El balcón

En el verano de un balcón, en Francia,

mirábamos los cedros extranjeros

y un demasiado azul en la distancia

lago, lejos de ceibos y jilgueros.

Nos gustaba una patria más vacía:

No hay aquí una palmera, yo decía.

¡No nos despierta el canto de las aves

con las aguas barrosas, con las naves!

¡Ah! yo prefiero el Río de la Plata.

Fiel a la ausencia y todavía ingrata,

soy a veces aquí una forastera:

falta ahora el balcón, no la palmera,

faltan cedros, y no costas barrosas.

¡Ah, qué azul era el lago y había rosas!