Diálogos del silencio
En los arcanos, múltiples catálogos
del tiempo, en qué lugar habrán quedado
aquellos lúcidos y largos diálogos
que imaginé tener con los que he amado,
con los que tantas veces me esperaban
y siguiendo los ritos de la ausencia,
dándome pena o dicha, contestaban
a mi deseo y nunca a mi conciencia.
¿Dónde quedó mi voz contemporánea,
en el espacio, en su morada incierta
(que el sueño como el agua subterránea
cruza en la oscuridad, con luz, desierta)?
Como en la estatua negra de Memnón
que emitía armonías verdaderas,
¿retumbará en qué siglos de evasión,
asociada a otras voces forasteras?
¿Dónde están con sus láminas constantes
con bosques, y personas y mansiones
conservadas entre hojas deslumbrantes
esas apócrifas conversaciones
que no fueron por nadie pronunciadas?
¿Existen en las alas de los vientos,
en el vínculo cruel de las miradas,
en las memorias de los firmamentos?
¿Existen con sus dédalos y amores
como las casas medio derruidas,
que llevan del recuerdo los colores
en las baldosas rotas o perdidas?
¡Dónde está ese intrincado manuscrito
con su trémula letra en el espacio,
que la noche parece haber escrito,
siguiendo pensamientos, muy despacio!
Creo que está en alguna parte y siento
que transforma los árboles, las rosas,
las dudas del dolor, el pensamiento,
la mentira, el amor, todas las cosas;
que no me dejará morir tranquila
ignorando la flor del cielo raso
o el resplandor del sol, rosado y lila,
sobre las nubes largas del ocaso
que forma ya en el tiempo otro universo;
lo vislumbro en las noches, aterrada,
como en un hondo espejo que al reverso
conserva otra verdad, la imaginada.