Sonetos a la imaginación

a A. B. C.

I

Yo siento que en mi pecho deposita

dibujos incesantes; que me ampara

y me tortura. Siento que a una clara

armonía feliz me precipita.

A veces el infierno que medita

es cielo, el cielo infierno: me depara

aviesas invenciones que prepara

con su paciencia azul de hermafrodita.

En sus efímeras y abiertas manos,

le entregaré, le entrego el corazón,

que es de cristal y de adivinación.

La seguiré hasta el fin de los veranos.

La seguiré por largas galerías

con la belleza y el horror por guías.

II

“Nos iremos, me iré con los que aman,

dejaré mis jardines y mi perro

aunque parezcas dura como el hierro

cuando los vientos vagabundos braman.

Nos iremos, tu voz, tu amor me llaman:

dejaré el son plateado del cencerro

aunque llegue a las luces del destierro

por ti, porque tus frases me reclaman.

Buscaré el mar por ti, por tus hechizos,

me echaré bajo el ala de la vela,

después que el barco zarpe cuando vuela

la sombra del adiós. Como en los frisos

lloraré la cabeza entre tu mano

lo que me diste y me negaste en vano”.

III

A veces te contemplo en una rama,

en una forma, a veces horrorosa,

en la noche, en el barro, en cualquier cosa,

mi corazón entero arde en tu llama.

Y sé que el cielo entre tus labios me ama,

que el aire forma tu perfil de diosa

de oro y de piedra, sola y orgullosa,

que nadie existirá si no te llama.

Entre tus manos quedaré indefensa,

no viviré si no es para buscarte

y cruzaré el dolor para adorarte,

pues siempre me darás tu recompensa,

que es mucho más de lo que te he pedido

y casi todo lo que habré querido.

IV

En tu jardín secreto hay mercenarias

dulzuras, ávidas proclamaciones,

crueldades con sutiles corazones,

hay ladrones, sirenas legendarias.

Hay bondades en tu aire, solitarias

multiplican arcanas perfecciones.

Se ahondan en angostos callejones,

tus árboles con ramas arbitrarias.

Alguna vez oí el chirrido frío

de un portón que al cerrarse me dejaba

prisionera, perdida, siempre esclava

de tu felicidad que junto a un río

bajaba entre las frondas a un abismo

de intermitente luz, con tu exorcismo.

V

“Cuando perdida vago entre sombrías

piedras sin luz y sin admiración

llego arrepentida a tu mansión,

a tus secretas y hondas galerías

donde me espera lo que me ofrecías.

Allí encuentro tu luz y tu pasión,

allí comprendo sin superstición

que me llenas de dicha y de agonías.

Quien no me sigue allí me perderá.

Quien no me busca allí no arrancará

una sola respuesta de mis labios.

En tus rosales de oro, está el futuro,

lo que veneraré, lo que es más puro

porque tus pensamientos son los sabios”.