La hora de la saudade

Anochece en Portugal.

Toda la melancolía

del mundo pesa en el alma.

¡Qué lenta la anochecida!


Junto a la raya del Miño

una moza se dolía

de mal de ausencia. La noche

se acercaba por la ría.


Plaza la de Vila Real.

Tristeza. Llegan noticias

de Ultramar: «¡Y era tan joven!»

Ojeras en las bombillas.


En la catedral de Guarda

suenan las horas marchitas.

Por el Mondego las sombras

ponen el cerco a Coimbra.


Lisboa enciende faroles

mientras la guitarra afina

su voz delgada de llanto

en barrios de pena antigua.


Al toque de arriar banderas,

silencio de la bahía.

Los reyes en el exilio

lloran sus patrias perdidas.


Al sur un soldado sueña.

En la plaza de Tavira

mira y no sé para dónde.

Tiene la mirada herida.


Por fin, la roca de Sagres.

¡Qué vigilar de agonía!

Los barcos iban partiendo,

pero ninguno volvía…