Hoy vine a levantar las aldabillas
y fue romper los sellos de la muerte.
Se abrió el balcón y entró la voz del río,
bandos de pájaros que ciegamente
daban contra mi pecho, lavanderas,
¡crisantemos qué va!, sólo las flores
amigas de vivir entre la vida.
Me hice a un lado, mis manos en mis ojos.
No es que entrara la luz, es que salía
la oscuridad que tú nunca has querido,
los negros algodones con que el celo
amante da mordazas a sus muertos.
Ahora puedes hablar, podemos, madre,
hablar y hasta cantar, si no es muy alto
no vayan a decir que ni siquiera
nos pusimos de alivio.