5. La invasión de la URSS y los Einsatzgruppen

La lucha contra la bolchevización mundial judía exige una clara actitud hacia la Rusia soviética. No se puede expulsar al Diablo valiéndose de Belcebú.

Si hoy incluso los círculos patriotas desean una alianza con Rusia, deberían echar un vistazo en torno suyo en Alemania y ver el apoyo que encuentran en sus esfuerzos. ¿O es que los patriotas han empezado últimamente a ver como una actividad beneficiosa para el pueblo alemán aquello que es recomendado y promovido por la prensa marxista internacional? ¿Desde cuándo los patriotas combaten con una armadura proporcionada por un señor judío?

(ADOLF HITLER, Mein Kampf, pp. 662-663)

La guerra contra la Unión Soviética constituyó el eje fundamental de la política exterior de Hitler. En su territorio se encontraban las tierras que consideraba indispensables para la expansión germana, el espacio vital (Lebensraum) que debería albergar a millones de colonizadores arios. En su ideología se encarnaba, desde la perspectiva de Hitler, el gran mal del bolchevismo y el dominio judío. Entre su población, sólo había –con la excepción de los alemanes étnicos– seres infrahumanos a los que había que derrotar primero, para someter y aniquilar después. Se trataba, por lo tanto, de arrebatarle sus dominios territoriales, acabar con su sistema político-social, esclavizar a su población y, finalmente, exterminarla.

Lejos de tratarse de una respuesta frente al expansionismo estalinista, los planes de Hitler aparecen ya claramente reflejados en Mein Kampf (Mi lucha)81. En esta obra, el futuro Führer ya señalaba la conveniencia de concluir un pacto con Rusia que impidiera la guerra en dos frentes. Aunque el mencionado tratado no sería finalmente respetado:

Que nadie argumente que al concluir una alianza con Rusia no tenemos que pensar inmediatamente en la guerra [...] Una alianza cuya finalidad no incluya un plan para la guerra carece de sentido y de valor [...] Y así el mismo hecho de la conclusión de una alianza con Rusia incorpora el plan para la guerra siguiente.

No hay que olvidar nunca que los gobernantes de la Rusia actual son delincuentes comunes manchados de sangre; que son la escoria de la humanidad [...] No se olvide que el judío internacional que domina completamente Rusia hoy en día contempla Alemania, no como a un aliado, sino como a un Estado destinado al mismo destino.

Menos de dos décadas después de escribir estas palabras, Hitler iba a llevarlas a la práctica con una precisión casi matemática. En julio de 1940, se había reunido ya con Von Brauchitsch, Halder, Keitel y Jodl para discutir los pormenores de la invasión de la URSS. El 18 de diciembre, el Führer firmaba la directriz 21 (operación Barbarroja) en que se ordenaba iniciar los preparativos para la invasión, que debían estar concluidos antes del 15 de mayo de 1941. A diferencia de lo sucedido en los ataques dirigidos contra las naciones occidentales, en la guerra contra la URSS no habría cuartel. El 13 de mayo, Hitler dictó una orden destinada a regular los juicios sumarísimos contra civiles y el 6 de junio, en la denominada «orden de los comisarios», establecía una política de asesinato sistemático de los comisarios soviéticos del Ejército Rojo82. El 22 de junio, en parte retrasada por la invasión de los Balcanes, la Wehrmacht invadía la URSS, una nación que, hasta entonces, se había revelado fiel al pacto suscrito con Hitler, que se había repartido de acuerdo con lo pactado Europa oriental con el III Reich y que había ido suministrando a Alemania importantes cantidades de materias primas83. Cinco semanas después (31 de julio), Heydrich recibía el encargo de realizar los «preparativos necesarios para una solución global de la cuestión judía en Europa».

Eisantzgruppen: la primera oleada84

La guerra con la URSS iba a significar, entre otras cosas, la entrada en un período de matanzas perpetradas contra los judíos siguiendo un esquema de realización acelerado y masivo. Al territorio invadido se enviarían unidades de las SS y de la policía, conocidas como Einsatzgruppen, que, bajo la dirección de la RSHA (oficina principal de seguridad del Reich), tendrían como única finalidad la de matar a todos los judíos que pudieran localizar. Originalmente, el número de Einsatzgruppen quedó fijado en cuatro, contando cada uno con el tamaño de un batallón. A su vez, estas unidades se dividían en grupos más pequeños conocidos como Einsatzkommandos y Sonderkommandos, cuyo número de componentes era similar al de una compañía. En total, contaban con unos tres mil hombres distribuidos de manera desigual. Así el Einsatzgruppe A era el más numeroso y el D que disponía de una dotación de sólo 400-500 hombres el más reducido.

Materialmente, la Wehrmacht tendría que proporcionar a los Einsatzgruppen todo el apoyo logístico necesario85, ya que, a fin de cuentas, los mismos habían sido concebidos por Hitler precisamente para realizar este tipo de tareas. En lo que se refiere a la dirección, por regla general al frente de los mismos figuraban hombres con títulos universitarios (varios abogados, un médico como Weinmann, Obersturmbanführer) e incluso con dotes artísticas (Klingelhöfer era cantante de ópera profesional) sin excluir a los intelectuales. Con una edad situada en poco más de los treinta años, su pertenencia a estas unidades estaba relacionada con la necesidad de mandos capaces y, a la vez, carentes de escrúpulos morales.

El carácter de los Einsatzgruppen quedó establecido sin ningún género de dudas, desde antes de su puesta en funcionamiento. Así, en la orden de 4 de julio de 1941, Heydrich establecía ya entre las metas de los mismos la práctica de ejecuciones masivas, incluidas las de todos los judíos que fueran miembros del partido comunista (PCUS) o funcionarios. Asimismo se indicaba que debía instigarse a la población civil de las zonas ocupadas a desencadenar ataques contra los judíos, teniendo, por supuesto, buen cuidado de que no se advirtiera la implicación alemana en los mismos.

La tarea encomendada a los Einsatzgruppen resultaba en términos numéricos auténticamente colosal. En los territorios de la URSS ocupados por Alemania residían antes de la invasión más de cuatro millones de judíos, de los que cerca de un millón y medio consiguió escapar antes de que llegaran la Wehrmacht y los Einsatzgruppen. Quedaron pues en territorio ocupado una cifra superior a los dos millones y medio de judíos, de los que cerca del 90 por ciento se asentaban en zonas urbanas. Para hacer frente a las órdenes de exterminio, se había diseñado una estrategia que se desarrollaba en dos fases. En el curso de la primera, los Einsatzgruppen avanzaban pegados a las tropas alemanas y procedían a realizar fusilamientos masivos antes de que la población judía pudiera percatarse del peligro. Durante la segunda, otras unidades rastrillaban las bolsas de población dejadas atrás en el fulgurante avance alemán para acabar con los judíos que hubiera en las mismas.

En esta tarea de exterminio no estaban, por otra parte, solos. De hecho, no fue inhabitual que las unidades de la Wehrmacht, por su propia cuenta, se dedicaran a ejecutar de manera indiscriminada a los judíos o que los entregaran a los Einsatzgruppen para que lo hicieran86. Por citar un ejemplo, sólo en Bielorrusia el Grupo de Ejército del Centro fusiló con anterioridad a diciembre de 1941 a 19.000 «partisanos y criminales, es decir, judíos en su mayoría»87. Tampoco fue excepcional el hecho de que los altos mandos contemplaran con satisfacción las matanzas. Así, el 10 de octubre de 1941, el mariscal Reichenau, comandante del VI Ejército, exhortaba a sus tropas a ser aún más duras en sus medidas contra «los judíos infrahumanos»88. A juicio de Hitler, la orden de Reichenau resultaba «excelente»89 y lo mismo pensaron el mariscal Von Rundstedt, jefe del cuerpo de Ejército del Sur90, y Von Manstein, comandante del XI Ejército. Este último incluso quiso mejorar el tono de la orden original añadiendo a la misma la afirmación de que el intermediario entre el Ejército Rojo y el enemigo en la retaguardia era el judío91.

En cuanto a la actitud de los aliados de Alemania respecto a estas actividades varió sensiblemente. En el caso de las tropas húngaras se dio una tendencia a obstaculizar la acción de los Einsatzgruppen92. Por el contrario, los rumanos de manera habitual participaron en la comisión de atrocidades contra los judíos93. Por lo que se refiere a la población de los territorios ocupados, los Einsatzgruppen obtuvieron cierta cooperación en el desencadenamiento de pogromos y de los fusilamientos en algunas regiones del Báltico94 y en Ucrania95. Sin embargo, por regla general, prevaleció la pasividad, con las excepciones señaladas, la de los alemanes étnicos que colaboraron habitualmente con los Einsatzgruppen96 y, ocasionalmente, la de los polacos97. Una de las páginas más sombrías de la guerra fue, sin lugar a dudas, la del antisemitismo polaco, un antisemitismo presente incluso entre los miembros de la Resistencia y que, acabado el conflicto, se manchó con el derramamiento de la sangre de algunos judíos, supervivientes de los campos de exterminio, que habían regresado a su antiguo hogar.

Quizá entre las poblaciones invadidas del Este de Europa algunas personas hubieran estado dispuestas a ayudar a los judíos e incluso se produjo algún intento de este tipo, pero en ocasiones significativas la acción de personajes investidos de autoridad les disuadió de ello. Un ejemplo de esto lo tenemos en el obispo Brizgys, en Lituania, que prohibió al clero ayudar a los judíos o interceder por ellos98.

La población judía, al menos durante los primeros meses, fue un objetivo muy fácil de localizar y exterminar. Por un lado, para muchos de sus componentes seguía existiendo el recuerdo que contraponía las calamidades en tierra rusa a la supuesta tolerancia alemana de la Emancipación y del imperio del káiser Guillermo II. Dado que los medios de comunicación soviéticos, guiados por el deseo de no irritar a una Alemania con la que la URSS mantenía un pacto de no agresión, habían censurado las noticias sobre las atrocidades del antisemitismo nazi, muchos fueron atrapados –y asesinados– totalmente por sorpresa. Pero incluso cuando las noticias de las matanzas empezaron a extenderse los Einsatzgruppen no tuvieron muchas dificultades en seguir capturando a los judíos mediante sencillas tretas. Para evitar que aquellos se ocultaran, las unidades destinadas a ejecutar matanzas en masa se limitaban a no emprender acciones como buscar a los huidos, fijar recompensas por ellos, etc., que pudieran levantar sospechas. Al cabo de poco tiempo, convencidos de que todas las noticias se reducían a burdos rumores, los judíos volvían a aflorar en las ciudades. El resultado final era que entonces se producían redadas y perecían en operaciones cuya finalidad era el asesinato en masa99. Como es de suponer, y así se refleja en los propios informes de los Einsatzgruppen dirigidos a sus superiores, las operaciones de exterminio dirigidas contra civiles indefensos sin distinción de edad, sexo o condición obtuvieron un enorme éxito, y en los cinco primeros meses de la invasión el número de judíos fusilados superó holgadamente el medio millón de personas.

Einsatzgruppen: la segunda oleada

Pese a su inmensa eficacia, los jefes de los Einsatzgruppen comprendieron pronto que las acciones realizadas hasta la fecha no eran suficientes para conseguir el exterminio de manera acelerada. Factor fundamental en ello era la enorme dificultad inherente para poder disponer con facilidad de todos los judíos de la población. Siguiendo pues un patrón ya utilizado en Polonia, se procedió a la identificación, despojo y asentamiento de los mismos en ghettos a fin de impedir su huida y facilitar la labor de asesinato colectivo100. Al mismo tiempo, y a la espera de que se descargara la sentencia fatal sobre los judíos, éstos podían ser utilizados en labores que beneficiaran al invasor alemán.

En el otoño de 1941 se iniciaba en los territorios del Báltico una segunda oleada exterminadora que se iría extendiendo durante el año siguiente por el territorio de la URSS ocupado por los alemanes. Durante este proceso, el papel de los Einsatzgruppen resultó relativamente mermado a la vez que se incrementaba el de las SS y la policía, que recibían apoyo de bálticos, bielorrusos y ucranianos. Sin embargo, y dado que el avance alemán se había convertido en más lento, la labor de los Einsatzgruppen pudo ser más intensiva y concienzuda. Ghetto tras ghetto, población judía tras población judía fueron objeto de una absoluta liquidación física. El sistema venía a ser siempre el mismo. Primero se cavaban enormes fosas; a continuación se acordonaban los ghettos con fuerzas policiales; después se sacaba a los habitantes de madrugada (ocasionalmente, de noche) y se les conducía a los lugares de ejecución; finalmente, se les fusilaba en masa. Como unos meses antes, los alemanes no estaban solos en su tarea. Así, en la zona comprendida entre el Dniester y el Bug, donde el control era ejercido por los rumanos, las matanzas se llevaron a cabo en forma no menos rigurosa.

De nuevo, los resultados que se reflejan en la propia documentación alemana no pueden resultar más reveladores. Hacia la primavera de 1942, en la Crimea ocupada por los alemanes no quedaba con vida ningún judío. El 27 de octubre de ese mismo año, Himmler en persona podía dar orden de acabar con el último ghetto que quedaba en Ucrania, el de Pinsk101. El 29 de diciembre de 1942, Himmler informaba al Führer de que en el período de tiempo que iba de agosto a noviembre de ese año, 363.211 judíos habían sido «ejecutados» en Ucrania, sur de Rusia y distrito de Bialystock102. Las otras fuentes, pese a no ser del todo completas, tampoco dejaban lugar a dudas sobre la magnitud de la catástrofe. En su informe de invierno 1941-1942, el Einsatzgruppe A mencionaba 2.000 judíos muertos en Estonia, 70.000 en Letonia, 136.421 en Lituania y 41.000 en Bielorrusia. El Einsatzgruppe B informaba el 1 de septiembre de 1942 de que había asesinado a 126.195 judíos. El Einsatzgruppe C afirmaba que dos de sus comandos habían matado a 95.000 personas hasta inicios de diciembre de 1941. Estos datos parciales significan una cifra de 925.505 asesinados. Varios centenares de miles más habrían fallecido en ghettos y como resultado de operaciones de los ejércitos alemán y rumano, y de otras acciones de los Einsatzgruppen no incluidas en estos informes. El número total de judíos asesinados debió, por lo tanto, ser muy cercano al millón y medio de personas en este período de tiempo y por estas causas. La suma final de judíos soviéticos muertos superaría con holgura, según han revelado estudios recientes103, la cifra de dos millones. El ejército alemán seguía prácticamente imbatido en el campo de batalla y los responsables del exterminio debieron considerar que la realización de éste en la totalidad del continente europeo se hallaba al alcance de la mano.

El descubrimiento del Holocausto

Los nacionalsocialistas habían tenido un particular interés en que no se filtraran las noticias relativas a la existencia de un plan para exterminar a los judíos. Entre las causas más importantes de este comportamiento se hallaba, por supuesto, el deseo de no colocar en su contra a la opinión pública de los países neutrales, incluido Estados Unidos. Pese a todo, el éxito en ocultar tales hechos no podía ser total y ya en 1941, antes incluso de que Estados Unidos entrara en guerra, empezaron a aparecer en la prensa de este país noticias sobre las matanzas masivas perpetradas por los nazis. En julio de ese año, los diarios en yiddish de la ciudad de Nueva York daban la noticia de que centenares de civiles judíos habían sido asesinados en Minsk, Brest-Litovsk, Lvov y otras áreas controladas por los alemanes en su primer avance en el interior de la URSS. En el curso de las semanas siguientes, semejantes informaciones fueron confirmados por la radio de Moscú y por el gobierno polaco en Londres. En el último caso, se hacía mención expresa de ametrallamientos masivos de millares de judíos en la zona oriental de Polonia –hasta la invasión alemana controlada por la URSS– y en Ucrania. En octubre de 1941, las páginas interiores del New York Times recogían un artículo con información similar, procedente de oficiales húngaros que habían servido en Galitzia. El número de judíos asesinados en esa zona se calculaba entre 10 y 15.000 personas104. Pese a todo, las noticias, en términos generales, fueron consideradas como secundarias dado el carácter más sensacional de las operaciones militares. Fue entonces cuando se produjo un episodio que tendría consecuencias trascendentales para el conflicto mundial y para el desarrollo del plan de exterminio nazi. El 7 de diciembre de 1941, los japoneses atacaron el puerto norteamericano de Pearl Harbor, el 8 Estados Unidos declaraba la guerra al país agresor. Cinco días después, Alemania e Italia declaraban asimismo la guerra a Estados Unidos.

81 A. Hitler, Mein Kampf, pp. 660 ss.

82 Las líneas maestras de la «orden de los comisarios» ya habían sido, por otra parte, expuestas por Hitler el 30 de marzo de 1941 en un discurso pronunciado ante doscientos altos oficiales.

83 Se ha difundido considerablemente en los últimos años la hipótesis de que Stalin planeaba atacar el III Reich en el verano de 1941 en obras como las de Viktor Suvorov, Icebreaker, Londres, 1990 y Yuri Dyakov y Tatiana Bushuyeva, The Red Army and the Wehrmacht. How the Soviets militarized Germany, 1922-1933, and Paved the Way for Fascism, Amherst, Nueva York, 1995. Existen razones fundadas para aceptar tal posibilidad pero la misma nunca habría convertido la Operación Barbarroja en un ataque alemán preventivo, primero, porque Hitler no conocía los propósitos de su rival soviético y, segundo y más importante, porque la intención de atacar la URSS está presente en la cosmovisión de Hitler al menos desde los años veinte y, como hemos visto, así había sido anunciada a sus generales al menos un año antes.

84 Acerca de los Einsatzgruppen, véase C. Browning, Ordinary Men: Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland, Nueva York y San Francisco, 1991; E. Klee, W. Dressen y V. Riess, The Good Old Days: The Holocaust as Seen by Its Perpetrators and Bystanders, Nueva York, 1988; H. Krausnick y H. H. Wilhelm, Die Truppe des Weltanschanungskrieges, Stuttgart, 1981.

85 Las condiciones de este apoyo fueron pactadas el 26 de marzo de 1941 entre Wagner y Heydrich, y firmadas en mayo de 1941. La Wehrmacht proporcionaría a los Einsatzgruppen alojamiento, gasolina, raciones de comida y comunicaciones por radio. Pese a todo, estas unidades responderían ante la RSHA y disfrutarían de autonomía operativa.

86 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 21 de 13 de julio de 1941 (32 copias), NO-2937; ídem, n. 73, 4 de septiembre de 1941 (48 copias), NO-2844; ídem, n. 38, 30 de julio de 1941 (48 copias), NO-2951.

87 Borrador del informe del Einsatzgruppe A, invierno 1941-1942 PS-2273.

88 D. 411.

89 Orden del general Wagner de 28 de octubre de 1941, D-411.

90 17 de octubre de 1941, NOKW-309.

91 Orden de 20 de noviembre de 1941, PS-4064.

92 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 67 de 29 de agosto de 1941 (48 copias), NO-2837.

93 Sonderkommando 10a a Einsatzgruppe D, 10 de julio de 1941, NO-2073; RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 25 de 17 de julio de 1941 (34 copias), NO-2939; ídem, n. 37 de 29 de julio de 1941 (45 copias), NO-2952.

94 Informe de Stahlecker de 15 de octubre de 1941, L-180.

95 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 11 de 3 de julio de 1941 (25 copias), NO-4537; ídem, n. 14 de 6 de julio de 1941 (30 copias), NO-2940.

96 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 127 de 31 de octubre de 1941 (55 copias), NO-4136.

97 RSHA, IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 21 de 31 de julio de 1941 (32 copias), NO-2937.

98 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 54 de 16 de agosto de 1941 (48 copias), NO-2849.

99 RSHA IV-A-1, Informe de operaciones URSS, n. 127 de 31 de octubre de 1941 (55 copias), NO-4136, ídem, n. 128 de 3 de noviembre de 1941 (55 copias), NO-3157.

100 Wetzel al Ministerio de Asuntos Exteriores, 16 de mayo de 1942, NG-4815.

101 Himmler a Prützmann, 27 de octubre de 1942, NO-2027.

102 Himmler a Hitler, 29 de diciembre de 1942, NO-1128.

103 Véase al respecto: H. Krausnick y H. H. Wilhelm, op. cit., pp. 618 ss.

104 NJM, 12/41, 114; NYHT, 5 de diciembre de 1941, p. 26; NYT, 26 de octubre de 1941; ídem, 28 de octubre de 1941, 2 de noviembre de 1941.