Mi muerte no la sabré.

Por qué habría de llorar

la pena que no ha de ser.


Por otras muertes vecinas

pongo luto en el papel

y en la corbata respeto.

A mi muerte no estaré.


Que no me importe el asunto,

agua que no he de beber:

De estar aquí a estar enfrente

sólo una media pared.

A este lado aún no es la muerte.

Ya al otro la vida es.


Muerte que anega los ojos,

la mía no la veré.


De pie la tarde rezada

a la orilla del ciprés,

me canso por los amigos,

por mí no me cansaré.


Si yo no sabré mi muerte,

digo que no moriré.