Los abuelos se han convertido en el pilar fundamental de muchas familias para conciliar la vida laboral con la vida familiar. Debido a nuestras circunstancias profesionales, a veces, los abuelos tienen que pasar varias horas al día a cargo de sus nietos.
Ellos tienen otras vivencias, otra experiencia de vida y también, en muchas ocasiones, otra forma de acompañar a los niños. ¿Cómo vivimos nosotros esto como padres o madres? Creo que hay varias cuestiones sobre las que reflexionar:
1) Los abuelos están asumiendo un papel que no les corresponde y lo están haciendo por AMOR. Hay una palabra que ha de estar siempre en nuestra mente a la hora de visualizar el tiempo que pasan con nuestros hijos: «gracias».
2) No puedo controlar ni cambiar a las personas que tengo a mi alrededor. Los reproches, el mal humor, las críticas, las órdenes o las correcciones solo generan tensión en nosotros y en ellos. No podemos pedir a los abuelos que pongan límites desde el respeto, que no premien, que no sienten al niño frente a la tele toda la tarde… porque esa no es ni tan siquiera su misión, sino la nuestra.
3) Que ellos lo hagan de forma distinta no quiere decir que tú tengas que cambiar tu forma de acompañar y educar. Pisa con paso firme y seguro: si tú crees en tu forma de criar, los niños también lo harán. El entorno opina, el entorno comenta, pero si tú tienes unas raíces fuertes sabrás relativizar y tener un diálogo sano y compasivo con las personas que tienen otro camino y otra mochila.
4) Da ejemplo y redirige cuando lo creas oportuno. Por ejemplo, si cada día los abuelos ven que los niños, en tu presencia, comen sólidos y disfrutan haciéndolo, poco a poco irán confiando más en ello; si cada día ven que cuando hablas a los niños con serenidad y respeto ellos responden mejor, poco a poco irán tomando nota de algunas pinceladas. Si no las toman, tómate la situación con el mayor humor y amor posible. Redirige a los niños cuando lo creas oportuno sin corregir a los adultos.
Pongamos un ejemplo:
Si veo que un niño está tirando agua al suelo y la abuela le amenaza con castigarle si no deja de hacerlo puedo acercarme al niño y decir: «¡Vaya! A …. le encanta el agua, a mí también me gusta mucho. Ahora buscaremos algo para que puedas usarla, pero antes vamos a observar el suelo. ¿Qué podríamos hacer? Ven conmigo (mientras le tomo de la mano), vamos a buscar una fregona».
Acompaño al niño, muestro con ejemplo y amor, más tarde puedo invitarle a lavar algo con agua. No es necesario hacer alusión a nada más, queda la experiencia en el niño y en el adulto. Vívelo con amor hacia ambos.
5) En el mundo no todas las personas se relacionan con nosotros como esperamos. Eso no significa que sean malas personas ni que nos quieran menos. Si alguien te aporta y te suma, quédate con lo bueno, con lo positivo de esa persona. Yo me fijo en la alegría que siente mi hijo cuando se encuentra con sus abuelos, las diferentes vivencias que se aportan y los recuerdos que construyen juntos. Los abuelos expanden el amor de los niños. Me fijo en los abuelos y los veo sonreír, veo que vuelven a ilusionarse y se tiran al suelo para jugar con sus nietos. Veo que vuelven a ser un poquito niños de nuevo.
Sé que puedes estar pensando: «Ya, pero los abuelos de mi hijo pasan muchas horas al día con él. Y así es muy difícil».
Los niños necesitan tiempo de calidad con sus principales figuras de apego, sí, pero no es menos importante la cantidad. No podemos autoengañarnos pensando que es suficiente con que pasen una hora de calidad al día con nosotros. Necesitan nuestra presencia, nuestra inspiración, nuestra guía.
Vivimos en una sociedad extremadamente consumista. Tanto que el ideal de felicidad se asocia fuertemente al consumo: extraescolares, cantidades ingentes de ropa y juguetes, varios coches, dispositivos electrónicos, vacaciones caras… Necesidades ficticias sin las que nos han hecho creer que no podemos vivir bien.
No te culpes, es la burbuja en la que estamos inmersos. Tú haces mucho, muchísimo, incluso mucho más de lo que es saludable, lo haces lo mejor que puedes y estás en el camino de la conciencia. Eso no es reprochable, sino admirable. La conciliación está totalmente maquillada hoy en día: no conciliamos, solo decidimos a qué renunciamos.
Solo párate, reflexiona con objetividad sobre tus necesidades materiales reales y prioriza.
Tienes dos opciones:
1) Tomar una decisión para que tus hijos pasen más tiempo contigo.
2) Aceptar el tiempo que tus hijos pasan con otros y comunicarte más y mejor sobre cuestiones de educación en tono distendido y empático.
Los abuelos ya criaron, ya educaron, ya trabajaron. Su misión no es volver a empezar. Si lo hacen, deberíamos sentir enorme gratitud hacia ellos.
Los abuelos aportan sabiduría, diversión, cariño, sonrisas, historias, juegos. El amor se expande en los niños, los lazos con el mundo se vuelven más fuertes gracias a los abuelos.
Disfruta de ellos y de esa bonita relación con sus nietos sin presión, sin juicios y sin prisas todo lo que puedas. No hay nada que sea más importante.