A las nueve de la noche
de esta jornada fatal,
de Aurora en el aposento
con ella estaba Don Juan.
Ella en un sillon de brazos,
él á su pie en un sitial,
ella como nunca hermosa
y él como nunca galan,
trabada amorosa tienen
conversacion, de la cual
conviene oir lo que resta
desde el punto en donde estan.
aurora.
Mas Don Juan, de esa manera
mis asuntos irán mal.
don juan.
Ya dejaremos aqui
quien de ellos pueda cuidar.
Yo soy rico, y yo te adoro:
ahijado del Rey, me da
honras que yo no ambiciono,
pues que puedo conservar
con mis rentas y mi brazo
mi honor y mi libertad.
Un hombre, pues, como yo
bien en la Corte no está:
si su favor aprovecha
porque se le han de envidiar.
y á quien algo le codician
siempre vive con afan.
Si desperdicia el favor
que puede fácil lograr,
porque con quien se le ofrece
por fin le malquistarán.
Por todas estas razones,
y otras muchas ademas
que yo me sé, determino
querida Aurora viajar.
Soy de mi familia el único,
gracias á Dios; un leal
y viejo criado hace
mis haciendas prosperar,
y quiero que alguien me ayude
á gastar su renta anual.
Ni tengo amigos, ni quiero
á vagos alimentar:
mas no me siento hácia el oro
aún con desprecio tal
que le renuncie y sea monge,
ó que se lo quiera dar
á los pobres, que son gente
que no lo agradecerá,
pues pienso ejercer primero
sobre mi mi caridad.
Ahora, bajo este supuesto
te digo: que abandonar
quiero unos años la Corte
y aun nuestra España quiza.
Viajar solo es diversion
que poquisimo soláz
proporciona, y es muy duro
no tener con quien hablar.
Tú eres sola en este mundo.
aurora.
Mi tia.
don juan.
Es un carcamal
que necesita reposo,
y á Ronda se volverá
con renta que yo la dé
para ir al sepulcro en paz.
Con que he pensado llevarte
conmigo, Aurora, en lo cual,
segun lo que se me alcanza,
nada al cabo perderás.
Irás hasta donde quieras,
y do te canses quedar
te puedes, y desde allí
á España te tornarás;
puesto que es justo que pague
ida y vuelta mi caudal.
aurora.
Mas ¿ por qué con tanta prisa
el partur determinais?
¿Qué mal estamos aqui?
don juan.
Ello ha de ser: tú verás,
pues, lo que mas te conviene,
porque yo no puedo ya
el fastidio de la Corte
por mas tiempo soportar.
Si yo no vivo á mi antojo
sin que Rey ni autoridad
á darme venga consejos
que yo al fin no he de tomar;
si no dejo este prestado
carácter de gravedad,
si no riño, y rondo, y juego
cual fuere mi voluntad,
con las rentas que me sobran
y todo el favor real,
de fastidio y de inaccion
creo que me he de secar.
Y he aqui que te he hablado
con franqueza y con verdad
mi intencion, y en ella estoy
tan resuelto, y tan tenaz
voy á mantenerme en ella,
que de tu amor á pesar
si seguirme no te place
por despedido me dá.
aurora.
Pero Don Juan...
don juan.
Con el alba
parto.
aurora.
Tal tenacidad
da á entender que para ello
razones grandes habra.
don juan.
Si por Dios! la alegre vida
que llevo, mi mocedad
aprovechando, los lances
á que mil veces lugar
di con juveniles ímpetus
que no modero jamás,
sé que han sido consultados
con el santo Tribunal,
que un dia ú otro es preciso
que me venga á amonestar,
lo cual por mas que sea en valde
se que me molestará.
Y aqui iba ya de su plática
el libertino Don Juan,
cuando dos aldabonadas
la vinieron á turbar
que asentaron en la puerta
de la casa en donde están.
Abrió el mozo la ventana
diciendo airado: ¿quién va?
—La justicia, respondieron.
—Venga la justicia en paz,
repuso Don Juan: mas ahora
¿qué negocio aqui la trae?
—Una prisión que esta noche
tiene en vos que ejecutar.
—¿En mi?
—En vos, y las personas
en cuya compaña estais.
Abrid, pues, á la justicia
ó á las resultas mirad.
Quitóse de la ventana
don juan , y vuelta la faz
á Aurora que sin aliento
yacia sobre el sofá
dijo: en vano es resistir:
si os tencis de qué acusar
mirad si hay parte que paso
franquee á la vecindad,
mientras que yo los detengo
mal que pese á Satanás.
Mas viendo que en vez las dos
de asir con celeridad
de uno ú de otro partido
se soltaron á llorar,
dijo: «á mi no me conviene
contra el santo Tribunal
hacer armas, porque nada
pueden contra mi probar.»
Y en la escalera llamando
al paje que con él va,
mandóle á los que venían
francas las puertas dejar.
Entró el jefe de las rondas
del juez Osorio, y el tal,
al mancebo saludando
con cortés urbanidad
dijole: siento teneros,
siendo quien sois, que tratar
asi, mas daos, señor,
preso por su Majestad.
don juan que no vió libreas
del santo Oficio, y á mas
conoce perfectamente
á quien hablándole está,
le dijo á su vez con tono
de amenaza: meditad
lo que vais hacer, buen hombre,
porque si os atropellais
y una sinrazon conmigo
cometeis, os va á pesar.
Yo soy noble, y como noble
dependo de autoridad
competente á la nobleza,
y el Rey llevarálo á mal.
—Señor, dentro de un momento
os podeis justificar
delante del mismo Rey
que es quien me ordena asi obrar.
—¿El Rey me manda prender?
—Por el juzgado especial
del juez Don Miguel de Osorio.
—En ese caso guiad;
pero estas damas…..
—En tanto
aseguradas no mas
quedan, que esteis preso vos,
pero si por libre os dan,
mañana mismo con vos
quedarán en libertad.
Y esto diciendo, y tomando
el estoque de Don Juan,
mandó el jefe de la ronda
una litera acercar
que dejó de aquella casa
esperando en el portal,
y hacia el juzgado volvieron
sus pasos á enderezar.