-A propósito, usted debe saber mi nombre, pero todavía no sé el suyo…

El ruso lo mira y sonríe.

-Qué descuido.. tiene razón. Me llamo Melekin, Alexandr Melekin, general. Espero novedades de usted- Melekin le estrecha su mano.

-Adiós-Cerito saludó y se subió a su vehículo y se marchó de allí. La lluvia había cesado, por suerte. Esperaba volver a su oficina en Moscú sin contratiempos tal como fué el viaje de ida, y que la policía no lo detenga para pedirle algún soborno.

Apenas llegó a su despacho, oscurecía y su secretaría ya se había ido. Lo de armar un catálogo de vehículos 4 x 4 americanos podía esperar. En parte para cumplir con Washington, y en parte no para después posponerlo y quizás olvidarse, envió por su laptop un email a una dirección que el funcionario de la embajada USA le había dado para asuntos importantes. Buscó “Alexandr Melekin” en un buscador de internet, copió un artículo referido a él y lo pagó en el email. Envió el correo electrónico, apagó la laptop y se marchó.

 

Cuando llegó la información a Langley, Sennekis no podía creerlo.

-Bang!. Acabamos de hacer un jonrón!- fue la exclamación excitada del encargado de Rusia en la CIA al enterarse que Cerito había establecido contacto nada menos con el número 2 al mando de la fuerza de misiles estratégicos de la Federación Rusa.

Sennekis sabía que si Michael Cerito podía usar sus dotes de vendedor para reclutar a Melekin, iba a ser el mayor triunfo de la historia de la CIA desde Oleg Penkovsky

Sin duda, había que hacer llamar a Cerito a una casa segura en Moscú y hablar con él y darle instrucciones acerca de cómo seguir. Oprimió el conmutador de su escritorio para llamar a su secretaria. Del aparato salió raídamente una voz femenina.

-Sí señor Sennekis?

-Cónsigame el primer vuelo a Moscú-exclamó

Mientras tanto, Williams manejaba el asunto con más calma. Había reclutado a Fabiana Cerito y le colocó en Buenos Aires una ONG con el rimbombante nombre de “Defensa republicana”, para canalizar por allí el financiamiento necesario para que Fabiana encontrara entre sus amistades gente con influencia capaz de mantener informado al gobierno de Washington sobre lo que el gobierno argentino hacía o dejaba de hacer, y al mismo tiempo, que la ONG se ocupara de sobornar periodistas, jueces y políticos que puedan crear dificultades al gobierno y si es posible, desestabilizarlo. Los gobiernos progresistas no tienen cabida en la doctrina de Estados Unidos para Latinoamérica.

Y fue entonces cuando contrainteligencia de la SIME le llamó la atención las actividades de la ONG “Defensa republicana” y comenzaron entonces a monitorearlos de cerca… e informar al ministro de defensa Sanchez.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5.-AVANZANDO HACIA EL OBJETIVO

 

George Sennekis logró tomar un vuelo de Air France que en poco más de nueve horas y media lo depositó en el aeropuerto de Shemeretyevo al anochecer. Llegó como un pasajero común y corriente, por ende pasó por el control de pasaportes y aduana como todo el mundo. Tomó un taxi que lo llevó al hotel Metropol. Allí tomó una ducha, descansó un par de horas y de paso, tratar de recuperarse del jet lag. Al despertarse, bajó al comedor a cenar frugalmente una sopa de col (Shchi) acompañado de un poco de vodka. Moscú era familiar para Sennekis, estuvo allí varias veces durante la Guerra Fría siendo muy joven, trabajando de forma encubierta desde la embajada de Estados Unidos en Moscú, y esta era la primera vez que estaba allí pero siendo justamente el encargado de asuntos rusos… un pez gordo para el FSB (Servicio Federal de Seguridad) de Rusia, si lo conocieran, pero gracias a desertores ex KGB y otros rusos importantes que se dejaron caer en los brazos de la CIA, no había constancia alguna que los rusos alguna vez hayan descubierto la identidad de Sennekis, ni antes ni ahora.

Con su teléfono celular, se comunicó con Michael Cerito avisándole que estaba en Moscú y que se reuniría con él en su oficina a las 2 AM. Por supuesto que era un horario de encuentro por demás inusual, pero la situación así lo exigía y Sennekis quería irse a la mañana siguiente en el primer vuelo a Washington antes de que los rusos de den cuenta que estuvo en la ciudad.

Volvió a su habitación y descansó otra hora. Se afeitó y se cambió de ropa, poniéndose un traje gastado azul y una gabardina y llevando en su cabeza una ushanka (gorro de piel), para pasar por un ruso común y corriente. Tomó un taxi que lo llevó a la entrada de la oficina de Cerito. Éste ya lo esperaba en la puerta. Se estrecharon la mano y entraron. Cerito en su oficina solo encendió la lámpara de escritorio, y se sentaron frente a frente. Como siempre, Sennekis fue al grano, no había tiempo que perder.

-El hombre que se contactó con usted, Alexandr Melekin, es un pez gordo aquí en Rusia. Es una de las personas que tiene las llaves de los misiles nucleares de este país, y también obviamente conoce la estrategia y orden de batalla de esos misiles. Tenemos en Langley..

-En Langley?. Cerito levantó las cejas al escuchar aquel lugar.

-La CIA se ocupa de hacer seguimiento de gente como Melekin e informar al gobierno-aclaró Sennekis seriamente.

-Ah, Continúe

-Tenemos en Langley un folio así se grueso-Sennekis hace el gesto con el pulgar y el índice- sobre él. La verdad que gracias a usted, nos podemos considerar afortunados…

-Qué esperan que yo haga?-interrogó Cerito con un rostro de denotaba mucha curiosidad.

-Haga lo que le pide, pero al mismo tiempo, nos gustaría que trate de hacerse amigo de él. Nos interesa su manera de pensar, si es un patriota o le gustaría vivir cómodo en otra parte, si es corruptible o no, si cree en la madre Rusia o no, si le gustaría vivir en América o no, me entiende?. A través de usted, necesitamos conocerlo más a fondo y que nos informe. Por ahora eso es todo. Haga sus negocios con él, pero infórmenos de sus conversaciones con Melekin. No pretendemos que lleve micrófonos ni nada. Estoy seguro que usted tiene buena memoria. Conque nos informe de qué hablan nos basta por el momento, es todo.

-Nada más?

-Nada más-repitió Sennekis- solo manténganos informados de lo que conversan. A partir de ahora habrá un funcionario de la embajada que se contactará con usted y le dará instrucciones mías. Véndale lo que le pida, no tenemos inconveniente con los negocios que haga con él, pero busque hacerse amigo de él e infórmenos de lo que puedan conversar, es muy importante.

Sennekis miró fijamente a Michael Cerito y éste mostraba un rostro indefinido, sin emoción. Al menos para el vendedor de autos clásicos y repuestos, lo que le pedían parecía sencillo, algo que hizo toda su vida para vender: hacerse amigos de los clientes para conservarlos y que le sigan comprando y que al mismo tiempo, lo recomienden a otras personas. Qué podía perder?. Nada.

-De acuerdo.

-Bien. Otra cosa: Si percibe o se siente vigilado, avísenos y nosotros lo ayudaremos para salir de aquí de ser necesario. Usted está protegido por nosotros, no se preocupe. No presione a Melekin, sabemos poco de su vida privada. Si no es conversador o no desea aproximarse a usted, déjelo.-Sennekis levanta las palmas de sus manos- Avísenos y solamente cierre su negocio con él y eso será todo. Siempre habrá otros rusos importantes que lo buscarán, todo a su tiempo. Sin embargo, tenemos esperanza en usted. Si vine en persona a verlo es porque cualquier medio de comunicación puede ser interceptado. No creo que nos volvamos a ver hasta que usted esté otra vez en su casa en Payson, Arizona. De acuerdo?

-Okey, no hay problema-concedió Cerito mostrando una leve sonrisa para distender en algo la reunión.

Sennekis devolvió la sonrisa. Había que hacer sentir cómodo a Michael Cerito y no presionarlo. Que sienta que lo que hace es informal, casi sin importancia. Si le lo presionaba y se lo empujaba para que haga las cosas maquinalmente podría ser contraproducente para alguien que no tiene el menor entrenamiento en espionaje. Era preferible que las cosas las haga de acuerdo a su ritmo de trabajo sin presión alguna y sin límite de tiempo. Se incorporó.

-Y por último: Como siempre, avise de clientes nuevos. Como ve, sirve saber a quiénes conoce.

-De acuerdo, aunque espero que el gobierno reconozca mis esfuerzos…

Sennekis entendió lo que Michael Cerito quería decir.

-Su bienestar va a mejorar cono nosotros no hay problema. Su cooperación tendrá recompensa, se lo aseguro.

Ambos salieron al exterior y se despidieron en la acera. Sennekis tomó un taxi de vuelta a su hotel. Cerito decidió volver a su oficina y dormir en un sofá que tenía en su despacho. Qué sentido tenía volver a su departamento y otra vez retornar a la oficina?. Su secretaria se ocuparía de servirle té y quizá unos masajes…

Lo que ninguno de los dos vio fue un Lada Vesta verde claro estacionado enfrente con los vidrios oscurecidos, con 4 agentes de la FSB dentro. De los dos sentados atrás, uno de ellos tenía audífonos y una grabadora en una netbook conectada a su vez a una antena de escucha oculta en el techo del auto, que se ocupó de interceptar la conversación en la oficina de Cerito. El otro pasajero se ocupaba de filmar con una cámara digital con lente zoom. En el asiento delantero, el copiloto tomaba fotos con una cámara con teleobjetivo. Ya tenían todo el material, y decidieron seguir al taxi de Sennekis al Metropol. Luego enfilaron directamente al cuartel central del FSB en Lubyanka a entregar todo el material.

En este juego de ajedrez de espionaje, las piezas comenzaban a moverse. Quién dará jaque mate?

 

 

Michael Cerito se tomó su tiempo para armar su catálogo. No existen demasiadas 4x4 estadounidenses clásicas. Aparte del Jeep (que seguro Melekin lo iba a descartar de plano al tener un ADN militar), puso el resto de las más conocidas y por ende, con facilidad para conseguir repuestos: Jeep Station Wagon, Ford Bronco, Chevrolet Blazer y las camionetas Dodge Power Wagon y D-100 4x4 de todas las generaciones. International Scout, e incluso los autos AMC Eagle todoterreno. Por supuesto que en el catálogo estaban solamente vehículos construidos en el siglo XX. Como Melekin solamente mencionó interés por todoterreno americanos, no agregó 4x4 hechos en Europa o Japón.

Cerito tuvo paciencia: Se ocupó en hacerlo prolijamente con la ayuda de la computadora y su impresora, usando papel fotográfico. En cada hoja había un solo modelo, con lo cual el catálogo tenía unas respetables 60 páginas. Cada hoja las colocó en un sobre plástico transparente con un borde izquierdo con agujeros para acomodarlo en una carpeta en cuya tapa estaba su nombre y su teléfono, correo electrónico y sitio web. Una vez que tenía todo listo, se comunicó con el rubio para confirmar día y hora del encuentro con Melekin. Sería al día siguiente al Día de la Victoria, 9 de mayo.

El Día de la Victoria se conmemora en Rusia el triunfo de la entonces Unión Soviética sobre la Alemania Nazi. El 9 de Mayo de 1945 en Berlín el mariscal de campo Wilhelm Keitel firmaba la rendición incondicional de Alemania ante el mariscal Zhukov. A pesar que en Occidente el día de la rendición de Alemania se reconoce el 8 de mayo (por la rendición incondicional de Alemania firmada en Reims, Francia por el General Alfred Jodl el día anterior), en Rusia se reconoce la rendición en Berlín.

Todos los años el 9 de mayo se conmemora el Día de la Victoria con una parada militar en la Plaza Roja de Moscú, ocasión que aprovechan a veces algunos observadores occidentales desde los tiempos de la Guerra Fría para prestar atención a los sistemas de armas (antes soviéticos, ahora rusos) que desfilan ante el público. A veces aparece algún armamento nuevo de avanzada que puede ser de gran interés…

Igual Cerito sabía que ese día iban a estar las actividades muy restringidas en Moscú, así que aprovechó la jornada para quedarse solo en su oficina y darle los últimos toques gracias a la computadora al catálogo que iba a presentar al día siguiente, imprimirlo y compaginarlo en la carpeta. A pesar de tener la ventana de su oficina cerrada se filtraba el ruido del exterior: altoparlantes con anuncios del desfile, aplausos, discursos, el movimiento de blindados y TELs (transporter erector launcher, transporte erector lanzador), vehículos gigantes 4x4 y 8x8, cada uno con un misil nuclear y con capacidad de lanzarlo desde cualquier sitio gracias a su movilidad, y el zumbido constante de aviones de combate, bombarderos y helicópteros volando sobre Moscú a un ritmo casi interminable. Y sobre todo, los cañonazos que marcaban la jornada, que no dejaban de sobresaltarlo cada vez que los escuchaba. Cerito ya había visto varios días de la victoria antes, pero no se podía acostumbrar a los cañonazos como si siempre fuese la primera vez.

Después del mediodía terminó su trabajo y se llevó a su casa la carpeta terminada. Afuera, los rusos caminaban por lo general por las calles desde y hacia la Plaza Roja, el centro de la atención nacional aquel día, muchos de ellos con banderas rusas en sus manos. Llevaba la carpeta en un viejo morral con su correa cruzándole el cuerpo. Caminó un poco hasta llegar hasta el Renegade que lo estacionó tan alejado como pudo sabiendo que el desfile iba a restringir la circulación por todos lados. Llegó a su departamento y descansó de a ratos. Sabía que el Día de la Victoria iba a durar hasta la noche (con un concierto y fuegos artificiales), y sólo iba a poder descansar muy tarde, casi a la madrugada. Quería despertar temprano y llegar a tiempo a la dacha de Melekin. Afortunadamente las lluvias habían pasado y no faltaba mucho para la llegada de la primavera.

A la mañana siguiente condujo por la misma ruta hasta Peredelkino, manejando con cuidado. Sobre el asiento del acompañante estaba la carpeta. Al llegar a la dacha el protocolo fue el mismo: Alguien abrió la puerta de su vehículo para que baje de él y a continuación el Renegade es estacionado en el cobertizo. El rubio lo recibe en la puerta y lo conduce a la galería. Era casi mediodía y Melekin le estrecha su mano afectuosamente, invitándolo a sentarse. Sobre la mesa había caviar Beluga y vodka. Melekin le invitó a probar y Cerito obedeció, siendo prudente con la bebida.

-Trajo el catálogo con lo que tiene para ofrecer?

-Lo tengo aquí-Cerito le muestra la carpeta-Alexandr Melekin levanta una mano en señal de alto.

-Luego. Vamos a almorzar, tomaremos después un buen té y entonces me mostrará lo que tenga para ofrecerme.

Cerito asintió con una amplia sonrisa.. No tenía opción. Empujar las cosas echaría todo a perder. Se dejó llevar por su anfitrión. Al fin y al cabo debía hacerse amigo de él y esta era una buena ocasión para hacerlo.

La rolliza mujer rusa esta vez hizo varias idas y vueltas desde la cocina. La mesa ahora era cuadrada y se fue llenando literalmente con lo mejor de la gastronomía rusa: Allí estaba la famosa ensalada rusa, llamada Olivie en su país, Sheledka pod shuboy (ensalada con arenque), Borsch (sopa) de varios tipos, Shashlik (brochetas), Pelmeni (bolas de carne de cerdo, cordero o buey). Había también caviar Beluga, Vodka Stolichnaya y vino de la bodega Fanagoria, de la región de Krasnodar. También había en la mesa un par de botellas de cerveza Sibirskaya Korona. Qué más se podía pedir?. Melekin estaba de buen humor. Había estado el día anterior en el palco principal presenciando el desfile del Día de la Victoria. Comenzaron a almorzar y Cerito decidió probar el Borsch con papas y luego siguió con el Olivie. No quería comer demasiado. Eligió la cerveza para beber. Melekin deseaba comentar su experiencia en el desfile el día anterior y el porqué del Día de la Victoria a su invitado americanskiy.

-Nos costó mucho expulsar a los fascistas alemanes de nuestra madre patria. 20 millones de muertos, más que todos los países de Europa que participaron en la Segunda Guerra Mundial, juntos. Muchos hombres, mujeres, niños. Sólo en Leningrado sitiada por los alemanes durante 900 días murieron un millón 200 mil personas. Mucho sufrimiento, mucha destrucción. Yo no viví eso, pero sí mi padre, que entonces era muy joven, y mi abuelo, y también mi abuela, la madre de mi esposa, muchos de mis familiares ahora muy viejos. Mucho sufrimiento, destrucción y muerte. Ustedes fueron afortunados, la guerra no llegó a su territorio gracias a tener océanos en ambos extremos. No niego la gran ayuda en materiales y equipo que nos dieron y que nos ayudó a conseguir vencer al fascismo. Por eso el Día de la Victoria celebramos, pero también recordamos.

Cerito escuchó en silencio, mientras comía y le daba sorbos a su jarra de cerveza. No deseaba discutir. No era experto sobre la Segunda Guerra Mundial, pero sí sabía que su país hizo la guerra en dos frentes, que ayudó gracias a la ley de préstamo y arriendo a todos los aliados con enormes volúmenes de material militar, petróleo y alimentos como jamás se había visto en la historia, y que la entonces Unión Soviética fue el segundo país en recibir más ayuda por parte de Estados Unidos durante la guerra, detrás de Gran Bretaña. Fue información que aprendió en el High School, en un trabajo de investigación que había solicitado una profesora en su duodécimo año.

Pero Michael Cerito prefirió guardarse eso para él, y dejar que Melekin hable lo suyo.

-Estoy en el ejército desde hace muchos años. Fui cuidadoso con mis ingresos y eso me permitió comprarme esta dacha y ahorrar lo necesario para tener vehículos clásicos que al mismo tiempo son una buena inversión. Por eso está usted aquí. Le gusta Rusia?

-Oh sí!-respondió Cerito con rapidez- la gente aquí es amable y hospitalaria. No tuve problemas al adaptarme, excepto por sus inviernos que son demasiados crudos para mí. En esa época del año es cuando prefiero estar en mi casa en Arizona.

-Hay que ser ruso para soportar nuestro invierno-agregó Melekin con una amistosa sonrisa.

El ruso parecía amigable, pensó Cerito. La voz suave y pausada que tenía aquel hombre ayudaba a creer eso, además de su rostro que lo hacía parecer al hermano bueno de Boris Yeltsin. Además, daba la impresión de no tener el menor apuro en nada, de sencillamente esperar con tranquilidad a que las cosas sucediesen por inercia, de manera natural, como un astrónomo que busca con paciencia una estrella determinada.

Después de almorzar, tomaron té con magníficas tazas con base de plata repujada. Y finalmente…

-Muéstreme lo que tiene para ofrecerme.

-Cerito le pasó la carpeta.

Melekin vio cada modelo disponible con mucha paciencia. Le agradaba que los detalles de cada vehículo estuvieran escritos en inglés y ruso con caracteres cirílicos. Cerito había hecho un buen trabajo. Sólo hizo una mueca cuando vio los Jeep Station Wagon: demasiado antiguos y con apariencia militar, el vehículo le recordaba un poco a los GAZ 69, así que lo descartó de plano. Los modelos fabricados a partir de los años 80 no le interesaban (salvo uno, el AMC Eagle), y después de revisar detenidamente, también descartó los modelos de los años 70. Al descubrir que era una carpeta con hojas separables, Melekin cuidadosamente separó y puso aparte sobre la mesa los modelos que le interesaban. Al terminar, Melekin le pasó las hojas a Michael Cerito. El ruso había elegido un Ford Bronco 1970, un International Scout 1971, y un AMC Eagle 4 puertas sedán modelo 1985. Por último le devolvió la carpeta.

-Cuándo puede traerlos a Rusia?

-En 15 días-respondió Cerito.

Ya tenía todo bien acotado para que el proceso de compra en Estados Unidos de los vehículos y el embarque en Nueva York hasta San Petersburgo, y de allí en camión hasta Moscú. Posiblemente todo le iba a llevar solo una semana, pero siempre hay imprevistos y además quería probar y revisar bien los vehículos antes de entregarlos. También sabía a quiénes sobornar en el Servicio Federal de Aduanas, y en el Servicio Federal de Supervisión de Transporte en Moscú para apurar los papeles de registro de los autos y que rápidamente tengan su correspondiente matrícula rusa para circular.

-Bien. Cuando tenga los vehículos, tráigalos aquí y le esperará el pago-Melekin se incorporó y acompañó a cerito a la puerta detrás de ambos y con actitud vigilante estaba el delgado rubio, siempre con ambas manos delante.

Apenas retornó a su oficina se comunicó con los dueños de los vehículos elegidos en Estados Unidos para confirmar si los tenía disponibles. Luego pidió a su secretaria que reservara el primer vuelo que encontrara a Estados Unidos, a Nueva York o Washington, llamó por teléfono a su esposa Fabiana avisándole que estaría unos días en casa, y por último envió un email a dirección de correo que le había dado Sennekis simplemente escribiendo: “Contacto”.

24 horas después, Michael Cerito estaba de vuelta en Estados Unidos. Sin perder tiempo y sin salir del aeropuerto Kennedy tomó el primer vuelo que encontró a Phoenix: Su esposa ya lo esperaba a la salida del aeropuerto en el Jeep Renegade, para finalmente llegar a casa al anochecer. Al llegar comió solo una pizza con cerveza Budweiser y se acostó. Al día siguiente debía contactarse con los dueños de los tres vehículos y usar intermediarios para que se ocuparan de comprarlos y pagarlos (Cerito luego se ocuparía de girar el dinero necesario para todo) y dejarlos en el garage de una empresa de importación exportación de Nueva York para que se ocupen de meter los vehículos en contenedores y embarcarlos hacia Rusia. Al principio las transacciones las hacía en persona, pero llegó a conclusión que perdía mucho tiempo al ir de cosa a costa buscando autos y repuestos. Así que buscaba lo que necesitaba vía web y entonces contrataba los intermediarios que ocuparan de todo por él.

George Sennekis, mientras tanto, dejó por el momento que las cosas siguieran su curso. Si Michael Cerito descubría algo de Alexandr Melekin, se lo haría saber, estaba seguro.

 

 

 

 

 

6.-LOGRANDO EL ACERCAMIENTO NECESARIO

 

El camión transportador de autos, se acercó lo mejor que pudo hasta el frente de la dacha del general Alexandr Melekin en reversa. El hombre del cobertizo se ocupó de descargar los vehículos muy cuidadosamente y guardarlos. El rubio supervisaba todo, pero siempre con las manos delante de su cuerpo. Una vez que el camión se había ido Melekin pudo revisar cada vehículo. Apenas se iba el camión llegaba Michael Cerito en su Renegade. Si todo salía bien, era un día en el que él cobraría más de 200.000 dólares. Y parecía que hasta la naturaleza estaba de su parte, con un día primaveral diáfano y casi sin nubes. Saludó a Melekin estrechándole la mano con una sonrisa. El ruso correspondió al saludo de la misma manera.

-Espléndidos, esplendidos!- Se ven como nuevos!. Maravillosos!

-Me alegro que le gusten. Quiere salir a dar una vuelta con alguno de ellos?

-Elijo éste. Suba!- Ambos se subieron al International Scout y emprendieron la marcha.

Peredelkino no solo es un sitio con varias dachas históricas, como la casa en la vivió Boris Pasternak por ejemplo, sino que también existe un complejo de departamentos y bellas iglesias con cúpulas con forma de cebolla, pero más allá hay prados y arboledas. Y es por ahí por donde lleva Melekin el International Scout verde con cúpula blanca, mostrando una sonrisa de oreja a oreja mientras avanza y mueve el volante de una lado a otro, superando los desniveles del terreno y esquivando árboles.

-Qué le parece?- preguntó Cerito. La respuesta se veía en el rostro de Melekin, pero había que entablar alguna conversación.      

-Fantástico!- es como volver a la juventud otra vez, como cuando era un pionero, hace ya mucho tiempo.

Ah.

Melekin se refería al movimiento de pioneros, nucleado dentro del Komsomol, la organización juvenil del partido comunista de la ex Unión Sovética.

Melekin consideraba que ya tenía suficiente y giró el volante para volver a su dacha.

-En Estados Unidos abundan estos vehículos, ¿si?. De todo tipo y forma. Ustedes son muy afortunados…

-Thank you.-aunque su país es hermoso y con buenas personas…

-Pero ustedes tienen tanto!-insistió Melekin, medio mirando a Michael, medio mirando el camino a través del parabrisas-incluso se dan el lujo de tirar muchas de esas cosas. Aquí en Rusia somos más cuidadosos en eso. Yo estuve en Cuba varias veces, y esa pobre gente debe sobrevivir con lo que tiene, reparando sus viejos autos americanos una y otra vez porque no tienen otra cosa y tampoco les sobra nada. Nosotros les enviamos muchos Ladas y otros vehículos, pero por alguna razón quieren esos viejos autos americanskiy, que reparan y vuelven a reparar. Pero son un pueblo orgulloso. Saben que sus vidas son complicadas debido al embargo, no por Fidel Castro.

Cerito guardó silencio. No quería discutir con él de la política de su país. Por lo menos no hasta haber cobrado, y el dinero (o el cheque) no lo tenía en sus manos.

-Pero ustedes ayudaron mucho a los cubanos-se limitó a decir.

-Porque los cubanos no tenían salida!. No bien triunfó la revolución, Fidel fue con ustedes y su presidente Eisenhower le cerró la puerta en la cara, así que no le quedó más remedio que acudir a nosotros. Y Nikita les dio todo lo que pedían, más para desafiar a Estados Unidos a pocos kilómetros de sus costas que otra cosa. Aunque reconozco que enviar misiles nucleares fue un error. Nikita casi nos lleva a la guerra total y si hubiese ocurrido no estaríamos hablando ahora.

Y agregó:

-Si yo estuviera en su país, conduciría de una costa a la otra, por el simple placer de hacerlo.

-Usted conoce mi país?

-Sólo ocasionalmente, visité Estados Unidos en nombre de mi gobierno. Conozco Washington y New York, y eso es todo, pero me bastó para ver todo lo que tienen. Cómo es que dicen ustedes?. Too much?. Si?

-Too much. El día que vaya otra vez a mi país, espero verlo y que visite mi casa en Arizona. Mi esposa estará encantada.

-De acuerdo, aunque tengo deseos de ir a su país lo antes posible…

-Qué quiere decir?

Habían llegado a la dacha. Ambos descendieron del Scout casi al mismo tiempo. Melekin apoyó su brazo derecho sobre los hombros de Cerito y le sonrió amistosamente.

-Venga este fin de semana aquí. Será bien atendido como siempre. Puede traer a algún amigo o amiga si quiere. Tengo una habitación disponible, quédese una noche, me interesa ser su amigo.

-Cerito asintió.

Melekin entró a su dacha a la vez que el rubio se dirigía a él. Le entregó un cheque del Citibank por 200.000 dólares y se marchó. El cheque en sí al principio sorprendió a Cerito porque esperaba uno de un banco ruso, pero después recordó que el Citibank opera en Rusia desde 1993, así que se apuró en guardarlo en uno de los bolsillos de su chaqueta y se subió a su Renegade que ya lo esperaba en la puerta de la dacha como siempre.

Mientras manejaba por la avenida Kutuzov y a punto de llegar al centro de Moscú, lo detiene un policía

-Por Dios, qué hice?-pensó Cerito. Esperaba tener la suficiente cantidad de rublos para, en el peor de los casos, sobornarlo y así dejarlo ir. Se detuvo al borde de la acera,

-Puedo subir pal?.

Hablaba inglés y para colmo, con acento de Boston. Casi por instinto, Cerito le abrió la puerta y el policía, o quien fuese, subió y se quitó la gorra, mirándolo con una sonrisa.

-Quién es usted?

-CIA. Siga manejando.

-Sabe qué pasaría si un verdadero policía nos detiene?. Los dos terminamos en una picadora de carne, amigo- Michael Cerito estaba muy alarmado.

-Por eso me voy a bajar enseguida.-Qué novedades nos tiene?

Cerito decido apurar el trámite y sacarse a ese tipo con uniforme de la policía rusa cuando antes. Siguió manejando.

Ya entregué los vehículos a Melekin y me pagó. Quiere verme este fin de semana y que duerma allí una noche por lo menos.

-Ajá. Nada de interés para nosotros?

-Sólo que le gustaría vivir en Estados Unidos y manejar de una costa a la otra. Le gusta nuestro estilo de vida.

-Okey, explote eso. Hable tanto del american dream como pueda. Exagere, usted es vendedor, sabrá cómo hacerlo. Dígale que si viene a USA puede conseguirle casa, auto y un subsidio federal que le ayude a establecerse. Sea sutil, va bien, no lo presione. Melekin es un guy bonachón y amistoso pero muy astuto. No se llega al cargo que tiene él sin haber sin haber jodido a más de uno. Tenga cuidado. Manténgannos informado de las novedades. Hablaré con Langley de sus avances. Buena suerte.

-Dicho esto, no bien se detuvo Cerito en una esquina, El hombre de la CIA bajó de su vehículo y desapareció de la vista.

Cerito siguió hasta su banco a depositar el cheque y de allí fue directamente a su departamento. Seguiría su ritmo como siempre. Ya había conseguido lo suyo y esperaba terminar con esto de Melekin cuanto antes.

Pero nadie, ni Cerito ni el hombre de la CIA disfrazado de policía descubrieron que todo el tiempo había un Lada Vesta negro siguiendo al Renegade desde que Michael salió de la dacha de Melekin.

Las cosas lentamente iban rodando siguiendo dos caminos que corrían en forma paralela.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7.-DEFINICIONES

 

Los rusos tienen fama de ser hospitalarios. Cuando uno es recibido en sus hogares, demuestran su calidez y amistad. Al brindar, muchas veces lo hacen por Rusia, pero también por el país de su invitado/a. Se puede conversar de muchos temas con ellos, aunque con cuidado, nada de criticar a la Madre Rusia ni algo parecido. Como muchos pueblos del mundo, se enorgullecen de su pasado glorioso, pero también del heroísmo en la Gran Guerra Patria y cómo derrotaron a los nazis y de sus logros sobre todo en la conquista espacial. Sólo hay que demostrar don de gentes y ser discreto aunque sin ser demasiado condescendiente, y evitar polemizar por la época en que existió la URSS y el partido comunista, es todo.

También son generosos con las viandas, entremeses y por supuesto, con las comidas y bebidas. En contra de lo que muchos suponen (por la imagen mostrada como propaganda por Estados Unidos durante la Guerra Fría) son rusos son buena gente.

Y por ese motivo Michael Cerito había elegido Rusia para sus negocios, porque era un territorio virgen para su rubro de autos clásicos americanos y además, a pesar de haber sido adoctrinado a través del cine y los medios de comunicación de su país sobre la “maldad” de los rusos, sabía que no tendría mayores problemas en el trato con ellos y que todo lo demás era pura paparruchada. También tuvo claro desde el principio la hospitalidad rusa en sus hogares, y por eso no le sorprendía que Alexandr Melekin no solo le invitara a comer sino también a pasar el día e incluso dormir una noche en su dacha.

Llegó cerca del mediodía. Había llovido levemente a la mañana de aquel sábado, Y Melekin esta vez estaba al volante del AMC Eagle sedan azul 4 puertas con tracción en las 4 ruedas. Tocó bocina y con señas le indicó a Cerito que subiera al auto.

Otra vuelta por los alrededores del Peredelkino, y esta vez, dando patinazos en el barro, algo que a Melekin, sin embargo le resultaba muy divertido, como un niño con juguete nuevo. Michael sólo se agarraba de donde podía para sostenerse. Afortunadamente, el Eagle soportó bien el castigo y volvió entero a la dacha. Melekin descendió del vehículo exultante.

-Ah!. Cómo me gustan estos vehículos americanskiy!. Mañana probaré el Ford Bronco y me voy a divertir, estoy seguro!. Aún circulan muchos de éstos en su país?

-Aún circulan muchos de ellos, en diferentes estados de conservación, pero una parte de ellos en manos de coleccionistas, tan impecables como los vehículos que le traje y que ahora son suyos…

-Maravilloso. Entre, comeremos, beberemos y conversaremos, sea bienvenido.

Melekin estaba de buen humor, mostrando su amplia sonrisa y una generosidad de la cual era difícil escapar. Michael Cerito simplemente se dejó llevar. Dentro de su Renegade, había un bolso de deporte con una muda de ropa y artículos de aseo personal para quedarse allí el fin de semana.

La mesa en la galería, como siempre, bien servida: había Caviar Beluga, Vodka y cerveza. Y entremeses como Blinis, ensalada rusa, arenque, Pelmeni… Cerito comió discretamente porque sabía que después vendría el almuerzo y necesitaría que su estómago tenga espacio para más comida.

Ya era el atardecer y ambos estaban sentados en cómodos sillones, mirando el paisaje a través de los amplios ventanales de la galería. De alguna parte se escuchaba a Tchaichovsky.

-Su país es maravilloso. El problema de ustedes es que nunca reconocieron nuestro derecho a ser fuertes. Rusia tuvo la mala experiencia de ser invadida por Napoleón y por Hitler. Los rechazamos a ambos, y aprendimos de que para evitar nuevas invasiones debíamos ser fuertes, lo suficiente para que nunca más alguien se atreva a invadirnos. Ustedes entendieron mal esto, creyeron que más bien lo hacíamos para invadirlos…Nunca tuvimos intención de invadir a nadie.

-Y Hungría?,. y Checoslovaquia?, y Afganistán?, Y Cuba?- preguntó Cerito mirando a su interlocutor.

-Todos esos fueron países cuyos gobiernos nos pidieron asistencia-respondió Melekin con tranquilidad- Si hacemos un balance, ustedes tampoco son trigo limpio: invadieron varios países en América Latina y fomentaron golpes de estado. Me parece que dentro de todo, nosotros somos menos culpables que ustedes en algunas cosas…

A Michael Cerito le llamaba la atención cómo explicaba todo con un tono de voz suave. Hablaba sin prisa, pero con seguridad, lo cual hacía difícil la discusión. Es más fácil polemizar con alguien que habla rápido y con cierta alteración que con alguien más tranquilo. Pero igual quiso probar si a Melekin podía tocarle una fibra sensible.

-Pero sus líderes no fueron de los mejores en la época de la Unión Soviética, Stalin, Kruschev, Brezhnev…

Alexandr Melekin lo mira y sonríe. Vuelve a contemplar el paisaje.

-Stalin cometió algunos abusos, es cierto, pero salvó al país de los nazis en la Gran Guerra Patria. Kruschev?. Fue un aventurero, pero impuso el poder de la URSS en el mundo. Brezhnev?. Logró que la Unión Soviética tenga una aplastante superioridad militar sobre Estados Unidos. Como ve, cada líder tuvo virtudes que superaron largamente a sus defectos…

Y el actual líder de Rusia?

-Putin está haciendo las cosas bien, aunque no es tan fuerte como lo fue un Stalin o un Kruschev. Pero para eso necesita seguir reforzando nuestras fuerzas militares y en eso Putin está haciendo un buen trabajo.

Cerito suspiró levemente. No había duda que Melekin defendía lo suyo.

-Pero yo igual estoy cansado, Quisiera irme de aquí lejos. Tranquilidad y bienestar como ahora, pero en otro país. Aquí debo sobrevivir a intrigas políticas todo el tiempo. Yo sólo quisiera pescar, caminar por allí, no tener obligaciones, conducir con uno de esos vehículos que me vendió, ser libre, libre de todo.

Michael quedó sorprendido. La conversación iba hacia la exaltación de lo patriótico de Rusia y de repente, Melekin confiesa esto.

-Y por eso le gusta mi país.

-Si viviera en su país, me gustaría un lugar que se parezca a Rusia, no sé, Montana, Oregon, quizá Alaska…

Era el momento.

-Yo puedo ayudarlo, si usted quisiera… sugirió Cerito como una invitación.

-Cómo?

-Tengo amigos importantes en mi país que pueden facilitarle una casa y recursos para que tenga una vida tranquila en el lugar que quisiera.

-Ah, si?

-Todo es cuestión de pedirlo, gospodin Melekin

-General-Corrigió

-General Melekin.

-Déjeme pensarlo. Solo disfrutemos de la tarde por ahora…

Y así ambos quedaron contemplando el paisaje mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte.

La cena, por supuesto, fue abundante y con fuertes dosis de vodka. Cerito durmió en el cuarto de huéspedes de la dacha con la puerta cerrada con llave, una silla trabando la puerta por dentro y la ventana bien trababa. De la mesa de la cena sustrajo un cuchillo de cocina que escondió bajo su almohada.

Al día siguiente, domingo, Cerito se despertó temprano. Se había duchado y se puso una bata de entrecasa. Al principio le pareció una idea arriesgada hacer lo mismo que en su propia casa, pero ¿qué iba a decir Melekin?. Peor era andar desnudo, pensó. Así que bajó las escaleras y caminó hacia la galería. Allí Melekin lo esperaba Sentado delante de una mesa redonda con Sharlotka (torta de manzana), té y café. Cerito al llegar sintió alivio al ver a Melekin con una bata de seda oscura y pantuflas es sus pies,

-Buenos días…

-Buenos días-respondió Michael acomodándose en su silla

-Durmió bien?

-Si, bien, gracias.

-Como usted es amerikanskyi, le hice preparar Sharlotka. Que es el equivalente ruso de su pie de manzana. También hice que le preparan café para que se sienta como en casa. Yo me serviré té.

-Gracias-Cerito se sirve una porción de Sharlotka y una taza de café negro.

Aquel día, el día transcurrió sin nada digno de atención. Sólo charlas breves sobre el clima fresco del exterior, una salida otra vez por la afueras de Peredelkino, esta vez en un Ford Bronco. Poco después, almuerzo y más tarde más café y Sharlotka.

Pero al finalizar el día, y al despedirse, Melekin sea acercó a él hasta tenerlo cara a cara.

-Con respecto a lo que hablamos ayer…

-¿Si?

-Dígame cómo y cuándo. Venga a visitarme el próximo fin de semana. Hablaremos-le susurró Melekin, fuera del alcance de los oídos del rubio que miraba la escena a cierta distancia, con su fría mirada glacial de siempre.

-Okey, prometo tenerle novedades -. Hasta el próximo fin de semana-prometió Cerito sin estar seguro de lo que prometía ya que sabía que no dependía de él resolver un posible escape del general ruso.

Mientras regresaba, había algo en el interior de la mente de Michael cerito que lo llenaba de preocupación, pero no sabía exactamente qué ni porqué. En lo único en que pensaba era en terminar con el asunto del general Melekin y cuando antes y seguir su ritmo normal de vida. Ya lo tenía decidido: no colaboraría nunca más con el gobierno de Estados Unidos. Podía ser arriesgado, era consciente de ello. Quería volver a su simple rutina de negocios y nada más. En invierno descansar en Arizona con su mujer. Volver a lo de antes.

Cuando estaba por llegar al centro de Moscú, otra vez lo detiene un policia. Otra vez el hombre de la CIA con el uniforme de la policía rusa. Se subió a su vehículo casi sin mirarlo.

-Por lo menos dígame cómo se llama.

-Bill. Alguna novedad?

-Quiere huir.

-Qué?

-Ya lo oyó.

El hombre de la CIA no daba crédito a lo que oía. Podía ser el golpe más grande de la historia de la agencia desde Oleg Penkovsky.

-Me espera el fin de semana próximo para que le diga cómo y cuándo lo hacemos.

-WOW!. De acuerdo…Voy a hablar con Langley para armar una ruta de escape. Tenemos casi una semana. Bien. Yo o alguien de la embajada lo va a visitar en su oficina para darle instrucciones. Buena suerte. Déjeme aquí.

Se detuvo en una esquina y Bill bajó. En el primer baño público que encontró se cambió de ropa y avisó a la embajada USA de la novedad y ésta a su vez por mensaje criptográfico le pasó el comunicado a George Sennekis, que saltó de alegría. Presionó el conmutador de su oficina. Se escuchó la voz de su secretaria.

-Yes Sir?

-Solicite una reunión con el Director General, es urgente!

-Yes Sir.

Tendría la CIA otro Oleg Penkovsky, capaz de cambiar el curso de la historia?. Lo primero es lo primero: organizar el escape. Después se vería. Pero si lo capturaban, estaba garantizado que el general Alexandr Melekin iba a estar sentado delante del reflector en una fría y oscura sal de interrogatorios durante varios meses.

Y si esto tenía éxito, también George Sennekis sería en un futuro cercano el nuevo Director General de la CIA.

Y si no?      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8.-EJECUCIÓN DEL ESCAPE

 

Oleg Penkovsky (1919-1963) fue un coronel de la GRU (inteligencia militar soviética), durante la Guerra Fría. En un momento dado consideró –por su cuenta- que el entonces premier Nikita Kruschev estaba haciendo un salto hacia el vacío instalando misiles en Cuba y por diversas vías, alertó a los británicos y estadounidenses. De paso, les pasó información estratégica sensible acerca de las verdaderas capacidades nucleares de la Unión Soviética, y sobre la ubicación exacta de los misiles nucleares soviéticos en Cuba. Aquella información fue decisiva en la Crisis de los misiles de 1962, sobre todo al mantener la situación tan descomprimida como fue posible y evitar el Armagedón nuclear. Pero gracias a Penkovsky, en aquella crisis Kennedy se anotó un punto y su contraparte soviética Kruschev perdió, iniciando éste ir por una pendiente que lo llevaría a su caída en 1964.

Pero la contrainteligencia soviética (gracias a George Blake, agente doble británico) descubrió al coronel Penkovsky. Fue juzgado y condenado a muerte (se dice que su ejecución consistió en cremarlo vivo, en cámara lenta).

Y ahora George Sennekis parecía encontrarse en la cumbre de su carrera. Estaba a punto de tener en sus manos a otro Penkovsky, un hombre que con seguridad sabía todo sobre el sistema ruso de defensa y ataque nuclear, el despliegue de sus misiles, la cantidad y capacidad, y, sus puntos débiles. Un hombre que podría inclinar la balanza de poder militar en forma definitiva hacia Estados Unidos y sus aliados e imponer la hegemonía de una vez por todas sobre el mundo entero, algo que, a la larga, hasta China tendría que verse obligado a aceptar.

Con la ayuda de sus asesores, pensó rápidamente como sería el escape: había que hacerlo lo más rápido posible, antes de que los rusos pudiesen darse cuenta de lo que ocurría, o sea que sería el siguiente fin de semana, el primero del mes de junio. Luego de pensar diferentes alternativas, se optó por un plan audaz, pero sencillo: Michael Cerito debía llevar escondido en su Renegade a Melekin desde la dacha del general, ir por la ruta de siempre hasta llegar al Óblast de Moscú, y cincunvalar la ciudad en dirección norte hasta llegar al helipuerto Kheliport-Moskva. Allí esperaría a Melekin un helicóptero alquilado que lo llevaría hasta cerca de la frontera con Estonia, allí un vehículo estaría esperando al general Melekin y lo llevaría hasta Ivangorod, cruzaría el puente (y la frontera) hacia Narva (Estonia) y de allí hasta la capital del país, Tallin, donde un vuelo comercial los llevaría a Londres (a los primos británicos había que darles un poco de carne de aquel hueso) y de allí a Langley. Una vez que diga todo lo que sabe, se lo haría desaparecer llevándolo a algún lugar remoto de Estados Unidos.

A la operación había que ponerle un nombre. Sennekis odiaba los nombres resonantes como “thunder” devastator” o similares. Como Alexandr Melekin era un pez gordo, entonces a la operación se le puso el nombre código de “BigFish” (gran pez).

A mitad de semana y cuando su secretaria se había ido y a punto de cerrar, Michael Cerito recibió en su oficina a Bill, esta vez sin el uniforme de la policía. Lo saludó con cortesía y fue directo al grano.

-La operación va a ser este fin de semana. Se está haciendo todo muy rápido porque los rusos no son estúpidos. Las demoras y el tiempo pueden alertarlos y todo se iría a la mierda. Tampoco debe comunicarse con él antes. Es peligroso. Lo único que tiene que hacer es el próximo domingo muy de madrugada, llevarlo con su vehículo hasta el helipuerto que está aquí (Bill le indica el lugar en un mapa urbano de Moscú). Sabe cómo legar allí?

-No hay problema-contestó Cerito con tranquilidad.

-Y eso es todo. De ahí en más nos ocuparemos nosotros

-Menos mal…

-Y algo más: Langley me autorizó que, si todo sale bien, su recompensa lo estará esperando en América. Su vida va a mejorar mucho, se lo aseguro.-enfatizó Bill con una amplia sonrisa.

A Michael lo único que le importaba era salir de ese lío cuanto antes y que su vida vuelva a la normalidad, Casi no había pensado en dinero o recompensa alguna.

-Okey. Yo solo quiero terminar con esto. Quiero que su jefe sepa eso. De acuerdo?

-De acuerdo. Todo saldrá bien. Buena suerte!. Bill estaba a punto de llegar a la puerta y de repente se acordó de algo. -Ah!. Tome: son somníferos solubles en agua.

-Para qué?

-Debe hacer dormir de alguna manera a la gente de esa dacha para evitar que den la alarma, ¿no le parece?

Cerito miró por unos segundos aquel blíster de pastillas

-Cuídese: y no se preocupe.

Bill se fue tan rápido como había llegado y Michael guardó las patillas en el bolsillo de su camisa. A partir de allí, era esperar hasta el sábado.

 

Buenos Aires. El ministro de defensa Sanchez se encontraba aquella mañana de principios de Junio en tareas habituales en su oficina. Afuera estaba nublado y fresco, pero todavía no era necesario encender la calefacción. Con un café caliente era suficiente y justo estaba tomando la infusión de una taza cuando entra a su despacho el director del SIME, el “Señor D”. Se sentó enfrente del escritorio de Sanchez. Llevaba en sus manos una carpeta con el cartel “Secreto” en sus tapas.

-Qué me trae Señor D?

-Recibimos una comunicación encriptada del FSB, directo de Moscú. Le piden que vaya a Rusia la semana próxima para algo que es de nuestro interés, que está relacionado con Fabiana Cerito.

Sanchez no recordaba aquel caso.

-Refrésqueme la memoria, quiere?

-Fabiana Cerito maneja una ONG llamada “defensa republicana”. Realiza y co-patrocina seminarios y eventos en los que se reúne la élite de este país, obviamente toda gente de derecha y de la clase dominante. No le prestamos mayor atención hasta que se vio a funcionarios de la embajada de Estados Unidos dando discursos en esos eventos, e incluso al mismo embajador norteamericano. Todo muy colorido, resaltando el republicanismo, los valores y la libertad, pero ya sabemos que esos principios los quieren para ellos solos, para el resto, sólo miseria y muerte. Investigando, nos enteramos que ella es solo un ama de casa en Arizona, donde vive con su esposo, Michael Cerito, un comerciante de repuestos de autos yanquis clásicos en Rusia. Obviamente nos preguntamos en el SIME de dónde un ama de casa argentina que vive en Estados Unidos tiene acá dinero para tener una ONG, viajar ida y vuelta a Buenos Aires, tener un departamento en Puerto Madero en donde vive mientras está en la ciudad, y encima realiza simposios, seminarios y eventos sobre “defensa republicana”. Así que, al final, los caminos conducen a un solo lado.

-La USAID-adivinó Sanchez.

-Peor. La CIA. El amigo Williams está detrás de todo esto.

-Hasta ahí entiendo. ¿Pero qué tiene que ver los rusos?

-No me dijeron, pero quieren que vaya.

-La relación de nuestra compatriota con Michael Cerito?

-Es lo más probable.

Sanchez lo pensó un momento, reclinándose en su asiento. Por los menos los rusos se tomaban la molestia de avisar de algo importante que podía ser de su interés, y eso reforzaba su convicción que después de todo,, los rusos eran confiables, y los yanquis no.

-Avise a los rusos que voy para allá. Qué trajo en la carpeta?

El director del SIME se acordó lo que tenía entre manos.

-Ah, lo mismo que le dije pero ampliado. Se lo traje por si quería saber más…

-No es necesario, gracias.-Sanchez despidió al director del SIME y accionó el conmutador.

-Señorita reserve pasaje a Moscú para la próxima semana. Primera clase.

 

El sábado finalmente llegó y Michael Cerito condujo sus Renegade hasta la dacha del general Alexandr Melekin. Hacía un día espléndido y estaba templado. La rutina protocolar no había cambiado en relación con las veces anteriores. La recepción fue como siempre cálida, con comida y bebida abundante. Al atardecer, al estar otra vez solos en la galería, y de nuevo contemplando el paisaje. Melekin tomó la iniciativa, con su voz suave y pausada.

-Qué novedades hay?

-Si desea viajar a Estados Unidos, tenemos que salir en la madrugada.

Melekin levantó las cejas y lo miró, sorprendido.

-Tan pronto?. Sin avisarme antes?

-Era peligroso comunicarme con usted antes. Debe saber que hay oídos por todas partes en su país. Y si su viaje se hubiese planificado con más tiempo, despertaría las sospechas de su gente, ¿entiende?, de ahí la rapidez. La pregunta es que si usted quiere dar este paso

-Melekin resopló, se puso de pie y caminó por la galería, y se detuvo a mirar hacia afuera. Su semblante era serio. Movía los labios, apretaba los dientes, parecía que iba a maldecir.

-De acuerdo. Qué debo hacer?

Cerito le mostró el blíster de somníferos

-Hacer dormir a todos aquí, luego nos vamos de aquí a la madrugada. Irá oculto en mi Renegade. Mis instrucciones es dejarlo en el helipuerto de Kheliport-Moskva, eso es todo

-Lo conozco.

-Solo lleve un bolso, nada más- advirtió Michael.

-Está bien

Al general Alexandr Stepanovich Melekin parecía que todo se le viniera abajo. Su carrera militar, sus condecoraciones, la confianza que el pueblo ruso depositó en él, su vida en Rusia, los misiles, la defensa, sus amigos, su dacha. Sus cosas, sus vehículos recién comprados… O al menos era lo que Cerito veía mirando su rostro.

Al llegar la noche, el personal de la dacha tomó té después de la cena… con el somnífero, que los dejó a todos profundamente dormidos. Cerca de medianoche, Melekin y Cerito se pusieron en marcha, con el general ruso escondido en el compartimiento de carga del Renegade. En la dacha y alrededores estaba todo oscuro y silencioso. La noche era estrellada y clima agradable.

No hubo percances en el viaje, e incluso Michael pudo entrar al helipuerto de Kheliport-Moskva sin problemas. Dentro había un Kamov Ka-62 cuyo piloto encendió el motor no bien vio el Renegade. Melekin subió al aparato y éste despegó inmediatamente.

Sin embargo, al salir del helipuerto, Michael Cerito lo detuvo no uno, sino muchos, muchos policías rusos, casi todos con fusiles de asalto AKM-74 apuntándole. Más atrás, a unos 100 metros, se veían un par de Mercedes Benz G-Wagen negros de la FSB.

Michael Cerito estaba en serios problemas.

El Kamov Ka-62 voló hacia la frontera con Estonia sin problema alguno. Melekin estaba calmado sentado más atrás, contemplando la superficie oscura abajo festeada con puntos y líneas luminosas: Aterrizó en las afueras de Ivangorod, cerca de la ruta Novopyatnitskoye Ulitsa, en un área abierta y plana en donde estaba esperando con las luces encendidas un GAZ Volga blanco rural o break (llamado también estate en otros países) con la parte trasera con un doble fondo dentro del cual un par de personas desconocidas acomodaron allí al general Melekin. El Kamov despegó rumbo al helipuerto de Moscú mientras el Volga enfilaba por la ruta a toda velocidad hacia la frontera con Estonia.

Mientras, al otro lado del puente sobre el río Narva, del lado estonio, George Sennekis estaba allí, con unos binoculares Carl Zeiss en la mano esperaba que el auto cruce el puente y recibir al general Melekin con los brazos abiertos. Ya estaba todo preparado para subirlo a un Mercedes Benz 600 (traído especialmente a Estonia para la ocasión) para que el general viajase cómodo hasta el aeropuerto del Tallin y de allí un jet privado lo llevaría a Londres. En un principio se pensó en un vuelo comercial, pero podría llevar riesgos, así que el plan se cambió a último momento por un jet Gulfstream con guardias armados a bordo.

El Volga iba tan rapído como podía hasta el puesto fronterizo de Ivangorod. Ya estaba todo arreglado, incluso se había “untado” las manos de los guardias fronterizos para que los dejaran pasar sin revisar el vehículo demasiado.

En plena madrugada allí estaban, como en una escena típica de la Guerra Fría en el puente Glenicke de Berlín, con la diferencia que aquí no habría intercambio alguno de personas de uno u otro bando sino el cruce de frontera de alguien que en manos de los norteamericanos era alguien que valía su peso en oro y que podía ser la captura de un desertor ruso de alto rango más importante de los últimos 50 años.      

Por fin, Sennekis pudo ver con sus binoculares la escena. Allí estaba el Volga blanco detrás de la barrera fronteriza, con los guardias que rutinariamente revisan papeles y el vehículo por fuera. El hombre de la CIA sonríe cuando la barrera se levanta y el Volga se dirige al puente Narva.

A partir de allí, todo ocurre en rápida sucesión. Sennekis solo puede abrir la boca de asombro y luego apretar los dientes y el binocular con sus manos.

No bien se levanta la barrera de la frontera rusa, aparecen de la nada varios Mercades Benz G-Wagen negros. Uno cruza el Volga por delante, otro queda atrás y otro más en su costado derecho. De los vehículos bajan personas con chalecos antibalas, cascos y armados con rifles de asalto Ash 12.7. En los chalecos se lee en caracteres cirílicos la sigla FSB. Rápidamente bajan al conductor del Volga y lo echan sobre el pavimento boca abajo. Alguien del FSB abre la escotilla trasera del GAZ Volga y liberan al general Melekin, y lo hacen subir a otro Mercedes G, que gira en redondo y se aleja de allí. Uno de los uniformados se sube al Volga y lo conduce de vuelta al interior de la ciudad de Ivangorod. El resto mete al conductor del Volga al interior de otro de los Mercedes todo terreno y vuelven a sus vehículos, girando éstos y retornando al interior de Rusia.

Todo había terminado. El operativo duró solo un par de minutos.

A Sennekis se le había escapado el éxito solo por unos metros. Qué había salido mal?

 

Menos de 72 horas después, el ministro de defensa de la República Argentina Sanchez entraba a la Lubyanka, sede del FSB. Era la primera vez en la historia que un argentino entraba a la sede de la inteligencia rusa, pero Sanchez tenía buena sintonía con el Mariscal Borozov, y la esposa de Michael Cerito acababa de ser arrestada en Buenos Aires a solicitud de los rusos y en esos momentos, interrogada entre la gente del SIME y el G2 cubano, el enlace con el FSB. Luego de bajar escaleras y caminar por pasillos alfombrados entre celdas, llegó a una habitación con un vidrio espejado. A través de él se veía una sala de interrogatorios, iluminada de manera intensa con luz fluorescente. En el centro había una mesa rectangular de metal crudo y sillas del mismo material. En una de ellas Sanchez vio a un hombre sentado delante de uno de los lados de la mesa, con los brazos apoyados sobre ella y las manos entrelazadas. Desde donde estaba se veía que el norteamericano tenía un semblante de derrota, miedo y preocupación. Los rusos le habían avisado en ese momento que el prisionero recibió un “tratamiento”, pero que no dio información de interés, quizá porque era cierto. Sanchez decidió entrar al salón. No sabía exactamente para qué, pero iba a entrar de todos modos.

Sanchez entró al salón y acercó una silla para colocarse frente a Michael Cerito y lo vio. Se lo veía con el rostro hinchado y con aureolas rosadas y un par más oscuras alrededor de los ojos, señal que todavía no se había recuperado del todo de los golpes recibidos. Seguramente tenía también hematomas en todo el cuerpo, pero como a Sanchez le gustaban las mujeres, no tenía interés en que a Michael lo desnudasen para ver su estado corporal.

-Usted no me conoce, mi nombre es Sergio Alejandro Sanchez, ministro de defensa de la República Argentina.

Michael ni pestañeó.

-Tengo una buena relación con los rusos, por eso estoy aquí. También porque en Buenos Aires arrestamos a su esposa Fabiana, y en este momento está en una sala de interrogatorios como ésta-dijo Sanchez señalando con el dedo índice hacia arriba, el salón.      

Cerito abrió los ojos y parecía que iba a reaccionar, pero se contuvo, y miró a la superficie de la mesa.

-Yo no sé nada. Soy un vendedor de autos clásicos americanos y repuestos. Tengo un negocio perfectamente legítimo…

-Nadie duda de ello- Sanchez levantó ambas manos-pero seguramente se dejó llevar por alguien del gobierno de su país, que lo sedujo con algo. Puede seguir mintiendo, pero el FSB lo estuvo vigilando todo el tiempo, desde la primera vez que se vio con el general Melekin, así que saben que usted llevó al general hasta el helicóptero. Las consecuencias de sus acciones ahora se notan en su cara.

Sanchez extrajo de su campera de cuero una caja de cigarros Toscano. Cerito no fumaba desde la adolescencia, pero quería sentir un sabor distinto, algo que lo hiciera sentir en el mundo otra vez. Miró fijamente el cigarro, no pudo evitar desearlo. Sanchez percibió esto y le dio un Toscano y se lo encendió con un encendedor Zippo. Micahel Cerito lio dio un par de largas pitadas al cigarro, expulsó el humo y trató de disfrutar el aroma a tabaco italiano tanto como pudo. Para acompañarlo, Sanchez hizo lo propio. Al parecer, el cigarro reanimó un poco a Cerito, a darle cierta valentía a defenderse.

-Soy americano, y amo a mi país, y si mi país me pide ayuda, con gusto se la doy. Quizá usted no entienda eso, pero en mi país es algo que todos lo tenemos muy claro.

-Lo entiendo, sobre todo por la cantidad de países que invaden llevando “democracy and freedom”, dejando miles de muertos inocentes en el camino, pero- se inclinó hacia Cerito para resaltar sus palabras-en Rusia son iguales a ustedes, y por eso Melekin no es un traidor. Ni lo fue ni lo será.

Aquella última frase provocó que Michael tosiese con su cigarro.

-What?

-Lo oyó. Todo fue una trampa.

Michael no daba crédito a lo que oía. De qué estaba hablando ese sudamericano?

-No entiendo, y quisiera que me lo explique, porque no sé nada de espionaje.

-El general Alexnandr Stepanovich Melekin es el número 2 al mando de las fuerzas de misiles estratégicos de Rusia, y también es un buen tipo en apariencia. Amistoso, sonriente, siempre dispuesto a abrazar y besar a quien sea para ganarse amistades… pero es un tipo muy astuto, hasta el punto que dicen por ahí que había que tener cuidado con sus abrazos amistosos, porque mientras con una de sus manos te abraza, con la otra te clava el puñal. Así es como escaló posiciones. El FSB sabía que su apariencia amigable pero astuta podía ser útil alguna vez, por eso cuando el gobierno ruso vio que usted se estaba relacionando con gente de alto nivel de este país a través de sus negocios, fue cuando decidieron tenderle una trampa. Quizás sea difícil de creer, pero las chances de éxito eran del 50%. Si usted no se dejaba seducir por Melekin y su supuesto sueño americano y lo rechazaba, no hubiera pasado nada y usted seguía con sus negocios en Moscú como siempre. Pero cometió un error: Como dice usted, se dejó llevar por el patriotismo americano y llevar adelante un plan de escape con la ayuda de la CIA. Aunque debo reconocer que sus amigos de Langley fueron muy astutos. Eligieron un tipo común y corriente como usted para participar, y en esta operación de escape ninguno de los involucrados sabe toda la operación. Usted solo sabe su viaje con él escondido hasta el helipuerto, el piloto del helicóptero el llevar a Melekin hasta cerca de Ivangorod, el chofer del Volga hasta la frontera con Estonia. Lo cual lleva a la conclusión de que cada uno de los involucrados en este fiasco no nos sea útil. Aunque los tengamos a ustedes tres sobre brasas durante días y días hasta que queden al spiedo, no nos van a decir gran cosa.

-Y porqué estoy aquí entonces?- No saben que mi gobierno va a reclamar por mí?

-Solo si lo matamos, Cerito. Por ahora está bajo arresto por un par de días, así que también le voy a dar la buena noticia: Sale libre hoy.

-Es una broma?- Michael creía estar soñando.

-Nop. Hoy sale libre. Puede volver a sus actividades, nadie se lo va a impedir. De nada.

Michael Cerito no podía creerlo. Estuvo 3 días en una celda repugnante, con un balde como todo sanitario, recibiendo sopa de papas por debajo de la puerta, siendo interrogado a cualquier hora del día o la noche, casi sin dormir, con unos guardias que no sabían si iban por él o no por el piso alfombrado del pasillo, que amortiguaba pisadas, escuchando gritos desgarradores de tortura, gritos en ruso, pero que imploraban piedad, imploraban la vida. Nunca en su vida creyó que podría pasarle lo mismo que los prisioneros norteamericanos en Vietnam, en el “Hanoi Hilton”, o los del USS Pueblo en Corea del Norte, o los capturados en Irak o Somalia. Él era un simple comerciante que quería ganarse la vida, nada más que eso. Porqué el?. Porqué la CIA lo buscó a él?. Es que no tienen agentes para hacer el trabajo sucio?.

Sanchez se levantó de su asiento. Antes de irse, le dejó como mensaje la contracara de la buena noticia de que salía libre.

-Búsquese otra esposa, Cerito. Puede que a Fabiana no la vuelva a ver. Yo no tolero a la gente de derecha, y menos si realiza actividades contra mi país financiadas por la CIA. Olvídela.

Eso cayó como un rayo en Michael Cerito. Estaba por sonreír por primera vez en mucho tiempo al saber de su libertad, y ahora se enteraba que ya no tenía más esposa. Cruzó los brazos sobre la mesa, inclinó su rostro y se puso a llorar.

Toda la conversación se había hecho en español porque Sanchez sabía que Michael Cerito hablaba el idioma gracias a su esposa y al amante de su madre, aunque lo hacía con fuerte acento inglés, pero eso no tenía mucha importancia. Los rusos habían grabado y filmado todo. Al final del día, echaron a Cerito de Lubyanka casi dándole una patada en el trasero. Michael se fue caminando lentamente a su departamento. Tenía mucho en qué pensar.

 

Michael Cerito volvió a sus actividades, pero a pesar que el supuesto intento de escape del general Alexandr Melekin no se filtró a los medios, se alguna manera se corrió la voz de lo que había pasado y los clientes desparecieron de la noche a la mañana. Al parecer, todos le huían como la peste. Al final, tuvo que cerrar su oficina y poner punto final a sus negocios en Rusia. Antes de tomar un vuelo de regreso a Estados Unidos, alguien del FSB se tomó la molestia de advertirle que no vuelva nunca más por Rusia, porque la próxima vez no saldría con vida. Cerito entendió el mensaje.

Al volver a Payson, Arizona, se encontró con otra desagradable sorpresa: había bajo la puerta de su casa una carta del Citibank, en la que le notificaban que el cheque de 200.000 dólares depositado en su sucursal de Moscú era falso. Michael Cerito había arriesgado todos sus fondos en esa venta de todo terrenos clásicos, con lo cual estaba en la ruina, sin dinero ni esposa. Para subsistir, tuvo que vender el Renegade que le quedaba en Estados Unidos adquirido gracias a sus negocios en Rusia, quedándole para volver a empezar el viejo Dodge Aries 1985.

Tenía que hacer algo. Empezó por contar su historia a través de las redes sociales, y por último, a interesar a la prensa local. Fue entonces cuando la gente de Langley comenzó a prestarle atención.

En el último invierno nevado, la Policía Estatal de Arizona encontró a un costado de la ruta 87, a medio camino entre Payson y Phoenix volcado y con sus ruedas hacia arriba un Dodge Aries 1985, con el cuerpo sin vida de Michael Cerito en su interior. Era todo un misterio. No había rastros de choque con otro vehículo ni tampoco un homicidio. El extremo izquierdo del paragolpes trasero estaba doblado hacia adentro, pero la Policía dedujo que fue consecuencia del vuelco. La autopsia determinó que sufrió un ataque cardiaco como consecuencia del abuso de anfetaminas y calmantes, que también se encontraron en la casa de Cerito cuando la policía allanó su casa.

Sin embargo, no había recetas médicas ni en su casa ni entre sus ropas, y sus vecinos lo consideraban una persona de lo más normal. Y las drogas encontradas tenían casi la misma fecha de vencimiento y no tenían las huellas de Michael Cerito. Ningún frasco.

Extraño, muy extraño. Se catalogó la muerte de Michael como “accidente”, aunque sus padres insistieron con la ayuda de abogados que ante las evidencias, se cambiara por “muerte dudosa” para continuar con la investigación. ¿Hacia dónde?.

Aquel intento de escape del general Melekin le costó el puesto a George Sennekis (para alivio de muchos quienes lo rodeaban), pero no lo dejaron ir sin antes sentarlo en una incómoda silla y apuntarle un buen reflector en la cara. ¿Nunca pensó que todo podía ser una trampa de los rusos?. ¿No se dio cuenta que todo parecía demasiado fácil para ser verdad?. Las operaciones de escape por lo general se planifican con semanas, e incluso meses, de anticipación, estudiando todo el plan al detalle. ¿Porqué ejecutó la operación tan rápido, en apenas horas, ignorando cualquier eventualidad?. Miraron a continuación los gastos de la operación, entre los recibos estaba el alquiler en Alemania de un Mercedes Benz 600 que fue transportado por vía aérea a Estonia.. El costo del flete aéreo ida y vuelta y el alquiler del vehículo costó más que el mismo Mercedes. Ante esto, el Director de la CIA desplegó un amplio diccionario de insultos contra Sennekis.

Por supuesto que la CIA aprendió de aquel fiasco y se decidió que la próxima vez se confiara cualquier operación de escape de cualquier desertor a los profesionales, y con una cuidadosa planificación, como siempre. Sus primos ingleses, al enterarse de esto no pudieron menos que sonreír ante aquel embrollo en que se habían metido los estadounidenses, que al final no tuvieron en sus manos otro Penkovsky.

Sennekis, no bien fue despedido, quedó en la ruina. Nadie quería contratarlo en el sector privado. Su secretaria, por supuesto, prefirió abrirse de piernas por conveniencia al nuevo encargado de la CIA en asuntos rusos, permanecer en su puesto y así se salvó de no caer junto con su antiguo jefe y amante. Poco después lo dejó su mujer, que se llevó a los críos. ¿Cómo son los votos matrimoniales?. ¿En las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad?. Eso en el papel, no en la vida real.

Un amigo suyo lo colocó como vendedor en su concesionario de autos usados en un lugar remoto de Oregon. Sennekis también vive allí. Su casa rodante está al fondo del playón de estacionamiento, detrás de todos los autos a la venta. George Sennekis tenía claro que el estar vivo era decisión de la CIA. Si llegaba a abrir la boca o publicar algo relacionado con la Agencia, era su fin.

Pero los rusos no lo olvidaron.

Fabiana Cerito fue encontrada muerta en su departamento de Puerto Madero. Según la autopsia había sufrido un accidente cerebrovascular (ACV), que le provocó la muerte. Probablemente si la atención médica hubiese llegado a tiempo a lo mejor salvaba su vida, pero vivía sola, y así la encontró la policía, sobre su cama. Se encontraron también algunas drogas, rastros de cocaína y marihuana en su dormitorio, y diversas bebidas alcohólicas en varios lugares del departamento. ¿Pudo haber mezclado drogas y alcohol y eso le provocó la muerte?. Es posible, la investigación judicial apunta a eso. Para Robert Williams, cuando se enteró de la noticia, se encogió de hombros, ella era una simple estadística en la CIA. Su Agencia tiene otras ONG en Argentina que cumplen el trabajo sucio que él busca.

 

Sanchez, el SIME y los rusos aprendieron que debían trabajar de manera más estrecha y coordinada si querían sacarse a los yanquis de encima. El ministro de defensa argentino dio órdenes al Servicio de inteligencia Militar y Estratégico para firmar nuevos acuerdos (secretos) con el FSB y el GRU con el fin de conjurar y rechazar la intromisión estadounidense en sus países.