A ESTAS EDICIONES DE LAS «OBRAS COMPLETAS» DE JOSE ENRIQUE RODO
Esta es la cuarta vez que se intenta la edición de Obras completas de José Enrique Rodó. La editorial Cervantes, de Barcelona, las reunió póstumamente bajo ese título; su colección comprende las siguientes unidades: Ariel, seguido de Liberalismo y Jacobinismo; Motivos de Proteo; El mirador de Próspero; Hombres de América, seguido de Discursos parlamentarios; El camino de Paros; Nuevos motivos de Proteo; El que vendrá, seguido de artículos misceláneos. La edición no respetó las primitivas unidades bibliográficas creadas por el autor. Aceptó el criterio de la segunda edición de El mirador de Próspero (Madrid, editorial América) y retiró dos ensayos (Montalvo, Bolívar) que, sumados al Rubén Darío de 1899, compusieron una nueva unidad: Hombres de América, que Rodó había proyectado y hasta anunciado alguna vez, pero no con este contenido. Recogió muchas páginas dispersas (en El camino de Paros, primera parte; en El que vendrá, en los Discursos parlamentarios), pero llegó a incluir en un volumen textos que ya figuraban en otros y lo tituló, con exceso, Nuevos Motivos de Proteo; no supo velar tampoco por la adecuada distribución de estos textos olvidados. Aunque su criterio no era exhaustivo, no atinó siempre a recoger lo mejor. Omitió el Epistolario (que había publicado en París, 1921, Hugo D. Barbagelata); nunca recogió los Ultimos Motivos de Proteo, que publicaron los familiares de Rodó con la asesoría del doctor Dardo Regules (Montevideo, 1932). Por otra parte, los textos que ofrece esta edición española abundan en erratas y hasta en reiteradas omisiones de palabras o períodos enteros.
En 15 de agosto de 1936, el Poder Ejecutivo designó al doctor José Pedro Segundo y a Juan Antonio Zubillaga encargados de la edición oficial de las Obras completas de José Enrique Rodó. En 1945 apareció el primero, y único, volumen de la misma: Los escritos de la «Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales», seguido de Poesías dispersas. Esta edición se proponía recoger, por orden cronológico, todo lo que hubiera publicado o escrito Rodó. El fallecimiento del doctor Segundo en 1952 la ha detenido.
Al cumplirse treinta años de la muerte de Rodó, la editorial Zamora, de Buenos Aires, preparó una edición de sus Obras completas en un solo volumen y bajo la dirección de Alberto J. Vaccaro. Se reproducen allí los textos divulgados por la editorial Cervantes, con excepción de los Discursos parlamentarios; se les suman las páginas de la edición oficial y los Ultimos Motivos de Proteo. Aunque se agregan páginas dispersas (no pasan de cinco), no se llega a constituir ninguna nueva unidad. Omite el Epistolario. Esta edición, cuya circulación no fué autorizada en el Uruguay, está agobiada de erratas.
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La presente edición aspira a completar la obra emprendida por anteriores compiladores. En la primera parte recoge todos los libros publicados por Rodó y bajo el título de Obra original, respetando las primitivas unidades bibliográficas y sus textos. La única modificación que se ha creído oportuno realizar consiste en intercalar al frente de los capítulos correspondientes de Ariel y de Motivos de Proteo los sumarios preparados minuciosamente por el mismo autor y que en el primer caso se publican por primera vez junto al texto mismo de la obra.
La segunda parte comprende la Obra póstuma, ordenada cronológicamente y agrupada en diez secciones: Escritos de la «Revista Nacional»; Poesías dispersas (éstas reproducen la edición oficial, aunque con el agregado de un poema); Proteo, título bajo el que se reúnen y reordenan las páginas publicadas como Ultimos Motivos de Proteo (según se explica en el prólogo particular a esta sección); Crítica y cortesía literarias; Escritos políticos; Discursos parlamentarios, que aumenta los publicados por la editorial Cervantes; Escritos misceláneos; Escritos sobre la guerra de 1914; El camino de Paros, que recoge y reordena cronológicamente todas las crónicas de viaje; Correspondencia, que reproduce el Epistolario de 1921 y lo aumenta considerablemente de cartas y borradores inéditos u olvidados. Cuatro de esas secciones (la cuarta y la quinta, la séptima y la octava) recogen, por primera vez en un volumen de obras de Rodó, gran cantidad de páginas dispersas que han sido rescatadas directamente de los periódicos, revistas o libros en que fueron originariamente publicadas. Son virtualmente inéditas, ya que su dispersión o la rareza de los ejemplares en que se encuentran las tornaba inaccesibles. No agotan, sin embargo, el número de páginas todavía no recogidas. Muchas de éstas son de importancia tan relativa que he preferido omitirlas en la presente edición (una carta aprobando, por ejemplo, un pedido de aumento de sueldo a los maestros, una opinión sobre alguna obra enciclopédica, una mera comunicación política de aceptación o rechazo); otras no he podido obtenerlas a tiempo para esta edición. A las páginas recogidas en estas cuatro secciones he sumado las que anteriores recopiladores habían relevado.
Una palabra sobre los textos. He utilizado los de las ediciones príncipe, revisándolos a la luz de otras, también corregidas por Rodó; para las ediciones póstumas he cotejado, siempre que ha sido posible, las transcripciones de los editores con los originales o con las primeras publicaciones periódicas. No aspiro a haber desterrado las erratas, que atacaban los nervios de Rodó (según reconoce en carta a Pedro Cosío, 26 de abril de 1898); pero declaro haberlas perseguido con entusiasmo. Como no se trata de una edición paleográfica, he uniformado la ortografía, incluso en la transcripción de manuscritos. Las convenciones tipográficas son las habituales en ediciones críticas: todos los títulos se dan en bastardilla, las palabras o títulos que se intercalan entre corchetes fueron agregadas por el editor; tres puntos dentro de un paréntesis curvo indican una supresión; los espacios en blanco corresponden a los del original. Para aligerar las referencias bibliográficas se establece la convención de que toda publicación cuya procedencia no se indique explícitamente corresponde a Montevideo.
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Esta es la primera edición anotada de Obras completas de José Enrique Rodó. Aunque el primer volumen de la edición oficial tiene un extenso y documentado prólogo, solo se trata en él de lo relativo a un período de la producción rodoniana: el de su iniciación crítica y poética. El prólogo de la editorial Zamora es un intento de apreciación crítica, incompleto en más de un sentido.
Para esta edición he preparado una Introducción general, en que se estudia documentadamente la vida y el carácter de Rodó y se analiza en cinco capítulos la evolución de su pensamiento y la naturaleza de su arte; concluye con una apreciación general desde la perspectiva actual. Cada obra o grupo de escritos lleva un prólogo particular, en que se examina su génesis, su contenido, su publicación, y se califica su valor. Un Indice cronológico y otro de nombres y una Bibliografía crítica completan la edición.
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Para preparar las Obras completas de José Enrique Rodó he trabajado desde 1948 en la Biblioteca Nacional de Montevideo. He consultado el fondo bibliográfico, la hemeroteca y el Archivo Rodó, de su propiedad. Este Archivo—que se cita con tanta frecuencia en la parte crítica de esta edición—fué donado a la Biblioteca Nacional por doña Julia Rodó y ha sido organizado por la Comisión de Investigaciones Literarias bajo la dirección del profesor Roberto Ibáñez; desde 1948 está depositado en el Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios, que tiene su sede en la Biblioteca Nacional. Pude consultarlo, entre 1948 y 1950, cuando se encontraba este Instituto bajo la dirección interina de don Carlos Alberto Passos. Asimismo consulté allí el Archivo de Julio Herrera y Reissig y el de Horacio Quiroga, en que se custodian algunos documentos relativos a Rodó. En el Museo Histórico Nacional he consultado el material de la Sala Rodó, que conserva papelería, objetos personales, muebles y parte importante de su biblioteca.
Casi toda la documentación inédita que aquí se reproduce (cartas, apuntes, planes de trabajo, borradores) proviene de esos repositorios públicos, cuyo acceso me fué ampliamente facilitado por los respectivos directores y por el personal técnico a su cargo. Quiero agradecer aquí públicamente a don Dionisio Trillo Pays, director de la Biblioteca Nacional; a don Juan E. Pivel Devoto, director del Museo Histórico Nacional, y a don Carlos Alberto Passos, ex director interino del Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios, la generosidad con que alentaron esta tarea de recopilación e investigación. Hago extensivo a sus colaboradores el agradecimiento expresado.
Otros documentos provienen de fondos particulares que me fueron gentilmente comunicados por sus poseedores. Doña Luisa Mantero de Piquet me facilitó, por intermedio del poeta Fernando Pereda, algunas cartas de Rodó a Piquet; Juan Ramón Jiménez mandó fotocopia de una de las cartas, la más importante según él, que le envió el crítico uruguayo; Alfonso Reyes autorizó la reproducción de una carta suya hasta entonces inédita; la profesora Elda Lago puso en mis manos los documentos personales y la correspondencia de Rodó con su señor padre, el doctor Juan María Lago; por intermedio de don Carlos Alberto Passos obtuve copias de las cartas inéditas de Rodó a Joaquín de Salteráin, que posee don Eduardo Salteráin Herrera, y de las dos cartas de Javier de Viana a Rodó, que se conservan en el Archivo Viana del Museo Histórico Nacional; don Wallace Díaz me facilitó el inhallable folleto de su padre, el doctor Pedro Díaz, que suscitó las Contrarréplicas rodonianas de Liberalismo y Jacobinismo; el profesor José Pereira Rodríguez me facilitó copia de la carta a Luis A. Thévenet, que éste incluyó en un rarísimo folleto de 1916; el profesor Luis Alberto Menafra me dió a conocer copias de la correspondencia de Carlos Reyles con Rodó, que se utilizan en la Introducción general y en alguno de los prólogos. A todos ellos quiero reiterar el agradecimiento que tuve oportunidad de expresarles personalmente.
Mayor es la deuda de este trabajo con dos de mis amigos. El profesor José Enrique Etcheverry me facilitó copia de algunas documentos que él mismo había estudiado en el Archivo Rodó y una completa relación de la actividad parlamentaria de Rodó, que facilitó muchísimo la búsqueda y localización de sus Discursos. Debo también ayuda constante y estímulo al profesor Carlos Real de Azúa, que ha dedicado a Ariel y su proyección en las letras de América una valiosa monografía, todavía inédita, y a la que me refiero en el prólogo de dicha obra. En el transcurso de esta labor de años, suspendida ocasionalmente por tareas de mayor urgencia y reanudada luego sin prisa, ha sido muy importante la consulta amistosa con estos estudiosos de la obra rodoniana.
Quiero expresar un último agradecimiento a la Comisión de Derechos de Autor por los términos con que recomendó la autorización oficial de esta edición de Obras completas de José Enrique Rodó.
Montevideo, 28 de julio de 1954.
Esta segunda edición de las Obras completas de Rodó—que se publica a los cincuenta años exactos de su muerte—incorpora algunos textos nuevos. La mayor cantidad de ellos va en la sección Correspondencia, que está aumentada ahora de dieciséis cartas, cambiadas con ocho nuevos corresponsales (Blanco Fombona, Chocano, García Godoy, González Blanco, Lugones, Gabriel Miró, Alfredo L. Palacios, Vargas Vila) además de recoger seis nuevas cartas cambiadas con corresponsales ya registrados en la primera edición: Leopoldo Alas, Juan Francisco Piquet, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez. Otras cartas importantes, escritas a Rodó para comentar Motivos de Proteo o el Mirador de Próspero por Menéndez Pidal, Juan Maragall, Francisco Giner y Ricardo Rojas, han sido parcialmente incorporadas a los prólogos de dichos libros.
También se recogen en esta segunda edición algunos textos dispersos importantes: un artículo de 1915 en que Rodó discute la intervención de los Estados Unidos en la política de la América latina; una carta de agradecimiento a la Real Academia Española, al ser nombrado miembro correspondiente; el texto completo de las doce tarjetas postales enviadas por Rodó a su madre durante su viaje a Europa, y last but no least, buena parte del Diario de viaje que el escritor uruguayo llevó entonces y que se detiene nueve días antes de su muerte. Tanto la correspondencia arriba mencionada, como esos otros textos prácticamente inéditos, contribuyen a completar notablemente la imagen de Rodó que esta edición se propuso desde sus comienzos.
He aprovechado la reedición para revisar nuevamente los textos y erradicar (en lo posible) las erratas. Muchas de las cartas que aquí se citan habían sido tomadas directamente de los borradores conservados en el Archivo Rodó. Ahora sus textos han sido corregidos a la luz de lecturas propuestas por el profesor Roberto Ibáñez y sus colaboradores en la selección publicada por la revista Fuentes, de Montevideo (1961). De allí he tomado también el texto de muchas cartas hasta entonces inéditas. En esta nueva edición se incorpora a las páginas Motivos de Proteo el sumario del mismo libro, como ya se había hecho con Ariel en la primera. De ese modo se facilita considerablemente la lectura del muy denso libro. También se insertan en los lugares correspondientes las páginas que en la primera edición constituían el Apéndice, reestructurándose así tres de las unidades póstumas que esta colección entonces había organizado: Crítica y cortesía literarias, Escritos políticos y Escritos misceláneos. He revisado la cronología a la luz de nuevos datos biográficos y he puesto al día la bibliografía.
En esta nueva etapa del trabajo conté, ante todo, con la ayuda invalorable del profesor Juan E. Pivel Devoto, ministro de Instrucción Pública del anterior Gobierno uruguayo y principal responsable de la profunda reorganización del Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios, de Montevideo, donde estaba custodiado el Archivo Rodó. Ahora este Archivo, como el mencionado Instituto, han sido restituídos a la Biblioteca Nacional. Al profesor Pivel Devoto debo el acceso al Diario de viaje, cuya edición con prólogo y notas me encomendó en 1966. También quiero mencionar aquí el nombre de otros dos valiosos colaboradores: don Mario Benedetti, que me entregó una copia del artículo político arriba mencionado, y don Javier Fernández, que me obsequió los números de la Revista Dominicana de Cultura (1955) en que se reproducen las cartas de Rodó a García Godoy. A ellos, nuevamente, las gracias.
París, 1967.