Gabriel García Márquez se encargó de repetir que el periodismo es «el mejor oficio del mundo» y que se consideraba antes periodista que escritor: «Soy un periodista, fundamentalmente. Toda la vida he sido un periodista. Mis libros son libros de periodista, aunque se vea poco».
Esta selección de cincuenta textos de Gabriel García Márquez, publicados en periódicos y revistas entre 1950 y 1987 y escogidos de entre la monumental Obra periodística en cinco volúmenes compilados por Jacques Gilard, tiene el propósito de acercar a los lectores de su ficción una muestra de su labor en prensa y revistas, fruto del oficio que siempre consideró como la fundación de su obra. Los lectores de su ficción encontrarán en muchos de estos textos una voz reconocible, la formación de esa voz narrativa a través de su trabajo periodístico.
Quienes quieran profundizar en el tema cuentan con la obra de Gilard, reeditada en Literatura Random House. En sus prólogos hallarán una apasionante y erudita explicación histórica y temática de sus textos y de su oficio como periodista. Como afirma Gilard, «el periodismo de García Márquez fue principalmente una escuela de estilo, y constituyó el aprendizaje de una retórica original». En Gabo periodista, edición no venal publicada por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y por el Conaculta de México, se encuentra una selección diferente realizada por importantes colegas periodistas y una cronología detallada de su carrera.
Aunque algunos de sus primeros cuentos preceden a sus notas en la prensa, el periodismo fue el oficio que permitió al joven García Márquez dejar sus estudios de Derecho, comenzar a escribir en El Universal de Cartagena y en El Heraldo de Barranquilla, y viajar a Europa como corresponsal de El Espectador de Bogotá (para quitarlo de en medio tras el conflicto que provocó su gran primer reportaje sobre el marinero náufrago). A su regreso, y gracias a su amigo y colega periodista Plinio Apuleyo Mendoza, prosiguió su labor en Venezuela en revistas como Élite o Momento, hasta instalarse en Nueva York como corresponsal de la agencia cubana Prensa Latina. Unos meses después llega con su esposa, Mercedes Barcha, y su hijo Rodrigo a México, donde abandonará el oficio temporalmente para encerrarse a escribir Cien años de soledad, cuya prehistoria también se encuentra en un texto aquí recogido, «La casa de los Buendía». Aunque su trabajo como escritor ocuparía la mayor parte de su tiempo, siempre volvió a su pasión por el periodismo y llegó a fundar seis medios, entre ellos Alternativa y Cambio: «No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad, ni por lo del premio Nobel, sino por el periódico», declaró al respecto.
El escándalo del siglo toma el título del gran reportaje central de esta antología, enviado desde Roma y publicado en trece entregas consecutivas en El Espectador de Bogotá en septiembre de 1955. En esas cuatro palabras encontramos condensados el titular periodístico y la exageración que tiende a la literatura. El subtítulo es ya una perla con la firma del autor: «Muerta, Wilma Montesi pasea por el mundo».
Entre los textos se encuentran notas de prensa, columnas, comentarios, crónicas, reportajes, artículos de opinión y perfiles. El lector encontrará también algunos textos literarios publicados paralelamente en prensa o en revistas literarias.
El criterio de la selección ha sido personal y trata de sortear cualquier categorización académica, estilística o histórica. Como lector y editor de García Márquez, he escogido textos donde aparece latente esa tensión narrativa entre periodismo y literatura, donde las costuras de la realidad se estiran por su incontenible impulso narrativo, ofreciendo a los lectores la posibilidad de disfrutar una vez más del «contador de historias» que fue García Márquez.
Pero al mismo tiempo García Márquez escribía su obra de ficción empleando los recursos de su profesión de periodista, como dejó dicho en una entrevista: «Pero esos libros tienen tal cantidad de investigación y de comprobación de datos y de rigor histórico, de fidelidad a los hechos, que en el fondo son grandes reportajes novelados o fantásticos, pero el método de investigación y de manejo de la información y los hechos es de periodista».
El lector encontrará textos juveniles de prensa en los que el narrador en ciernes trata de hallar un motivo que le permita cruzar la línea hacia lo literario, como el comentario humorístico sobre el barbero del presidente que abre la selección; tempranos fragmentos de narraciones donde aparece ya la familia Buendía o Aracataca; crónicas desde Roma en las que sigue la muerte de una joven italiana cuyo posible asesinato implica a las élites políticas y artísticas del país y donde ensaya el relato policiaco y una crónica de sociedad que nos recuerda a La Dolce Vita; reportajes sobre trata de blancas de mujeres desde París a América Latina que terminan con una interrogación; notas reelaboradas sobre noticias de cable de otros países; reflexiones sobre su oficio de escritor, como muchos de los apasionantes artículos escritos para la «tribuna» de El País en su última y prolífica etapa de 1980, y decenas de otras narraciones que nos devuelven al García Márquez que seguimos echando de menos. Parafraseando a Gilard, son textos de «un periodista colombiano suelto por el mundo».
Tengo una deuda especial con Carmen Balcells y Claudio López de Lamadrid, quienes confiaron en mi trabajo editorial para llevar adelante este proyecto cuando ya había trabajado con García Márquez en la edición de sus memorias y lo visitaba con frecuencia en su estudio de El Pedregal mientras armábamos juntos Yo no vengo a decir un discurso. A Mercedes, Rodrigo y Gonzalo, cuyas sugerencias y consejos me han acompañado en estos años de lecturas y relecturas de estos textos, el agradecimiento de siempre por su inmensa generosidad. El legado de la obra periodística de la que aquí se presenta una muestra sigue creciendo gracias a la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, dirigida por Jaime Abello, a través de talleres donde se han formado y especializado centenares de periodistas de todo el mundo y donde se otorga cada año el premio que lleva su nombre. Finalmente, mi mayor agradecimiento se lo debo al propio Gabo, por su confianza en mi trabajo y, sobre todo, por su amistad.
CRISTÓBAL PERA