Prólogo

—Adopta un pingüino, ¿dígame? —respondí al teléfono con jovialidad.

—Buenos días, ¿podría hablar con la señorita Mimi Olmos? —preguntó una voz masculina.

—Sí. Soy yo. ¿Quién es?

—Le llamo de su entidad financiera… ¿Podría acercarse a nuestra oficina para hablar con usted?

—¿Sucede algo? —quise saber.

—Señorita Olmos… es mejor que venga y le comentamos.

—¿Para qué? No será porque quieren ofrecerme alguno de sus seguros, ¡ya le dije que no estaba interesada! —Puse los ojos en blanco y suspiré—. Todo lo que se puede asegurar ya lo tengo asegurado: el coche, el móvil, el local de la oficina… ¡solo me falta por asegurar mi ropa interior! ¿Eso se puede asegurar? Supongo que sí… porque Jennifer López aseguró su trasero, ¿lo sabía usted? ¡Da igual! ¡No me líe! ¿Para qué quiero un seguro si no tengo nada más que asegurar? ¿No querrá adoptar a un pingüino?

—No, señorita Olmos. No quiero adoptar a un pingüino e ignoro lo del culo de Jennifer López —resopló el hombre.

—¿Y para qué llama?

—Para citarla y ver cuándo nos podemos reunir con usted.

—¿Para qué? —insistí.

—Para informarle de que está en la quiebra… Tiene usted una deuda superior a tres mil euros.

—¡No me diga! —Me quedé callada durante unos segundos. Escuché preguntar a mi interlocutor si seguía al teléfono—. Ahora voy —respondí con la voz entrecortada.

—Estamos abiertos hasta las dos y media.

—OK. Por cierto… ¿no tendrán algún seguro que cubra la deuda?