Capítulo 20

Unas copas

Después de la pillada, de apagar el fuego y regresar a la terraza, pedimos unos mojitos. Yo seguía roja como un tomate, pero la poca vergüenza de Marín y lo natural que se mostraba como si no hubiese pasado nada, me tranquilizó. Hasta que mi madre abrió la boca.

—Entonces, ¿habéis intimado en la playa o qué ha pasado? —preguntó sin discreción.

Miré de reojo a Becky que, a diferencia de muchos de los invitados, no se había marchado y permanecía en la fiesta.

—No ha pasado nada, mamá. —Intenté quitarle importancia al asunto.

—Ahora me dirás que te habías quitado el vestido y él la camiseta porque estabais intentando sofocar las llamas —prosiguió.

—Creo que tu hija ya está lo suficiente avergonzada como para que tú la ataques más —me defendió mi padre.

Me levanté y le di un abrazo.

—¡Ya estáis los dos uniendo fuerzas y dejándome como la mala de la película! —bufó.

—Tu hija me ha regalado el gesto más romántico que nadie ha hecho por mí —aclaró Marín—. Había preparado un postre muy especial con vino a la luz de dos velas.

—¡Y después lo ha flambeado! —añadió mi madre.

—La he cogido en brazos en un arrebato de pasión porque pensaba hacerla mía sobre la arena de la playa y he tirado una de las velas sin querer. Suerte que has tenido, Carmen, porque si no quizás en nueve meses tenías un nietecito —bromeó.

Fue la primera vez que mi madre no supo qué responder. La explicación de Marín había sido tan explícita que la dejó sin palabras.

—Vas de semental en semental —soltó Daniela sin pensar.

La fulminé con la mirada. No hay nada peor que tener una madre bocazas, ¡Ah, sí! Que tu mejor amiga tampoco sepa quedarse calladita. Barbie Croqueta no dejó escapar la oportunidad.

—¡Es cierto! La noche de la inauguración, ¿no estabas tonteando con un chico muy atractivo? —preguntó Becky.

—Sí, pero no llegamos a nada. No somos muy compatibles. —Hice un ademán con la mano.

—Ahora que estás con Marín, podrías pasarme su número —bromeó, aunque no me hizo nada de gracia—. No te preocupes, con tu app estoy bien servida. La verdad es que la uso mucho y he conocido a gente muy interesante. ¡Me chifla!

¡Eso me gustó más! Primero porque alabó mi trabajo y después porque ya no iba detrás de mi chico y estaba entretenida conociendo a otros hombres. Aplaudí para celebrarlo.

—Me alegra saber que TalparaCual cumple con su cometido.

—Y a mí que la crearas. Desde que la descargué, mi vida sexual goza de una salud estupenda gracias a los maromos que se inscriben y se ponen en contacto conmigo —aclaró con picardía.

Respiré aliviada. Comencé a ver a Becky como una posible colega y no como una rival a batir.

—¿Le has contado lo del concurso? —preguntó a Marín.

—No me ha dado tiempo —se justificó.

—¿Qué concurso? —pregunté.

—Si todo va bien, tu novio y yo nos vamos a Madrid para participar en el casting de un programa de cocina que emitirán este verano.

—¿Juntos? —preguntó Daniela.

—Pero no revueltos —rio Becky.

—¿Qué programa es? —me interesé.

—Uno nuevo que consiste en elegir a la mejor pareja de cocineros del país. Nosotros tendremos que ir superando pruebas culinarias y demostrando nuestras dotes en la cocina. Pueden apuntarse familiares, novios o amigos y tengo enchufe, ¡así que vamos a intentarlo! —Levantó los brazos Barbie Croqueta—. ¡El premio son treinta mil euros para la pareja ganadora! Por no hablar de la fama que te da salir en la tele.

—¿Puedo participar yo también? —preguntó mi madre—. Prepararé mis infusiones.

—Mamá, solo es para profesionales —le advertí en voz baja.

Se cruzó de brazos y protestó por mi comentario.

—Carmen, tu té con ron está buenísimo, pero dudo mucho que superes el casting de ese programa con una propuesta tan simple. —Daniela intentó hacerla entrar en razón.

—Llevas razón. —Sonrió—. Mejor nos guardamos la receta para nosotras.

Levantó la cabeza con orgullo como si se tratara de un secreto de Estado, en lugar de una infusión con alcohol.

—Si somos seleccionados, estaremos un mes grabando en Madrid —anunció Becky.

Ya comenzaba a caerme peor. ¡Que se fuera al concursito con su prima y dejara a mi chico tranquilo!

—Será una oportunidad de oro para tener una mayor visibilidad como cocinero —comentó Marín entusiasmado—. ¿Qué te parece, cariño?

Intenté no venirme abajo. No me seducía en absoluto que mi novio se fuera a Madrid con Barbie Croqueta. Y aún menos que participaran en parejita en un concurso de cocina. ¿Qué podía hacer? ¿Volverme loca de nuevo con un ataque de celos? No, claro que no. Opté por la opción más sensata: ¡mentir!

—¡Eso hay que celebrarlo! No puedo estar más entusiasmada.

¡Mentira! Solo quería llorar y estrangular a Becky.