Epitafio de una casa

There where the long street roars, hath been
The stillness of the central sea.

TENNYSON: In Memoriam.

Acércate a mi sombra lentamente,

mira el oro de bronce de mis flores

y en el jardín de invierno los amores

en el espejo de hojas, insistente.

Escucha el ruido antiguo de mis puertas,

el ascensor, la lluvia que golpea

vidrios de claraboyas, la azotea

y el patio que oye las campanas muertas.

Escucha en mis vestíbulos perdidos

las formas de los nombres que se oyeron,

moviéndose en el tiempo que vivieron,

esos muebles con fundas revestidos,

y el piano negro y perpendicular

que hace oír en la tarde sus acordes

como en un lago quieto en cuyos bordes

se oye la voz del tiempo claudicar.

Contempla una por una mis persianas,

abriéndose y cerrándose en el día

sobre el cielo alto y la pared sombría.

Contempla mis molduras: son humanas.

Contempla el cielo quieto de la sala,

y en un cuadro brillante a esa señora

con una extraña mano que enamora

la mirada inocente y que señala

las horas de la cena. Suavemente

aspira mis olores imprecisos

nacidos de la alfombra y de los pisos,

del mármol y del fierro indiferente.

Contempla una por una cada cara

que se miró en mis puertas con espejos,

las cabelleras, todos sus reflejos

y la alegría que el dolor prepara.

Atraviesa mis piezas, silenciosa.

Ah, no hay nadie, y el sol de mediodía

traspasa vidrios con melancolía.

¡Qué oscuridad con luz bituminosa

sigue tus pasos en mi claridad!

En el último cuarto ¡quién te espera

que tu presentimiento desespera!

Tal vez hay alguien en mi soledad.

Por qué lo temes tanto si no existe

sino en tus sueños ese oscuro instante

de esta mansión antigua, trepidante,

donde un fantasma anónimo persiste.