A veces uno sospecha que ni la escuela ni la familia han prestado suficiente atención a la formación del carácter, de la personalidad de los niños. Pero no dar importancia a este aspecto de la educación puede conducir a la frustración.
Leyendo hace años La pedagogía del héroe, de Fernando Savater, comprendí para siempre que uno crece imitando a sus «héroes», a quienes considera ejemplares, que en los primeros años de la vida suelen ser, naturalmente, los padres u otros familiares próximos. Después he ido encontrando esa misma idea infinidad de veces, explicada desde muchos puntos de vista.
El «héroe» que este libro diseña como ideal es un niño o niña amable, amistoso, audaz, colaborativo, comprensivo, comprometido, curioso, decidido, discreto, generoso, honrado, inconformista, inteligente, optimista, paciente, prudente, respetuoso, responsable, sencillo, simpático, sincero, sociable, solidario, tenaz, valiente… ¡Ahí es nada! ¿A quién no le gustaría ser así y que sus hijos también lo fueran?
Pero las fortalezas emocionales, como las intelectuales, no nos vienen dadas del todo por la naturaleza: se entrenan y se conquistan. Finalmente, se consolidan cuando se convierten en hábitos que conforman lo que llamamos el carácter.
Este tiene una base heredada, algo que nos viene dado con la herencia biológica, y otra parte elegida, a la que contribuyen poderosamente la educación en el entorno escolar y las experiencias sociales que vamos acumulando.
Cualquier niño o niña puede aspirar a una buena personalidad elegida. Incluso, −¿por qué no?−, a ser una persona excelente. Aunque, ya se sabe, hoy no está de moda aspirar a ser tan fantástico.
¿Cómo lograrlo? En primer lugar, hay que atreverse a trabajar por ello. En segundo lugar, uno ha de conocer sus propios puntos fuertes y sus debilidades; solo así verá lo que le falta para llegar a lo que querría ser.
Este libro traza uno de los posibles proyectos de niño o niña del que él o ella y sus padres podrán sentirse orgullosos. Acercarse a lo que uno desea ser aporta una inmensa satisfacción personal y el aprecio y la admiración de los que le rodean. He dicho posible, porque sin duda que hay otros proyectos. Pero los buenos, sin duda, se parecerán bastante a este.
Este libro invita al lector a trabajar para alcanzar ese objetivo. ¿Por qué hay que tener miedo a apuntar alto? Ya se sabe que la trayectoria de una flecha tiende a caer. Por eso, para dar en el blanco que se desea, se ha de tensionar adecuadamente el arco.
Si en otros momentos muchos pedagogos prestaron atención a otras prioridades, hoy parece que la educación del carácter vuelve a ser un foco de atención de muchos de ellos. El carácter representa lo duradero de la experiencia emocional. En él quedan consolidados aquellos rasgos que intuimos que cuadran mejor con nuestras inclinaciones naturales y que nos acercan al yo que deseamos construir.
El libro contiene veinticinco cuentos breves, unos originales y otros procedentes de diferentes tradiciones, versionados de manera que resalten un determinado rasgo de personalidad. Si cualquier relato es una simulación de la realidad, sus personajes se pueden presentar como modelos de comportamiento.
El conjunto de todos ellos describe las cualidades de un niño o niña «ejemplares» e incita a imitarlas. Aquí los padres tienen una herramienta que les permitirá hablar con sus hijos de temas estimulantes relacionados con la formación de su personalidad.