Las manos

Tus manos que eran sol en el invierno,

en verano tenían la frescura

insubstancial del agua. Un rostro tierno

reclamaba sus palmas, cuando oscura

por los cuartos las noches te llevaban

hasta el jardín con árboles que amaban

tus vestidos violetas y sencillos.

En la canción perpetua de los grillos,

y entre sillas de mimbre reunidas,

recuerdo tus dos manos parecidas...

Fragantes de jabones y de rosas

adivinaban fiebres. Candorosas,

sin edad, eran hojas, eran alas,

evocaban los campos en las salas.