A Casandra

de Pierre de Ronsard

La ausencia y el olvido y el curso de los días

no borraron el nombre, la gracia y el amor

que se imprimieron dentro de mi corazón tierno

cuando yo era, Casandra, tu nuevo enamorado,

cuando eras más preciosa para mí que mis ojos,

que mi sangre y mi vida y en todos los momentos

el tema predilecto que mi musa elegía

para poder cantarte mi larga poesía.

La flecha que salió de tu mirada hermosa

no fue de las que rompen la piel sino de aquellas

agudas que penetran dentro del corazón,

dentro de los pulmones, las venas y la médula.

Casandra mía, cuando yo me vi tan herido,

era arrogante y joven, pensaba sólo en vos

que me habías robado, del corazón, del alma,

porque estabas ausente, la razón y la vida.

Si el destino no hubiera enseñado de nuevo

a mis ojos tus ojos, el tiempo aún no podría

suprimir una línea o aminorar la imagen

que retrató mi amor de tu vívido rostro;

después, rememorándolo, te amé incesantemente

como el prístino día en que fuiste mi anhelo.

Y si el tiempo que rompe muros y fortalezas

perdió al correr un poco de nuestra juventud,

no te inquietes, Casandra, pues es más importante

para mí que el presente la primera mirada,

cuyo dardo me hirió, con tu gracia infantil,

que aún ensangrentada llevo dentro del pecho.

Venturoso fue el día que volví a ver tus ojos:

¡fui cercano y lejano, distinto de mí mismo!

Y si yo fuera el rey que las cosas ordena

para conmemorarlo pondría una columna,

como emblema de amor donde todos vendrían

a besar el pilar recordándonos siempre.

Me transformó en un ídolo la luz de tu mirada,

sin movimientos, mudo, tan perturbado estaba

mi espíritu, Casandra; yo era como un extraño

que solamente vive de tus ojos, soñando.

Siempre recordaré esas horas primeras

cuando en la mocedad perdí en tu luz mis ojos,

y ese coloquio dulce que una noche tuvimos:

no tengo otro recuerdo, ningún otro, más grato.

Entonces como ahora, era la primavera,

en la misma estación otra vez volví a verte:

Amor, haz que este abril en que me enamoré

me otorgue tantas dichas como el otro infortunios.