JUEGO DE MANOS

Suave, terrosa tu mano en la mía, suspendida en una caricia iniciada mucho tiempo atrás. Frágil, mi mano en la tuya, añorando un vuelo de dedos y una filigrana de deseos. Mis manos se aferran a las tuyas, sin prisa y sin tiempo, se moldean cálidas a la acogida y al abrazo minúsculo de tus dedos. Ralentizas el momento y con suavidad acercas tus labios que se posan en ellas con un beso delicado.

Después expandes mis miedos. Sueltas decidido mi mano presa y la extiendes y la estiras con decisión y la volteas y en arrumacos de ternura la besas de nuevo. Siento el rocío de tu saliva impregnando de gotas mi piel y mi mano se flexiona involuntaria cerrándose de golpe para guardar el elixir con el que elaboras tus palabras y del que nacen tus besos.

La abres de nuevo, con cuidado, y depositas otro beso más intenso, más calmado.

Luego deslizas muy despacio la punta de tu dedo índice marcando el contorno de las arrugas impresas en mi piel, una algarabía de cosquillas me atrapa. Yo sonrío, mi mano también. Coges de nuevo con delicadeza mis manos y las elevas. Las suspendes quietas ante tus ojos y las observas con delectación. Mis pequeños dedos se repliegan ante la intensidad de tu mirada y de tu tacto. Palpas con suavidad cada falange que flexionas en pequeños arcos y deslizas la yemas de tus dedos por mis uñas. Mides la longitud de mis dedos en soplos de aliento y acercas pudoroso tu boca.

Mis manos perdidas en tus lisonjas de mimos, ya vencidas, se entregan sin lucha. Te provocan, impúdicas y certeras, en un baile de escaramuzas que permiten el encuentro más íntimo: mis dedos se adentran en tu boca y juegan traviesos con tu lengua. La humedad se filtra por los poros de mi piel y cala mi mano, salpicando sin remedio mi alma. Mi mano empapada por completo de ti.

Después, mucho después, cuando el viento, o el roce con mi ropa, o el tiempo seque mi piel y tu lejanía flote en mi recuerdo y mis manos se queden huérfanas de caricias y de entrega, las acercaré a mis labios y reposando mi rostro en ellas, las protegeré con terquedad para siempre de tu ausencia.