El rey de un pequeño país, ya muy anciano, no tenía hijos. A menudo le venía a la mente que en cualquier momento podría morir y que sus súbditos quedarían desamparados porque no tendrían a nadie que los dirigiera.
Por ese motivo, hizo esta increíble propuesta que ordenó anunciar por todas partes:
—Dejaré mi reino en herencia a quien me traiga el árbol maravilloso cuyo fruto libre de la vejez y la muerte a quien lo coma.
La propuesta era muy atractiva, pero no quería levantar falsas ilusiones. En ningún momento ocultó que lograrlo no sería tarea fácil. Se necesitaba coraje, constancia e inteligencia para conseguir el árbol que diera ese precioso fruto.
—Los que se decidan a ir en busca del árbol correrán grandes peligros y han de saber que el resultado de su aventura es muy incierto —advirtió a los que se ofrecían para iniciar esa aventura.
De los jóvenes que se presentaron dispuestos a intentarlo, el rey escogió a los cuatro que, a su parecer, reunían mejores condiciones para afrontar esa difícil misión.
Los tres más impacientes se lanzaron inmediatamente a recorrer bosques, parques y selvas donde crecían todo tipo de árboles. Muchos de ellos daban frutos, pero ninguno reunía las cualidades exigidas por el rey. Transcurrido un tiempo de duros e infructuosos esfuerzos, emprendieron el camino de regreso, decepcionados por no haber conseguido lo que habían perseguido con tanto ahínco.
El cuarto, en cambio, pronto se dio cuenta de que era imposible que lo que buscaba el rey fuera fruto de un árbol. Así pues, decidió recorrer el mundo comprobando qué era lo que mejor hacían en cada lugar.
Tras un agotador viaje que se prolongó dos años más que el de sus compañeros, se presentó ante el rey, quien ni siquiera le esperaba ya. Creía que había perdido la vida en su empeño.
El joven regresaba con las manos vacías y, por tanto, no esperaba ser el sucesor del rey. Sin embargo, volvía satisfecho y contento porque había conocido de primera mano cómo se gobernaban muchos pueblos de todo el mundo.
El rey escuchó complacido sus andanzas y las explicaciones que le dio. Después le hizo muchas preguntas y, tras escuchar sus sensatas respuestas, le dijo:
—Has entendido lo que yo pretendía y has aprovechado el tiempo. Ese árbol no es una planta, es la sabiduría, y tú estás muy cerca de haberla conseguido.
El joven acompañó al rey los dos últimos años de su vida y, cuando este murió, los súbditos lo aceptaron como el heredero ideal para suceder al antiguo señor.
La persona responsable es aquella que es capaz de responder de todo lo que concierne al trabajo que se le ha encargado o al lugar en el que está situado en la sociedad.
«Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merecemos existir.»
JOSÉ SARAMAGO
«La libertad significa responsabilidad.
Por eso la mayoría de hombres la temen.»
GEORGE BERNARD SHAW
«El hombre no es más que lo que él hace de sí mismo.»
JEAN PAUL SARTRE