Epitafio de un aroma

Entre estambres futuros y corolas,

ayer cuando bajaron los relentes,

perecí en un jardín que regalaba

sombras con formas de árboles, y el agua.

Me enlazaban dos cintas, aquí están:

más que mis pétalos duraron, pálidas,

como las cintas de la gente muerta.

La misma asociación de flores, tácita,

las parecidas manos, el cuidado,

la estación y la sangre de la tarde,

no podrán repetir exactamente

los túneles oscuros de mi aroma:

infinitos serán en la memoria

los complejos caminos del perfume;

también será infinita la falaz

reaparición de todos los momentos.

Y aunque los días quieran restituirla,

y aunque se asocien muchas circunstancias—

repetición de frases o de gente,

la misma inclinación de una cabeza—

ya no existe tampoco la persona

para quien fui en secreto destinado.