HACER QUE HAYA
MÁS VIDA

¿Tú verdaderamente crees que hay un destino prefijado por el cual te ha tocado a ti ser pobre y a otros ser ricos y que es esa una voluntad de Dios? ¿Tú realmente crees que estamos aquí para sacrificarnos? Debes deshacerte del último vestigio de la vieja idea de que existe una deidad cuya voluntad es que seas pobre, o cuyos objetivos pueden cumplirse manteniéndote en la pobreza. Tú tienes derecho a la vida, por lo tanto, tienes derecho a ser rico. Esa es la única verdad. Solo la riqueza permite ampliar las posibilidades de existencia, evolucionar, crecer.

La sustancia inteligente que es todo y está en todo, que vive en todo y vive en ti, es una sustancia viviente consciente. Y dado que es una sustancia viviente consciente, debe poseer la naturaleza y el deseo inherente de toda inteligencia viviente para el crecimiento de la vida. Cada cosa viviente debe buscar continuamente la expansión de la vida, porque la vida, por el mero acto de vivir, debe incrementarse a sí misma. Actuar de otra forma es ir en contra de la naturaleza.

Una semilla que es arrojada sobre la tierra inicia su actividad y, en el acto de vivir, produce cientos de otras semillas. La vida, al vivir, se multiplica. Siempre se reproduce, debe hacerlo mientras continúe viviendo, es parte de su razón de ser.

La inteligencia subyace a la misma necesidad de crecimiento continuo. Cada uno de nuestros pensamientos crea la necesidad de que le demos lugar a otro pensamiento; la conciencia se expande de manera continua. Cada hecho que aprendemos nos conduce al aprendizaje de otro hecho; el conocimiento aumenta de manera continua. Cada talento que desarrollamos trae a la mente el deseo de desarrollar nuevos talentos. Estamos sujetos al impulso de la vida, buscando expresión; lo que siempre nos conduce a un mayor conocimiento, a hacer más y a ser más.

Con el fin de saber más, hacer más y ser más, debemos tener más; debemos tener cosas para usar, dado que aprendemos, hacemos y somos únicamente si usamos las cosas. Debemos hacernos ricos para poder vivir más.

El deseo de riquezas es sencillamente la capacidad de una vida más amplia que busca realizarse. Cada deseo es el esfuerzo de una posibilidad inexpresada de entrar en acción. El poder, que busca manifestarse, es lo que causa el deseo. Lo que hace que quieras más dinero es lo mismo que hace crecer las plantas; es la vida, que busca una mayor expresión. No puedes negarte a tu propia naturaleza. Mantenerte en la pobreza es una decisión que inhibe al proceso natural evolutivo.

La sustancia viviente única está impregnada con el deseo de vivir más, motivo por el cual necesita crear cosas. La sustancia única está sujeta a esta ley inherente a toda vida y desea vivir más en ti; por ello, quiere que tengas todas las cosas que puedas usar.

Es el deseo de Dios que te hagas rico, no que seas pobre. Él quiere que te hagas rico porque se puede expresar mejor a través de ti si tienes suficientes cosas para usar con el fin de darle expresión, y puede vivir más en ti si tienes completo dominio de los medios para la vida.

Hazte la idea de que esto es verdad:

El universo desea que tengas todo lo que quieras tener.

La naturaleza es generosa con tus planes.

Todo es naturalmente para ti.

Sin embargo, es esencial que tu propósito esté en armonía con el propósito que existe en el Todo.

Debes querer la vida real, no simplemente el placer de la satisfacción sensual. La vida es la realización de las funciones, y el individuo vive realmente solo cuando desempeña cada función física, mental y espiritual de las cuales es capaz, sin incurrir en excesos en alguna de ellas.

¿Quieres hacerte rico solo para vivir como un glotón?

Eso no es la vida. Pero el desarrollo de cada función física es parte de la vida, y nadie vive plenamente si niega una expresión saludable y normal a los impulsos de su cuerpo.

¿Quieres hacerte rico solamente para disfrutar de los placeres mentales?

Adquirir conocimientos, satisfacer tus ambiciones, eclipsar a los demás o hacerte famoso es una parte legítima de la vida, pero el hombre que vive exclusivamente para los placeres del intelecto vive una vida parcial, y nunca estará conforme con lo que le toca.

¿Quieres hacerte rico solamente para el bien de los demás, para perderte en pos de la salvación del hombre, para experimentar el goce de la filantropía y el sacrificio?

El goce del alma es tan solo una parte de la vida; y no es mejor ni más noble que ninguna otra parte de ella.

¿Quieres hacerte rico para poder alimentarte, beber y ser feliz cuando llega la hora de hacer tales cosas? ¿Quieres hacerte rico con el fin de que puedas rodearte de cosas bellas, visitar tierras lejanas, nutrir tu mente y desarrollar tu intelecto de modo de que puedas amar a los hombres y hacer el bien; ser capaz de desempeñar un buen papel ayudando al mundo a encontrar la verdad?

Bien, pero recuerda que el altruismo extremo no es mejor ni más noble que el egoísmo extremo; ambos son erróneos.

Deshazte de la idea de que Dios quiere que te sacrifiques por los demás y de que puedes ganarte algún favor por parte de él si lo haces. Dios no exige nada por el estilo.

Lo que Dios quiere es que te realices al máximo, por ti mismo y por los demás; y puedes ayudar a otras personas si tú mismo te desarrollas al máximo más que de cualquier otra manera.

Solamente puedes lograr lo mejor de ti haciéndote rico; por ello, es correcto y valedero que pongas tu mejor y primer pensamiento en la obtención de riquezas.

No obstante, recuerda que el deseo de la sustancia es para todos, y sus movimientos deben orientarse a obtener una mayor vida para todos; no puede utilizársela para que alguien tenga menos vida, porque existe equitativamente en cada uno de nosotros y busca riquezas y vida.

Es muy importante que comprendas y aceptes esto: la sustancia inteligente hará las cosas por ti, pero no se las quitará a otra persona para dártelas.

Debes deshacerte del pensamiento competitivo. Estás aquí para crear, no para competir por lo que ya está creado.

Por lo tanto, debes acordar con las siguientes premisas básicas:

No tienes que quitarle nada a nadie.

No tienes que conducir tratos ventajosos ni negocios deshonestos.

No tienes que engañar o sacar ventajas.

No hay necesidad de hacer que otro hombre trabaje para ti por menos de lo que merece.

No tienes que codiciar los bienes de los demás, o mirarlos con deseo; ningún hombre tiene algo que no puedas tener para ti, y eso que deseas tener puedes llegar a obtenerlo sin sacarle a ese hombre nada de lo que tiene para sí mismo.

Debes convertirte en un creador, no en un competidor; vas a lograr lo que deseas, pero de tal manera que, cuando lo consigas, los demás hombres tendrán más de lo que tienen ahora. Todo cuanto ganes tú hará evolucionar al resto.

Soy consciente de que existen hombres que obtienen una importante suma de dinero procediendo de forma directamente contraria a las afirmaciones del párrafo anterior; y puedo hacer una aclaración al respecto: los hombres de tipo plutocrático, que se hacen muy ricos, a veces lo hacen exclusivamente gracias a su extraordinaria habilidad competitiva; y a veces, inconscientemente, se relacionan con la sustancia en sus grandes objetivos y movimientos para el desarrollo de humanidad por medio de la evolución de la industria.

Los multimillonarios son como los monstruos reptiles de la era prehistórica: juegan un rol necesario en el proceso evolutivo; pero el mismo poder que los creó, se librará de ellos. Está bien tener en mente que nunca han sido verdaderamente ricos; un registro de las vidas privadas de la mayoría dentro de esta clase demostrará que realmente han sido los más miserables y desdichados de los pobres.

Las riquezas aseguradas en el plano competitivo nunca son satisfactorias ni permanentes: hoy son tuyas; mañana, de otro. Recuerda, si estás por hacerte rico de forma cierta y científica, debes apartarte por completo del pensamiento competitivo. Jamás pienses por un momento que la provisión es limitada. Tan pronto como comiences a pensar que todo el dinero es «acaparado» y controlado por los propietarios de bancos y otras entidades y que debes esforzarte por lograr que se sancionen leyes que detengan ese proceso y cuestiones por el estilo, en ese momento caes en la mente competitiva y por un instante tu poder de provocar la creación desaparece; y lo que es peor, probablemente frenarás los movimientos creativos que habías establecido. La competencia te transforma en un contendiente, alguien que pelea, por lo tanto, que destruye: lo contrario a la creación.

Debes saber que existe oro por el valor de incontables millones de dólares en las montañas de la Tierra, que aún no ha sido descubierto; y que, si no lo hubiera, se crearía más a partir de la sustancia pensante para cubrir tus necesidades.

Debes saber que el dinero que necesitas aparecerá, aún si para ello fuera necesario que mañana unos mil hombres fueran conducidos al descubrimiento de nuevas minas de oro.

Jamás te fijes en la fuente de abastecimiento visible; observa siempre las riquezas ilimitadas de la sustancia sin forma, y debes estar seguro que vendrán atraídas hacia ti tan pronto como puedas recibirlas y usarlas. Nadie, a partir del intento de acaparar los suministros visibles, puede impedirte que obtengas lo que te corresponde.

De modo que jamás te permitas pensar, ni siquiera por un instante, que todos los mejores lugares de construcción serán adquiridos antes de que estés listo para construir tu casa, salvo que te apresures. Jamás te lamentes acerca de los fideicomisos y grupos económicos y te pongas ansioso por temor de que pronto serán propietarios de toda la Tierra. Jamás temas perder lo que quieres porque otra persona «se te adelante»; ello no puede suceder. Tú puedes crear todo lo que quieras. No buscas nada que sea propiedad de otro, tú creas lo que quieres que sea creado con la sustancia sin forma, y la fuente de recursos carece de límites. Cíñete a las afirmaciones ya formuladas:

Existe un material pensante con el que están hechas todas las cosas y que, en su estado original, se extiende, penetra y ocupa los intersticios del universo.

Un pensamiento, sobre esta sustancia, produce la cosa cuyo diseño proviene del pensamiento.

El hombre puede formar cosas en su pensamiento y grabar ese pensamiento sobre la sustancia inmaterial, creando así todo aquello en lo que piensa.