En Marraquech de los decapitados
atardece en jirones
Hay un coro implorante
Golpean
la dureza de estaño
Son los tristes que ven
—¡Alá es grande
escuchad
compadeceos!
Y un tumulto de ciegos sin bastones
circulamos de prisa entre las torres
sin acertar jamás con los aromas.