Diálogo de la diosa

—Di quién no supo adivinar, Mentira,

el rostro que en tu velo se ha escondido,

y quién a tu aposento no ha acudido

como un enamorado que delira.

—Aquel que no perdió en mis callejones

las horas predilectas del amor

y no conoce el ávido esplendor

que deslumbra al que vive en mis mansiones.

—Y aquel que no ha esperado, atenta Diosa,

vengarse un día de la providencia

y buscando el olvido con vehemencia

no dejó entre tus pechos una rosa.

En tus vestidos, largos, recamados,

quién no vio aparecer por un instante

los destellos de un cóncavo diamante

y un imperio en tus labios admirados.

En los tenues paseos del poniente,

quién no te confundió con la Verdad

y al mirarte con dulce autoridad

no te ofrendó el amor solemnemente.

—El que no ha conocido en mi ventana

el cielo gris de una ciudad sombría

y no dijo “Qué larga es la agonía

en tus labios variados, cortesana”.

—Quién, dime, quién no acarició los lazos

que forman tus collares de azucena

y te ignoró, hierática sirena,

sin ver la huella ubicua de tus pasos.

—El que no oyó jamás aquella oscura

voz con secretos crueles como insultos,

y en los altares de oro los tumultos

de la ardiente oración de mi locura.

—Para ocultar los celos, y la ira

debajo de tus mantos arrogantes

acuden a tus brazos los amantes,

oh religiosa, intrépida Mentira.

Eres como un espejo donde el ansia

engalanada cree que halla sus alas

y se pierde en tus reinos y en tus salas

y en tu flora de triste exuberancia.

Quién no quiso en las sombras ultimarte

y perecer te vio y te vio en las brisas

renacer como el Fénix, de cenizas.

Quién no quiso y no pudo abandonarte.

—El que no vio en mis torres elevadas

por la luz estridente de mi suerte

la pálida amenaza de la muerte

en mis habitaciones olvidadas.

—Orgullosa Mentira, ya tu historia

es más larga que el mundo; y la riqueza

que en tu falda intranquila siempre pesa

acecha a la Verdad en la memoria.

Hidra verde teñida de dorado,

te conozco mejor que a mi conciencia.

Vete, monstruo que guías la inocencia

a un ambicioso abismo desolado.

Un numeroso mundo desvalido

con tus armas pretendes defender.

Es mejor estar ciego que entrever

todo lo que en tu gruta has escondido.