Por cada verso que os he dado en limpio
otros sin culpa acaso se han quedado
en el cajón que crece hacia el olvido.
No me importan los himnos, renuncio a las arengas,
lo sagrado me sirva
para que San Miguel del fiel contraste
nivele mis pecados:
ahora que rebusco
como quien ha perdido sus monedas
en la extensión moviente de una playa,
me agacho a lo divinamente cursi
—¡divinamente cursi es un hallazgo!—
del amor,
y te sueño en cada nube
en cada rosa
el eco de otras voces,
busca mi corazón tu forma ilesa,
sufrimiento,
tu voz amortiguada
casi perdida en los auriculares,
y porque éramos tierra muy adentro:
de inmóvil soledad vivo esperando
que el mar traiga tu nombre hasta la playa…
Sólo ráfagas
hermanadas jamás en vuestro oído,
y hoy hacen en mi alma un canto entero
que ningún viento volverá pedazos.