La abandonada

Por la oscura región de vuestro olvido.

GARCILASO, Soneto XXXII.

No se le ocurre al tiempo repetir

sus caras en las nubes del poniente,

y se mueren impenitentemente

tiempos entristecidos al huir.

Ella sola se irá como en un sueño,

como en un sueño donde brilla el frío,

costeando márgenes de un vago río

donde el destino forma su diseño.

Y Dios que la contempla omnipotente

de indiferencia, siente su destreza

crecer al otorgar tanta tristeza.

Ella repite persistentemente:

Ah, si quisieras ser como te amé

volvería la luz a ser como antes;

no habría primaveras repugnantes

ni fragmentos heridos en mi fe.

Ah, si pudiera ser como me amabas,

sin la inquietud que vuelve tan cobarde,

volverían los cielos de otra tarde

a penetrar mi anhelo, que encantabas.