PENSAR DE UNA MANERA
DETERMINADA
Si quieres tener una idea más acertada del paso inicial para hacerte rico, retrocede al capítulo 6 y lee nuevamente la historia sobre el hombre que formó una imagen mental de su casa. Primero pidió solo una alfombra y una estufa de carbón; después comprendió las leyes y se animó a construir mentalmente su casa propia, habitación tras habitación, mueble tras mueble. Esto demuestra que el primer paso es hacer crecer la fe en ti para poder formar una imagen mental definida y clara de lo que quieres; es un hecho que no puedes transmitir una idea a menos que la tengas para ti mismo. Debes tenerla antes de que puedas darla, y muchas personas fracasan en grabarla en la sustancia pensante porque solo tienen para sí un concepto brumoso y vago de las cosas que quieren hacer o tener, o de lo que quieren ser. Es como si entre ellos y el mundo, o incluso entre ellos y sus deseos, hubiera una superficie acristalada que se encuentra empañada y no les permitiera ver.
No basta con que tengas un deseo general de riqueza «para pasarla bien», todos tienen ese deseo.
No es suficiente que tengas el deseo de viajar, ver cosas, poseer bienes, vivir más, o tantos otros anhelos. Todos tienen esos deseos también.
Además de tener esas aspiraciones tienes que poder grabarlas en la sustancia inmaterial. Piensa, por ejemplo, qué harías si tuvieras que enviar un mensaje inalámbrico a un amigo. ¿Mandarías las letras en orden alfabético para que descifre el mensaje? ¿Elegirías palabras al azar de un diccionario? No creo que adoptes alguna de las opciones anteriores. Imagino que enviarías una oración coherente, una que tuviera significado. Pues debe suceder lo mismo cuando tienes que enviarle «mensajes» a la sustancia inmaterial. Cuando intentes grabar tus deseos sobre ella, recuerda que debes hacerlo mediante una afirmación coherente; debes saber lo que quieres, y ser preciso. Jamás podrás hacerte rico o activar el poder creativo si envías anhelos sin forma o deseos vagos. Para que lo que tú ansías tome forma material, primero debe adquirir forma como imagen mental, bien precisa y delimitada.
Revisa tus deseos tal como el hombre que describí examinó su casa; considera qué es lo que quieres y mantén una clara imagen mental de ello, tal como pretendes que luzca cuando lo consigas.
Debes mantener esa imagen mental clara continuamente en tu mente, como el marinero tiene en mente el puerto hacia el cual conduce la embarcación; debes encauzarte hacia ello todo el tiempo. No debes perderla de vista más veces de las que el conductor de la embarcación pierde de vista la brújula.
No es necesario que hagas ejercicios de concentración, que te hagas tiempos especiales para rezar y hacer afirmaciones, «entrar en el silencio», ni hacer trucos ocultos de ningún tipo. Esas cosas son buenas, pero todo lo que necesitas es saber qué es lo que quieres, y quererlo intensamente para que ello permanezca en tus pensamientos.
Pasa tanto tiempo libre como puedas en la contemplación de tu imagen, pero debes saber que nadie necesita hacer ejercicios para concentrarse en lo que verdaderamente quiere; solo las cosas que no te interesan verdaderamente son las que requieren de tu esfuerzo para que fijes en ellas tu atención.
Y a menos que realmente quieras hacerte rico, de modo que el deseo sea lo suficientemente fuerte como para mantener tus pensamientos enfocados en tu propósito, como un polo magnético sostiene la aguja de la brújula, tal vez no valga la pena que intentes llevar a cabo las instrucciones que damos en este libro.
Los métodos estipulados en este libro son para las personas cuyo deseo por las riquezas es lo suficientemente fuerte como para superar la vagancia mental y el amor por lo fácil, y hacerlas trabajar.
Entonces, cuanto más clara y definida sea tu imagen y cuanto más la contemples y acentúes todos sus encantadores detalles, más fuerte será tu deseo; y cuanto más fuerte sea tu deseo, más fácil será que mantengas fija tu mente sobre la imagen de lo que quieres.
No obstante, aparte de ver simplemente la imagen con claridad, es necesario algo más. Si eso es todo lo que haces, eres solo un soñador y tendrás poco o nada de poder para que se cumpla.
Detrás de tu clara visión debe existir la intención de hacerla realidad; de plasmarla en una expresión tangible.
Y detrás de esa intención, debe existir una fe invencible e inquebrantable de que la cosa ya es tuya; es decir, que está «al alcance de la mano» y solo tienes que apoderarte de ella.
Ahora puedes advertir que con solo desear no es posible lograr la materialización. Es necesario el deseo, la visión, la intención y la fe.
Vive mentalmente en la nueva casa, hasta que se plasme físicamente a tu alrededor. En el reino mental, ingresa de inmediato en el disfrute total de las cosas que quieres.
«Independientemente de lo que pidas cuando rezas, cree que lo recibirás y vas a tenerlo», dijo Jesús.
Imagina las cosas que quieres como si efectivamente estuvieran cerca de ti todo el tiempo; imagínate siendo su dueño y usándolas. Haz uso de ellas en tu imaginación como lo harías si fueran tus posesiones tangibles. Concéntrate en tu imagen mental hasta que sea clara y distinguida, y luego toma la actitud mental de dueño de cada cosa que haya en ella. Apodérate de ello, en la mente, en la plena fe de que es efectivamente tuyo. Mantente en esa calidad de dueño mental; no renuncies ni por un instante a tu fe de que es real.
Y recuerda lo que dijimos en el capítulo anterior sobre la gratitud; sé agradecido por ello todo el tiempo tanto como esperas estarlo cuando haya tomado forma. El hombre que puede agradecer sinceramente a Dios por las cosas que son suyas en su imaginación tiene el dominio de la fe. Se hará rico; provocará la creación de todo lo que quiera.
No necesitas rezar repetidamente por las cosas que quieres; no es necesario decírselo a Dios todos los días.
«No uses repeticiones vanas como lo hacen los paganos», dijo Jesús a sus discípulos, «pues el Padre sabe las cosas que necesitas antes de que las pidas».
Tu parte es formular de forma inteligente tu deseo de las cosas que conducen a una mayor vida y conseguir que esos deseos estén organizados en un todo coherente; y luego grabar ese deseo completo sobre la sustancia inmaterial, la cual tiene el poder y la voluntad de atraer lo que quieres.
No crearás esa impresión al repetir una sarta de palabras; lo harás sosteniendo la visión con la intención inquebrantable de realizarla, y la fe firme en que lo lograrás.
La respuesta a la oración no se corresponde con tu fe mientras hablas, sino que es conforme a tu fe mientras trabajas.
No puedes imprimir la mente de Dios con un día Sabbath (sábado para los judíos; domingo para los cristianos) especial dedicado a decirle lo que quieres, y después olvidarte de Él el resto de la semana. No puedes convencer a Dios dedicando horas especiales a encerrarte a rezar en tu armario, si luego borras el tema de tu mente hasta que llega nuevamente la hora de rezar.
El rezo oral es bastante bueno y tiene su efecto, especialmente sobre tú mismo, dado que aclara tu visión y fortalece tu fe; pero no son tus peticiones orales las que hacen que consigas lo que quieres. Para hacerte rico no necesitas una «dulce hora de oración»: necesitas «rezar sin cesar». Y por «rezar» quiero decir aferrarte con firmeza a tu visión con la intención de provocar su creación de forma sólida, y la fe de que lo estás haciendo.
«Cree y lo recibirás.»
Todo el tema gira en torno a recibir, una vez que hayas formado claramente tu visión. Cuando la hayas formado, está bien hacer una afirmación oral, dirigiéndote a lo Supremo en un rezo reverente; y desde ese momento debes recibir, en tu mente, lo que pides. Vive en la casa nueva, utiliza las ropas más finas, súbete al coche, haz el viaje y planea con confianza viajes más grandes. Piensa y habla sobre todas las cosas por las que has pedido como si fueras actualmente su dueño. Imagina tu entorno y situación económica exactamente como los quieres y vive todo el tiempo en esa situación económica y ese entorno imaginarios. Ten en cuenta, sin embargo, que no lo haces como un simple soñador o un ilusionista; aférrate a tu fe en que esa imaginación se está realizando y a la intención de realizarla. Recuerda que son la fe y la intención en el uso de la imaginación las que marcan la diferencia entre un científico y un soñador. Y ahora que has aprendido esta verdad, es el momento en que debes aprender el uso correcto de la voluntad.