madrid) no se encontraba en exhibición en octubre de 1985.

9 Bernal Díaz, cap. CXCV.

10 Herrera, ibid.

11 Bernal Díaz, ibid.

12 Memorial de peticiones de Hernán Cortés a Carlos V y avisos para la conservación de los naturales y aumento de las rentas reales, Madrid, 25 de julio de 1528: en Documentos, sección V.

13 Ramón Iglesia, “Hernán Cortés”, Cronistas e historiadores de la conquista de México. El ciclo de Hernán Cortés, El Colegio de México, México, 1942, pp. 54-55.

14 Carta de Hernán Cortés a su padre Martín Cortés, Temixtitan, 26 de septiembre de 1526, en Documentos, sección III.— Memorial de peticiones…, op. cit.— y Cédula de Carlos V y la reina Juana en que hacen merced a Hernán Cortés de veintitrés mil vasallos, Barcelona, 6 de julio de 1529, en Documentos, sección V.— Véase Bernardo García Marúnez, El Marquesado del Valle, El Colegio de México, México, 1969, con buenos mapas de las siete jurisdicciones del marquesado.

Años más tarde, Cortés dirigió a la Audiencia de México una Petición para que le sea respetada la posesión de los pueblos que le fueron concedidos, México, 21 de octubre de 1532 (en Documentos, sección VI), a la cual añadió un Memorial importante para este tema, ya que enumera en él los pueblos y estancias comprendidos en los pueblos-cabeceras que obtuvo, casi siempre basado en las jurisdicciones de los antiguos señoríos indígenas. Esta lista permite conocer la enorme extensión de las tierras que según Cortés comprendía la merced real, aunque su cumplimiento y posesión fue negocio largo y complejo.

15 Instrucción secreta de Carlos V a la Audiencia sobre los pueblos que deben asignarse a la Corona, Madrid, 5 de abril de 1528, en Documentos, sección V.

16 “Carta del oidor Juan Salmerón a Carlos V”, México, 30 de marzo de 1531, en Colección de Juan Bautista Muñoz, t. LXXIX, f. 22 v.

17 “Parecer de don Sebastián Ramírez de Fuenleal”, México, 1532, en García Icazbalceta, CDHM, t. II, pp. 175-177.

18 Cédula de Carlos V en que hace merced a Hernán Cortés de los peñoles de Xico y Tepeapulco, Barcelona, 6 de julio de 1529.— Cédula de Carlos V en que hace merced a Hernán Cortés de las tierras y solares que tenía en la ciudad de México, Barcelona, 27 de julio de 1529, en Documentos, sección V.

19 Cédula del emperador Carlos V concediendo título de marqués del Valle de Oaxaca a Hernando Cortés, Barcelona, 6 de julio de 1529.— Cédula del emperador Carlos V nombrando capitán general de Nueua España a Hernando Cortés, Barcelona, 6 de julio de 1529, en Documentos, sección V.

20 Fundación del mayorazgo de Hernán Cortés, marqués del Valle, Barcelona, 27 de julio de 1529; Colima, 9 de enero de 1535, en Documentes, sección VI.

21 Carta de Carlos V a Hernán Cortés en la que amplía su nombramiento de capitán general de Nueva España a del Mar del Sur, Zaragoza, 1° de abril de 1529, en Documentos, sección V.

22 López de Gómara, cap. CXCIII.

23 Cédula y sobrecédula de Carlos V a la Audiencia de Nueva España para que se respeten las propiedades de Hernán Cortés durante su ausencia, Monzón, 26 de junio de 1528, y Madrid, 12 de septiembre de 1528.— Cédula de Carlos V a la Audiencia de Nueva España para que se pague a Hernán Cortés lo que gastó en la expedición a las islas del Maluco, Zaragoza, 1° de abril de 1529.— Cédula de Carlos V al Consejo de las Indias en que ordena se averigüe lo del dinero que dice Cortés se le retuvo y destinaba para su viaje a España, Barcelona, 27 de julio de 1529.— Cédula de Carlos V y la reina Juana a la Audiencia de Nueva España en que manda restituir las multas impuestas a quienes habían jugado, Madrid, 11 de noviembre de 1529, y sobrecédula de Madrid, 11 de marzo de 1530.— Cédula de la reina Juana a la Audiencia de Nueva España para que se haga justicia en las causas que atañen a Hernán Cortés, Madrid, 9 de junio de 1530, todas en Documentos, sección V.

24 Capitulación de la reina Juana para descubrimientos en el Mar del Sur, Madrid, 27 de octubre de 1529.— Provisión por la que el rey concede a Hernán Cortés pueda descubrir y poblar en el Mar del Sur y tierra firme…, Madrid, 5 de noviembre de1529, en Documentos, sección V.

25 Ioannis Dantisci poetae laureati carmina, ed. Stanislas Skimina, Cracovia, 1950, carmen xlix, 85-90.— A. Paz y Melia, “El embajador polaco Juan Dantisco en la corte de Carlos V”, Boletín de la Academia Española, Madrid, 1924-1925, t. XI y XII, citados por J. H. Elliott, “The mental world of Hernán Cortés”, Transactions of the Royal Historical Society, Londres, 1969, 5ª serie, vol. 17, pp. 56-57.

26 Bernal Díaz, cap. CXCV.— Juan de Rada —añade el cronista— se fue al Perú, donde “fue tan privado de don Diego de Almagro, el capitán de los que mataron a don Francisco Pizarro el Viejo, y después maestre de campo de Almagro el Mozo, y se halló en dar la batalla a Vaca de Castro, cuando desbarataron a don Diego de Almagro el Mozo”.

27 Bula del papa Clemente VII legitimando a tres de los hijos naturales de Hernán Cortés, Roma, 16 de abril de 1529.— Bula del papa Clemente VII concediendo a Hernán Cortés el patronato del Hospital de Jesús y los diezmos de las tierras que habia recibido, Roma, 16 de abril de 1529, en Documentos, sección V.

28 Carta de la reina Juana a la Audiencia de Nueva España acerca de los vasallos y montes de Hernán Cortés y la exención del pago de los diezmos, Medina del Campo, 20 de marzo de 1532.— Pleito sobre la bula papal que eximía a Cortés del pago de los diezmos en sus posesiones de Nueva España, México-Temixtitan, agosto-octubre de 1532.— Cédula de la reina Juana a Hernán Cortés en que le reitera la orden de no usar las bulas que lo eximen del pago de diezmos, Barcelona, 20 de abril de 1533, en Documentos, sección VI.

29 Herrera, década IVª, lib. VI, cap. IV.— Las beatas vinieron en la comitiva de Cortés, encomendadas a su mujer, doña Juana de Zúñiga.

30 Ibid.

31 López de Gómara, cap. CXCIV.

32 Ibid.— Ocurre preguntarse: ¿por qué llevaba Cortés las esmeraldas si las había regalado a su mujer?

33 López de Gómara, cap. CXCV.

34 Enrique Otte, “Nueve cartas de Diego de Ordás”, Historia Mexicana, El Colegio de México, julio-septiembre de 1964, 53, vol. XIV, núm. 1, pp. 105 y 112 (en el número siguiente se concluye la publicación).— Cédula de la reina Juana para que se concedan honores a Hernán Cortés durante su viaje a Nueva España, Toledo, 5 de abril de 1529, en Documentos, sección V. El viaje se haría un año después.

35 Bernal Díaz, cap. CC.

36 Véase “Nota general” al Inventario de los bienes de Hernán Cortés, 1549, en Documentos, sección VIII, Apéndice.

37 Publicaciones del Archivo General de la Nación, VII, La vida colonial, México, 1923, pp. 9-25.— Juicio reproducido en parte en la edición de Conway del Testamento de Cortés, n. 11, pp. 72-77.— Véase nota 14 al Testamento en Documentos, sección VII.

38 Doña Juana Cortés casó en 1564 con don Fernando Enríquez de Ribera, segundo conde de Alcalá de los Gazules, propietario del palacio llamado Casa de Pilatos, en Sevilla. Esto explica que las estatuas orantes de madre e hija se encuentren allí.

39 Fragmento reproducido en Federico Gómez de Orozco, El mobiliario y la decoración en la Nueva España en el siglo XVI, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, 1983, p. 90, quien añade: “La carta, que existe en el Archivo del Hospital de Jesús, la tenía fotocopiada M. Conway, quien me la mostró”. La carta no ha sido encontrada en dicho archivo.

40 Última carta de Hernán Cortés a Carlos V, Valladolid, 3 de febrero de 1544, en Documentos, sección VII.

41 “Tuvo Cortés un hijo o una hija, no sé si en su mujer, y suplicó a Diego Velázquez que tuviese por bien de se lo sacar de la pila del baptismo y ser su compadre”, escribió Las Casas en su Historia de las Indias (lib. III, cap. XXVII). Si hubiese sido de Catalina Xuárez y el niño hubiese muerto, ello se habría mencionado como prueba de los vínculos que la unieron a Cortés, en el proceso por gananciales del matrimonio, seguido contra Cortés en 1529.

Bernal Díaz afirma que Leonor Pizarro era “una india de Cuba que se decía doña fulana Pizarro” (cap. CCIV). Lo de india como aborigen parece improbable.

Por otra parte, en la probanza de 1550 contra su madrastra doña Juana de Zúñiga (La vida colonial, op. cit., p. 29), Catalina Pizarro, hija de Leonor Pizarro y de Hernán Cortés, y que debió ser la primogénita, afirmó ser nacida en Nueva España. Si esto es verdad, lo que es improbable, el hijo o hija nacido en Cuba y apadrinado por Velázquez fue otro del que no queda rastro.

42 En carta al licenciado Núñez, su procurador en Castilla, al tener noticias de que este Martín estaba enfermo, Cortés le encarece su cuidado y le dice: “No le quiero menos que al que Dios me ha dado con la marquesa”: Carta de Hernán Cortés al licenciado Núñez, Puerto de Santiago, 20 de junio de 1533, en Documentos, sección VI.— G. R. G. Conway, Notas a la Postrera voluntad y testamento de Hernando Cortés, marqués del Valle, trad. de Edmundo O’Gorman, Editorial Pedro Robredo, México, 1940, n. 10, pp. 70-72.

43 Francisco Fernández del Castillo, “El testamento de Hernán Cortés”, Anales del Museo Nacional, México, 1925, 5ª época, t. I, núm. 4, p. 437.— Conway, op. cit., n. 10, p. 71 y n. 24, p. 86.

44 Baltasar Dorantes de Carranza, Sumaria relación, p. 100.— Conway, n. 12, pp. 77-78.

45 Algunas respuestas de Bernardino Vázquez de Tapia, México, 1529, en Documentos, sección IV. — Bernal Díaz, cap. CCIV.

46 Véanse los Encargos de Hernán Cortés a su mayordomo Francisco Santa Cruz, México, 6 de marzo de 1528, en Documentos, sección III.

47 Carta de Hernán Cortés a su procurador “ad litem” Francisco Núñez acerca de sus negocios ante la Corte (con pasajes cifrados), Cuernavaca, 25 de junio de 1532, en Documentos, sección VI.

48 Bernal Díaz, cap. CCIV.

49 Conway, op. cit., n. 8, pp. 69-70.

50 Informes proporcionados por don Antonio Sánchez González, director del Archivo Ducal de Medinaceli, en cartas a JLM del 23 de julio y 16 de septiembre de 1985.

51 Primo de Cortés según Luis Romero Solano, Expedición cortesiana a las Malucas, 1527, p. 215.