La violencia no deja de tener cierto parentesco con el miedo.
ARTURO GRAF
DEFINICIÓN DE NEONAZI: todo aquel grupo con carácter de colectividad, ya sea nacionalista, étnica o ideológica, que profesa un discurso antidemocrático y que, tácita o explícitamente, favorece la discriminación de quienes no comparten sus ideas, son ajenos a su comunidad o se considera que pertenecen a grupos de identidad que deben ser marginados. En su dinámica se exalta la virilidad, la juventud, la veneración ritual hacia determinados símbolos y consignas y se reserva el derecho de usar la fuerza como autodefensa… o ataque.
ETIMOLÓGICAMENTE, LA PALABRA FASCISMO PROCEDE de los fascio italianos, grupos militarizados de defensa surgidos a finales del siglo XIX. Retrocediendo un poco más en el tiempo, fascio deriva del latín fasces que, en el antiguo Imperio Romano, se identificaba con el haz de hachas que ostentaban los mandos de las centurias. Casi sin pretenderlo, de esta derivación etimológica se desprende el primer rasgo definidor de lo que, a nuestro juicio, identifica al fascismo: la aceptación –o más bien habría que decir obediencia– a un sistema de liderazgo no elegido democráticamente.
A partir de esta descripción teórica, podrá añadirse un conjunto de elementos que acompañan al fascismo dentro de su marco doctrinal como son: presencia de un líder carismático, exaltación de un sentimiento nacionalista y excluyente, fortalecimiento de la esfera estatal por encima de la individual, elaboración de un discurso elemental que pueda ser fácilmente asimilado por el proletariado y, finalmente, uso de la fuerza, al menos, en un sentido de autodefensa.
En síntesis, ésas serían las características inherentes a lo que, ideológicamente y desprendida de su carga peyorativa, entendemos por fascismo. Sin embargo, y para el tema que nos ocupa, será necesario articular una definición que nos permita identificar a qué nos estamos refiriendo exactamente cuando hacemos referencia a grupos neonazis.
En primer lugar, debemos advertir al lector del uso que, a lo largo de las siguientes páginas, haremos de vocablos como neonazi, fascista o ultra. Por motivos de redacción estilística, y aunque se trate de palabras que definen aspectos diferentes dentro del amplio abanico de corrientes encasilladas en el mismo saco, en el presente libro haremos un uso indistinto de los mismos. Para facilitar su estudio, sintetizaremos la complejidad que presenta el fenómeno neonazi empleando cualquiera de los términos descritos como definidores de los rasgos comunes que presentan estos grupos.
Así, y a partir de una definición propia –que ya hemos sintetizado en el epígrafe inicial de este capítulo–, conceptuaremos como neonazi a todo aquel grupo que reúna las siguientes características ideológicas y organizativas:
En lo ideológico:
– Elaboración de un discurso que, simpatizando con alguna de las ideologías clásicamente consideradas fascistas, –sin necesidad de que exista una identificación plena–, se considera “antidemocrático” al censurar el sistema electoral de gobierno, aun a pesar de que utilice esta vía para lograr sus objetivos.
– Presencia de un sentimiento exacerbado de colectividad –entiéndase también como nacionalismo– cuya delimitación puede abarcar un área geográfica –país, continente…–, o una etnia racial, y exclusión de aquello que no pertenezca a dicho colectivo.
– Esta “discriminación” comportaría, de una manera tácita o explícita, actitudes segregacionistas –que pueden degenerar en la violencia física o psicológica– hacia inmigrantes, homosexuales, personas de ideología contraria, etc, o, al menos, el no reconocimiento de sus derechos.
En lo organizativo:
– Se adoptan una serie de “gestos rituales” –como el saludo brazo en alto o con el puño cerrado–, para venerar o rendir culto a ciertos símbolos –estandartes, banderas, fotografías de líderes…– y donde se expresan determinadas consignas doctrinarias. Este tipo de comportamientos se orienta a generar un sentimiento de pertenencia o camaradería, desarrollan una conciencia grupal –que suple a la individual–, al tiempo que elicitan un estado de sumisión hacia la doctrina o líder del grupo.
– Exaltación de la “virilidad”, tanto en el comportamiento estereotipado como en lo estético, adoptando pautas que enfatizan el culto al cuerpo y subrayan cierta uniformidad en la indumentaria de sus militantes. Del mismo modo, se destaca la “juventud” de su militancia como sinónimo de fuerza y continuidad del grupo.
– Valoración, en mayor o menor medida, del “uso de la fuerza” como elemento de autodefensa o, en el caso de los grupos más radicales, como vía de imposición en su particular cruzada ideológica.
A partir de esta descripción que, con más o menos matices, creemos que puede ser compartida por quien nos lee, consideramos que se puede advertir cuándo nos encontramos ante un grupo sospechoso de profesar una ideología o un comportamiento con rasgos fascistas o neonazis. Pero, ¿qué tipo de organizaciones configuran este entramado?