Capítulo 9. La felicidad en lo pequeño

 

 

¿Has oído alguna vez la palabra hygge? Es una filosofía danesa basada en la capacidad para apreciar los pequeños placeres cotidianos: una taza de té en un día de lluvia, una sobremesa larga en compañía de personas interesantes, un atardecer en el campo…

¿Qué capacidad tienes para darte cuenta y apreciar esas pequeñas cosas?

Muchas personas influyentes, con buena posición económica y un gran círculo familiar y social son infelices porque siempre buscan algo más: un ascenso, otra casa, un coche nuevo… Sin embargo, hay personas que con muy poco viven la vida intensamente, con optimismo y una sonrisa. Valoran lo que les rodea y además se sienten agradecidas a la vida.

De acuerdo, hay circunstancias con las que puede que parezca más fácil ser feliz, pero no te engañes, es una apariencia. En realidad, aunque algunas veces parezca un mayor reto, alcanzar la felicidad dependerá de los mensajes que te envíes a ti mismo sobre lo que necesitas para ser feliz y el diálogo que crees en tu mente sobre aquello que vives:

 

·«No podré soportar que mi pareja me deje».

·«Si mi pareja me deja podré disfrutar igualmente; viajaré y conoceré gente nueva».

 

Es esta segunda actitud la que hace que disfrutes de una forma más plena y sana de las relaciones, es esa actitud la que hace que vivas con optimismo, que disfrutes cada pequeño detalle, que trabajes con pasión y entusiasmo. Y las bases naturales de esa actitud se crean en la infancia.

Envolvemos la infancia en fantasía: princesas encantadas, superhéroes, mundos de hadas… Los niños sueñan con esos mundos que no existen y se llenan de estereotipos e imágenes lejanas e irreales sobre lo que es realmente el éxito y la felicidad.

La infancia es la etapa en la que se crean las bases psíquicas de la personalidad del niño en función del ambiente que lo rodea: es lo que vive y lo que absorbe lo que va integrando y definiendo su persona. Si queremos adultos que valoren lo cotidiano, tenemos que educar en lo cotidiano.

El niño que tiene la oportunidad de pararse a limpiar una mesa solito con agua y jabón no solo sentirá fascinación por las gotitas de agua que caen y por la espuma que forma el jabón, sino que experimentará, por primera vez, la sensación de alegría y felicidad en lo cotidiano, construyéndose a sí mismo.

Si te paras a pensarlo, la felicidad de un niño es tremendamente sencilla y cotidiana: limpiar un cristal con agua, ponerse los zapatos, pararse a descubrir un caracol, un abrazo, un ratito de bromas con sus seres queridos… Somos nosotros, como adultos, los que nos empeñamos en creer que necesitan más: regalos, juguetes, montones de ropa…

Es urgente llevar la filosofía hygge a la educación. Los niños necesitan sus experiencias hygge: pisar la hierba descalzos, corretear entusiasmados detrás de una mariposa, meter las manos en harina mientras cocinan con su papá o su mamá, ver cómo cambia de aspecto el metal al abrillantarlo con un algodón… Esas experiencias son las que, a su vez, crean en él una autoestima sana, motivación, confianza y la sensación de felicidad.

El adulto tiene el papel decisivo de observar, acompañar en emociones y poner en conexión al niño con el ambiente que le rodea.

Podríamos decir que el adulto es el elemento clave de inspiración. La parte activa del triángulo que conecta al niño con el mundo.

Pongamos un ejemplo: si cuando un niño nos viene a hablar sobre el hormiguero que ha visto le ignoramos o ponemos cara de asco, su percepción sobre lo asombroso y bello de su descubrimiento se derrumbará.

Además, nosotros contribuimos a crear en el niño algo que es clave en la educación: el concepto de belleza.

 

· ¿El entorno que rodea al niño inspira belleza?

· ¿Está ordenado?

· ¿Es sencillo y tiene detalles bonitos como flores, arte o plantas a su altura?

· ¿Me detengo a apreciar las flores, animales, árboles o un cielo azulado cuando camino con mi hijo?

· ¿Trato con amabilidad y respeto a las personas que me rodean?

 

Ese concepto de belleza, que tan inadvertido ha pasado en la educación, es el sustrato básico para crecer con una filosofía de vida hygge. Valoro la belleza que me rodea y mis acciones inspiran belleza. ¿Puede haber una herramienta más sencilla y asequible para transformar el mundo?

Algunas personas se pasan la vida buscando la felicidad fuera; puede que el primer paso para encontrarla sea comprender que la felicidad está dentro de cada uno de nosotros.

A veces las circunstancias parecen ir en contra de una manera brutal: una enfermedad, un despido, un accidente, una separación, una pérdida… Otras veces parecen ir en contra de una manera sutil: noches sin dormir, estrés, prisas, rabietas, atascos…

Sea como fuere, lo que mueve tu felicidad no son las circunstancias, sino tu actitud. Tú tienes el inmenso poder de transmitir belleza, de ser elemento inspirador de felicidad para tus hijos.

Mira a tu alrededor. ¿Lo ves? Hay tantas cosas bonitas que nos rodean… Te diré algo, todos los días, pase lo que pase a tu alrededor, puedes encontrar motivos para ser feliz.

Cada noche, yo encuentro uno. Me acurruco a su lado —«¿Me haces un huequito?»—, abrimos un cuento, nos miramos, nos reímos, acaricio su manita mientras sus ojos van haciéndose más pequeños, escucho sus comentarios ingeniosos, sus anécdotas del día, sus preguntas... En ese momento nada más importa, somos nosotros, la conexión, el acompañamiento.

Disfruta cada noche de esos pequeños instantes. En realidad, son los más grandes.

 

¡Buenas noches!