El peor enemigo de una crianza consciente, sin duda, son las prisas.
¿Cómo dar tiempo al niño en una sociedad que vive a un ritmo tan vertiginoso? No podemos decidir sobre el ritmo de la sociedad, pero sí podemos trabajar sobre nuestro propio ritmo. Hay tres bases sobre las que puedes trabajar para gestionar el tiempo de una forma más consciente como madre o padre:
1. Prioriza. ¿Has tenido alguna vez la sensación de que la maternidad se convierte en una carrera de obstáculos? La casa, el trabajo, la pareja, el ocio, los niños… No te ahogues en la culpa cuando veas que no llegas: no eres tú, es el ritmo antinatural al que nos movemos. Tú haces mucho, muchísimo. Enfócate cada día en lo que es esencial. Es cierto que cada vez sentimos más culpa por no llegar a todo, pero es que cada vez tenemos más cosas a las que llegar. ¿Te has parado a pensarlo?
2. Toma decisiones. Las que te permitan caminar un poco más despacio y disfrutar de tu crianza: madruga un poco más, libérate de alguna tarea, delega, busca momentos para tu propio cuidado, busca momentos de NO hacer. Se trata de bajar el listón de la exigencia. Empezar un día con prisas es como salir en una carrera cuando ya ha empezado: el agobio, el estrés y los pensamientos negativos te hacen responder de una forma más irracional. ¿Qué puedes hacer para comenzar el día más despacio? Si no se te ocurre nada, quizá puedes hacerte otra pregunta: ¿qué puedes hacer para comenzar a disfrutar las mañanas con tus hijos?
3. Enraízate. Busca conectar con tus emociones, con tu energía, con lo que te mueve. «¿He disfrutado hoy de algún pequeño detalle?» «¿Qué voy a hacer mañana para tener algo de tiempo para hacerlo?» Busca propósitos pequeños a corto plazo que te conecten con tu raíz.
Algunos aspectos que te pueden ayudar a tomar más consciencia de tu ritmo:
·¿Me detengo ante pequeños detalles bonitos a mi alrededor?
·Cuando mi hijo tarda más de lo habitual en una tarea… ¿le doy presencia en silencio esperando a que termine?
·¿Tengo algún momento de «no hacer» a lo largo del día?
·¿A qué ritmo camino?
·¿Saboreo lo que como, masticando conscientemente?
·Cuando empiezo un nuevo proyecto o tarea, ¿me enfoco en disfrutarlo o en acabarlo?
Esto es solo una reflexión guiada a la que puedes volver como punto de consciencia cada vez que sientas que NO llegas a todo.
Cuando vas más despacio dejas de sentir el agobio en el momento que tu hijo o hija no se quiere poner las zapatillas y puedes sentarte a su lado a contemplar con gozo su ascenso, puedes sonreír con él cuando llega el logro y disfrutar de una crianza más compasiva, relajada y feliz en la que los niños tienen tiempo de SER NIÑOS.
Cada vez es más frecuente ver a niños con jornadas escolares maratonianas, porque creemos que tienen que aprovechar su potencial en la infancia para convertirse en personas exitosas: actividades extraescolares, idiomas, deportes… Lo que hace que una persona con éxito en su vida no son los conocimientos, sino una personalidad sana e integrada. Los cimientos de esta se crean en la infancia.
¿Qué necesitan los niños? Padres y madres presentes que no estén siempre agobiados o cansados, sentirse queridos, tener tiempo para jugar y reír, para crear, para contribuir y hacer las cosas por sí mismos. Todo esto se podría resumir en una palabra: tiempo. Cuando hay unos cimientos emocionales y afectivos sanos, el niño se siente seguro, tiene inquietud por aprender y explorar e, indirectamente, va adquiriendo esa experiencia y conocimientos.
Eduquemos despacio y sin prisas. Estamos convirtiendo la educación en comida rápida: parece saciante y suculenta por fuera, pero por dentro tiene efectos nocivos para la salud.
Manejamos el tiempo y la energía como si fuesen recursos ilimitados, y cuando vemos que se están agotando nos frustramos. Hagámonos conscientes de que son recursos escasos para gestionarlos sin frustración y acompañar a nuestros hijos más despacio, a su ritmo. ¿El beneficio? Su felicidad, la nuestra. Serán niños solo unos años. Saboréalos como si fuesen solo unos segundos.