La vida infinita

A veces me pregunto, al escuchar

como un recuerdo ya, el zorzal cantar

en los fondos más dóciles del sueño,

qué persigue la vida en su diseño

y en qué nos tornaremos cuando nada

nos distinga del aire y de la oleada

del mar que baña orillas de la tierra

donde nacemos y algo nos destierra.

Cuando llegue Átropos, supersticiosa,

con su cara de negra mariposa,

¿tendremos el anillo de oro mágico

que nos protegerá del hado trágico?

¿O tendremos las alas, el caballo,

que traspasará el vidrio como un rayo?

¿O perderemos todo en un momento

con el secreto y breve adiestramiento

que nos dan ya las cosas indistintas?

No escribiremos con las mismas tintas.

No pasará Alejandro Nevsky sólo

con música, armadura y protocolo

en los cinematógrafos oscuros.

No existirán los largos, largos muros

en el remoto imperio de la China;

ni en el Tibet los monjes, su doctrina.

No existirán las sombras ni los piélagos,

ni las montañas ni los archipiélagos,

ni esos bustos dorados, ni esos nombres

ni esa voz que venera el pueblo, de hombres.

No habrá tigres ni monstruos de cemento,

ni la proclamación del monumento.

No habrá teatros y gentes y mercados,

agapantos, lugares retirados,

donde canta el calor con sus chicharras

o la lluvia en los techos de pizarras.

No sabremos que existe Egipto, el Nilo,

ni leeremos las páginas de Esquilo.

No veremos en ciertos ojos almas

que besan a la nuestra en nuestras palmas.

En el itinerario de los días,

a veces víctimas de brujerías,

no omitiremos lo que más amamos

para incluir luego lo que detestamos.

No existirá el lustral Mediterráneo,

ni las plantas, ni el sol contemporáneo.

No habrá calles con nombres previsibles,

ni metales ni piedras más sensibles.

No estará el mismo río sobre el barro,

las quemas de basuras ni ese carro,

con perros que en las noches del suburbio

se pierden junto a un niño cruel y rubio.

No habrá reinas de Egipto, ni monedas

que conservan sus caras, ni habrá sedas.

Si hoy existimos, para no morirnos

mañana lograremos no eximirnos

del universo al inventar un mundo

para vivir de nuevo. Vagabundo

como nosotros nuestro pensamiento

recordará quizás un alimento,

un dolor, un estigma, una pasión,

un rostro pálido, la comunión,

y por ejemplo dentro de algún verso

de San Juan de la Cruz un ciervo, un cierzo,

para otra vez incluirnos en la historia.

¿Será como una jaula la memoria?

El Sésamo Ábrete de recordar,

de nuevo nos pondrá en nuestro lugar

o en lugares distintos como ciegos

que no se reconocen, como en juegos.